Posted: 13 Jan 2018 07:07 AM PST
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La
última salvedad en el actual intento de deslegitimar y satanizar los
medios de comunicación rusos ha llegado con una directiva del
Departamento de Justicia de EEUU según la cual Sputnik News en EEUU debe
registrarse como agente extranjero.
Con respecto a esto,
Sputnik se une ahora a RT America (previamente ordenada a registrarse
como agente extranjero) al ser estigmatizada como diseminadora de
propaganda en lugar de noticias y análisis de noticias, mientras sus
periodistas y colaboradores son calumniados por asociación, en el
contexto de una ofensiva neo-McCarthysta más amplia que tiene el
objetivo de rebatir la oposición a las panaceas neoconservadoras e
influenciar la política exterior occidental, junto con su contraparte
económica neoliberal. Lo que hay que destacar es que esta
ofensiva no es contra los medios de comunicación rusos, sino contra las
voces disidentes occidentales que se atreven a aparecer en los medios de
comunicación rusos. Se trata de un ataque a la libertad de expresión de
los ciudadanos estadounidenses (y también de los ciudadanos británicos y
europeos, dado que en esas partes del mundo se está llevando a cabo la
misma ofensiva) y a su derecho a ejercer su profesión como periodistas,
escritores, radiodifusores y analistas políticos.
El razonamiento detrás de esta campaña de censura no es, como se dice, porque esas voces disidentes se dedican a vender falsedades, mentiras y propaganda, sino porque se dignan a exponer las causas reales de las guerras aparentemente interminables y las crisis económicas, sociales, políticas y de refugiados que caracterizan nuestro tiempo.
Las verdades más penetrantes son a menudo las que se expresan con mayor sencillez, una perogrullada cuya credibilidad se ve reflejada en la vida y las palabras del líder sindical y activista antibélico estadounidense, Eugene Debs, a finales del siglo pasado. "La guerra no viene por casualidad", dijo el gran hombre en el contexto de su firme oposición a la Primera Guerra Mundial. "La guerra no es el resultado de un accidente. Hay una causa definitiva para la guerra, especialmente para la guerra moderna".
En nuestra época, la "causa definitiva de la guerra" es la determinación de Washington de asegurar que las corporaciones globales occidentales mantengan la capacidad de arrasar el mundo entero sin impedimentos, que Wall Street absorba el excedente de capital mundial y que continúe la supremacía del dólar estadounidense, respaldado por un ejército gigantesco que se erige como monumento no a la democracia sino al imperialismo.
Aquellos que se han comprometido a atacar a los disidentes occidentales que aparecen y trabajan para los medios de comunicación rusos lo hacen sobre la base de defender y mantener este status quo, proporcionando apoyo político e ideológico para el incesante cambio de régimen, independientemente de la magnitud de la matanza, el sufrimiento humano y la desestabilización que se producen en sus estelas de vapor.
Por "aquellos" me refiero específicamente a la turbia red de grupos de reflexión (think tanks) neoconservadores como la Henry Jackson Society, el Atlantic Council y el Council on Foreign Relations, junto con la auténtica galería deshonesta de financiadores y patrocinadores que los apoyan a ellos y a sus obras. Los antedichos think tanks y otros tantos, son instituciones en las que un grupo de intelectuales raritos de costosa educación, que niegan la democracia y promueven el cambio de régimen, trabajan día y noche produciendo artículos que "exponen" a los medios de comunicación rusos y elaboran estrategias contra la supuesta influencia e interferencia rusa en los asuntos internos de las democracias occidentales. Esto lo hacen atribuyendo motivos lúgubres y sensacionalistas a las acciones de otros países, como Rusia, cuya negativa a doblegarse ante Washington los marca como el enemigo de afuera, al mismo tiempo que sus medios de comunicación, y por implicación quienes trabajan y contribuyen a los mismos, son etiquetados como el enemigo interno.
Sin embargo, el problema apremiante al que tiene que hacer frente el mundo que está interesado en el estado de derecho y la estabilidad no es la presunta injerencia rusa en los asuntos internos de las democracias occidentales. El problema ha sido y sigue siendo la injerencia occidental (o el intento de injerencia) en los asuntos internos de Rusia, Venezuela, Corea del Norte, Cuba, Siria, Libia e Irak, etc. Ésta es la verdadera fuente de los males con los que el mundo está lidiando.
Cuando hay un medio de comunicación muy difundido en Occidente, como la revista Foreign Policy, que publica un artículo con un título para nada críptico como "Es hora de bombardear Corea del Norte", uno empieza a hacerse una idea de la virulenta enfermedad moral que afecta a quienes escriben esos artículos, sin olvidar a los medios de comunicación que los publican. Y cuando se cuenta con antiguos miembros del personal de la OTAN, como Ben Nimmo, del Consejo Atlántico, que publica artículos que exploran el trabajo de los colaboradores de Sputnik, como yo, con la intención de deducir algún motivo oscuro de conspiración para seguir el patrón de dichos artículos, uno sabe que debe estar haciendo algo bien.
Aparte de esto, me gustaría invitar amistosamente al Sr. Nimmo a participar en mi programa radial de Sputnik, Hard Facts, para que siga debatiendo estos asuntos. Podría ser el equivalente radiofónico de una pelea entre Ali contra Frazier. Yo seré Ali, deslizándome por el cuadrilátero golpeándolo con un golpe justo, exponiendo su falta de movimiento, movilidad y defensa, mientras que él puede ser Frazier, viniendo hacia mí en línea recta, oscilando y zigzagueando, intentando darme con ese famoso gancho zurdo pero golpeando al aire fresco en vez de eso.
La afirmación de que los medios de comunicación rusos son propaganda es en sí misma una propaganda. La afirmación de que Rusia está interfiriendo en "nuestra" democracia es en sí misma una injerencia en "nuestra" democracia, con la que quienes hacen esta acusación se arrogan el derecho y el poder de decidir sobre los resultados de las elecciones y les atribuyen la legitimidad o ilegitimidad que consideren conveniente. Para estas personas hay líneas rojas invisibles más alla de las cuales la gente anda a su propio riesgo.
Atrévase, por ejemplo, a reclamar en contra de la OTAN como una alianza militar occidental comprometida con la proyección del poder imperial en lugar de defender la paz y la democracia como dicen que lo hace. Usted será considerado como alguien totalmente despreciable. Describa la guerra contra Irak liderada por Estados Unidos en 2003 como un crimen totalmente compatible con los valores culturales occidentales, en lugar de un error completamente contrario a esos valores, y será considerado como alguien completamente despreciable. Niéguese a aceptar que los extremistas de Siria son "rebeldes moderados" y rehúsese a referirse al gobierno sirio como el régimen sirio, y pronto se le considerará una persona non grata.
Sin embargo, parafraseando al filósofo liberal inglés John Stuart Mill, mejor un antiimperialista ridiculizado y demonizado que un fanático neoconservador rico.
El razonamiento detrás de esta campaña de censura no es, como se dice, porque esas voces disidentes se dedican a vender falsedades, mentiras y propaganda, sino porque se dignan a exponer las causas reales de las guerras aparentemente interminables y las crisis económicas, sociales, políticas y de refugiados que caracterizan nuestro tiempo.
Las verdades más penetrantes son a menudo las que se expresan con mayor sencillez, una perogrullada cuya credibilidad se ve reflejada en la vida y las palabras del líder sindical y activista antibélico estadounidense, Eugene Debs, a finales del siglo pasado. "La guerra no viene por casualidad", dijo el gran hombre en el contexto de su firme oposición a la Primera Guerra Mundial. "La guerra no es el resultado de un accidente. Hay una causa definitiva para la guerra, especialmente para la guerra moderna".
En nuestra época, la "causa definitiva de la guerra" es la determinación de Washington de asegurar que las corporaciones globales occidentales mantengan la capacidad de arrasar el mundo entero sin impedimentos, que Wall Street absorba el excedente de capital mundial y que continúe la supremacía del dólar estadounidense, respaldado por un ejército gigantesco que se erige como monumento no a la democracia sino al imperialismo.
Aquellos que se han comprometido a atacar a los disidentes occidentales que aparecen y trabajan para los medios de comunicación rusos lo hacen sobre la base de defender y mantener este status quo, proporcionando apoyo político e ideológico para el incesante cambio de régimen, independientemente de la magnitud de la matanza, el sufrimiento humano y la desestabilización que se producen en sus estelas de vapor.
Por "aquellos" me refiero específicamente a la turbia red de grupos de reflexión (think tanks) neoconservadores como la Henry Jackson Society, el Atlantic Council y el Council on Foreign Relations, junto con la auténtica galería deshonesta de financiadores y patrocinadores que los apoyan a ellos y a sus obras. Los antedichos think tanks y otros tantos, son instituciones en las que un grupo de intelectuales raritos de costosa educación, que niegan la democracia y promueven el cambio de régimen, trabajan día y noche produciendo artículos que "exponen" a los medios de comunicación rusos y elaboran estrategias contra la supuesta influencia e interferencia rusa en los asuntos internos de las democracias occidentales. Esto lo hacen atribuyendo motivos lúgubres y sensacionalistas a las acciones de otros países, como Rusia, cuya negativa a doblegarse ante Washington los marca como el enemigo de afuera, al mismo tiempo que sus medios de comunicación, y por implicación quienes trabajan y contribuyen a los mismos, son etiquetados como el enemigo interno.
Sin embargo, el problema apremiante al que tiene que hacer frente el mundo que está interesado en el estado de derecho y la estabilidad no es la presunta injerencia rusa en los asuntos internos de las democracias occidentales. El problema ha sido y sigue siendo la injerencia occidental (o el intento de injerencia) en los asuntos internos de Rusia, Venezuela, Corea del Norte, Cuba, Siria, Libia e Irak, etc. Ésta es la verdadera fuente de los males con los que el mundo está lidiando.
Cuando hay un medio de comunicación muy difundido en Occidente, como la revista Foreign Policy, que publica un artículo con un título para nada críptico como "Es hora de bombardear Corea del Norte", uno empieza a hacerse una idea de la virulenta enfermedad moral que afecta a quienes escriben esos artículos, sin olvidar a los medios de comunicación que los publican. Y cuando se cuenta con antiguos miembros del personal de la OTAN, como Ben Nimmo, del Consejo Atlántico, que publica artículos que exploran el trabajo de los colaboradores de Sputnik, como yo, con la intención de deducir algún motivo oscuro de conspiración para seguir el patrón de dichos artículos, uno sabe que debe estar haciendo algo bien.
Aparte de esto, me gustaría invitar amistosamente al Sr. Nimmo a participar en mi programa radial de Sputnik, Hard Facts, para que siga debatiendo estos asuntos. Podría ser el equivalente radiofónico de una pelea entre Ali contra Frazier. Yo seré Ali, deslizándome por el cuadrilátero golpeándolo con un golpe justo, exponiendo su falta de movimiento, movilidad y defensa, mientras que él puede ser Frazier, viniendo hacia mí en línea recta, oscilando y zigzagueando, intentando darme con ese famoso gancho zurdo pero golpeando al aire fresco en vez de eso.
La afirmación de que los medios de comunicación rusos son propaganda es en sí misma una propaganda. La afirmación de que Rusia está interfiriendo en "nuestra" democracia es en sí misma una injerencia en "nuestra" democracia, con la que quienes hacen esta acusación se arrogan el derecho y el poder de decidir sobre los resultados de las elecciones y les atribuyen la legitimidad o ilegitimidad que consideren conveniente. Para estas personas hay líneas rojas invisibles más alla de las cuales la gente anda a su propio riesgo.
Atrévase, por ejemplo, a reclamar en contra de la OTAN como una alianza militar occidental comprometida con la proyección del poder imperial en lugar de defender la paz y la democracia como dicen que lo hace. Usted será considerado como alguien totalmente despreciable. Describa la guerra contra Irak liderada por Estados Unidos en 2003 como un crimen totalmente compatible con los valores culturales occidentales, en lugar de un error completamente contrario a esos valores, y será considerado como alguien completamente despreciable. Niéguese a aceptar que los extremistas de Siria son "rebeldes moderados" y rehúsese a referirse al gobierno sirio como el régimen sirio, y pronto se le considerará una persona non grata.
Sin embargo, parafraseando al filósofo liberal inglés John Stuart Mill, mejor un antiimperialista ridiculizado y demonizado que un fanático neoconservador rico.
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