El
viernes pasado, el Consejo Permanente de la Organización de Estados
Americanos (OEA) anunció la realización de una “sesión extraordinaria”
el 23 de junio para analizar la situación política e institucional en
Venezuela. La sesión del Consejo discutirá el informe del secretario
general de la organización, el uruguayo Luis Almagro, en el que describe
una “crisis institucional” que “demanda cambios inmediatos en las
acciones del Poder Ejecutivo” venezolano.
Con
el apoyo de Estados Unidos, del cual se ha convertido en un virtual
peón, es previsible que durante la 46 Asamblea General de la OEA a
celebrarse en estos días en Santo Domingo, República Dominicana, Almagro
intensifique sus labores de cabildeo con la finalidad de echar a andar
la aplicación de la Carta Democrática Interamericana contra el proceso
bolivariano de Venezuela, pretextando la “alteración del orden
constitucional” en el país.
La
obstinada y belicosa iniciativa del secretario general de la OEA, como
antesala de sanciones que “legitimen” una intervención militar extrajera
en Venezuela bajo el paraguas del Pentágono, fracasó el pasado 1 de
junio en Washington, cuando tras una maratónica reunión de más de ocho
horas, los 29 países participantes en el debate dejaron solo a Almagro y
adoptaron una declaración en apoyo a un diálogo entre el gobierno
constitucional y legítimo de Nicolás Maduro y la oposición derechista
que controla la Asamblea Nacional.
Derrotado,
acusado de falto de ética política y tacto diplomático, y de haber
negociado en secreto con algunos países de la región el apoyo a sus ocho
recomendaciones injerencistas contenidas en un informe de 132 páginas
que respalda a la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), un día
después Almagro escribió en la red social Twitter “Hoy más que nunca
urge fecha reunión Consejo OEA para abordar Carta Democrática #Vzla
#DemocraciaEnVzlaYA”.
Ya
antes, Almagro había sostenido un enfrentamiento personal muy visceral,
soez e impropio, dada su investidura como secretario general del
organismo regional, con el presidente Maduro (a quien tuteó), que
sorprendió a los círculos político-diplomáticos del área. El 1 de junio,
en Washington, algunas delegaciones lo acusaron de estar actuando por
su cuenta, excediéndose en sus prerrogativas y pasando por encima del
sentir de un buen número de países miembros de la OEA.
ALMAGRO Y LOS PLANES DEL COMANDO SUR
De
prosperar el embate de Almagro contra Maduro, se estaría asistiendo a
una nueva vuelta de tuerca en la estrategia de rollback –de dominio y
vuelta atrás− diseñada por la llamada “comunidad de inteligencia” de
Estados Unidos, y su concreción en la coyuntura en la segunda fase de la
Operación Venezuela Freedom-2 (Libertad Venezuela), impulsada por el
jefe del Comando Sur del Pentágono, almirante Kurt Tidd.
Firmado
por Tidd y fechado el 25 de febrero de 2016, dicho documento de trabajo
interno del Pentágono −que pese a sus múltiples menciones no ha sido
desmentido hasta el momento− afirma haber “convenido” con Luis Almagro
Lemes la aplicación de la Carta Democrática de la OEA contra Venezuela,
en el marco de la Guerra de Espectro Completo elaborada en junio de 2000
por la Dirección de Políticas y Planes Estratégicos del Ejército de
Estados Unidos (ver Documento Joint Vision 2020), que es la matriz
doctrinaria de todos los manuales y proyectos de Guerra No Convencional
desarrollados hasta el presente contra el proceso revolucionario
bolivariano y otros países del área con gobiernos progresistas.
Cabe
recordar que la primera fase de la Operación Venezuela Freedom estaba
ya perfilada en el “Informe sobre Venezuela” elaborado en 2012 por el
director nacional de Inteligencia de EU, James R. Clapper, que ponía
énfasis en la agitación propagandística de temas tales como el
desabastecimiento programado de alimentos y medicinas, el incremento
inusitado de precios, los apagones eléctricos generalizados, la
delincuencia y la violencia criminal como parte de un proceso de
descomposición político-social e ingobernabilidad inducido que utilizó
el accionar de bandas criminales (bacrim), narcotraficantes, grupos
paramilitares y pranes con sus ejércitos de malandros.
Dicha
fase fue expuesta por el predecesor de Tidd en el Comando Sur, general
John Kelly, el 12 de marzo de 2015 ante el Comité Senatorial de los
Servicios Armados del Congreso de Estados Unidos, y estuvo dirigida a
generar una situación de caos y desestabilización política en Venezuela,
combinando acciones callejeras y el empleo dosificado de la violencia
armada, etapa que incluyó a las guarimbas con su casi medio centenar de
muertos, los asesinatos selectivos, sabotajes contra instalaciones
estratégicas y acciones paramilitares desde la frontera
colombo-venezolana.
Según
la propia descripción del almirante Tidd, en su fase actual la
estrategia subversiva está siendo ejecutada por agentes encubiertos del
Comando de Operaciones Especiales, la Fuerza Conjunta Bravo, con asiento
en la base de Palmerola (Soto Cano), en Comayagua, Honduras, y la
Fuerza de Tarea Conjunta Interagencial Sur (inteligencia), y es
concebida como una “operación de amplio espectro, conjunta y combinada”
que prioriza conceptos tales como “fuerza decisiva”, “proyección de
poder”, “presencia en ultramar” y “agilidad estratégica”.
Aunque
el plan conspirativo y de guerra psicológica del Pentágono señala que
Estados Unidos no asumirá “el costo de una intervención armada en
Venezuela”, contempla una “fase terminal” prevista hacia julio-agosto de
2016, que requiere del posicionamiento mediático de una “crisis
humanitaria” (por falta de alimentos, medicamentos, agua y electricidad)
y una matriz de opinión que maneje a nivel internacional el escenario
de que Venezuela está “cerca del colapso” y de una “implosión” (la misma
fabricación mediática utilizada para erigir a México como un “Estado
fallido” en la transición Bush Jr./Obama, que llevó a una fase acelerada
de militarización, paramilitarización y mercenarización del país con la
excusa de la guerra a las drogas), como recurso para facilitar una
“intervención humanitaria” a “pedido” de la ONU o la OEA. El mismo
escenario manufacturado antes por Estados Unidos y sus socios de la OTAN
contra Muamar Gadafi en Libia y el hasta ahora fracasado pero trágico
−en vidas humanas y destrucción− instrumentado contra Bashar al-Ásad en
Siria.
Sustento
de las guerras asimétricas (o híbridas) y los “golpes blandos” o
“institucionales” de nuestros días –como el golpe de Estado
parlamentario-judicial- policial-mediático contra Dilma Rousseff en
Brasil−, en su etapa actual de “cerco y asfixia” contra el gobierno de
Nicolás Maduro, la doctrina de espectro completo −citando a Tidd− emplea
“recursos diplomáticos, de información, militares, económicos,
financieros, de inteligencia y jurídicos”, y echa mano de grandes
corporaciones y lobbys empresariales, operadores políticos de la derecha
internacional y sus intelectuales orgánicos (ex presidentes como César
Gaviria, Álvaro Uribe, José María Aznar, Vicente Fox, Felipe Calderón,
Sebastián Piñera, el inestable jefe de Gobierno español Mariano Rajoy y,
entre otros, pensadores como Mario Vargas Llosa y Jorge G. Castañeda),
actores no estatales (ONGs), jerarcas de la Iglesia católica y
agrupaciones estudiantiles.
Como
la guerra psicológica es un componente esencial de los conflictos
asimétricos (toda intervención internacional es precedida por una guerra
mediática), a través de la Agencia de Inteligencia para la Defensa
(DIA), el Pentágono ha logrado articular en la etapa una vasta
plataforma comunicacional (TV, circuitos radiales, prensa escrita, redes
sociales) desde donde lanza campañas de intoxicación desinformativas
(terrorismo mediático, propaganda negra y bullying permanente) contra
Venezuela.
Para
ello cuenta con una red de medios de difusión masiva bajo control
monopólico privado –que actúan como reproductores del pensamiento único
neoliberal y la ideología dominante−, que incluye consorcios televisivos
como la Organización Globo de Brasil, CNN, Televisa y prensa escrita
como The New York Times, The Washington Post, Los Ángeles Times, los
madridistas El País, ABC y El Mundo, y los medios impresos que integran
la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y el Grupo Diarios de América
(DGA), formado por periódicos que propagan las ideas conservadoras y
los esquemas del marketing conspirativo de Washington en Argentina,
Brasil, Ecuador, Perú, Puerto Rico, Uruguay, Venezuela, Chile, Colombia y
México.
EL PEPE MUJICA SE DESMARCA DE ALMAGRO
En
el momento de su postulación a la secretaría general de la OEA, Luis
Almagro fue considerado como una figura ideal para alejar al organismo
interhemisférico del gastado conservadurismo ideológico propio de la
guerra fría, y acompañar el proceso de cambios en la proyección de
Estados Unidos hacia el subcontinente latinoamericano y caribeño de
finales de la era Obama, donde imperan nuevos métodos como los del poder
suave para salir de los gobiernos molestos, sin que la Casa Blanca
aparezca demasiado comprometida.
En
su primer discurso como secretario general, Almagro prometió darle a la
OEA una mayor credibilidad y dotarla de más realismo y de un diálogo
político con resultados tangibles. Sin embargo, a partir de aquellas
promesas Almagro dio un descomunal viraje, sorprendiendo a propios y
extraños. Su figura ha dejado de ser la de un negociador pragmático para
convertirse en un provocador irracional. Su desatinado enfrentamiento
con el presidente Maduro, no sólo ha afectado su propia imagen, sino que
ha dejado al descubierto ante la región que la OEA continúa siendo una
organización satélite de Washington y subordinada a sus intereses, que
son los de las corporaciones transnacionales.
En
su país de origen, Uruguay, Luis Almagro ha sido señalado por su
“vedetismo mediático” y considerado un “mamarracho” por sus
irresponsables, extralimitadas, absurdas y soberbias posiciones contra
Venezuela. Tanto la Mesa Política Nacional del gubernamental Frente
Amplio (FA) como el Comité Ejecutivo Nacional del Movimiento de
Participación Popular (MPP), liderado por el ex presidente José Mujica
(quien promovió y respaldó su candidatura a la OEA), se desmarcaron en
los últimos días de Almagro y apoyaron el diálogo político constructivo,
impulsado por la Unasur, entre el gobierno de Maduro y la oposición,
con base en el respeto a las instituciones, el marco constitucional
vigente y las leyes y normas de la República Bolivariana de Venezuela,
el respeto a la autodeterminación, la soberanía y el principio de no
injerencia en los asuntos internos de otro país.
El
viernes 10 de junio, el Pepe Mujica hizo pública la carta que le
enviara a Almagro el 18 de noviembre de 2015, donde le dice que los
reiterados “hechos” le demostraron que se había equivocado al apoyarlo
en su candidatura a la OEA, y que frente a “tus silencios” sobre Haití,
Guatemala y Paraguay, “entiendo que sin decírmelo, me dijiste ‘adiós’.”
Mujica pone el acento en que hay que ser útil a la gente corriente, a la
mayoría de los venezolanos; servir como “puente” de Venezuela toda y su
autodeterminación. Añade que Venezuela es la reserva petrolera para los
próximos 300 años y que allí radica su riqueza y su desgracia, porque
Estados Unidos es adicto al petróleo. “Venezuela nos necesita como
albañiles y no como jueces”, le dice a Almagro. Y le advierte que otra
alternativa a la autodeterminación puede tener “fines trágicos” para la
democracia real venezolana. Culmina su misiva señalando: “Lamento el
rumbo por el que enfilaste y lo sé irreversible, por eso ahora
formalmente te digo adiós y me despido”.
Lo
anterior podría interpretarse como que la OEA de Almagro sigue siendo
el viejo ministerio de colonias de Washington, y que, con la mira puesta
en el petróleo venezolano, Barack Obama utiliza hoy a Luis Almagro y la
institución que representa como un engranaje de los planes guerreristas
del Comando Sur del Pentágono.