Era un secreto a voces, hasta que ciertos periodistas empezaron
a usar sus columnas y reportajes como megáfonos. Los narcoescándalos en
la estructura vital del Estado, desde los cuerpos policiales hasta
Miraflores, tomaron vuelo justo en los tiempos en que el puntofijismo se
erigía como único modelo posible en la memoria y futuro del pueblo
venezolano.
Septiembre 12 de 2016, 9:35 am
CAP con su alegría puntofijista junto a Kissinger
La cocaína era la reina de las discotecas en Caracas, Barquisimeto, Valencia y Maracay a principios de la década de 1980, cuestión que ya había sido anunciada por altos oficiales norteamericanos con relación a la supuesta lucha contra los narcóticos que pregonaba la Casa Blanca. La relación directa entre el despliegue por toda la región latinoamericana del Comando Sur y el auge del narcotráfico es evidente, y sobre todo la inserción del narcodelito en Venezuela desde que en agosto de 1974 se celebró el convenio entre los gobiernos de los Estados Unidos y el de Carlos Andrés Pérez (CAP), recién electo presidente del país, para el establecimiento en Caracas de la oficina regional de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés).
El mismo CAP no estaría exento de los narcoescándalos, tanto por su amistad con algunos de los capos más importantes de Colombia como por haber estado involucrado en transacciones financieras que comprometían la legitimidad de capitales en lavado de dinero por el tráfico de drogas.
El hombre que caminaba sobre una gruesa línea blanca
Aficionado a los caballos, Carlos Andrés Pérez tenía en sus propios establos dos de los mejores purasangre nacidos en el país de Jorge Eliécer Gaitán. Obsequios de don Fabio Ochoa, quien poseía en el Táchira un negocio hípico bastante concurrido por CAP, eran de los favoritos del ex presidente. Cuenta el periodista Gustavo Azócar Alcalá en su libro Los barones de la droga (1994) que estos animales fueron regalos de agradecimiento de uno de los jefes del cartel de Medellín por 1) haber recibido la ayuda presidencial de tramitar con Felipe González, muy amigo de CAP, la extradición de Jorge Luis Ochoa, hijo de don Fabio y capturado por la policía de narcóticos de España, a Colombia antes de que se le entregara a las autoridades estadounidenses (en diciembre de 1992 se publicó en Alemania El holding de los criminales: Europa unida en manos de la mafia de los investigadores Jürguen Roth y Marc Frey donde se refiere y confirma este caso en específico); y 2) conseguir el paradero de la hija de don Fabio que había sido secuestrada en suelo venezolano.Aunque en diversas entrevistas CAP había intentado desmentir estas versiones, el mismo don Fabio Ochoa, ya sin nada que perder, lo habría confirmado en otras tandas de preguntas y respuestas ante los medios.
De igual forma, en mayo de 1989 -cuenta nuevamente Azócar Alcalá, quien no es precisamente un chavista convencido- el entonces fiscal de Nueva York, Robert Morgonthau, inició una investigación contra el Bank of Credit And Commerce International (BCCI), y fue encontrada culpable por haber sido una gran lavadora de dinero con sabor a narcotráfico, y que no tenía otro fin sino ese. ¿Qué tiene que ver con "el hombre que camina", así conocido CAP en su campaña presidencial de 1974? Pues que un ex agente de la acusada institución financiera acusó a CAP de realizar depósitos en el BCCI, ente que también financió la campaña presidencial adeca de 1988.
Incluso Cecilia Matos, la famosa ex concubina de CAP, llegó a depositar en ese banco 400 mil dólares en efectivo, según las declaraciones del ex agente bancario del BCCI.
El senador Cristóbal Fernández Daló también había declarado que el ex presidente adeco caminaba sobre una gruesa línea de cocaína en el marco de esa investigación. La prensa venezolana en aquel momento dijo poco y nada sobre el caso.
El narco en Venezuela se consolida con CAP como presidenteEl primero en hablar sobre ello fue José Vicente Rangel. En 1988 denunció en el programa de Marcel Granier, "Primer Plano", que "los capitales de la droga están tratando de meterse en la campaña electoral. Tengo información de que algunos narcotraficantes han estado tratando de invertir recursos en la campaña, en parte para comprometer a los candidatos y en parte también para cumplir con la tarea de lavar dinero sucio del narcotráfico". Según datos que arroja el mencionado libro, la campaña presidencial, protagonizada por CAP (AD) y Eduardo "El Tigre" Fernández (Copei), gastó "algo así" como 6 mil millones de bolívares, casi el presupuesto anual otorgado al año siguiente por el extinto Congreso de la República a no menos de siete de los entonces 22 estados de la Venezuela puntofijista. Algunos periodistas como Rangel y Azócar no dudaron en señalar que tal excesiva cantidad para la época provenía del narcotráfico transnacional.
Y sin embargo Henry Ramos Allup insiste en que Carlos Andrés era un corderito de Dios. De Blanca Nieves seguro lo fue.
Más allá de CAP
Los organismos de seguridad del Estado en una acción conjunta con el Buró Antinarcóticos norteamericano decomisaron 667 kilos de cocaína en el interior de un avión Turbo Commander modelo 696 que había aterrizado en el aeropuerto de Charavalle unas horas antes de la operación, el 30 de septiembre de 1983. En su momento fue conocida como la mayor incautación de droga en América Latina y la segunda en el mundo, hasta el momento. El avión pertenecía al retirado teniente de fragata Lizardo Márquez Pérez, residenciado en San Cristóbal y con el Hato La Fe, municipio Páez del estado Apure, como centro de operaciones, según las investigaciones oficiales.El avión transportaba abundantes alijos de droga no sólo a nivel nacional (Azócar menciona asimismo los aeropuertos de Maracaibo y La Carlota) sino también hacia Panamá, Aruba y los Estados Unidos. Al mismo tiempo que servía de narcotransporte, el Turbo Commander también era usado por agentes de los servicios de inteligencia y contrainteligencia para misiones de rescate y vuelos de reconocimiento en la frontera colombo-venezolana, y uno de sus más asiduos aviadores fue Ítalo del Valle Alliegro, posteriormente comandante de la Guarnición Militar del Táchira y luego ministro de Defensa durante el mandato de Jaime Lusinchi y el segundo gobierno de CAP. ¿Casualidad que un comprobado narco forjara lazos de amistad con uno de los responsables de la masacre luego de El Sacudón de 1989?
Pues el periodista Scott Macdonald publicó en El Nacional el 19 de agosto de 1991 un artículo donde afirma que "...las autoridades venezolanas intentaron hacer frente a la situación creada por el narcotráfico (sic). En octubre de 1983 se incautó uno de los mayores cargamentos de cocaína -1.200 kilos- y se expuso la participación de dos militares. Uno de los oficiales, ex-teniente de la marina, Lizardo Márquez Pérez, escapó a Medellín. Su copiloto, de acuerdo con el diario de vuelo del avión, era el comandante regional del ejército en la frontera con Colombia, general Ítalo del Valle...". Misión Verdad no tiene nada que agregar, salvo que entre 1980 y 1999 los casos de uso indiscriminado de aviones civiles para narcopropósitos fueron in crescendo hasta que llegó el Gobierno Bolivariano a bajarlos, literalmente.
En el contexto global, durante el mes de agosto de 1985 fueron multados cuatro grandes bancos de Nueva York por 1.200 millones de dólares bajo la acusación de facilitar transferencias de dinero realizadas por bandas criminales y organizaciones de narcotraficantes en Estados Unidos. Uno de esos bancos fue el Chase Manhattan Bank, que en el contexto local contaba con Pedro Tinoco junior como hombre de confianza: uno de los Doce Apóstoles de CAP. Esta entidad financiera, que aún comanda en Wall Street, pertenece a David Rockefeller, tal vez el más importante planificador de la petromina llamada Venezuela y principal artífice del puntofijismo.
La columna vertebral del puntofijismo entonces, cronológicamente hablando, traza su narcolínea con Carlos Andrés Pérez desde sus inicios como ministro de Interior de Rómulo Betancourt, se consolida con la presidencia del "hombre que camina" en sus dos períodos en Miraflores y con Pedro Tinoco como el arquitecto de la Venezuela arrodillada al monopolio corporativo, vuelve a mostrarse tensa con la conexión entre Lizardo Márquez Pérez e Ítalo del Valle Alliegro, y termina en Larry Tovar Acuña como chivo expiatorio del narcoestado creado en 40 años de puntofijismo.
Sin Rockefeller el narcoestado puntofijista no se hubiera consolidado
Concesiones narcocomplacientes
Sin Rockefeller el narcoestado puntofijista no se hubiera consolidado. El senador David Morales Bello, harto anticomunista, en un mensaje por los 48 años de nacimiento de la Guardia Nacional (1985) afirmó con datos duros que en "Las Bahamas hacen escala aviones privados que parten desde hatos de El Nuela, La Fría y El Vigía -aquí en Venezuela- para llevar cocaína a Estados Unidos. Por supuesto, en vuelos que no se reportan", lo que confirmaba en el seno del otrora Congreso que Venezuela se había convertido durante las décadas de 1970 y 1980 en país productor de cocaína, como afirmó en su momento la investigadora Rosa del Olmo.Tanto los medios como el funcionarato del puntofijismo hicieron creer a la población venezolana que el problema del narco era un asunto policial, de carácter punitivo que debía ser aplacado con la fuerza de las armas, y no de raigambre política. No es una opinión de esta tribuna. En abril de 1994 la CIA emitió un informe del Congreso en el que sostuvo que el narcotráfico en América Latina había empezado a ir más allá de la simple corrupción de políticos y que había comenzado a influir en las elecciones y la política económica. Esto nos remite a CAP y Tinoco, debido a que James Woolsey, entonces director de los servicios estadounidenses, mencionó en particular a Colombia y Venezuela como ejemplo de las "serias 'dislocaciones' económicas que están ejerciendo los narcotraficantes".
Esto fue confirmado por el indulto presidencial por parte del breve Ramón J. Velásquez al narcotraficante Larry Tovar Acuña en 1993, quien cumplía pena y además tenía vínculos con el cartel de Medellín. Los últimos años del puntofijismo estuvieron marcados por la narcocolaboración a la luz pública, sin escrúpulos ni vergüenza que valiera más que 800 mil dólares, los que habría pagado Luis Salvador Tovar por el indulto mencionado.
Sin duda las concesiones y demás parapetos legales no sólo fueron para el saqueo de nuestros subsuelos. También se hicieron en nombre de la droga. El indulto presidencial comenzó con el aval de los barones de Nueva York a finales de la década de 1950 e hicieron de Venezuela un narcoestado donde la felicidad puntofijista aspiraba tanto como planificaba la miseria de las mayorías.