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Tabarnia, una hipotética unión de parte de las provincias de Tarragona y Barcelona, no existe, es un mito. No es más que una broma, un concepto imposible que ha llegado en la resaca de las elecciones y en unos días festivos atípicos, porque los políticos han callado y han dejado su púlpito en las redes libre para una idea falsa pero que tiene aire de verosimilitud.
En ese sentido, Tabarnia es un reflejo. A muchos perfiles en redes sociales les ha bastado hacer ese canje de palabras para poner a los independentistas ante un espejo tremendamente incómodo. Los mismos argumentos económicos, culturales, demográficos, étnicos, valen para defender, sin tocar apenas palabras, la escisión de Barcelona y Tarragona de una supuesta Cataluña independiente, y su reingreso en España como autonomía.
Arrufat, de quien hay poca huella digital, acertó en su predicción. En las elecciones del 21 de diciembre, los partidos constitucionalistas —Ciudadanos, el PSC y el PP— sumaron una clara mayoría en las comarcas comprendidas entre la Selva al norte y el Baix Camp al sur, con Barcelona y Tarragona incluidas. Allí, Ciudadanos consolidó su fuerza como partido más votado del panorama político catalán.
Así, las mentes tras la idea de Tabarnia han aprovechado estos cinco días de respiro para difundir en redes su nueva bandera, su censo de seis millones de personas, sus propuestas de futuro e incluso la fecha de un imaginado referéndum para escindirse de la Cataluña rural e interior: octubre de 2019. Ayer Tabarnia era trending topic mundial.
Ante el espejo, los independentistas no supieron cómo actuar. El silencio fue la tónica general, a excepción de un comentario jocoso de Gabriel Rufián. La incomodidad era patente. Aleix Sarri, asistente del eurodiputado independentista Ramón Tremosa, llegó a criticar sin ironía que la idea misma de Tabarnia, “fronteras inventadas, nacionalismo étnico, populismo económico sostenido en agravios imaginarios”, es digna de la Liga Norte italiana.
Los líderes de Ciudadanos se apresuraron este martes a sujetar bien firme ese espejo ante el independentismo. Juan Carlos Girauta: “Tabarnia es un despiadado espejo para nacionalistas, es el reflejo de su insolidaridad y de su pesadez”. Inés Arrimadas: “El nacionalismo defiende una Cataluña homogénea y choca fácilmente contra sus propias contradicciones”. Albert Rivera: “Si los nacionalistas alegan el inexistente derecho a dividir, cualquiera puede hacerlo”.
Tabarnia es un despiadado espejo para nacionalistas, es el reflejo de su insolidaridad y de su pesadez. Pero también es el coste, muy real, que pagarán quienes promuevan un referéndum de autodeterminación. En Quebec fue mano de santo.— Juan Carlos Girauta (@GirautaOficial) 26 de diciembre de 2017