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Para los salvadores de la Revolución, la mejor manera de preservar sus logros sería creando un ambiente
que la resquebraje y la mate sin que ella se defienda. O que se
suicide. Eso sería lo ideal. Luego todo sería tan fácil. En ese
ambiente, la Revolución debe presentarse como pasada de moda, un
experimento fracasado. Lo “moderno” es un capitalismo que los nuevos
salvadores de Cuba se cuidan mucho de llamar de otra manera.
Desde
1960, cada vez que el gobierno cubano ha introducido cambios para
combatir la agresión exterior y paliar sus consecuencias económicas,
financieras y de seguridad nacional, buscando vías alternativas para
desarrolar más el país, comprar medicinas y todo lo imprescindible para
mejorar la situación de las grandes mayorías, los salvadores del
pueblo cubano siempre han objetado que esos cambios son insuficientes,
erróneos o tardíos. O, para los más dependientes de Estados Unidos,
demasiado revolucionarios.
No
hay que saber mucho de Historia para conocer la humillación, la
sumisión y las salvajadas que siempre le esperan a un pueblo rebelde
cuando ha sido de derrotado.
De
los mil primeros mercenarios cubanos al servicio de Estados Unidos
capturados en Playa Girón en abril de 1961, 800 pertenecían a familias
que poseían 27 556 caballerías de tierra; eran dueños de 9 666
inmuebles, 70 industrias, 10 centrales azucareros, dos bancos y cinco
minas. Unos 200 de esos 800 mercenarios eran socios de los clubes más
exclusivos y aristocráticos de La Habana (donde los negros no podían
entrar ni de barrenderos). De los 200 restantes —hasta llegar a 1 000—
135 eran ex militares del ejército de Batista y 14 eran asesinos con una
horrenda lista de crímenes políticos comprobados en su haber. Y no
obstante venían a salvar al pueblo de Cuba y a la Constitución de 1940.
Uno
se asombra cuando relee los interrogatorios públicos que se hicieron
con aquellos señores. Las razones que algunos exponen para justificar su
participación como lacayos en una invasión pagada por una potencia
extranjera, se parecen muchísimo a las propuestas de los nuevos salvadores
de la Revolución. Uno de ellos (que tenía jugosas acciones en las minas
de Matahambre) asegura que ha venido (armado hasta los dientes,
escoltado por destroyers estadouidenses y entrenado por asesores
estadounidenses en la Guatemala de Ydígoras Fuentes y embarcado en la
Nicaragua de Somoza) nada menos que a salvar el nacionalismo cubano
implementando lo que él llama “la tercera posición”: en este mundo, dice
el adinerado mercenario, “se exige una repartición más justa de las
riquezas”. Y añade que es “inmoral” que una persona tenga demasiado
dinero: “Yo creo que las cantidades de dinero de una persona deben
limitarse”.
Entonces, si la invasión hubiera triunfado y la Revolución hubiera sido derrotada por ese tipo de salvadores
al servicio de Estados Unidos, aquel socialdemócrata de última hora
hubiera fundado, según afirmó, “un partido político que buscara la
tercera posición”. Cuando el periodista, incrédulo, le pregunta por qué
no se metió a nacionalista y a tercerposicionista durante la tiranía de
Batista (en la cual había sido un obediente funcionario) el mercenario
responde: “No había ambiente”.
Hoy esa frase tiene una curiosa vigencia. No había ambiente...
Desde entonces, la CIA y el gobierno norteamericano se lanzaron a una
carrera frenética (que hoy está más activa que nunca) para crear ese
“ambiente”: inventar una oposición, hacer sabotajes, comprar y
coaccionar a medio mundo para tergiversar y demonizar a Cuba y, por
supuesto, asediarla para vencerla por hambre, descontento, cansancio
y... falta de modernidad.
¿No
es curioso lo poco que han cambiado, después de medio siglo, las
justificaciones y los motivos de la contrarrevolución? Las respuestas
de aquel mercenario son casi las mismas de los lacayos de Diario de Cuba, Cubanet o Radio Martí.
De pronto el invasor reconoce que “los americanos tienen una forma de
actuar que es nefasta” pero que, para lograr sus altos objetivos
necionalistas y casi socialistas (pero no tan “radicales”) eligió
aliarse a ellos, aunque fuera “un riesgo que había que correr”. Porque,
explica, “a veces hay que recibir ayuda aunque sea del diablo”. ¿No es
eso mismo lo que hacen los disidentes de hoy? Y si él hubiera tenido el
poder en Cuba para hacer la verdadera revolución dentro de la
revolución, “le hubiera sacado a los americanos lo que hubiera podido”.
¿No
es esto enternecedor? ¿No se ve la resonancia de esas palabras en lo
que los cubanos vendidos, fuera y dentro de Cuba, están haciendo ahora
mismo? Sacarle a los americanos lo que se pueda... “Apoyamos a 18 grupos
de la sociedad civil, trabajamos en 14 provincias del país y como
beneficiarios directos de nuestra labor, se cuentan 500 personas
mensualmente”, informa desde Miami Karinna Álvarez, de la Fundación
Nacional Cubano Americana. ¿Qué puede esperarse de quienes reciben un
salario de esa organización demostradamente terrorista? Si la Fundación
cambió de discurso en la creación de ambiente para atacar al gobierno cubano, es porque fue aplastantemente derrotada y forzada a transfigurarse cosméticamente.
¿Y
qué responde el mercenario en 1961 cuando el periodista señala que eso
de... “sacarle lo que pueda a los americanos” es oportunismo político?
El hombre de nobles ideas bajo una bandera mercenaria, que había venido a
matar milicianos, concede entonces con ecos líricos que sí, que es
verdad, pero que se trata de “una política oportunista para nuestra
patria. Lo importante es la patria, lo importante es la nación”.
A uno le parece que está leyendo un editorial de Cuba posible, o algún discurso de sus redactores en alguna reunión financiada por sus aliados del Norte, para fomentar el ambiente:
lo importante es la nación pero financiada por otra, cuyos intereses
han sido y son la dominación de la patria que se dice defender.
Hasta
el mercenario vendido y vencido en Playa Girón se retracta de haber
dicho, en un rapto de sinceridad, que era un “aliado” de Estados Unidos.
Igual que los actuales paladines-salvadores del pueblo de Cuba en esas
revistas extranjeras, donde ellos son obedientes mercenarios
oficialistas, aquel mercenario de Girón se retracta: no, él no se alió a Estados Unidos, él sólo recibió ayuda del Departamento de Estado en su noble tarea de dar vuelta atrás a la Historia de Cuba. “Ayuda”, enfatiza, “no aliado, ayuda...” “Por lo menos”, afirma, “yo no me sentía aliado”. No se sentía.
Repito: es como quitarle la ropa a alguien que ya está desnudo porque
es exactamente lo mismo que dicen los que reciben o han recibido “ayuda”
estadounidense, y viven o han vivido de ella. El dilema sigue siendo el
mismo y el cinismo y el engaño también.
No
se puede escribir sobre Cuba en ninguna publicación --de cualquier
tipo-- financiada por Estados Unidos sin estar bajo la tutela de su
poderío. En eso no hay alternativas. Tanto los disidentes como los
escritores y académicos pertenecientes al frente mediático financiado
por la misma potencia del bloqueo, Guantánamo, la subversión y la Helms
Burton, hacen esfuerzos tan patéticos como los de aquel mercenario por
justificar su derecho a venderse. No se sienten esbirros; sólo son
cubanos de alquiler. Los que no son ni lo uno ni lo otro han hecho una
elección deplorable.
En
septiembre de 2006 se reveló un listado de reporteros y escribidores
que estaban en la nómina de la Oficina de Difusión sobre Cuba del
gobierno estadounidense, financiados para hablar contra Cuba. Los tres
periodistas (independientes, por supuesto) que cobraron las más
altas cantidades fueron Pablo Alfonso (175 000 dólares desde 2001),
Olga Connor (71 000 dólares) y Wilfredo Cancio Isla (15 000 dólares
entre 2001 y 2006). De igual manera, sin que tenga que revelarse lo que
han cobrado y siguen cobrando los oficialistas becados de Diario de Cuba, Cubaencuentro
y todos los nuevos blogs financiados por EE UU o sus aliados europeos,
la realidad es que son sus subordinados mansos y manejables, ejerciendo
una libertad de pacotilla. Tienen una idea de país que es la idea de
extranjeros que los desprecian a ellos y que desprecian al pueblo
cubano. En las embajadas de La Habana los miran con desdén.
Mi
experiencia personal me dice que leer las razones de los cubanos
subordinados a EE UU y sus aliados es como escuchar a aquel mercenario
de Girón: todos quieren que Cuba haga una política estadounidense,
española u holandesa, pero no una política estrictamente cubana, basada
en la historia de incomparable violencia que se le impuso. El Gobierno
cubano está realizando cambios profundos, sin que el pueblo pierda el
poder. Por eso hay que crear más ambiente. El mercenario que he
citado es Felipe Rivero Díaz. Una vez liberado, no fundó ningún partido
socialdemócrata ni nada por el estilo, sino el Movimiento Nacionalista
Cubano, un grupo fascista que también tuvo que ser combatido y derrotado
por la Revolución.
*Los datos del mercenario que cito están sacados del libro Así se derrotó al imperialismo, Siglo XXI, 1978.