Publicado en: 8 octubre, 2017
Por Olmedo Beluche Para conmemorar el 50 aniversario de su asesinato, leamos a un Che poco conocido
Una
de las posesiones más preciadas que pude traer del XIII Seminario
Internacional del Partido del Trabajo de México, realizado en marzo
pasado, no fue la gripe porcina, sino el libro Apuntes críticos a la Economía Política de Ernesto Che Guevara, editado por Ocean Sur.
Obra que debe ser referencia obligada en los debates sobre el
socialismo del siglo XXI y que nos presenta un Che bastante desconocido
en su faceta de economista, pero de tal nivel que, a mi juicio, lo eleva
a la categoría de los clásicos, al lado de Marx, Engels, Lenin,
Trotsky, Bujarin y demás.
Precioso
libro, por presentación y contenido, de 431 páginas en que se han
compilado algunos ensayos inéditos, como una notable síntesis biográfica
de Marx y Engels, fragmentos de una carta a Fidel, una selección de
actas del Ministerio de Industrias, sus apuntes críticos al margen de
diversos libros del abecé marxista, en especial del otrora famoso Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS, así como un “plan tentativo” de libro sobre este tema, que no pudo concretar.
En estos Apuntes,
el Che demuestra un manejo tan profundo de las categorías económicas,
de la obra de Marx y de economistas contemporáneos, que uno se pregunta:
¿De dónde sacó tiempo, este médico de profesión, involucrado desde
joven en los afanes concretos de la revolución para estudiar tan
concienzudamente asuntos tan complejos para los profanos?
Después
de todo, muchos ministros resuelven sus carencias con buenos asesores.
La única respuesta es que la revolución es una gran maestra, y como el
mejor estudiante, el Che se vio forzado a estudiar críticamente la
teoría económica para responder a los desafíos que la realidad cubana le
planteaba.
Para
la juventud actual, que debe enarbolar las banderas del socialismo y
hacer la revolución en el siglo XXI, hay una lección subyacente en el
libro que se debe destacar. Aquí el Che se muestra lejos de ese marxismo
acartonado, de líderes convertidos en santos y perfectos, a los que
sólo se debe adulación, o libros convertidos en palabra sagrada. El Che
se muestra como lo que en verdad debe ser el marxista consecuente:
irreverente, cuestionador, que no teme entrarle al debate contra lo que
considera un error, sin que nada de eso implique falta de respeto.
Por ejemplo, y aquí uno de los aportes de los Apuntes,
el Che señala que, respecto a la economía de transición al socialismo,
hubo tres Lenin (Págs. 10-11): el de antes de la Revolución Bolchevique,
del Estado y la Revolución; otro intermedio,
que sin renegar de lo dicho hasta ahí, intenta resolver pragmáticamente
los problemas de la revolución; el tercero, el de la Nueva Política
Económica (NEP), a partir de 1921.
Para el Che los principales problemas de la economía soviética derivan de la NEP, y señala a Lenin como “el gran culpable”, pese al “respeto y admiración que sentimos hacia ese culpable”
(Pág. 31), porque reintrodujo en la transición soviética las categorías
económicas capitalistas, a través de lo que el propio Lenin llamó un “capitalismo de estado”.
Veinticinco años antes de la “Caída del Muro”, el Che advierte: “Nuestra
tesis es que los cambios producidos a raíz de la Nueva Política
Económica (NEP) han calado tan hondo en la vida de la URSS que han
marcado con su signo toda esta etapa. Y sus resultados son
desalentadores: la superestructura capitalista fue influenciando cada
vez en forma más marcada las relaciones de producción y los conflictos
provocados por la hibridación que significó la NEP se están resolviendo
hoy a favor de la superestructura; se está regresando al capitalismo”. (Subrayado OB).
En
la Carta a Fidel, de 1965, que sirve de Prólogo, el Che entra en
mayores detalles, y advierte que el problema en la URSS es la
contradicción de aplicar a la industria criterios de economía de mercado
en un país donde no rige una economía capitalista plena. Que el
funcionamiento aislado de las fábricas como unidades independientes, el
mantenimiento de la categoría de mercancía, de ganancia y de interés
bancario, etc., conducen en vez del socialismo a una economía de “capitalismo premonopolista”.
Para
evitar los mismos errores que ve en la URSS, Guevara aconseja a Fidel
eliminar en lo posible las categorías capitalistas de las relaciones
contables entre empresas estatales y sobre todo mantener la
centralización de la economía (“centralizar tanto como las posibilidades lo permitan”).
Además llama a tener cuidado con aquello de que la administración
socialista implica la participación asamblearia en todos los niveles de
la toma de decisiones. La eficiencia implica que ciertas decisiones
deben estar en manos de los técnicos.
Entre los innumerables e interesantes apuntes críticos al Manual
de la Academia de Ciencias de la URSS, destaco uno: cuando señala que
duda de la existencia de una ley fundamental de la economía socialista,
pero que de existir no es la señalada por el Manual, sino la planificación, que considera “la primera posibilidad humana de regir las fuerzas económicas” (Pág. 114).
El Che se acerca, sin mencionarlo, a las opiniones de Trotsky en su crítica a la teoría estalinista de la “revolución por etapas”
para los países coloniales, que se basa en la suposición de que en
estos países las burguesías nacionales juegan un papel progresivo y son
aliadas del proletariado. El Che dice: “Históricamente fue cierto, hoy es falso”. Y agrega: “La
lucha contra la burguesía es condición indispensable de la lucha de
liberación, si se la quiere conducir a un final irreversiblemente
exitoso…” (Págs. 92-93).
Finalmente
destaco un aporte más: desde la primera página del “A manera de
Prólogo” (la carta a Fidel), el Che esclarece la confusión tan común de
denominar “socialistas” a los estados obreros que han existido hasta el
presente. Allí Guevara explica que para Marx en el Programa de Gotha,
había dos fases, el socialismo como fase de transición al comunismo (la
sociedad sin clases ni explotación), pero que Lenin introdujo
posteriormente una fase antes de ambas, que se denomina “transición al
socialismo”, en el que se construyen las bases para el socialismo.
Es
de esta última forma, “transición al socialismo” o sociedades de
transición, como debe denominarse adecuadamente a los estados obreros
que han existido, o existen, como Cuba. Llamarlos estados “socialistas”
induce a errores de apreciación, en especial porque las contradicciones
que viven muestran a las claras que no han superado por completo al
capitalismo. La denominación inadecuada de socialista al final sirve a
la propaganda contrarrevolucionaria que dice que el socialismo es un
“fracaso” porque la realidad contradice la teoría.
Pero
Guevara va más allá y agrega que los rusos y los checos pretenden haber
superado la fase de transición, y estar en la fase socialista, pero él
opina: “creo que objetivamente no es así…” (Pág. 9).
Las citas que hemos hecho de este interesante libro constituyen apenas un bocado, quien quiera el banquete completo debe leer Apuntes críticos a la Economía Política, de Ernesto Che Guevara. Por mi parte doy gracias a David Deutschmann de Ocean Sur
y al Centro de Estudios Che Guevara de La Habana, por este aporte. Y mi
compromiso de adquirir, de entre todas las publicaciones que está
haciendo Ocean Sur sobre el Che, el otro libro que suena interesante: El gran debate sobre la economía en Cuba.