La inflación en Venezuela tuvo un
acelerón importante entre julio y agosto de este año multiplicando los precios
en un factor diez. Se dice que fue consecuencia de la elección de la Asamblea
Nacional Constituyente (ANC) y en castigo al Pueblo que salió a votar
enfrentando el terrorismo y las amenazas de muerte de la derecha venezolana que
llamó a la abstención. No es difícil imaginarse la reunión en donde se tomó esa
decisión económica y la frase que resumía todo: si votaron contra nosotros,
entonces ¡que se jodan! Nosotros se refiere a esa derecha que representa, sobretodo,
a los empresarios del país. Esos mismos que en 2014 enviaron un video a las
redes, apoyado según ellos por 30.000 empresarios y comerciantes, llamando a
vaciar los inventarios y a la insurrección armada. Los mismos que en 2017 utilizaron
a mercenarios y delincuentes ofreciendo 2000 dólares por cada solado o policía
muerto, dólares recaudados por Uribe con la cocaína que produce y exporta a los
Estados Unidos y cuya única preocupación es que ahora los estadounidenses
parecen preferir la heroína afgana, no importando que sus calles se estén
llenando de cadáveres con sobredosis aunque Trump haya decretado la emergencia
nacional pero no la salida de las tropas que cuidan los sembradíos de amapola.
La estrategia de Estados Unidos y
sus cómplices de destruir el país a como dé lugar, porque cómo se atreven esos
indios ignorantes a desafiar al imperio más poderosos del planeta y del Sistema
Solar, avanza sin parecer que haya fuerza humana capaz de detenerla. El Pueblo
cifra sus esperanzas en el Carro de Drácula y en la aparición de veintitrés Che
Guevara, uno por estado, que tuvo los cojones de fusilar a un guerrillero de su
columna porque se había robado una gallina, mientras aquí algunos compañeritos
se han robado no solo la gallina, sino todo el gallinero, escoltan a los
contrabandistas con sus gandolas cargadas de alimentos hasta Colombia,
bachaquean las cajas CLAP, y viven en el lujo mientras el Pueblo los observa
con arrechera.
El Pueblo diera la impresión de
estar inerme ante una derecha que quiere joderlo y una izquierda que no lo es.
Pero la inermidad es solo una semilla que sembrada en terreno fértil dará
nacimiento a algo no difícil de predecir pero que da miedo contarlo.