Rubén Gamboa De Bernardi nos envió este artículo. Una visión de la caída del Imperio, descrita por un súbdito del Imperio. Con Donald Trump en el improbable papel de empujoncito al abismo. No solemos reproducir artículos de prensa, pero un poquito de veneno no mata. Y en una de esas Alistair Crooke, el autor, tiene razón. Tápate los oídos: el estruendo será mayor.
Coming Apart: The Imperial City At The Brink
https://www.theautomaticearth. com/2017/06/coming-apart-the- imperial-city-at-the-brink/
https://www.theautomaticearth.
Escribe Alastair Crooke
En mi libro “El efecto Séneca”, el primer
capítulo se titula : El colapso no es un error, es una característica.
La idea es que la evolución de los sistemas complejos es discontinua:
evolucionan fluctuando y colapsando. Esta es una regla de base del
funcionamiento del universo y si no hubiera colapso, no habría nunca
ningún cambio. Es una regla que se aplica a los sistemas políticos y
está descrita, más adelante, con una gran claridad por Alastair Crooke.
Ugo Bardi
Ugo Bardi
David Stockman se refiere sistemáticamente al presidente Trump como “el gran perturbador”.
Pero esa no es una cualidad indeseable, precisa. Por el contrario, es
un mal necesario. Stockman señala (parafraseándome) que Trump representa
la fuerza exterior, la externalidad, que empuja al “sistema mundial” hacia
el borde del precipicio: dicho sistema debe ser empujado, ya que los
sistemas se osifican en extremo, se encuentran demasiado insertos en su
derrotero para poder ser reformados. No tiene gran importancia que los
agentes de este proceso de mutación (el presidente Trump, en este caso)
comprendan cabalmente su papel central, y lo jueguen de modo inteligente
y sutil o de manera grosera y visible. Uno y otro modo sirven el
objetivo. Y el objetivo es provocar la ruptura.
¿Por qué un fuerte trastorno debiese ser, de algún modo, una “cualidad”? Porque durante el periodo en el que “un sistema” se
desagrega, –la historia nos lo indica–, se puede llegar a un punto en
el que ya no hay posibilidad de recuperación para el antiguo sistema aún
vigente. Una externalidad –tal vez la guerra, u otra calamidad o un
Trump– es necesaria para transformar un sistema esclerosado: así, la
intrusión externa puede ser el catalizador del cambio transformador (a
menudo traumático).
Stockman lo destaca: “Lo más importante que hay
que conocer sobre el riesgoso entorno actual (incluyendo el riesgo
político y los riesgos financieros) es que es extremo y sin precedentes.
Esencialmente, las élites financieras y sus principales megáfonos
mediáticos decidieron con arrogancia que la elección presidencial
americana de 2016 era un error que podía ser corregido”.
Pero la autosatisfacción es simplemente un hecho endémico: “La
fragilidad total de la última y más grande burbuja de la FED no podía
estar mejor resumida que en este hecho sorprendente. En el curso de los
últimos 5 mil días de actividad bursátil (20 años), el VIX (un índice de
la volatilidad del mercado) cerró bajo 10 en solo 11 ocasiones. Y 7 de
ellas tuvieron lugar en el curso del último mes! (…). Esta complacencia
para mendigar financiamientos” debe ser recalcada, dice Stockman.
Pat Buchanan, ex candidato a la Presidencia, concuerda: “El
presidente Trump puede ser Jefe de Estado, jefe de gobierno y
comandante en jefe, pero su administración es combatida por personas
desleales que complotan para hacerlo caer.
Nos acercamos a algo que podría ser una guerra
civil en la que la capital busca destronar al soberano para lograr su
propio restablecimiento. Hasta ahora es una lucha no violenta, aunque
los enfrentamientos callejeros entre las fuerzas pro y anti Trump están
cada vez más caracterizados por combates y peleas. La policía ha tenido
dificultades para separar a esos grupos. Algunas personas fueron
detenidas portando armas escondidas.
El objetivo de esta ciudad es derribar a Trump,
por medio de un Golpe de Estado del Estado profundo (la Administración) y
los medios. No es un secreto. Pocos lo niegan”.
El extraordinario éxito de la “fabricación” y el “lanzamiento en paracaídas” de Macron cuando la elección presidencial francesa por parte de la “elite”gala,
precisamente como fue ordenada por el Estado profundo globalizado
(incluyendo a sus homólogos americanos), renovó su confianza en que el
deslizamiento de Europa y EEUU hacia el “populismo” es en efecto un “error que puede ser corregido”. Las elites europeas apenas pueden contener su Schadenfreude (alegría por el mal ajeno) revitalizada hacia los partidarios del Brexit y los populistas presuntamente incompatibles.
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Pero a pesar del peligro manifiesto para la integridad del sistema político mismo, Stockman apunta: “No es neutro sugerir que el S&P500 a 2440 es más frágil que lo que el mercado nunca fue”.
Cualquier empujoncito, aun mínimo, podría
descarrilarlo… Doug Kass lo ha dicho muy bien en un comentario reciente:
en el curso de la historia, como lo hemos aprendido, se desarrolla un
Momento Minksy cuando el sentimiento de los inversionistas deviene
complaciente después de largos períodos de prosperidad y que se ignoran
los datos, y ya no parecen importantes, como escribí en “Es un mercado de tipo Rapsodia bohemia: nada cuenta realmente… para los inversionistas”. En una palabra, el mercado devino “zombie” (en
el sentido de un mecanismo de defensa psicológica cuando considerar una
alternativa es sencillamente demasiado amenazador para la psiquis).
Daniel Henninger escribe en el Wall Street Journal: “La
elección de Donald Trump ha causado un shock psicológico en una gran
parte de la población. Pero el fenómeno Trump no ha hecho sino acelerar
fuerzas que empujaban en esta dirección antes de las elecciones de 2016…
Es imposible no comprender la intensidad
emocional en la que se transformó la política americana. Frecuentemente
las reuniones de campaña de Mr. Trump y de Bernie Sanders estuvieron
rodeadas de violencia. Los periodistas describen reuniones urbanas
llenas de electores “furiosos”. Denigrar violentamente a la oposición en
esos foros, o en los campus, fue interiorizado como un comportamiento
estándar. El rechazo de la razón es la nueva normalidad. Y además, la
irracionalidad devino el discurso libre.
Explicar estas impulsiones como un giro rutinario
del ciclo político populista es insuficiente. Ocurre algo que es más
permanente”.
Desde luego, no son solo los mercados los amenazados
por riesgos no percibidos. Trump no será perdonado por haber osado
desafiar el sacrosanto meme de un mundo dividido entre las (buenas) democracias “liberales” (dirigidas por EEUU y sus aliados europeos) y las (malas) autocracias “iliberales” (conducidas
hoy en día por la Rusia del Presidente Putin): desdeñando la OTAN y
retirándose del acuerdo sobre el cambio climático de París. El profesor
Michael Klare escribe: “Lo que esto nos dice, es que el presidente
Trump está desmantelando el orden mundial liberal creado por Franklin D.
Roosevelt al fin de la Segunda Guerra Mundial.”
Es una ofensa –eso parece– contra algo sagrado:
recientemente, la actriz estadounidense Kathy Griffin subió un video de
ella misma portando la cabeza ensangrentada y cortada de Donald Trump. “Pero
no era todo, anota Henninger. Podemos suponer que, mientras la Sra.
Griffin creaba su video, los artistas del Teatro público de Nueva York
ensayaban su producción de Julio César, aquella en la que el público de
Central Park observa un “César” como Donald Trump, de cabellos rubios,
desalojado de un estrado por hombres disfrazados y asesinado a
puñaladas… Todo lo que protegía las puertas del espíritu de la gente con
algo seguro y estable, desapareció…”
Mike Vlahos (profesor en el colegio americano de
Guerra naval y en John Hopkins) nos dice que en su calidad de
historiador militar y estratega mundial se ha interesado en la cuestión
de saber porqué los “sistemas mundiales” se desagregan. Su
primera intuición le dice que su colapso es, en general, provocado por
una fuerza exterior masiva, como una guerra, la peste o la hambruna, y
por las correspondientes masivas migraciones de los pueblos.
Pero cuando él y sus estudiantes terminaron sus
investigaciones, concluyó en que si bien esos factores jugaron con
frecuencia un papel importante, no fueron la causa principal del colapso
de un sistema. Al contrario, identificó un cierto número de detonadores
clave:
•Las elites se estratificaron y la política se congeló.
•La sumisión de los pueblos fue considerada como un hecho adquirido, al tiempo que las elites ignoraron las amenazas que pesan sobre las condiciones de vida de los pueblos.
•Disminuyó la movilidad social y aumentó la resistencia al cambio.
•Las elites trabajan prioritariamente para maximizar su riqueza y su status.
•La autoridad, en tanto elite, se militariza y lo justifica para “salvar la civilización”.
•La sumisión de los pueblos fue considerada como un hecho adquirido, al tiempo que las elites ignoraron las amenazas que pesan sobre las condiciones de vida de los pueblos.
•Disminuyó la movilidad social y aumentó la resistencia al cambio.
•Las elites trabajan prioritariamente para maximizar su riqueza y su status.
•La autoridad, en tanto elite, se militariza y lo justifica para “salvar la civilización”.
Y de este estudio concluye que “la situación que
vivimos hoy en día (…) aquí en la ciudad imperial de Washington DC, es
que ella es absolutamente vacía , ya no es capaz de ofrecer una
alternativa a su propio pueblo, el pueblo americano… Estimo que
alcanzamos un punto en el cual no hay posibilidad de renovación en el
sistema actual. El sistema actual se paralizó (…) y está determinado a
autodevorarse en una especie de guerra civil que está llegando, y lo
consumirá.
Methone, una de las grandes naciones del fin de
la era del bronce, tuvo este mismo problema con sus elites y el 1% que
tenemos hoy en día, y fueron derrotados. Fue hace 3.300 años y sigue
repitiéndose. La estructura misma de relaciones decadentes en los
períodos finales, a las cuales las elites se niegan a acomodarse,
rehusan adaptarse, rehusan ser sensibles a las necesidades del conjunto
de la sociedad, significa que la derrota va a producirse. Tiene que
haber un derrocamiento (…) para que las cosas terminen por mejorar, por
renovarse. En otras palabras, no se puede renovar un sistema desde el
interior”.
¿Es ésta la situación hoy en día? Las condiciones
previas que el profesor Vlahos relata, en términos de arrogancia de la
elite, de estima de sí misma y desdén por las preocupaciones de la
gente, están ahí (la polarización de la sociedad americana en las
elecciones presidenciales suministra la prueba empírica). Y Stockman,
llamando a Trump el “Gran Perturbador”, indica claramente que él podría ser precisamente esa “externalidad” (que
viene del exterior de la elite) que podría incitar las cosas a dar un
vuelco. Es seguramente lo que quiere decir Stockman cuando advierte que “el ambiente de riesgo actual” es extremo.
Desde luego, la réplica habitual es que Trump no
ofrece ninguna visión conceptual, ninguna alternativa coherente para el
futuro, sino que solo se apodera, con éxito, de algunas ideas clave: el
poder del nacionalismo cultural, el dolor resentido por los daños
colaterales de la globalización, el impacto de la evisceración de la
economía americana, y la necesidad de reponer a los EEUU en el centro de
las preocupaciones políticas. Es verdad. Estas ideas no constituyen una
visión para el futuro, ¿pero qué esperar del “Gran Perturbador”? Su “agenda” es la de un catalizador y no la de un “constructor”. Eso vendrá más tarde.
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Entonces, ¿de dónde viene la renovación societal última? La respuesta clásica es que después de la “ruptura”, no queda nada en medio de las ruinas (metafóricas) de todo lo que se presentaba como la “modernidad” reinante. Históricamente, la renovación se ha hecho a través de una “raíz” común
–más allá de las raíces de todo lo que ha representado la crisis
contemporánea– por un regreso a las fuentes, profundamente en la
historia cultural arquetípica de un pueblo. El caos de la memoria
colectiva le permite a un relato moldear porqué el “mal” actual golpeó a su pueblo y para hacerlo avanzar, transformado en un sentido contemporáneo, una “solución”: una nueva comprensión metahistórica.
Claramente, este tipo de renovación espiritual no está en las “cuerdas” del presidente Trump (¿tal vez en las de Steve Bannon?).
¿Qué significa todo esto en términos prácticos?
Primeramente, sugiere que la mayoría de nosotros prefiere siempre no
abordar la sombría realidad que es que el “objetivo de esta ciudad (Washington DC) es hacer que caiga Trump, por un golpe mediático y del Estado profundo” con
la amarga realidad de una guerra política de trincheras que eso deja
presagiar. Preferimos reposar en la complacencia (en tanto zombies por
el momento) hasta que una crisis nos golpee de manera personal.
En segundo lugar, las ideas de una vuelta fácil al statu quo ante (por
ejemplo vía el vicepresidente Pence que tomaría el poder) son
problemáticas (sin contar la elección de Macron en Francia). Pero las “elites”, todas, han perdido totalmente su legitimidad y su autoridad en una gran parte de la población en su “guerra” contra los “populistas” y los “deplorables”.
Y no podrán –no pueden– adaptarse. Porque está en su naturaleza. Es el
momento, como apunta el profesor Vlahos, en que un sistema –a saber, el
gobierno operacional de Estados Unidos– comienza a “desagregarse”. Los individuos, las cábalas en el seno del gobierno, todos las secretarías de Estado, buscan mantener su propia “autoridad”, en vez de la del Gobierno, como dicta el mandato del electorado.
Así, vimos la semanas pasada al Senado votar por 97
votos contra 2 para imponer otras sanciones a Rusia. Otro obstáculo en
el rodaje de la política exterior de Trump, y concebido explícitamente
para paralizar y dificultar su acción.
En tercer lugar, la intención es –como el veneno de un reptil amazónico– “morderlo” con
tantas insinuaciones y encuestas variadas y otros alegatos, que Trump,
como víctima del reptil, permanece despierto pero incapaz de mover un
músculo: un verdadero zombie, en efecto, mientras el reptil se alimenta
del cadáver aún vivo de su víctima.
En cuarto lugar, este presidente zombificado de los
EEUU se verá confrontado a la obligación de negociar con el Congreso una
salida a esta burbuja financiera que sube como una flecha, mientras una
economía moribunda real se arrastra atrás –bajo la presión del plazo en
torno al techo de la deuda, que se avecina rápidamente. El puñetazo del
Senado a la cara del Presidente con el voto sobre las sanciones en
Rusia sugiere que es más que probable que habrá otra dificultad en el
camino: dirigida esta vez a su programa de reactivación.
¿Qué otras enseñanzas puede ofrecernos la historia?
Probablemente, dos: el profesor Vlahos, durante su discusión con John
Batchelor, destacó que, en el mismo momento en que el centro de poder
que era el Imperio Romano había comenzado a caer, el Imperio declinante
estaba en la cumbre de su gloria y era imitado sus rincones más
alejados: por ejemplo, por los pueblos de Galia y de Germania. ¿Acaso no
lo vemos hoy día, en Europa, cuando Merkel y Macron se comprometen a
mantener vivos los valores liberales y globalizadores del Imperio
americano –en los confines del Imperio americano– en Europa?
Y, por último, respondiendo a la cuestión sobre de lo que había llevado a la renovación, el profesor Vlahos dice: “Las legiones romanas, los ejércitos zaristas, los ejércitos imperiales alemanes y los ejércitos otomanos.”
Las elites del Pentágono deberían tomar nota.