La población de Bulgaria, el país más pobre de la UE, lleva diez días de protestas en contra de los recortes
El
Gobierno búlgaro saltó ayer por los aires tras diez días de protestas
contra la subida de la electricidad. El primer ministro, el conservador
Boiko Borisov, anunció por la mañana ante el Parlamento que «no voy a
participar en un Ejecutivo en el que la Policía golpea a la gente». Y es
que la revuelta ciudadana contra la política de austeridad y el aumento
de la factura de la luz se ha tornado violenta durante los últimos
días, con enfrentamientos entre policías y manifestantes que se han
saldado con 25 detenidos y 30 heridos.
De nada sirvieron los esfuerzos puestos en marcha el lunes por Borisov, que destituyó al impopular ministro de Finanzas, Simeon Dyankou, prometió rebajar el precio de la luz un 8% y multó a las empresas eléctricas. En medio de la crisis económica y el auge del paro, los 7,40 millones de habitantes de Bulgaria, el país más pobre de la UE, apenas pueden hacer frente al encarecimiento de la luz y la calefacción con un salario medio de 350 euros. El precio de la electricidad se ha encarecido un 13% durante el último año.
«A partir de hoy [por ayer], el Gobierno no tiene nada que hacer. Cada gota de sangre para nosotros es una mancha. No puedo ver un Parlamento rodeado por tapias», aseguró el primer ministro en alusión a los 3.000 manifestantes que trataron la noche del martes de romper el cerco policial al grito de «mafia» y «dimisión» y lanzando piedras y petardos a los antidisturbios. «Esas manifestaciones se iniciaron contra los altos precios de la electricidad, pero las raíces del descontento son aún más profundas», reconoce el presidente búlgaro, Rosen Plevneliev, del mismo partido que Borisov, Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria (GERB).
En conversación telefónica con LA RAZÓN, la periodista Aleksandra Raicheva califica de «acto valiente» la dimisión. «Éste es el primer Gobierno desde el fin del comunismo que ha empezado a luchar contra la corrupción y la mafia y a cumplir con las recomendaciones de Bruselas». «Pero su gran fallo –añade– ha sido seguir una política económica demasiado restrictiva que ha empobrecido a la mayoría de la población y ha dañado la educación y la sanidad».
La negativa de los tres principales partidos a participar en un Gobierno interino conducirá inevitablemente a Bulgaria a unas elecciones anticipadas, probablemente en abril. Así lo vaticina el líder de la oposición, el socialista Sergei Stanishev: «Vamos hacia unas elecciones anticipadas, en un país con la economía demolida, en el que la gente ha sido llevada a la miseria, a una situación que no puede pagar sus facturas de electricidad o calefacción ni tener una vida digna». El propio Borisov, que preside un Gobierno en minoría desde 2009, defiende acudir a las urnas: «El Estado necesita nuevamente un crédito de confianza y el pueblo debe decidir cómo gobernarse». Ese pueblo, explica Raicheva, «desconfía de la clase política y no vislumbra una alternativa».
Borisov, de guardaespaldas a «premier»
Boiko Borisov, popular alcalde de la capital búlgara, Sofía, y ex guardaespaldas, decidió dar el salto a la política nacional en las elecciones de 2009 de mano del partido GERB con la promesa de acercar al país a Bruselas con la puesta en marcha de una batería de reformas centradas en la lucha contra la corrupción y el crimen organizado. Su renuncia sorprendió a algunos de sus ministros.
De nada sirvieron los esfuerzos puestos en marcha el lunes por Borisov, que destituyó al impopular ministro de Finanzas, Simeon Dyankou, prometió rebajar el precio de la luz un 8% y multó a las empresas eléctricas. En medio de la crisis económica y el auge del paro, los 7,40 millones de habitantes de Bulgaria, el país más pobre de la UE, apenas pueden hacer frente al encarecimiento de la luz y la calefacción con un salario medio de 350 euros. El precio de la electricidad se ha encarecido un 13% durante el último año.
«A partir de hoy [por ayer], el Gobierno no tiene nada que hacer. Cada gota de sangre para nosotros es una mancha. No puedo ver un Parlamento rodeado por tapias», aseguró el primer ministro en alusión a los 3.000 manifestantes que trataron la noche del martes de romper el cerco policial al grito de «mafia» y «dimisión» y lanzando piedras y petardos a los antidisturbios. «Esas manifestaciones se iniciaron contra los altos precios de la electricidad, pero las raíces del descontento son aún más profundas», reconoce el presidente búlgaro, Rosen Plevneliev, del mismo partido que Borisov, Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria (GERB).
En conversación telefónica con LA RAZÓN, la periodista Aleksandra Raicheva califica de «acto valiente» la dimisión. «Éste es el primer Gobierno desde el fin del comunismo que ha empezado a luchar contra la corrupción y la mafia y a cumplir con las recomendaciones de Bruselas». «Pero su gran fallo –añade– ha sido seguir una política económica demasiado restrictiva que ha empobrecido a la mayoría de la población y ha dañado la educación y la sanidad».
La negativa de los tres principales partidos a participar en un Gobierno interino conducirá inevitablemente a Bulgaria a unas elecciones anticipadas, probablemente en abril. Así lo vaticina el líder de la oposición, el socialista Sergei Stanishev: «Vamos hacia unas elecciones anticipadas, en un país con la economía demolida, en el que la gente ha sido llevada a la miseria, a una situación que no puede pagar sus facturas de electricidad o calefacción ni tener una vida digna». El propio Borisov, que preside un Gobierno en minoría desde 2009, defiende acudir a las urnas: «El Estado necesita nuevamente un crédito de confianza y el pueblo debe decidir cómo gobernarse». Ese pueblo, explica Raicheva, «desconfía de la clase política y no vislumbra una alternativa».
Borisov, de guardaespaldas a «premier»
Boiko Borisov, popular alcalde de la capital búlgara, Sofía, y ex guardaespaldas, decidió dar el salto a la política nacional en las elecciones de 2009 de mano del partido GERB con la promesa de acercar al país a Bruselas con la puesta en marcha de una batería de reformas centradas en la lucha contra la corrupción y el crimen organizado. Su renuncia sorprendió a algunos de sus ministros.