Resumen Latinoamericano / 7 de febrero de 2018 / Brasil de Fato
Implantado en Brasil por el MST, el proyecto que alfabetizó más de 7 mil personas tiene apoyo del gobierno de Maranhão
La ama de casa Doralice dos Santos Oliveira tenía 53 años – por más de 40 estuvo trabajando con la azada, bajo el sol ardiente del campo – cuando conoció el mundo de las letras. “La cosa que más me ha gustado en la vida fue ir a la escuela”, cuenta. Habitante del municipio de Itaipava do Grajaú, en el interior del estado de Maranhão [en la región noreste de Brasil], e hija de analfabetos, pasó la vida poniendo su huella dactilar en lugar de firma.
Tras una invitación del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), pasó a participar del proyecto “Yo sí puedo”. Fueron ocho meses asistiendo a las clases hasta que Dona Dora – como es conocida en la comunidad – finalmente pasó a formar parte de las nuevas estadísticas del estado. Ella es una de las 7 mil personas que aprendieron a leer y escribir a través del proyecto, una iniciativa para la alfabetización de jóvenes, adultos y personas mayores, apoyada por el gobierno de Maranhão.
El proyecto se basa en un método
cubano adaptado a la realidad de Brasil por el MST y representa hoy la
esperanza de miles de maranhenses que por muchos años han vivido sin
derecho a saber leer y escribir. “Quienes no saben leer, viven en el
mundo solo para decir que están viviendo, pero no saben nada. Es como si
uno estuviera en la oscuridad. Vemos las cosas, pero no sabemos qué
son”, cuenta Doralice.
Maranhão es el tercer estado brasileño con más personas analfabetas,
son cerca de 840 mil personas en esta situación, según los datos del
Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). La tasa de
analfabetismo entre personas de 15 años o más es de 16,7%. Esa realidad
se transforma a medida que nuevas personas llenan las promociones del Yo
Sí Puedo. En 2017 se desarrolló la segunda etapa del proyecto, con más
de 20 mil alumnos repartidos en 15 municipios. En la primera jornada, en
2016, cerca de 75% de los 9.482 inscritos terminaron el curso
alfabetizados.
En 2008 se realizó la primera
experiencia del proyecto en Maranhão, con carácter experimental y
enfocado en los asentamientos y campamentos de la reforma agraria en los
municipios del estado con menor Índice de Desarrollo Humano (IDH).
Actualmente la iniciativa reúne diferentes grupos – sin tierra,
indígenas, integrantes de comunidades afrodescendientes (quilombolas),
entre otros – y llega a personas como el entusiasmado Raimundo Neves
Ferreira, de 62 años, que aunque jubilado se siente “un muchacho de 12
años”.
Todos los días cuando cae la noche, toma asiento junto a otros seis
miembros de su familia en el aula donde el profesor Erasmo – su propio
hijo – imparte clases. “La mejor parte de mí día es el momento que voy a
clase”, dice con una sonrisa estampada en la cara.
Con 48 años de trabajo en la agricultura, Raimundo estudió solamente una vez en la vida, en la adolescencia, cuando tuvo la oportunidad de aprender el abecé con una profesora particular. Pero cargando el peso de la azada, no pudo continuar con las clases y solo ahora puso los pies en un aula por primera vez. “Prácticamente no sé nada, pero tengo muchas ganas de aprender”, dice con entusiasmo.
¿Qué va a hacer tras concluir los ocho meses del curso de alfabetización? Escribir un libro sobre la historia del municipio de Itaipava do Grajaú, donde nació y creció. “Eso aún está muy lejos de suceder, pero la voluntad es la mitad del viaje, entonces lucharé para lograr la otra parte”, dice, enseñando a todos a su alrededor.
El entusiasmo de Raimundo es el
mismo que mueve el corazón de personas como Miguel da Conceição
Nogueira, de 84 años, y Geni Rodrigues dos Santos, de 77 años, la pareja
de alumnos más vieja del proyecto. Con 62 años de matrimonio, los dos
pusieron los pies en un salón de clase por primera vez juntos, lo que
maravilló a la gente que convive con los dos.
Todos los días salen de casa bien arreglados para ir juntos a las
clases del programa Yo Sí Puedo. “Nosotros somos los primeros en llegar a
clase y los últimos en salir”, se vanagloria Geni Rodrigues dos Santos,
que no tuvo la oportunidad de estudiar cuando era joven porque tenía
que trabajar para ayudar a su madre a ganar el sustento de la casa.
“Tenía muchas ganas de estudiar, pero no tenía tiempo, ahora ha llegado
el momento de ser estudiante. Siempre llega el día”, conmemora.
Con el mismo origen pobre que su compañera, Miguel no se planteaba la posibilidad de conseguir estudiar, pero hoy, tras pocos meses de clase, ya celebra el hecho de poder firmar con su propio nombre. “Estoy muy satisfecho, muy contento”, dice exhibiendo sus documentos nuevos con su firma de puño y letra.
Cuando fueron invitados a participar del proyecto, los dos, así como otros muchos alumnos, pese a la timidez y a los recelos, aceptaron la propuesta ansiosos por tejer una nueva vida, a pesar de la edad. Según la coordinadora pedagógica del programa, Maria Zenilde, responsable por acompañar siete núcleos del proyecto; en las clases, la fascinación de los alumnos se sobrepone a los miedos. “Se resisten a venir a clase hasta el momento que vienen por primera vez, al día siguiente, ya no piensan en desistir”, cuenta. Lo que confirma Dona Lara, que ni bien terminó el curso en el programa, se matriculó en el programa Educación de Jóvenes, Adultos y Personas Mayores (EJAI por sus siglas en portugués) del estado. “Seguiré estudiando, cuando no estoy tejiendo a crochet, estoy leyendo. Tengo ganas de aprender”, dice. El miedo, que casi le impidió iniciar los estudios, quedó en el pasado, en la retaguardia de la vida, a donde Dora no piensa volver. “Ahora voy adelante, con más y más cursos”, afirma, mirando al porvenir.
La periodista viajó con el apoyo del Gobierno del Estado de Maranhão y del MST. Edición: Camila Maciel y Vivian Fernandes | Traducción: Luiza Mançano | Fotografía: Leonardo Milano/Mídia Ninja*
Implantado en Brasil por el MST, el proyecto que alfabetizó más de 7 mil personas tiene apoyo del gobierno de Maranhão
La ama de casa Doralice dos Santos Oliveira tenía 53 años – por más de 40 estuvo trabajando con la azada, bajo el sol ardiente del campo – cuando conoció el mundo de las letras. “La cosa que más me ha gustado en la vida fue ir a la escuela”, cuenta. Habitante del municipio de Itaipava do Grajaú, en el interior del estado de Maranhão [en la región noreste de Brasil], e hija de analfabetos, pasó la vida poniendo su huella dactilar en lugar de firma.
Tras una invitación del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), pasó a participar del proyecto “Yo sí puedo”. Fueron ocho meses asistiendo a las clases hasta que Dona Dora – como es conocida en la comunidad – finalmente pasó a formar parte de las nuevas estadísticas del estado. Ella es una de las 7 mil personas que aprendieron a leer y escribir a través del proyecto, una iniciativa para la alfabetización de jóvenes, adultos y personas mayores, apoyada por el gobierno de Maranhão.
“LA VOLUNTAD ES LA MITAD DEL VIAJE”
Con 48 años de trabajo en la agricultura, Raimundo estudió solamente una vez en la vida, en la adolescencia, cuando tuvo la oportunidad de aprender el abecé con una profesora particular. Pero cargando el peso de la azada, no pudo continuar con las clases y solo ahora puso los pies en un aula por primera vez. “Prácticamente no sé nada, pero tengo muchas ganas de aprender”, dice con entusiasmo.
¿Qué va a hacer tras concluir los ocho meses del curso de alfabetización? Escribir un libro sobre la historia del municipio de Itaipava do Grajaú, donde nació y creció. “Eso aún está muy lejos de suceder, pero la voluntad es la mitad del viaje, entonces lucharé para lograr la otra parte”, dice, enseñando a todos a su alrededor.
COMPAÑERISMO
Con el mismo origen pobre que su compañera, Miguel no se planteaba la posibilidad de conseguir estudiar, pero hoy, tras pocos meses de clase, ya celebra el hecho de poder firmar con su propio nombre. “Estoy muy satisfecho, muy contento”, dice exhibiendo sus documentos nuevos con su firma de puño y letra.
Cuando fueron invitados a participar del proyecto, los dos, así como otros muchos alumnos, pese a la timidez y a los recelos, aceptaron la propuesta ansiosos por tejer una nueva vida, a pesar de la edad. Según la coordinadora pedagógica del programa, Maria Zenilde, responsable por acompañar siete núcleos del proyecto; en las clases, la fascinación de los alumnos se sobrepone a los miedos. “Se resisten a venir a clase hasta el momento que vienen por primera vez, al día siguiente, ya no piensan en desistir”, cuenta. Lo que confirma Dona Lara, que ni bien terminó el curso en el programa, se matriculó en el programa Educación de Jóvenes, Adultos y Personas Mayores (EJAI por sus siglas en portugués) del estado. “Seguiré estudiando, cuando no estoy tejiendo a crochet, estoy leyendo. Tengo ganas de aprender”, dice. El miedo, que casi le impidió iniciar los estudios, quedó en el pasado, en la retaguardia de la vida, a donde Dora no piensa volver. “Ahora voy adelante, con más y más cursos”, afirma, mirando al porvenir.
La periodista viajó con el apoyo del Gobierno del Estado de Maranhão y del MST. Edición: Camila Maciel y Vivian Fernandes | Traducción: Luiza Mançano | Fotografía: Leonardo Milano/Mídia Ninja*