La fenetilina, conocida como amphetaminoethyltheophylline y amfetyline,
es la unión química de anfetamina y teofilina. Para su uso comercial
como psicoestimulante se conoce con las marcas: Captagon, Biocapton y
Fitton.
De origen alemán, sintetizada
por primera vez en 1961 por la empresa Degussa AG, ha cobrado fuerza y
se ha hecho famosa en los países árabes, conociéndose como “la droga de
los yihadistas”. Esta sustancia, empleada para el tratamiento del
Trastorno de hiperactividad por déficit de atención, tiene como
características mantenerte en estado de alerta, reducir el dolor y crear
una sensación de euforia entre los grupos que las consumen.
En
Venezuela, mientras algunos territorios con abundante población como
Caracas le apuestan a la desestabilización, se pudo conocer que la droga
es distribuida por el titular de la marca Asta Pharma
Aktiengesellschaft, según informó el portal Matrizur.
Miles de píldoras de Captagon, provenientes de Europa, están siendo
suministradas a integrantes de los grupos desestabilizadores que buscan
destituir al gobierno chavista.
Adicional
a esta “ayuda humanitaria” se informa que también envían clorhidrato de
cocaína y heroína. Todo esto da la impresión de que así como en los
escenarios bélicos de medio oriente se estimula a los terroristas del
Estado Islámico, así este compuesto químico es utilizado por
manifestantes venezolanos que al consumir estos estimulantes tienen la
impresión de sentirse más poderosos, con autoconfianza y autovalorados, a
la vez que pierden el miedo y se mantienen alerta.
Es
harto conocido el desespero estadounidense por controlar la geopolítica
mundial. Crear guerras en países lejanos por el afán acumulador de
recursos naturales. Imponer estrategias injerencistas que incluyen
reclutar a sus jóvenes con la promesa de garantizar el buen vivir de sus
familiares. Una vez incorporados estos jóvenes al juego de la guerra,
¿cómo engancharlos al deseo insensible de matar y la determinación de
estar haciendo lo correcto?
Es aquí donde el empleo de fármacos o sustancias estimulantes para potenciar artificialmente el rendimiento de los combatientes se
manifiesta. Transmutar las fronteras del ego, amalgamarlos con el
entorno hostil en un estado de placer, de autodominio, exaltación,
ausencia de miedo y, por último, evadir el horror que trae consigo la
certeza de la muerte.
No es de
extrañar pues, que la fiebre indiscriminada por destruir sedes
gubernamentales, atentar contra otras personas, impedir el libre
tránsito, uso de artefactos pirotécnicos, actitud incendiaria e invasión
de la propiedad privada, forme parte del concepto de “protestas
pacíficas” de los alterados quimicamente “Jóvenes de la resistencia”.
El dato: Después
de Siria, los mayores productores de Captagon son Arabia Saudita y
Jordania. En octubre de 2015 confiscaron, en el aeropuerto internacional
de Beirut, dos toneladas de Captagon a bordo de un avión privado que
pertenecía a un príncipe saudita. En el 2011 incautaron 11 toneladas de
anfetaminas frente a 9 toneladas en 2010. 6.100 millones de dólares se
mueven en el reino saudita debido al tráfico de esta droga, según Havocscope. Estas pastillas se pueden conseguir, para los civiles de los países como Siria, por un precio entre 5 y 20 dólares
El
apetito de insurrección, devenido en golpe de estado, demanda drogas de
diseño que alimenten la emoción de una guerra civil forzada como
iniciativa de la juventud opositora. Esto ya ha sido comprobado en los
países antes mencionados. Que nos sirva de lección para no repetir esas
trágicas historias que han transmutado la “batalla de las ideas” entre
hermanos por la “guerra de la fenetilina”.
elabrelata.com