Por Sara Rosenbergpor La pupila insomne |
Nuestros
muertos no están y no estarán nunca en el lugar del cadáver. No
entrarán en ese espacio nefasto ni en “falsos positivos” criminales.
Murieron
demasiado temprano asesinados y desde entonces se conjuran en el
viento, flotan en los ríos, murmuran en los lagos suben las montañas,
entran en los pueblos, habitan las ciudades.
Los vemos y escuchamos cómo respiran siempre atentos a la vida.
No
aceptan que digan que han muerto de cúbito dorsal, ahogados lanzados
desde el aire, destrozados por bombas o balas impunes por picana,
patadas, golpes, carnicerías que nunca perdonamos.
Y si el asesino se atreve a exigir que los miremos como cadáver lo hace para matarnos dos veces y desarmarnos y desarmarlos.
Quieren que me confunda. Que confunda a mis muertos vivos.
Que hable de caso- de cadáver- de fantasma- de desaparecido de forense- de problemas judiciales. Pero hablamos de justicia.
El terror expande su oscuridad para conseguir la impunidad. La claridad de nuestra memoria reclama el juicio y el castigo.
Nuestros muertos están vivos y donde estén, vivirán siempre en nuestra voz rebelde y memoriosa. En nuestra conciencia.
No han muerto, han sido asesinados y no vamos a enterrarlos.
Desde
el río, la montaña y la costa los abrigamos en el pecho en la sangre de
los que están y vendrán a esta tierra nuestra con luz y con estrellas
porque existimos para crear más vida.
La tristeza y la cólera son arcilla entre manos laboriosas que construyen otro mundo. Nada de lo digan los asesinos
los librará de la ira justa y del juicio popular que les espera.
Moriremos muchas veces todavía pero siempre defendiendo la vida decimos Memoria-Verdad- Justicia hasta cumplirlas.
Cadáver son ya los asesinos: están muertos desde siempre.
Sara Rosenberg. 20 octubre 2017