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Una introducción necesaria.
El tránsito o construcción socialista, del capitalismo al socialismo, rumbo estratégico hacia el comunismo, (1) es un
prolongado proceso histórico, ético-político, ideológico,
socioeconómico, estético y Cultural -con mayúsculas-, civilizatorio y de
emancipación humana, de largo aliento estratégico (extendida
temporalidad y espacialidad), antisistémico, contrahegemónico y
contracultural al capital; de movimientos tácticos constantes, métodos
democráticos de masas, aprendizajes y desaprendizajes, construcciones y
deconstrucciones, en el que existen momentos de amplio consenso
nacional, social - popular, y otros, en el que subsisten disensos, más o
menos profundos, por diferentes causales y circunstancias históricas
específicas en el decursar histórico.
Tal
transición jamás acontece en línea recta, es decir, unilineal y
progresivamente, sino que transcurre de forma zigzagueante,
contradictoria y paradójica, con avances, superposiciones (a veces
mezcladas y yuxtapuestas eclécticamente, no sintetizadas, sistemática y
dialécticamente), estancamientos, retroacciones y retrocesos, y que
también comprende la continuidad, la discontinuidad (2) y la superación
crítica en su práctico devenir. Lo que no excluye su comprobada
reversión, por causas endógenas y exógenas, o la combinación de ambas
variables, (3) tal como aconteció en el mal llamado “socialismo real” de
la Europa del Este y la Union de Repúblicas Socialistas Soviéticas
(URSS), quienes se derrumbaron (implosionaron) con y tras la caída del
‘Muro de Berlín’, la destrucción del socialismo en conjunto con la
desintegración del multinacional Estado soviético, entre 1989 y 1991,
respectivamente. (4)
Ajeno
a todos los dogmatismos y sectarismos, doctrinarismos e izquierdismos
estériles, ya que tal pensamiento reformista-burocrático y tecnócrata
conduce, inexorablemente, a la teoría revolucionaria, sin la cual no hay
movimiento revolucionario, al “…anquilosamiento del Partido (subrayado
nuestros), castigo ineludible por las trabas impuestas al pensamiento.”
(5) Sin embargo, la historia pasada y reciente, da cuenta de que estas
anomalías y distorsiones han estado presentes en el tránsito socialista.
Por
lo que, el tránsito socialista constituye un camino inexplorado,
ignoto, lleno de acertijos, enigmas y dudas, en el plano objetivo y
subjetivo, por lo cual cada país debe construirlo de acuerdo a sus
peculiaridades (particularidades y singularidades) específicas, aunque
utilice algunas leyes y regularidades trazadas de forma general.
Algunas valoraciones e interpretaciones teóricas y prácticas ineludibles.
En
los textos de Carlos Marx, Federico Engels y Vladimir Ilich Lenin, los
clásicos del marxismo y leninismo fundacional, sus coterráneos,
continuadores y contemporáneos, específicamente los originales y
creativos, en plural, tal como son los marxismos y los marxistas
auténticos, (6) nunca se pretendió presentar un cuerpo
filosófico-político, teórico y práctico finiquitado, menos anquilosado y
cerrado, tampoco de cómo construir el socialismo y el futuro comunista
en cada detalle, ni elaboraron una economía política del socialismo,
acaso esbozos inacabados, -déficits que se arrastran hasta nuestros
días, no obstante, haberse avanzado en algún sentido- y, solamente,
indicaron elementos e ideas generales, básicas y esenciales, pero no lo
definieron como un proyecto único, metafísico, menos suprahistórico,
descontextualizado de las realidades históricas concretas en que se
despliega. (7)
Siempre
proyectaron al marxismo, la hechura socialista y comunista, aunque su
principal misión fue el estudio del capital, con una interrelación de
acuse de recibo de la realidad hacia la teoría y viceversa, que tiene
como punto de partida el análisis de lo teórico abstracto al concepto
interpretativo pensado y, finalmente, al abstracto concreto teórico,
intermediaciones expresadas y entendidas.
En el proceso ad infinitum
de construcción / desconstrucción de conocimientos, teorizaciones y
conceptualizaciones, tan necesarias, la práctica se constituye en el
criterio de la verdad, siempre aproximada y nunca completamente captada,
la esencia de la búsqueda teórica en un ejercicio permanente de la
praxis. Por eso, la teoría debe esclarecer la realidad, interpretarla,
siempre con limitaciones, pero nunca suplantarla y sustituirla. Porque
está demostrado que sólo se lograrán aproximaciones a la(s) verdad(es),
ya que esta no existe como única en absoluto, y porque la teoría
de ningún modo podrá abarcar los matices de un proceso real en su
variedad concreta, ya que en “...el mejor de los casos solo traza lo
fundamental, lo general, solo abarca de un modo aproximado la
complejidad de la vida”, (8) y “...porque nunca podemos conocer lo
concreto completamente”. (9) Aunque, también es cierto, que la práctica
equivocada no invalida a la sana teoría.
En
la historia cuando la teoría se aprecia “superior” a la realidad y la
práctica, los equívocos serán (in)-esperados quizás (im)-previsibles, si
pensamos, arbitrariamente, que poseemos el instrumental conceptual
adecuado y “único” para cambiar el rumbo de la historia. Porque “(…) lo
universal y general [expresó Lenin] deja de serlo cuando no abarca ni
encarna la riqueza de lo particular, de lo individual, de lo genuino”.
(10)
De
tal manera, el marxismo y leninismo, constituye una teoría científica
crítica, no cientificista; partidista, no panfletaria; sentenciosa, no
concluyente, menos excluyente y exclusivista; hipotética, no
relativista, tampoco indeterminista a ultranza; juiciosa, nunca
justificativa y actuante como juez suprema de los hechos, procesos y
personalidades; optimista, jamás apologética, que no debió, ni debe, ser
simplificada y reducida (11) en sus principales tesis o “núcleos
duros”, ni en ninguno de sus meandros explicativos, siempre tan
complejos y complicados, con el objetivo de “satisfacer pedagógica y
didácticamente” el aprendizaje y la asimilación por las masas populares,
que no se aviene jamás en consciencia convincente, ya que no todo puede
resolverse en el campo de la `teoría por la teoría´, asumiendo
erróneamente un rol justificativo, teológico y teleológico,
ideologizante in extremis.
Tampoco
es un conjunto de normas rituales y sagradas, fórmulas y recetas
preconcebidas y elaboradas a priori capaces de brindar todas las
respuestas a las incesantes interrogantes, sino un complejo de tesis y
propuestas comprobables o no, de interpelación, contraparte y
complementación crítica ante cualquier tipo de poder, por lo que no
debió ser sometida al capricho de interpretaciones espontáneas y
voluntaristas por parte de los hombres y mujeres que la estudian y
ejercitan en la mutante realidad, que, a su vez, es la ‘única ciencia de
lo social-humano en el tiempo’, que aborda la indagación científica
desde el ‘punto de vista de la totalidad’. (12)
Es ideología, la cual no conlleva per se
a la “falsa ideología” -si bien no pueda eludirla totalmente-, más
dañina aún si se convierte en una ideología seudoteórica “oficial”
-oficialista- de “toda” la sociedad, sacrificando ‘el todo (que no es la
totalidad) en el altar de las partes’ o viceversa. Las ideologías son,
en todo caso, la consciencia de los conflictos de la estructura y de la
necesidad de resolverlos, por lo que la crítica marxista se enfoca
contra una realidad ideológicamente invertida, (13) en donde la "cadena"
real y sus "flores imaginarias" debían ser arrancadas, destruidas, para
capacitar a los revolucionarios del mundo en el cómo, por qué y para
qué emanciparlos de la ‘cadena’ y recobrar las `flores vivas´. (14)
De
tal manera, el tránsito socialista debe implicar, paulatinamente y con
saltos audaces, una transformación vasta que conmueva de manera cardinal
el carácter cualitativo de la sociedad, con un impacto relevante hacia
el resto de los pueblos y países en las distintas latitudes geográficas.
Esa mudanza fue concebida por Marx como el resultado de los procesos
múltiples de producción y reproducción de los seres humanos y sus
relaciones, tal como sucedió en otros tránsitos históricos de la
(pre)-historia de la humanidad -como la puntualizara Marx-, cuando de
una formación económica social se traspone a otra superior, ahora con un
contenido diferente en el socialismo y su meta de partida – llegada: el
comunismo.
En
la victoria y el posterior tránsito socialista no sólo entran en
simplista y automática contradicción el desarrollo de las fuerzas
productivas y las relaciones sociales de producción -su ‘no obligada’
correspondencia-, sino que es el instante cuando cobra inusitada fuerza
la subjetividad revolucionaria de los diversos sujetos socioclasistas e
histórico-políticos del cambio, que se activan, dinamizan y concientizan
revolucionariamente, materializándose en una masa crítica,
que se empodera, sin imposiciones, articulan y co-dirigen el proceso al
socialismo. La intervención estatal, nacionalización y estatización,
pasos imprescindibles en el proceso de tránsito, no han conducido a la
socialización de los medios de producción, por lo que se hace necesario
una revisión de tales procesos en el que desempeñará un rol principal la
participación, el control, la regulación y la codirección de los
trabajadores en el proceso productivo, en la toma de decisiones a nivel
micro y marco social.
La
principal fuerza productiva en el socialismo son las fuerzas
revolucionarias, los múltiples sujetos del cambio, aunque no se
subestime la planificación centralizada -que no debe sobredimensionarse y
ser flexible-; la educación y cultura integral incesante, incluida la
ecológica; el uso acelerado de los adelantos científico-técnicos y la
introducción de prácticas organizativas y conscientes de dirección
avanzadas. Estas fuerzas hacen surgir, en un parto lento y difícil,
nuevas relaciones sociales en el seno de las anteriormente existentes,
estando caracterizadas, en consecuencia, por la relación de coexistencia
y la lucha entre las viejas y las nuevas relaciones sociales, envueltas
en una enconada batalla acerca de ‘quien vence a quien’, que será
definitoria para que las nuevas formas de relaciones sociales logren el
rol determinante.
El
socialismo no es, por tanto, un modo de producción, sino constituye una
fase -o varios períodos, etapas y fases ininterrumpidas e
interrelacionadas, no un etapismo evolucionista, mecánico y
economicista- en la que pugnan las relaciones sociales de producción
capitalistas con las futuras relaciones sociales de producción
comunistas. Tampoco puede llamársele a ese tránsito, en su contenido y
forma, como relaciones sociales de producción socialistas, sino la ruta
temporal hacia el comunismo. (15) Marx y Engels, escribieron en su
texto, “Feuerbach. La concepción materialista de historia”,
que ‘…el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al
que deba sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al
movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual. Las
condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente
existente.’
Por
tales motivos, el objetivo final del socialismo, como etapa de
transición, tal como lo concibieron Marx, Engels y después Lenin,
consiste en la gradual extinción del Estado, gracias a la necesaria
implantación de la dictadura del proletariado -Marx y Engels
especificaron al proletariado industrial en el siglo decimonónico como
la clase principal que emanciparía con ella al resto de la sociedad-, o
en el poder de todo el pueblo trabajador, y, por supuesto, el tránsito
hacia la abolición de todas las clases y una sociedad sin clases, que
también conllevaría a la revocación de la propiedad privada. Ello
conllevará a la formación de una sociedad comunista de ‘productores
libres asociados’ y ‘surgirá una asociación en que el libre
desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre
desenvolvimiento de todos’, tal como se expresa al final del capítulo
segundo del Manifiesto del Partido Comunista, escrito por ellos en 1848.
Se
trata que la clase proletaria, obrera y trabajadora tome el poder
social, liberando de la explotación y la opresión al resto de la
sociedad, y trate de imponer su modo de apropiación de la realidad, no
como había ocurrido anteriormente, sino de abolir todo modo de
apropiación existente hasta nuestros días y construir otro esencialmente
nuevo. Lenin expresaría, al hallarse inmerso en la experiencia
ruso-soviética que, “…quien espera la revolución social “pura” no la
verá jamás. Será un revolucionario de palabra, que no comprende la
verdadera revolución”. (16) Por su parte, el Comandante en Jefe Fidel
Castro Ruz, en su alegato de defensa “La historia me absolverá”,
proclamaría, “…nosotros llamamos pueblo si de lucha se trata”, como
concepto y artífice práctico de la Revolución Cubana. (17)
Lo que se perseveraba, en síntesis, era la consumación del ‘no-Estado’, que Engels (18) y luego Lenin, (19)
percibieran en la Comuna de París de 1871, primera experiencia de
destrucción de la vieja maquinaria estatal burguesa, y que gracias a la
capacidad, autonomía e iniciativa democrática sustitutiva de un poder
ejercido directa y orgánicamente por el pueblo - ‘la dictadura del
proletariado’ -, ya no constituía propiamente un Estado, sino que
establecía las bases de la transición hacia su ocaso.
La
realidad y experiencia histórica impusieron un colosal desafío,
durabilidad y ritmo diferente en los caminos para arribar a esta utopía
realizable, donde hay que conjugar, en la política revolucionaria y
comunista, el arte de lo posible, con el arte de hacer posible lo que
parece imposible.
La realidad insoslayable que se impuso en el tránsito socialista.
Los
senderos de la victoria y la construcción socialista, avizorados por
Marx y Engels, que debían comenzar por su triunfo en los países
capitalistas desarrollados, con un alto desarrollo de las fuerzas
productivas y un proletariado concentrado y organizado conscientemente,
no se cumplieron en la historia real. Al haber vencido el socialismo,
históricamente, en ‘los eslabones más débiles de la cadena capitalista -
imperialista’, o sea, en las naciones del hoy denominado Sur
geopolítico, las zonas periféricas o tercermundistas versus los centros
capitalistas de poder mundiales, toda la teoría de la conquista del
poder y la construcción socialista, en su pauta ideal, tuvo de sufrir
cambios importantes e indispensables.
En
tales condiciones, la revolución social y política debe realizar, al
unísono, una profunda y sumamente radical revolución nacional-liberadora
y antimperialista, que destruya el aparato (máquina) estatal represivo
del anterior régimen, liquide el sistema y orden capitalista vigente
-incluso con rasgos precapitalistas- rompiendo, además, los múltiples
lazos de dependencia (entre ellos, los coloniales, protectorales,
semicoloniales y neocoloniales), que atan exteriormente a estas naciones
y pueblos. Todo ello implicó, paralelamente, la construcción de un
nuevo sistema político a lo interno, muchas veces muy original y el
ordenamiento socialista de su sociedad tanto en el plano de la vida
material como en la espiritual, con una proyección exterior solidaria e
internacionalista.
No
se trata, entonces, de alcanzar la liberación nacional para luego abrir
paso al socialismo, sino de abrir paso a éste para, consecuentemente,
alcanzar la liberación nacional. La implantación del poder y la política
revolucionaria sobre toda la sociedad y el servicio de esta última
dirigida a satisfacer lo más equitativamente las necesidades de la
mayoría de la población, la proyección constante de nuevos planes
socioeconómicos y políticos-culturales, el constante movimiento crítico,
innovador-rectificador, etc., demuestran que la participación popular
directa, masiva y organizada en el socialismo no puede ser un
otorgamiento brindado desde el poder, sino un derecho creado por el
poder de todo el pueblo.
Antonio
Gramsci destacó que todo esfuerzo de liberación nacional y social tenía
como base la nación, el nacionalismo patriótico y la justicia social,
pero que este debía proyectarse de inmediato al plano internacional. Por
su parte, el pensador revolucionario martiniqueño, Frantz Fanon, “…El
nacionalismo, si no se hace explícito, si no se enriquece y se
profundiza, si no se transforma muy rápidamente en conciencia política y
social, en humanismo, conduce a un callejón sin salida (...) La
expresión viva de la nación es la conciencia dinámica de todo el pueblo.
Es la práctica coherente e inteligente de todo el pueblo.” (20)
Lenin
que organizó, impulsó y vivió intensamente la experiencia insólita de
la primera revolución proletaria y socialista victoriosa en la Rusia de
los zares en 1917, encabezada, orientada y conducida por su partido
bolchevique-comunista, introdujo algunos aportes esenciales y
relativizaciones importantes a la teoría marxista en la época del
imperialismo. Ya no sería únicamente el proletariado industrial la clase
que debía llevar a cabo la revolución -aunque el elemento socioclasista
del trabajador asalariado continuaría desempeñando un papel decisivo-,
sino que se urgía de la alianza obrera - campesina, los marinos y
soldados, con las clases subalternas, los intelectuales orgánicos (tal
como los definió el marxista italiano Antonio Gramsci), y otros grupos y
sectores de la población ruso-soviética, incluso algunos sectores de la
burguesía dispuestos a colaborar con el proceso revolucionario y
socialista.
A
la consigna enarbolada en el ‘Manifiesto Comunista’ de “¡Proletarios de
todos los países, uníos!”, (21) setenta años después Lenin y la III
Internacional (Internacional Comunista, IC o Comintern, 1919-1943), por
él fundada, añadió en su II Congreso de 1920, la consigna de:
“¡Proletarios de todos los países y pueblos oprimidos, uníos!”, (22) al
percatarse que el péndulo de la revolución se había desplazado
geopolíticamente hacia el Oriente, y que era urgente ampliar el diapasón
de los sujetos sociopolíticos participantes del cambio revolucionario.
Con lo que se intentó poner fin al reduccionismo obrerista y el
sectarismo, que tanto daño harían a las revoluciones socialistas en su
tránsito futuro.
Sin
embargo, la aspiración a que el Estado sea reabsorbido por la sociedad,
legitimo concepto meta de los socialismos y cimiento básico de la
construcción teórica-práctica de la lucha emancipadora humana, no puede
suplantar el hecho de que el nuevo ‘no-Estado’, o Estado, deba aparecer
como organización general de la propia sociedad, como (inter)-mediación
política necesaria, (23) dadas las condiciones de las clases y sus
luchas en la arena nacional, regional e internacional.
En
numerosas ocasiones, quizás contra las indicaciones inconclusas y el
razonamiento marxista y leninista de finales de la centuria
decimonónica, de los siglos XX y XXI, así como el predominio del
esquemático pensar y hacer de los métodos y estilos de dirección
verticalistas, de comando y ordeno y mando excelsos, el Estado
socialista se ha visto destinado a vigorizarse -lo que no significaba su
reforzamiento ‘estadocrático’, ni asumir el modelo de ‘socialismo de
Estado’-, sino el de constituirse en un Estado ampliado (concepto
gramsciano), diáfanamente democrático, en el sentido de ser uno de los
modos de ejercer la hegemonía política-cultural, popular socialista con
métodos persuasivos, dialogadores y consensuales, de intervenir
coercitivamente en el combate contra las clases opositoras y
antagónicas, endógenas y exógenas, y de suplir las carencias y
debilidades de las organizaciones políticas, de masas y sociales, así
como las insuficiencias en la conformación y el accionar de la sociedad
civil.
Tal
ejercicio teórico-práctico coadyuva, en determinados momentos, a
limitar y superar las brechas entre el Estado socialista y la sociedad
civil -inversa aspiración del pensamiento burgués liberal y neoliberal-,
y brinda un cierto margen, además, para que éste decida algunas
políticas de carácter urgente para la resistencia activa y constructiva,
así como la supervivencia del socialismo, la autodeterminación,
independencia, soberanía y seguridad nacionales, con agilidad, prontitud
y operatividad en beneficio de la sociedad en general.
Sin
embargo, es necesario rescatar y restaurar la importancia del papel
rector, orientador, educador ético, ideopolítico-cultural y conductor
del partido político de la clase trabajadora y de todo el pueblo, el
partido comunista, que es factor principal del sistema político del
socialismo, en la integración, articulación, cohesión y unidad social,
nacional e internacional, y, paralelamente, constituye un soporte
fundamental en el proceso de concientizar y dirigir a la sociedad en el
tránsito socialista, pero que no puede sustituir a la clase
proletaria-trabajadora, como tampoco asumir tareas administrativas
excesivas, menos confundir sus funciones con la del Estado, lo que dio
lugar en un ‘rejuego’ retorcido y burócrata, erróneo, a una dictadura de
las élites del partido-estatales bajo la concepción estalinista del
‘socialismo de Estado’, la ‘estadolatría’ sobredimensionada
centralizadamente, en vez de la real dictadura del proletariado, o el
poder de todo el pueblo trabajador. Porque sería trivial, al decir de
Lenin, que sea posible “(…) construir la sociedad solo con las manos de
los comunistas (…) [pensamiento totalmente falso porque los comunistas
son sólo una mínima parte de la sociedad] una gota en el mar de pueblo.
[Por lo que ellos] Sabrán conducir al pueblo por su camino únicamente si
saben determinar con exactitud ese camino, no solo en el sentido del
desarrollo de la historia universal”. (24)
Asimismo,
resulta imprescindible resaltar las diversas experiencias prácticas
revolucionarias de las masas populares desde abajo -que no es un
antipoder o un contrapoder-, en que la auto-organización, el
autogobierno, la autonomía, la cooperativización, la gestión, cogestión y
autogestión de las masas obreras-campesinas, clases subalternas,
diferentes capas, grupos, sectores, segmentos y estratos sociales, que,
constituidos en comunas, soviets, consejos obreros, comités de fábrica,
rurales y barriales, poderes populares, entre otras experiencias,
desarrollaron y despliegan una importantísima labor teórica - práctica
en la construcción socialista. Esta regularidad está acorde con la
máxima leninista de que “…la propaganda y la agitación, por si solas son
insuficientes. Para ello se precisa [es imprescindible] la propia
experiencia política [revolucionaria] de las masas. Tal es la ley
fundamental de todas las grandes revoluciones”. (25)
Entonces,
el tránsito socialista sólo comienza a mitigar y superar, a veces
parcialmente, las consecuencias de esa multidimensional herencia
negativa, la cual suele reproducirse y reconstruirse en las nuevas
condiciones históricas socialistas, intentando reforzar las viejas y
recrear las nuevas formas de explotación y opresión, porque subyace en
su seno las relaciones de poder, dominación y el autoritarismo. Al
final, toda dominación bien estructura y establecida, moderna, es
cultural, (26) por sobre todas las demás esferas de la vida social.
Lo
que determina al bloque histórico trabajador – popular, que asume el
poder político y ejerce su dominio y hegemonía política-cultural en el
tránsito socialista, tener que enfrentarse a características
económica-sociales, políticas y culturales determinadas genéticamente
por el anterior régimen, y presentes en la injerencia constante, por
tanto, en el interés de mantener, a toda costa, el dominio y hegemonía,
sometimiento y control de los capitales imperialistas al interior y
exterior del país, en contubernio con la derrotada clientelista, servil y
lacayuna oligarquía burguesa interna o doméstica, más los grupos y
sectores que se oponen al proceso socialista, que intentan perennizar
esa condición de dependencia colonial, semicolonial y neocolonial para
beneficio del capital extranjero y apropiarse del remanente para sus
propios intereses, transcurriendo una intensa lucha de clases que no
cesa hasta que el Estado desaparezca y con él las clases y sus luchas.
En
el tránsito socialista coexisten y superviven por un extenso período,
las clases y la lucha de clases, más o menos, pacíficas, agudas y
violentas, según las circunstancias históricas en que se despliega el
proceso endógeno y exógeno. No obstante, prosigue manifestándose ciertos
grados de explotación y la enajenación del ser humano en el proceso de
producción material y reproducción de la vida, ya que continua
conservándose la compra-venta de la fuerza de trabajo; así como
persisten, paradójicamente, el racismo, la discriminación, el
patriarcalismo, el machismo, la xenofobia, la homofobia; el derroche in crescendo
de los recursos naturales, minerales y humanos; la depredación excesiva
de la naturaleza; permaneciendo, al unísono, la marginación y la
exclusión de sectores del cuerpo societario.
Las
viejas relaciones de producción capitalista concurren en el nuevo
tránsito socioeconómico, político y cultural socialista, con una cuota
significante de dependencia y subdesarrollo / subdesarrollante sistémico
-el subdesarrollo reproduce la lógica metabólica del subdesarrollo con
las reminiscencias precapitalistas y las capitalistas, tanto en la
esfera material como la espiritual, intelectual y cultural-, que les
hace padecer una endémica crisis estructural socioeconómica, casi
siempre de manera integral, extremadamente difícil de superar por la
estructuración-conformación de economías deformadas, atrasadas y
desarmónicas; con una limitada e insuficiente dimensión de las fuerzas
productivas materiales que se traduce en una baja productividad del
trabajo y un insignificante excedente económico (aunque la explotación
sea intensa, no existe una distribución equitativa de las riquezas); la
pequeñez del mercado endógeno; incapacidad objetiva para desplegar un
básico y significativo ahorro interno.
Igualmente,
la existencia de un desbalance interno en la balanza fiscal y de pagos,
además, de una deuda externa que debe pagarse con leoninos intereses a
la banca capitalista internacional; una incipiente, débil y escasa
diversificación agrícola (se hace necesaria una reforma agraria radical y
profunda que destruya la tenencia de la tierra en manos de los
latifundistas y terratenientes), como también artesanal, manufacturera e
industrial, estas últimas casi siempre ubicadas en el sector I, o
primario, productor de bienes de capital; sumamente dependientes del
comercio exterior porque son economías abiertas y exportadoras,
esencialmente, de materias primas (‘commodities’) cuyos precios tienden a
comportarse a la baja en el mercado internacional, además, de pagar
caros aranceles a los países que envían sus producciones y, a la vez,
grandes importadoras de productos-mercancías con alto valor agregado los
cuales son más costosos y con menos impuestos arancelarios, debido a
las desigualdades en el intercambio económico, comercial y financiero
con el resto del mundo y, principalmente, con las metrópolis del Norte
capitalista desarrollado.
Equivalentemente,
se hereda altos niveles de pobreza, precariedad, desempleo, subempleo y
una economía de la escasez propiciada por la manquedad del Producto
Interno Bruto (PIB), la baja productividad y el asedio hostil de las
fuerzas del capital endógenas y exógenas; añadiéndose un espíritu y
mentalidad colonizada -colonialidad del saber, el poder, el valor, entre
otros- en amplias franjas de su población, incluso en aquellos
revolucionarios de vanguardia que luchan por desprenderse de tales
ataduras colonizantes.
Todo
ello conlleva efectos negativos en la esfera política, social y
cultural, dados por los elevados por cientos de analfabetismo total y
analfabetismo funcional presente en la sociedad; las carencias de un
sistema educativo apropiado que potencie los saberes y conocimientos
elementales y científicos humanos; el casi ningún acceso a los adelantos
científico-técnicos en curso, tampoco a las inversiones de capital
foráneos, los créditos y una apertura muy limitada a los competitivos
mercados regionales y mundiales.
Algunas decisiones arriesgadas e imprescindibles.
En
tal panorama sociohistórico concreto, Lenin y otros marxistas
soviéticos e internacionales, previeron y confirmaron la cohabitación
imprescindible del mercado, la ley del valor y las relaciones monetarias
mercantiles junto a las inconclusas y nuevas formas socialistas de
producción de la vida material y espiritual de la sociedad. Un
ejercicio complicado que pone en máxima tensión a las fuerzas favorables
de la construcción socialistas ante un experimento en que se
desconocían, aún son imprecisos, sus resultados.
La
concepción leninista sobre la Nueva Política Económica (NEP, 1921-1929)
en Rusia, la URSS o la Unión Soviética, incluyó necesariamente a un
‘capitalismo de Estado’ en la primera etapa de construcción socialista,
para sustituir al coyuntural, ya obsoleto y contraproducente sistema de
‘contingentación’ del ‘comunismo de guerra’ -impuesto en las complicadas
condiciones de la Guerra Civil y agresión de más 14 potencias
extranjeras (1918-1923)- con el fin de superar el atraso secular ruso y
convertir al país en industrialmente desarrollado, lo que desató desde
entonces colosales y duraderas discusiones, incomprensiones e
interpretaciones diferentes por parte de muchos dirigentes políticos y
cientistas sociales que no percibieron la complejidad del alcance y
magnitud de la propuesta.
La
NEP significaba un novedoso contenido-procedimiento de y desde la
POLÍTICA, en su amplio significado espectral, que incluía las diversas
formas de Propiedad, por supuesto lo Económico, lo
Jurídico-Constitucional, la Ideología y la Cultura, todas con
mayúsculas, en la dirección económica socialista, a través de la
participación democrática esencial de los Soviets [Estado y Gobierno],
el Partido de vanguardia, y los Sindicatos, (27) que junto a todo el
pueblo consciente, debían planificar, participar, codirigir, regular y
controlar el proceso de las relaciones mercantiles (entiéndase el
insustituible mercado, las inversiones de capital foráneo, los variadas
modos de propiedad -la fundamental era la estatal-, y la ley de valor)
(28) y hacerlo trascendiendo más allá de la lógica reproductiva del
metabolismo social del capital, lo que constituía de por sí una difícil
pero posible ‘hoja de ruta’ hacia la construcción, jamás finiquitada, de
una Economía Política del y para el socialismo, vía la transformación
comunista, tarea aún pendiente de elaboración. Por eso, el líder
comunista soviético afirmó que “(…) el desarrollo del capitalismo
controlado y regulado por el Estado proletario (…) es capitalismo de
Estado proletario”, “(…) ‘de Estado’ en este sentido de la palabra”.
(29)
Ante
la original teorización y práctica estratégica leninista -que no sólo
era una táctica temporal- muchos se opusieron de manera rotunda por
considerarla una concesión a la burguesía y el capitalismo, mientras
otros la apoyaron a medias, con titubeos, por no valorarla en su
integralidad y totalidad. Los debates se acrecentaron con otras ideas
acerca de cómo construir el socialismo, por ejemplo, el logro de una
acumulación originaria, luego ampliada, para la obtención de
ganancias-beneficios del Estado proletario y ponerlos a disposición del
pueblo. (30)
En
1929, Iosif Stalin, Secretario General del partido desde 1922, quien en
vida de Lenin la ‘apoyó’ sin demostrar su abierta aversión a la misma,
determinó darle un fin abrupto, en realidad eliminándola de la agenda
socialista soviética, liquidando de paso, a través, del silencio, la
prisión y la muerte a gran parte de sus seguidores y simpatizantes,
imponiendo al pueblo soviético un sacrificio enorme en aras del
acelerado proceso de colectivización forzosa en la agricultura y la
también obligada industrialización del país, ambas totalmente
estatalizantes que, paradójicamente, fueron decisivas en la victoria
militar del Ejército Rojo y la sociedad multinacional soviética en su
lucha liberadora contra el nazismo y el fascismo en la Segunda Guerra
Mundial (1939-1945), que liberaron, además, a otros países y pueblos del
continente europeo, con una repercusión global trascendente.
En
1936, al aprobarse la ‘Constitución’ de la Unión Soviética, la máxima
dirección del país, bajo la tutela de Iósif Stalin, también decidió
voluntaristamente que se había dado por concluida la construcción
socialista, sin comprender que era una abstracción y especulación
ideologizante que no se correspondía con la realidad.
Porque
las vías de la consolidación del tránsito socialista en un solo país o
un número reducido de estos, en concordancia con la ley del desarrollo
desigual, (31) tiene que salvar enormes distancias para propiciar el
crecimiento y desarrollo de las fuerzas productivas, pero no con el
objetivismo historicista y determinista (“la inviolabilidad de las leyes
objetivas e inexorables de la historia”), que, paralelamente, practica
un pragmatismo-utilitarismo que está presente en la razón instrumental
burguesa, ni puede ser jamás el resultado automático de procesos y
decisiones de carácter económico, sino que requiere de una consciencia
ideológica, política y cultural, materializadas hegemónicamente en las
masas populares, como masa crítica y sujeto revolucionario de la
transformación social e individual.
Es
sumamente dañina la visión unilateral de la complejidad de la
transformación revolucionaria de la sociedad, colocando en un plano
secundario y olvidando la dimensión político-cultural de la misma, que
constituyó un grave error estratégico que se cometió en la Unión
Soviética y el resto del campo socialista.
No
significa que el socialismo venza, que por si es una necesidad
histórica de profunda connotación política, sino que se mantenga en el
poder por un tiempo prudencial, fortaleciéndose incluso, pero que, a la
larga, tiene que ser apoyado solidaria e internacionalistamente por las
victorias socialistas en otros países, a nivel regional y mundial, y si
estas naciones pertenecen al mundo desarrollado mejor.
Esa
percepción es correcta y no menoscaba los enormes esfuerzos en los
intentos de construirlo en un país o grupo de ellos, pero aún es
insuficiente para su éxito pleno como proceso emancipatorio humano y de
justicia social. La «construcción del socialismo» en un solo país es,
por tanto, un imposible, y sólo se hará factible cuando el proceso
histórico hacia el comunismo tienda a ser un proceso universal.
De
tal manera, se pusieron en evidencia, junto a la introducción
escolástica del materialismo dialéctico y el materialismo histórico, el diamat y el hismat,
(32) división artificial y simplista de la teoría de la praxis marxista
que, los presupuestos dogmáticos, burocráticos y doctrinarios,
obcecados y solipsistas en resumen, que se enarbolaron históricamente en
nombre del marxismo, a través, de enfoques rígidos, vulgares,
manualescos, miméticos, mecanicistas y escolásticos rancios, obstruyeron
realmente los intentos de abarcar original, creadora y dialécticamente
las dinámicas y conflictos en la construcción contextual específica de
los diversos socialismos y condujeron, a mediano y largo plazo, a graves
errores teóricos y prácticos que devinieron en rotundos fracasos y
derrotas en muchos procesos de transición socialista.
En
1968, Fidel Castro Ruz, arremetió contra los manuales soviéticos,
declarándolos de “anacrónicos” y, por separar, en un enorme abismo “las
concepciones generales y la práctica, entre la filosofía y la realidad”,
y proveer representaciones equivocadas sobre “cómo se debe construir el
comunismo”. Tal apreciación del líder cubano, contra el antimanualismo
no se refería a la práctica de usar textos pedagógicos para la
enseñanza, “sino a una manera de pensar el socialismo, por la cual se
suscitaban desavenencias con algunos países que “tienden a mirar como
oveja descarriada al pueblo que no siga el caminito trillado”. (33)
Al
mismo tiempo, Fidel, un antidogmático y antisectarista convencido,
criticó en innumerables de ocasiones cómo los revolucionarios,
principalmente las izquierdas latinoamericanas, proseguían su eterna
lucha a lo interno contra las tradicionales políticas de los apóstoles
vanguardistas, las capillas sectarias y dogmáticas, las ideologías de
agrupaciones políticas y sociales portadoras de teorías y accionares que
pretendían interpretar y, por ende, poseer la “verdad” única y absoluta
acerca del desenvolvimiento de la historia real de la sociedad.
Así,
el 10 de octubre de 1991, expresó: “…Nos percatamos de que una parte de
los problemas que teníamos era como consecuencia de la copia de
experiencias de los países socialistas, puesto que fueron los primeros y
los que alcanzaron un enorme prestigio, no todo malo ni mucho menos,
sería injusto decir eso. Siempre hay experiencias útiles en muchos
campos que pueden utilizarse, pero desgraciadamente en nuestro país se
cayó en una tendencia a la copia mecánica; todo lo que de allí venía era
sagrado, todo lo que venía de allí era incuestionable, todo lo que
estaba en un librito era indiscutible. Esa tendencia se desarrolló con
notable fuerza y lo digo sinceramente no con poco desagrado por parte de
algunos de nuestros compatriotas”. (34)
Estas
equívocas perspectivas doctrinarias ahogaron, además, los debates
contradictorios y enriquecedores, alrededor de los disímiles textos
polémicos, algunos con sus lógicas limitaciones, así como los distintos
criterios críticos y autocríticos, que eran capaces de propiciar la
autosuperación conceptual y praxiológica de la propia concepción
materialista de la historia, teoría de la praxis o brújula para la
acción marxista y leninista.
El
poco conocido y extenso tránsito o construcción socialista hacia el
comunismo que requiere de una certera y combinada estructuración entre
los elementos de la participación, eficiencia, autonomía y la equidad
no ha podido, laboriosa e ingeniosamente, ser construido hasta hoy
desde una nueva hegemonía ética política, civilizatoria y cultural.
Mostrándose fehacientemente los déficits democráticos, porque si bien la
libertad de pensamiento fue un “(…) tema heredado de la burguesía (…)
El marxismo dogmático retrocedió asustado ante el tema. Careció de
imaginación democrática, y sin ella se pierde la condición
revolucionaria”, (35) y también por la corta de miras estratégicas
política-culturales, el empobrecimiento teórico, carencias éticas, la
ineptitud de los dirigentes saturados por el dogmatismo, el burocratismo
tecnócrata y el divorcio con el pueblo.
Por
tales motivos, el tránsito socialista urge, permanentemente, de
rectificaciones, innovaciones, actualizaciones, hasta reinvenciones, que
conduzcan a enrrumbamientos más acertados, según los probables yerros
en su concepción y aplicación práctica, acaecidas en los disímiles
cambios históricos políticos coyunturales de la vida real; la
restauración del consenso y la hegemonía popular, que recorre
perpendicularmente la reconstrucción y el fortalecimiento, estudio
riguroso mediante, de las añejas, nuevas e imperativas alianzas
socioclasistas y entre las diferentes estratificaciones sociales, y, por
ende, la recomposición del consenso nacional – popular, con el objetivo
de recuperar y resignificar al unísono, la hegemonía marxista y
leninista socialista/comunista; así como el restablecimiento, en el seno
societario, de la comprensión de la articulación ad infinitum
del ideario y accionar marxista y leninista, en plural, con lo mejor de
las tradiciones revolucionarias históricas, políticas y culturales de
cada nación, región e internacionalmente, la síntesis crítica de los
aportes de otras escuelas y corrientes de pensamiento y praxis, -hoy
podemos apropiarnos de algunas visiones positivas de la Teología de la
Liberación, la Pedagogía Popular, la Filosofía de la Liberación, al
Pensamiento Crítico, los saberes de los pueblos ancestrales y de los
movimientos populares, sociales y políticos, etc.-, junto a los legados
de las revoluciones acontecidas y los pensadores comunistas de todos los
tiempos.
Dr. en Ciencias Históricas Orlando Cruz Capote, Investigador Auxiliar del Instituto de Filosofía, Citma - Cuba.
Notas y bibliografía.
(1)
Hay que insistir en el rumbo hacia el comunismo como meta final, porque
como expresó el Comandante Ernesto Che Guevara, la estrategia tiene que
ser diáfana: “(…) debemos salir hacia el comunismo desde el primer día,
aunque gastemos toda nuestra vida tratando de construir el socialismo”.
Kohan, Néstor (2000): De Ingenieros al Che. Ensayos sobre el marxismo argentino y latinoamericano,
Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, La Habana,
p. 94; ver, adendas: Martínez Heredia, Fernando (2009): (2009) Socialismo, en Autocríticas. Un diálogo al interior de la transición socialista, Ruth Casa Editorial, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana; Acanda, Jorge Luis (2009): Transición, en Autocríticas. Un diálogo al interior de la transición socialista, Ruth Casa Editorial, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana.
(2)
La discontinuidad se dejó de utilizar, inexplicablemente, en el
vocabulario y el discurso filosófico y político marxista contemporáneo.
Comprende un necesario ‘quebrantamiento’ con la mecánica e ininteligible
percepción de la ‘ley de la acumulación de los cambios cuantitativos en
cualitativos’, en que no se precisa el cuándo y el cómo tales acopios
cuantitativos -objetivos y subjetivos- se transforman en saltos
superiores de cualidad. La discontinuidad, aunque se asuma como
contradictoria, no debe interpretarse como una dicotomía, por demás
irreal, entre lo falso y lo verdadero, menos como una interrupción
terminal abrupta y/o una derrota del proceso socialista. Tal posición
constituye un paradigma científico en desuso, proveniente de la
Modernidad capitalista occidental, que no se apropia conscientemente del
enfoque de la complejidad filosófica, histórica y política marxista,
que debe abandonar el ‘determinismo’ a ultranza y admitir per se las
mutaciones en el flujo de la historia. La mirada crítica hacia lo
realizado en el pasado no debe juzgar, tampoco revisar peyorativamente,
algunas acciones-intervenciones políticas en los acontecimientos y
procesos, menos admitiéndolas como faltas, graves o no, porque
ocurrieron en coyunturas específicas, en que los hombres actúan según
las singularidades, internas y externas, del proceso revolucionario. En
las que barajan una o varias opciones para intentar la posible solución
de problemáticas que, en ocasiones, no le son bien conocidas, se
asimilan acríticamente otras referencias históricas y/o no son
comprendidas en su magnitud pluricausal. Eligiendo una alternativa que
no tiene que ser la acertada, ni parcial o totalmente, pero que se
apreció como la correcta y necesaria para ese tiempo histórico, aunque
la necesidad no debe convertirse en una virtud. Por lo que, para cambiar
esa percepción conceptual del pasado histórico, se requiere de una
rectificación crítica, así como del aprendizaje y la sistematización
creativa de las experiencias, tanto positivas como negativas, con
creatividad y propiciando siempre las vías constructivas de la
transformación revolucionaria.
(3)
El líder de la Revolución Cubana, el Comandante en Jefe Fidel Castro
Ruz, en una importantísima intervención y conversación con estudiantes y
jóvenes en el Aula Magna de la Universidad de La Habana en el 2005,
expresó: “¿Es que las revoluciones están llamadas a derrumbarse, o es
que los hombres pueden hacer que las revoluciones se derrumben? ¿Pueden o
no impedir los hombres, puede o no impedir la sociedad que las
revoluciones se derrumben? Podía añadirles una pregunta de inmediato.
¿Creen ustedes que este proceso revolucionario, socialista, puede o no
derrumbarse? (…) ¿Lo han pensado alguna vez? ¿Lo pensaron en
profundidad? Prosiguiendo más adelante: “… ¿Puede ser o no irreversible
un proceso revolucionario?, ¿cuáles serían las ideas o el grado de
conciencia que harían imposible la reversión de un proceso
revolucionario?” Y concluyó con esta sentencia: “Este país puede
autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que
no pueden destruirla hoy son ellos [se refiere al imperialismo,
específicamente el estadounidense]; nosotros sí, nosotros podemos
destruirla, y sería culpa nuestra”. Castro Ruz, Fidel (2005): Discurso
pronunciado por Fidel Castro Ruz, Presidente de la República de Cuba,
en el acto por el aniversario 60 de su ingreso a la universidad,
efectuado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de
noviembre de 2005. (Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado).
(4) Gallardo, Helio (1991): La crisis del socialismo histórico. Ideología y desafíos, Editorial DEI, Costa Rica; Colectivo de Autores Cubanos (1992): El Derrumbe del Socialismo en Europa del Este. Causas y Consecuencias, Dirección política de las FAR, La Habana; Colectivo de autores cubanos (1996): El Derrumbe del Modelo Eurosoviético. Visión desde Cuba, 3ra. edición ampliada, Editorial Félix Varela, La Habana; Gromiko, Anatoli (1996): Como vendieron a una gran potencia o el striptease político de Mijaíl S. Gorbachov, periódico Pravda, 11 y 15 de junio, (en ruso); Valqui, Camilo (1998): Desde Cuba: el derrumbe del socialismo eurosoviético, Editorial Feijoo, Universidad Central de las Villas, Santa Clara; Che Guevara, Ernesto (2006): Apuntes críticos a la economía política, Ocean Sur, una editorial latinoamericana, La Habana; ___ (2012): Apuntes filosóficos, Ocean Sur, una editorial latinoamericana, La Habana; Dacal Díaz, Ariel y Brown Infante, Francisco (2006): Rusia. Del socialismo real al capitalismo real, Editorial de Ciencias Sociales y el Centro Memorial Dr. Martin Luther King, JR, La Habana; Cruz Capote, Orlando (2006): Unas notas y dos visiones sobre la Perestroika y sus consecuencias, Revista Cubana de Ciencias Sociales, No.36-37, Instituto de Filosofía, La Habana, pp. 108-126; Rodríguez, José Luis (2006 y 2007): La Perestroika en la economía soviética 1985-1991. Análisis preliminar, primera y segunda parte, Revista Internacional Marx Ahora, No. 22, La Habana, 2006, pp. 50-72 y la No. 23, 2007, pp. 32-49; Katz, Claudio (2011): Modelos, ensayos y balances del socialismo en Europa Oriental: del derrumbe al neoliberalismo, Editorial Ciencias Sociales, La Habana; La izquierda latinoamericana a 20 años del derrumbe de la Unión Soviética (2012): Roberto Regalado (coordinador), Ocean Sur editorial, La Habana.
(5) Lenin, V. I. (1985): ¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro movimiento, Obras completas, 5ta. ed., T. 6, Editorial Progreso, Moscú, p. 24.
(6)
Al escribir sobre los marxismos y marxistas en plural, conteniendo per
se al leninismo(s), se abarca no sólo a los clásicos, sino a sus
coterráneos, seguidores y contemporáneos, asumiendo un marco
epistemológico fundamental para explicar la profunda dialéctica de la
teoría-práctica del marxismo revolucionario fundacional, evitando
reduccionismos que aún subsisten cuando se etiqueta al marxismo como una
filosofía lacrada y clausurada, sin los desarrollos independientes del
marxismo y las disimiles vías para llegar al socialismo, según las
condiciones sociohistóricas concretas de cada país. Igualmente, se
confronta el llamado a la “libertad de crítica”, que limitará fronteras,
tenues pero esenciales, entre el liberalismo burgués y las concepciones
de marxistas y leninistas. Lenin, V. I. (1985): Nuestro Programa, Obras Completas, T. 4, Editorial Progreso, Moscú, pp. 194-197.
(7) Es
necesario especificar estas cualidades fundacionales, originales y
creativas del marxismo y el leninismo clásico, y sus continuadores en
todas las épocas, porque este cuerpo filosófico, teórico, político y
práctico se desarrolló en una lucha contradictoria, enconada y
enriquecedora, contra otras visiones socialistas y comunistas. Estas
visiones acerca del socialismo y el comunismo, desde antes y después del
surgimiento del marxismo y el leninismo, brindaron concepciones
impregnadas de interpretaciones pro-burguesas y burguesas,
seudomarxistas, seudosocialistas y seudocomunistas, también
teorizaciones y prácticas desacertadas, inadecuadas, truncas, sesgadas e
intoxicadas conceptual, semántica y praxiológicamente que,
tergiversaron y manipularon, consciente e inconscientemente, las
principales definiciones y accionares de esta escuela de pensamiento y
sus corrientes. Entre ellos, merecen nombrarse los iniciales y
posteriores representantes de los socialistas utópicos, los anarquistas,
los anarcosindicalistas, los reformistas de diferentes posiciones
ideopolíticas; los socialistas, comunistas y socialdemócratas de la
Primera y Segunda Internacional, específicamente, los reformistas,
revisionistas y oportunistas de la última organización mencionada; la
Segunda Internacional y Media; las desviaciones y distorsiones
conceptuales y praxiológicas de la III Internacional (Internacional
Comunista o Comintern) luego del fallecimiento de Lenin, en enero de
1924; la entronización del estalinismo, el marxismo prosoviético, el
modelo autogestionario yugoslavo, etc.; la IV Internacional trotskista,
que poco debía a León Trotski y algunos de sus seguidores; la escuela
del marxismo occidental tan rica en la teoría, pero con una orfandad
práctica relevante; el resurgimiento de la Internacional Socialista en
1951; la democracia cristiana en América Latina y el Caribe; el maoísmo,
el neomarxismo, el eurocomunismo, los procesos reformistas en la Europa
del este y la Perestroika en la Unión Soviéticas, entre otros. Marx,
Carlos (1966): Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, Editora Política, La Habana; Bravo, Gian Mario (1976): Los socialistas anteriores a Marx, en tres tomos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana; Cole, G. D. H. (1986): Historia del pensamiento socialista, en seis tomos, Fondo de Cultura Económica, México D. F., del Rosal, Amaro (1958 y 1973): Los congresos obreros internacionales en el siglo XIX y XX, en dos tomos, Editorial Grijalbo, S. A. México, D.F.; Morales, Fernando (1981): La Internacional Socialista en América Latina y el Caribe, Editorial Pantera Grande, México DF; Instituto del Movimiento Obrero Internacional. Academia de Ciencias de la URSS (1982): El movimiento obrero internacional. Historia y Teoría, en seis tomos, Editorial Progreso, Moscú. También se pueden leer los criterios de: Sánchez Vázquez Adolfo (1988): El marxismo en América Latina, revista dialéctica,
Número Especial, Año XIII, No. 19, julio, Revista de la Escuela de
Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Puebla, México, p. 11;
Vargas Lozano, Gabriel (1988): El debate por la filosofía del marxismo en México, dialéctica, Ídem., p. 65; La Teoría marxista hoy. Problemas y perspectivas (2006): Atilio Boron, Javier Amadeo y Sabrina González (Compiladores), CLASO, Buenos Aires; Daniel Bensaïd (2014) Actualidad del marxismo, Entrevista a Daniel Bensaïd en el 2006, 2 de noviembre, http://www. democraciasocialista.org/?p= 1997; Stédile, Joáo Pedro (2006): Los desafíos de los movimientos sociales latinoamericanos, en América Latina en Movimiento, Agencia Latinoamericana de Información, http://alianet.org, 4 de diciembre; López Castellanos, Nayar (2012): Perspectivas del socialismo latinoamericano, Ocean Sur una editorial latinoamericana, Querétaro, México, S.A. de C:V.; Castro, Nils (2012): Las izquierdas LATINOAMERICANAS en tiempos De CREAR, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana;
(8) Lenin, V. I. (1958-1965): Cartas sobre Táctica, Obras Completas, 5ta edición, T. 31, Ed. Moskova, Politizdat, p. 134. (En ruso).
(9) Lenin, V. I. (1958-965): Cuadernos Filosóficos, T. 29, Ídem., p. 152.
(10) Lenin, V. I. (1986): Cuadernos Filosóficos, Ídem., T. 52, p. 90.
(11) Katz, Claudio (2008) “Los efectos del dogmatismo I; Catastrofismo, Esquematismo II”, Rebelión, http:// http://www.rebelión.org/.
(12)
“…sería incorrecto subestimar y sobredimensionar al marxismo, el cual
no contiene per se la totalidad de los conceptos, categorías e
instrumentos teóricos y metodológicos para la interpretación y
transformación integral de la realidad. Ni ayer como tampoco en la
contemporaneidad. (…) En la ciencia, el saber y la política, como el
accionar praxiológico societario, no saldremos adelante si nos
entregamos al voluntarismo, al espontaneismo-aventurerista, es decir si
hacemos caso omiso a las regularidades generales que rigen, a pesar de
nuestras conciencias, nuestra actividad práctica. Ni teoricismos
divorciados de la práctica, ni practicismos separados de la teoría. Al
unísono, es dable que las “reglas” y las regularidades, en determinados
casos, se alteren, pero lo imposible es que desaparezcan, sean ignoradas
y obviadas. Pero cambiar algunas “reglas”, corregirlas, readecuarlas,
redimensionarlas y/o aplicarlas crítica y acertadamente, luego de
análisis concienzudos de la realidad sociohistórica concreta que
pretendemos transformar, forma parte de la alta y consciente
subjetividad política marxista revolucionaria. Cruz Capote, Orlando
(2013): El movimiento
comunista internacional (1924-1957). Su impacto en el pensamiento
ideopolítico y el accionar marxista cubano. Propuesta para un estudio, Filosofía y Sociedad, V Jornada Científica del Instituto de Filosofía, Sello editorial filosofi@.cu, pp. 102-103.
(13)
C. Marx y F. Engels escribieron, si “…los hombres son los productores
de sus representaciones, de sus ideas, etc., pero los hombres reales y
actuantes, tal y como se hallan condicionados por un determinado
desarrollo de sus fuerzas productivas y por el intercambio que a él
corresponde, hasta llegar a sus formaciones más amplias. La conciencia
no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente, y el ser de los
hombres es su proceso de vida real. Y si en toda la ideología los
hombres y sus relaciones aparecen invertidos como en una cámara oscura,
este fenómeno responde a su proceso histórico de vida (…).” Marx, C. y
Engels, F. (1974): La Ideología Alemana, Coedición de Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, y Ediciones Grijalbo, (5ª edición), Barcelona, p. 25.
(14) Marx, C. (s/f): Introducción. Contribución a la crítica del derecho político hegeliano. Obras filosóficas, Editorial Costes, T. I., p. 24.
(15)
Lenin escribió que “…Si el estudio del comunismo consistiera sólo en
asimilar lo que dicen los trabajos, los libros y folletos comunistas,
esto nos proporcionaría con excesiva facilidad exegetas o fanfarrones
comunistas, lo que muchas veces nos causaría daño y perjuicio, porque
esta gente, después de haber leído y aprendido lo que se expone en los
libros y folletos comunistas, sería incapaz de coordinar todos esos
conocimientos y de obrar como exige realmente el comunismo”, añadiendo
que, “…Esta generación podrá aprender el comunismo únicamente si liga
cada paso de su instrucción, de su educación y de su formación a la
lucha incesante de los proletarios y los trabajadores contra la vieja
sociedad basada en la explotación”. Lenin, V. I. (1986): Tareas de las Uniones Comunistas, Obras Completas (O. C.), T. 41, Editorial Progreso, Moscú, p. 318.
(16) Lenin, V. I. (1985): Balance de la discusión sobre la autodeterminación, O. C., Ob. Cit., T. 30, p. 56.
(17) Castro Ruz, Fidel (1993): La historia me absolverá. Edición anotada, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, pp. 53-55.
(18) Engels, Federico “Introducción” de 1891. En, Marx, Carlos (1965): La Guerra Civil en Francia (1871), Marx y Engels (1965): Obras Escogidas, en dos tomos, T. I., Editorial Progreso, Moscú, pp. 453-465.
(19)
Lenin apuntó: "La Comuna no era ya un Estado en el verdadero sentido de
la palabra" (y ¿qué era, pues? por lo visto, ¡una forma de transición
del Estado al no-Estado!)”. Lenin, V. I. (1986): Materiales preparatorios para el libro “El Estado y la Revolución” (1917), O. C., Ob. Cit., T. 33, p. 171.
(20) Fanon, Frantz (1973): Los condenados de la tierra, Fondo de Cultura Económica, México, pp. 86-87.
(21) Marx, C. y Engels, F. (1965): Manifiesto del Partido Comunista (1848), Marx y Engels, Obras Escogidas, en dos tomos, T. 1., Editorial Progreso, Moscú, p. 50.
(22)
El II Congreso de la Comintern se celebró en Moscú, del 19 de julio al 7
de agosto de 1920, y trató acerca del problema nacional y colonial, y
las 21 condiciones para pertenecer a la IC, entre otros; inmediatamente,
se efectuó en Bakú, capital de Azerbaiyán, el I Congreso de los Pueblos
del Oriente, proclamándose la consigna de ‘¡Proletarios de todos los
países y pueblos oprimidos del mundo, uníos!’ Lenin, V. I. (1970): II Congreso de la Internacional Comunista, en tres tomos, T. 3, Obras Escogidas, Editorial Progreso, Moscú, pp. 454-476; Instituto de Marxismo Leninismo (s/s): La Internacional Comunista. Ensayo histórico sucinto, Editorial Progreso, Moscú, p. 91.
(23) Valdés Gutiérrez, Gilberto (2013): Algunos referentes para soñar y pensar a Cuba, revista temas, 25 abril, ttp://www.temas.cult.cu/ catalejo/economia/Gilberto_ Valdes.pdf.
(24) Lenin, V. I. (1987): Informe Político del Comité Central del PC (b) de Rusia (1922), Obras completas, T. 45, 5ta. Edición, Ed. Moskova, Politizdat, p. 105. (En ruso).
(25) Lenin, V. I. (1977): La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, Obras Escogidas, en doce tomos, T. XI, Editorial Progreso, Moscú, p. 74.
(26) Brigos García, Jesús Pastor y Alhama Belamaric, Rafael (2015): Análisis
preliminar de la significación de los procesos en la URSS y Europa del
Este para el actual proceso de actualización cubano. Informe parcial de investigación “Transformación socialista y propuestas de reformas en las experiencias europeas y cubana”, aprobado en el Consejo Científico del Insituto de Filosofía, 19 de enero de 2016. Inédito.
(27) Lenin, V. I. (2011): Informe político al undécimo congreso del partido (27 de marzo de 1922), en La última lucha de Lenin. Discursos y escritos (1922-1923), editorial Pathfinder y Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, pp. 35-94; Acerca del papel y de las tareas de los sindicatos en las condiciones de la Nueva Política Económica (s/f) O. E., Ob. Cit., Tomo III, pp. 670-680; Las tareas inmediatas del poder soviético (1985): O. C., T. 36, 5ta edición. (En ruso).
(28) Martínez Heredia, Fernando (2017): Entrevista a Fernando Martínez Heredia. “Toda dominación bien establecida, moderna, es cultural”, José Manzaneda, Cubainformación, 31 agosto, http://dialogardialogar. wordpress.com/2017/08/26/ fernando-martinez-heredia- toda-dominacion-bien- establecida-moderna-es- cultural/#more-2547.
(29) Lenin, V. I. (1987): Tesis del Informe sobre la táctica del Partido Comunista de Rusia, III Congreso de la Internacional Comunista (22 de junio-12 de julio de 1921), Obras completas, T. 44, Editorial Progreso, Moscú, p. 8.
(30)
Para el prominente economista marxista soviético, Yevgueni
Preobrazhinki, mientras la acumulación primitiva capitalista surge y se
desarrolla en el seno del feudalismo, la acumulación primitiva
socialista empieza su historia con la conquista del poder por parte del
proletariado. Por lo tanto, la acumulación dentro de los marcos del
socialismo, se manifiesta a través de dos momentos; el primero, en forma
de acumulación primitiva socialista, es decir, mediante la acumulación
en manos del Estado de recursos materiales procedentes de fuentes
externas al complejo económico estatal. En la apreciación de
Preobrazhinki, esto se podría lograr reduciendo los precios de los
productos industriales, y al mismo tiempo, tasando fuertemente a los
campesinos ricos y al beneficio del capitalista privado. El segundo
momento de la acumulación, lo llamó “acumulación socialista”. Esta
representa la adición, al capital productivo fundamental, del
subproducto que no se destina a la distribución suplementaria entre los
sujetos. Preobrazhinki, Yevgueni (1968): La Nueva Economía (1926), Editora Instituto Cubano del Libro, La Habana; Rafuls Pineda, Daniel (2011): Debates teóricos sobre la transición al s