Estamos en
tiempo de elecciones anticipadas. Si es la primera, la segunda o la última vez
que esto ocurre, es lo de menos; si son o no son mega elecciones, qué más da,
en este país desde hace 20 años, las decisiones electorales son decisiones
históricas porque inciden directamente en los hechos, los inscriben en la
historia, la empujan, la estremecen; no porque se realicen a cada momento y
ocasión, no porque a cualquiera se le ocurra decretarlas tal, según su
subjetivísimo criterio; Es porque desde Chávez y su responsabilidad histórica
del por ahora, en este país las elecciones son decisiones históricas,
participativas y protagónicas.
Porque en la
República Bolivariana de Venezuela, junto a Chávez sustituimos de raíz la
democracia liberal representativa, e instituimos la democracia popular
participativa en todas las instancias del quehacer colectivo que hemos venido
construyendo y descubriendo, los chavistas, con paciencia, constancia, y
sabiduría ancestral; no con improvisaciones tecnocráticas, no mediante tretas
burocráticas, no con artilugios consumistas de punta.
Por eso hemos
derrotado a la derecha puntofijista durante veinte ininterrumpidos, sucesivos,
e históricos años de unidad, lucha, batalla y victoria; hemos resistido todos
los ataques imaginables e inimaginables que el enemigo ha lanzado en contra
nuestra. Hemos sepultado innumerables víctimas del odio clasista, del
terrorismo, la terrofagia, el fascismo, y hay que recalcarlo para que nunca se olvide:
la enfermedad y el hambre azuzando esta guerra a muerte y sin cuartel,
declarada por la burguesía transnacional, las corporaciones hegemónicas
imperialistas, la miserable burguesía parasitaria criolla y, la
buróburguesía que se está confeccionando un imaginario a su medida, en el cual
impone una Era post-Chávez cuando logre convertir al soldado eterno, mediante la señal de costumbre, en fetiche
cultural, leyenda urbana, o mito.
Este momento
electoral es un buen momento para reflexionar con seriedad responsable sobre la
Asamblea Nacional Constituyente, no desde la perspectiva jurídica apergaminada, éticamente almidonada,
indecente, burguesa, con la cual ideologizan a su target los académicos mediáticos,
no. Lo que estamos obligados a repensar es su alcance, su trascendencia
histórica, su trascendencia política y social, más allá de la urgencia
estratégica y la inmediatez táctica bajo la cual se convocó: conquistar
la paz ejerciendo la paz, para no tener que combatir la violencia,
con más violencia.
Nunca estuvo
planteada en la República Bolivariana de Venezuela –durante la embestida
guarimbera-, y gracias a la correlación de fuerzas entre terroristas y población
pacífica; ninguna guerra civil, o guerra de “perros”; mucho menos una guerra
fratricida entre venezolanos. Toda elaboración hipotética al respecto se deja
ver el mogote, en principio porque pone en duda el gentilicio
bolivariano que nos define, y además desconoce el sentimiento chavista en el
cual militamos la mayoría chavista.
La Asamblea
Nacional Constituyente 2017 abrogó la violencia; razón por la cual fue
convocada y con la cual cumplió, incluso antes de instalarse, con el apoyo firme de millones de votantes
protagónicos, pacíficos y participativamente demócratas que además de cruzar
ríos y montañas para poder expresar su voluntad electoral, estuvieron obligados
a atravesar laberínticas barricadas urbanas, que convirtieron las ciudades en
locaciones ideales para el rodaje de películas de horror salpimentado de ciencia
ficción, esas dónde la muerte acecha con
una sierra, al lado de un araguaney con el ramaje amputado por un ecocida
presto a convertirse de un solo click, en infanticida, feminicida, parricida, o
lo que sea que fuese publicable en las comunicacionales “redes sociales”.
Plenipotenciario
debe seguir siendo el pueblo, plenipotenciario para elegir a quien le dé la
gana de elegir, a Nicolás Maduro por ejemplo, para que cumpla su mandato
constitucional limitado únicamente por el voto del pueblo, el voto plenipotenciario,
el voto en su etapa superior. El voto después de la Constituyente de 1999, la
Constituyente del Chávez nuestro que estás en el tiempo.
Ya que La
Asamblea Constituyente no fue concebida para suplir la Asamblea Nacional ni aún
en sus peores circunstancias, ni aun cuando la estén usurpando los enemigos del
pueblo, aquellos a los que dejamos avanzar hasta el fondo a pesar de vocearles
a gritos “no volverán”, y dejarlos volver como vuelven los muertos insepultos
en las películas de miedo, a pesar de todos los pesares tenemos que rescatar de
la ignominia a la Asamblea Nacional para que legisle y nos devuelva su poder,
uno de los cinco poderes que tiene nuestra Patria soberana, uno de los 5
poderes que dotan de plenipotenciaridad al pueblo venezolano por encima de
cualquier funcionario, por encima de todo burócrata empingorotado e ineficaz.
Rescatemos la Asamblea Nacional para convivir en paz
con los demás y con nosotros mismos. En esta ocasión elijamos los mejores y
elijámoslos ahora, el 22 de abril junto a Nicolás, con los votos de Chávez
elijamos a los probados en toda lid, los comprobadamente comprometido, los honestos
anti corruptos, los auténticos, los vergatarios; los óptimos, que es el sinónimo del DRAE para el vulgar vergatario.
Acompañemos la iniciativa de Diosdado, vamos en búsqueda de la ofensiva
perdida, no continuemos en la línea de defensa, la revolución no se sostiene defendiéndose,
tanto va el chute al arco hasta que anota, por eso en el fútbol político
narrado por Galeano, no hay mejor defensa
que el ataque: Nicolás Maduro Presidente de la República, Diosdado Cabello
Presidente de la Asamblea Nacional, vamos, vamos de una vez ¿quién dijo miedo?
“Revolución temprana tenemos que hacer, porque mientras más se tarde, más
difícil es”, cuando las águilas se arrastren… cantaba Alí