|
Tres
victorias contundentes en menos de 140 días ratifican al chavismo
convincentemente como la fuerza política mayoritaria de Venezuela en un
sistema electoral reconocido por su transparencia. El mismo chavismo que
ha llevado en sus hombros y contra viento y marea a la Revolución
Bolivariana, y a Hugo Chávez a la presidencia en diciembre de 1998. Ese
que es una cultura política con fuerte identidad, corporizada en un
sujeto social antimperialista y socialista autóctono, que continúa
creciendo en las nuevas generaciones y ha estimulado el surgimiento de
importantes liderazgos femeninos. Sus tres victorias de este año
corresponden por orden cronológico a la elección de los delegados a la
Asamblea Nacional Constituyente(ANC) el 30 de julio; de los gobernadores
de los estados el 15 de octubre y el 10 de diciembre de los 335
alcaldes y la gubernatura de Zulia. Esta última había quedado vacante al
negarse el gobernador opositor electo a juramentarse ante la ANC.
No
son victorias electorales comunes y corrientes. La del 30 de julio
deshizo fulminantemente la brutal escalada de violencia fascista lanzada
por la oposición contrarrevolucionaria en cumplimiento del plan
Venezuela Freedom II del comando sur de Estados Unidos, una de cuyas
piezas fundamentales era Luis Almagro, secretario general de la
putrefacta OEA. Las subsiguientes han cancelado por ahora la viabilidad
del golpismo y la subversión y pavimentado el camino para una muy
probable victoria de Nicolás Maduro en la elección presidencial de 2018
como candidato del Partido Socialista Unido de Venezuela y las otras
fuerzas políticas del Polo Patriótico.
El
chavismo detesta la violencia. Lo suyo es imponerse por la persuasión,
los argumentos, la movilización pacífica, el buen gobierno que favorece a
la mayoría, el arma del voto. En fin, hacer política revolucionaria. Es
indudable que para poder hacer esa política ha sido decisivo el apego
activo y comprometido de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana a la
Constitución, la paz y los ideales bolivarianos y chavistas.
Los
resultados de las elecciones municipales hablan por sí solos de cuanto
se ha afirmado hasta aquí. La revolución ganó 305 alcaldías(92 por
ciento), la oposición 25(7 por ciento) y 5 otros partidos. Se impuso en
22 de 24 ciudades capitales, incluyendo Caracas y en el estratégico
estado Zulia, de gran importancia demográfica y poseedor de grandes
yacimientos de petróleo y gas. Ahora cuenta con 19 de 23 gobernadores.
Su votación subió en 945 mil 746 mil con respecto a las elecciones del
15 de octubre. Al revés le fue a la oposición, que sufrió un descenso en
picada de 2 millones 103 mil 575 votos. Esto refuta la tesis de abstencionismo de ambos lados sostenida por comentarios derechistas.
El
liderazgo opositor sufre un gran rechazo a su violencia demencial por
una parte de sus simpatizantes y una acre censura de otro sector
fanático de sus adherentes captado por el discurso del odio, que le
reprocha no haberse “librado de Maduro” y la participación electoral. La
mayoría de estos opositores se abstuvo.
Hubo,
además, tres de los más importantes partidos opositores –de rancia
trayectoria golpista- que decretaron la abstención. No obstante, la
mayoría de sus referentes municipales, deseosos de conservar espacios,
se candidateó bajo otras siglas aunque utilizando sus maquinarias. Sin
embargo, dominados por las ambiciones personales, casi nunca se
presentaron unidos. De modo que al dispersar el voto su derrota fue más
estrepitosa.
En
la alta votación del chavismo pesa mucho la creciente elevación de su
moral de lucha al remontar su tremenda derrota en las elecciones
parlamentarias de 2015, conjuntamente con la pérdida de su
extraordinario líder histórico Hugo Chavez y el enfrentamiento a los
constantes planes desestabilizadores y a la cruel guerra económica. Al
vigente decreto de Obama que declara a Venezuela como una amenaza a la
seguridad nacional de Estados Unidos, se suma la dura asfixia financiera
ordenada por Trump.
La
recomposición política y las nuevas victorias del chavismo no habrían
sido posibles sin la capaz conducción de Maduro, cuyo liderazgo se ha
consolidado pese a la feroz campaña mediática en su contra. El pueblo
aprecia su constante dedicación a proteger a los más desfavorecidos y a
reforzar las misiones sociales ante los embates de la ascendente
inflación inducida. Su popularidad, actualmente al alza, supera la de
varios de sus homólogos latinoamericanos de orientación neoliberal.
Twitter:@aguerraguerra