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"Desde el lunes se juzga a los más de 1.100 detenidos por los disturbios..."
(...)
"A
razón de unos 10 detenidos a la hora, los jueces no dan abasto. Según
uno de los abogados, entre las 11.30 del lunes y el mediodía de hoy ya
habían desfilado por los juzgados un centenar de jóvenes. La afluencia
es tal que varios furgones de la policía repletos de acusados hacen cola
frente a los tribunales, que no disponen de espacio suficiente en los
calabozos del edificio."
(..)
“En
la medida en que los investigadores sean capaces de filtrar a los
agitadores genuinos de los que son ¨una caja de resonancia¨ virtual y
luego los lleven a tribunales en el mundo real nos dará lecciones
valiosas tanto sobre el uso y abuso de la tecnología como de la
capacidad de la aplicación de la ley de lidiar con ello”
(...)
“...la
policía ha detenido a un joven de 17 años, después de alentar a otras
personas a través de Facebook a reunirse en el condado y participar en
las revueltas.”
Contrario
a lo que el lector pudiera pensar, lo anterior no son reportes sobre el
enfrentamiento a las recientes protestas que transcurren en Venezuela,
donde ya han fallecido 67 personas, algunas quemadas vivas por
opositores al gobierno. Las citas de arriba provienen de informaciones
publicadas por medios como El País, BBC Mundo y elmundo.es
sobre cómo trató el gobierno británico a los jóvenes que protestaban
por el asesinato de un coetáneo a manos de la policía en el verano de
2011.
La justicia británica, fuente del llamado Derecho Anglosajón o Common Law, que
se aplica en buena parte de las autodefinidas como democracias
occidentales, no vaciló en juzgar sumariamente y a un ritmo de diez
detenidos por hora a quienes protestaban entonces. Utilizando como
prueba las grabaciones de cámaras de televisión instaladas en las calles
y expresiones en las redes sociales, sólo le bastaron seis minutos como
promedio para condenar o absolver. Los medios de comunicación que he
citado más arriba nunca cuestionaron el procedimiento sino que más bien
aplaudieron la acción represiva frente a quienes nada reciben de una
democracia y una justicia que los excluyen.
Ninguna
de las voces que ahora se alzan contra el gobierno venezolano, cuyas
fuerzas del orden sufren el uso de cocteles molotov y técnicas de
guerrilla urbana, hablaron cuando hace seis años los jóvenes de Londres,
golpeados por el desempleo y la exclusión, eran procesados y condenados
al ritmo de una fábrica de chorizos.
Pero
cuando los violentos proceden de clases medias y altas, y/o son pagados
por los mismos que reprimen la protesta social en los países
"democráticos", los medios de comunicación cambian el tono y entonces
hablan de "represión" y "dictadura".
El
Presidente venezolano, Nicolás Maduro, anunció que pedirá la mediación
del Papa Francisco para evitar la violencia en las manifestaciones y
sobre todo la utilización de niños en las protestas en su contra, a los
que alega se les suministra dinero y drogas por la oposición. Ya
anteriormente fracasó una gestión negociadora de Francisco porque en
sus propias palabras “Parte de la oposición no quiere esto y es curioso,
porque parte de esa oposición está dividida y los conflictos parece que
se agudizan cada vez más", lo que motivó el rechazo de Enrique
Capriles, una de las cabezas de la protesta y que durante el golpe de
estado contra el Presidente Chávez en 2002 lideró un violento asedio
contra la embajada cubana en Caracas.
A
diferencia de la gentil Inglaterra, el gobierno de Maduro ha
reaccionado a la violencia con convocatorias a elecciones de
gobernadores y a una Asamblea Constituyente -que fueran solicitadas
antes por la oposición-, ha llamado a la mediación de ex presidentes
hispanoamericanos respaldada por Unasur y al Papa Francisco pero nada de
eso es suficiente para quienes desde el primer día en que perdieron en
las urnas han declarado que su plan es "la salida" de un gobierno cuyo
periodo constitucional termina en 2019. En esa obsesión han cometido el
error de desafiar sentencias del Tribunal Supremo y violar plazos que la
legislación venezolana les ofrecía para un referendo revocatorio del
Presidente.
Como
los 80 muertos por el reciente atentado terrorista en Kabul, los
quemados vivos por la oposición antichavista en Caracas, o los jóvenes
reprimidos por la policía londinense, son seres humanos de segunda para
un sistema del que el Papa Francisco es un disidente y los incendiarios
de Caracas sus héroes.