Posted: 05 Jan 2018 10:30 AM PST
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Las
autoridades argentinas ven con inquietud la compra masiva de tierras en
la Patagonia por parte de un multimillonario británico y las
«vacaciones» de decenas de miles de soldados israelíes en las
propiedades de ese acaudalado personaje.
¿QUÉ PLANEA ISRAEL EN ARGENTINA?
Por Thierry Meyssan
Dueño
de 175 empresas, entre las que se cuentan varias cadenas de
restaurantes y el club de futbol británico de Tottenham –autoproclamado
«Ejército de los Yid»– el discreto multimillonario Joe Lewis se dedica a
la especulación en el mercado cambiario, junto a su amigo George Soros.
En
el siglo XIX, el gobierno británico estuvo indeciso entre crear Israel
en la actual Uganda, en Argentina o en Palestina. Argentina estaba
entonces bajo control del Reino Unido y, por iniciativa del barón
francés Maurice de Hirsch, se convirtió en aquel momento en tierra de
asilo para los judíos que huían de los pogromos desatados en Europa
central.
En el siglo
XX, después del golpe de Estado militar que derrocó al general Juan
Domingo Perón, presidente democráticamente electo de Argentina, una
corriente antisemita se desarrolló en las fuerzas armadas de ese país.
Esa corriente distribuyó un folleto donde se acusaba al nuevo Estado de
Israel de estar preparando el «Plan Andinia», para invadir la Patagonia.
Hoy
resulta que, si bien la extrema derecha argentina exageró los hechos en
los años 1970, realmente existía un proyecto, que no era de invasión
sino de implantación en la Patagonia.
Todo
cambió con la guerra de las Malvinas, en 1982. En ese año, la junta
militar argentina en el poder trata de recuperar los archipiélagos de
las Malvinas y las Islas Georgias del Sur y Sandwich del Sur,
denunciando su ocupación por la Gran Bretaña desde hace siglo y medio.
La ONU reconoce que la reclamación argentina es legítima, pero el
Consejo de Seguridad condena el uso de la fuerza para recuperar esos
territorios en disputa. Hay de por medio un botín considerable ya que
las aguas territoriales de esos archipiélagos dan acceso a las riquezas
del continente antártico.
Al
final de la guerra de las Malvinas, que oficialmente dejó más de mil
muertos –aunque las cifras oficiales británicas en realidad minimizan
las pérdidas humanas–, Londres impone a Buenos Aires un Tratado de Paz
particularmente duro, que limita las fuerzas armadas de la República
Argentina a su más simple expresión. Incluso se priva a Argentina del
control del espacio aéreo del sur de su territorio continental, a favor
de la Royal Air Force británica, y se impone a la República Argentina la
obligación de informar previamente al Reino Unido de todas sus
operaciones.
En 1992 y
1994, dos atentados extraordinariamente devastadores y sangrientos
destruyen sucesivamente la embajada de Israel en Buenos Aires y la sede
de la asociación israelita AMIA en la misma ciudad. El primer atentado
ocurre en momentos en que los jefes de la inteligencia israelí en
Latinoamérica acababan de salir del edificio. El segundo atentado,
perpetrado contra la sede de AMIA, tiene lugar durante los trabajos
conjuntos de Egipto y Argentina sobre los misiles balísticos Cóndor.
Durante el mismo periodo estalla la principal fábrica de misiles Cóndor y
tanto el hijo mayor del presidente argentino Carlos Saúl Menem como el
hijo mayor del presidente de Siria Haffez al-Assad mueren en sendos
accidentes. Las investigaciones sobre todos esos hechos son objeto de
numerosas manipulaciones.
Después
de haber designado a Siria como responsable de los atentados contra la
embajada de Israel y la sede de la AMIA en la capital argentina, el
fiscal Alberto Nisman se vuelve contra Irán, acusándolo de haber
ordenado ambos atentados, y contra el Hezbollah, atribuyendo a esa
organización libanesa la realización de estos. La hoy ex presidente
Cristina Kirchner es acusada de haber negociado la interrupción de los
procedimientos legales contra Irán a cambio de un precio ventajoso para
las compras de petróleo. Más tarde, el fiscal Nisman es hallado muerto
en su apartamento y Cristina Kirchner es inculpada por alta traición.
Pero la semana pasada, como en una obra de teatro, se vino abajo todo lo
que hasta ahora se daba por sabido: el FBI entregó análisis de ADN que
demuestran que el presunto terrorista no está entre los muertos así como
la presencia de un cuerpo no identificado. Conclusión: al cabo de 25
años, no se sabe absolutamente nada sobre los atentados de Buenos Aires.
En
el siglo XXI, explotando las ventajas obtenidas en el Tratado impuesto a
Argentina después de la guerra de las Malvinas, el Reino Unido e Israel
emprenden un nuevo proyecto en la Patagonia.
El
multimillonario británico Joe Lewis adquiere inmensos territorios en el
sur de Argentina y en el vecino Chile. La extensión de sus tierras allí
cubre varias veces la extensión territorial de todo el Estado de
Israel. Esas tierras se hallan en el extremo sur del continente, en la
Tierra del Fuego. Incluso rodean el Lago Escondido, impidiendo el acceso
al lago [1] a pesar de una decisión de la justicia argentina.
El
multimillonario británico ha construido en esas tierras un aeropuerto
privado, con una pista de aterrizaje de 2 kilómetros, capaz de recibir
grandes aviones de transporte, tanto civiles como militares.
Desde
el fin de la guerra de las Malvinas, el ejército de Israel organiza
para sus soldados «campamentos de vacaciones» en la Patagonia. Cada año,
entre 8 000 y 10 000 soldados israelíes pasan 2 semanas de “vacaciones”
en las tierras del multimillonario Joe Lewis.
Si
en los años 1970, el ejército argentino señaló la construcción de 25
000 alojamientos –vacíos–, dando lugar al mito del plan Andinia, hoy
parece que se han construido cientos de miles más. Es incluso imposible
verificar el estado de realización de esos trabajos, por tratarse de
tierras privadas y porque Google Earth neutraliza las imágenes
satelitales de esa zona, procediendo así exactamente como lo hace con
las instalaciones militares de la OTAN.
Mientras
tanto, el vecino Chile ha cedido a Israel parte de una base militar que
posee en la zona. Allí se han cavado túneles para facilitar la vida
ante los rigores del invierno polar.
Por
su parte, los indios mapuches que pueblan la Patagonia, tanto en
Argentina como en Chile, quedaron sorprendidos con la noticia de la
reactivación, en Londres, de la “Resistencia Ancestral Mapuche” (RAM),
una misteriosa organización que reclama la independencia. Inicialmente
acusada de ser una vieja asociación recuperada por los servicios
secretos argentinos, la RAM es vista hoy por la izquierda como un
movimiento secesionista legítimo, pero los líderes mapuches la denuncian
como un ente financiado por George Soros.
El
15 de noviembre de 2017, la marina de guerra argentina perdió todo
contacto con su submarino ARA San Juan, finalmente declarado como
hundido con toda su tripulación. El ARA San Juan era uno de
los
2 submarinos de propulsión diesel-eléctrica que constituían el orgullo
de la pequeña marina de guerra argentina. La Comisión Preparatoria de la
CTBTO (Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos
Nucleares, siglas en inglés) anunció haber registrado un fenómeno
acústico inhabitual en Atlántico, cerca de la zona desde donde procedía
la última señal recibida del ARA San Juan. El gobierno argentino
reconoció finalmente que el submarino perdido estaba realizando una
«misión secreta», cuya naturaleza no se precisó y sobre la cual se había
informado a Londres. El Pentágono estaba participando en la búsqueda y
la marina de guerra rusa contribuyó con el envío de un drone submarino
capaz de explorar el fondo marino a 6 000 metros de profundidad, sin
encontrar nada. Todo parece indicar que el ARA San Juan estalló bajo el
agua. La prensa argentina está convencida de que chocó con una mina o
fue destruido por un torpedo enemigo.
Por
el momento, es imposible determinar si Israel está implicado en un
programa de explotación del continente antártico o si está construyendo
una base para el repliegue en caso de derrota en Palestina.
[1]
El Lago Escondido se extiende sobre casi más de 7 kilómetros cuadrados,
constituye un bien público de la República Argentina y sus orillas son
públicas. Nota de la Red Voltaire.
USA.
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