Por Patricio Montesinos
El
pueblo nicaragüense propinó otro izquierdazo a la derecha en su país y
en Nuestra América, tras la Alianza Unida Nicaragua Triunfa, encabezada
por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), obtener el
68.23 de los votos a su favor en las elecciones municipales celebradas
el pasado domingo.
Los
Sandinistas, liderados por el presidente de Daniel Ortega y la
Vicepresidenta Rosario Murillo, volvieron a arrasar en las urnas, luego
de hacerlo hace un año en las presidenciales del 6 de noviembre de 2016,
cuando se impusieron con el respaldo del 72,5 por ciento de sus
compatriotas.
Con prácticamente casi la totalidad de las Juntas
Receptoras de Votos procesadas, según las estadísticas del Consejo
Supremo Electoral (CSE), el FSLN aumentó a 135 las alcaldías bajo su
gobierno a nivel nacional , al recibir el sufragio favorable de un
millón 326 mil 982 nicaragüenses.
La nueva victoria contundente
de los Sandinistas en la nación centroamericana sigue a la lograda por
el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en los comicios
regionales del 15 de octubre último, en los cuales los Chavistas se
hicieron con 18 de las 23 gobernaciones de ese también Estado
progresista de la Patria Grande.
El PSUV triunfó con el 54 por
ciento de los votos y derrotó a la oposición violenta hasta en la región
de Miranda, un viejo bastión del conservadurismo venezolano, hecho que
ha desmerengado a los enemigos de la Revolución Bolivariana financiados
por Estados Unidos.
Los pueblos de Nicaragua y Venezuela no
creyeron en las continúas campañas mediáticas, agresiones y sanciones
económicas que desde Washington se orquestan contra los gobiernos
populares del FSLN y el PSUV, y esclarecieron una vez más que a la
derecha se puede derrocar en las urnas, incluso en tiempos adversos a
nivel internacional como los que corren en la actualidad.
Dieron
a su vez otra lección de democracia a la oligarquía en Nuestra
América, que pretende hacerse del poder de cualquier manera,
preferiblemente a través del engaño o la fuerza, para cambiar el curso
de los acontecimientos en la región y beneficiar los intereses de
dominación de Estados Unidos.
Asimismo demostraron que con la
unidad de todas las fuerzas de izquierda y “la batalla de ideas cuerpo a
cuerpo” que necesariamente hay que librar junto a los pueblos, la
derecha y el neoliberalismo no tienen cabida en la Patria Grande.
Ahora pregunto: ¿Quién dijo que la América Nuestra vive un “fin de
ciclo del progresismo? En todo caso es el conservadurismo el que
experimenta un desenlace fatal y definitivo, y por ello su desesperación
enfermiza.