Ago 29/2016 | Mision Verdad | José Roberto Duque.-La principal razón por la cual la cosa esa del primero de septiembre no derivará hacia ningún "punto de quiebre", "punto de inflexión", "punto de no retorno", "principio del fin", "hito en la historia de Venezuela, un antes y un después" (así lo anunció un bicho de apellido Florido), "inicio de una nueva etapa de presión social" ni ninguna de esas películas con las que andan soñando los paladines de la conspiración empresarial, es que el pueblo de Venezuela no se siente convocado por unos tipos anti-pueblo cuya oferta expresa al pueblo dice: "Entrégame el Gobierno para que puedas vivir mejor".
Hay otras razones, derivadas casi todas de esa. Y todas dejan en el oído la misma sentencia: "No moviliza los poderes constituyentes quien quiere, sino quien puede".
A dejarse de eufemismos pendejos: la oposición (y esto incluye a su fracción minoritaria, integrada por los partidos de la MUD) aspiran y apuestan a que el primero de septiembre se va a producir una movilización ciudadana tan hecatómbicamente colosal, indetenible y mollejúa, que el Gobierno va a temblar de pavor y a ceder el control de las instituciones, porque Capriles, Chúo, Ramos y el fantasma de Leopoldo van a llegar a Miraflores con el pueblo atrás y van a arrasar con todo vestigio de chavismo.
No crean en retóricas ni análisis tibios: lo que tienen en mente los mercachifles del "cambio" es eso y no un delicado ajedrez hippie-jurídico destinado a presionar para que se produzca el referendo. No lo van a lograr, pero lo van a intentar.
El artículo que enlazamos aquí arribita hierve en guiños y en explicaciones de por qué un pueblo que arde en fiebre prefiere la desmovilización antes que acatar o aceptar el liderazgo del club de pazguatos que osan presentarse como "la oposición", esos mismos que deambulan en el artículo en plan de declarantes. Va un guiño/explicación autorreferencial: este texto, cuyo espíritu rector parece ser un entusiasmo galopante o unas enormes ganas de aparentar y propagar ese entusiasmo, fue escrito por un muchacho que para entender al país suele ir a foros donde palabrea esa clase de expertos de torre de marfil capaces de hablar del segmento "F" de la sociedad sin haberse asomado ni siquiera al "C".
En Prodavinci le dicen al muchacho: "Anda a ver qué anda diciendo el pueblo furioso. Tú sabes, el pueblo: el sujeto de la democracia", y el pobre va y se mete en un auditorio tan populachero, concurrido y vital como un mausoleo, a encontrarse con momias de mayor o menor vendaje, y de ahí saca premisas y conclusiones. Hubo un foro particularmente hilarante del que veníamos dispuestos a burlarnos, pero sucede que una de las estrellas invitadas al mismo acaba de morir y es obligante un mínimo de respeto a sus dolientes.
El caso es que esa doña, Mercedes Pulido de Briceño, aportó una de las frases o ideas que revelan el estado en que se encuentra la máquina de escudriñar a Venezuela de ese cónclave de expertos de escaparate. Pulido dijo en esa oportunidad: "Dicen que el pueblo no se moviliza. Pero ¿quién lo moviliza sino las élites?".
Esos son los profesores y expertos en pueblo y en democracia; imagínese qué queda para los discípulos.
Asomábamos hace un momento que, hoy en día, los "líderes" de la MUD integran una minoría en ese espectro convulso y confuso que es el antichavismo.
La opinión mayoritaria de la oposición es que la MUD es una parranda de traidores que negocian con el Gobierno su permanencia dentro del juego democrático mientras en los medios y las redes andan mostrándose como activadores peligrosísimos de rebeliones, sediciones y movimientos cinematográficamente clandestinos.
Creen o creían en Voluntad Popular que el país en pleno estaba más pendiente de las penurias de Leopoldo López que del plato diario de espaguetis, hasta que una extrañísima encuesta de Datanálisis ubicó la popularidad del Mandela del empresariado por debajo de la de Ramos Allup y Henri Falcón. Allá ellos con su manejo de los códigos del martirio y el heroísmo.
Los fetiches empleados por estos héroes de laboratorio mediático para la convocatoria a la bautizada "Toma de Caracas" se emparentan abiertamente con el frenesí revanchista de abril de 2002. Abiertamente y sin ningún asomo de cautela ya andan difundiendo las comparaciones de esa movilización con el 27-F y las gestas pretendidamente decisivas de 2014. En el éxtasis del baño de pueblo que ya se están imaginando, otros analistas espontáneos (favor leer los comentarios al final del primer artículo) se atreven a pronosticar un desborde y degollina modelo 1789, un paro cívico nacional y otros etcéteras cuya base argumental es la convicción de que 90% de los venezolanos desea convertir en presidente a cualquier monigote de la MUD.
La nota simpática y discordante la aporta esta vez Henrique Capriles, quien, espantado por la recurrente invocación al artículo 350 (la rebelión popular para derrocar al Gobierno), le hace frente a esa postura extrema pero "huyendo palante"; es decir, sacándole el cuerpo pero insinuando que el más valeroso y radical de la partida es él. Dice el ex o seudo gobernador de Miranda: "Nosotros tenemos que dar PASOS FIRMES" (ustedes saben, más firmes que un aluvión de pueblo tumbando al Gobierno). "Vayamos clarito con el artículo 72" (el referendo revocatorio).
Más firmeza y se convierte en árbol.
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