Resumen Latinoamericano / 1 de marzo de 2018 / Vicent Partal
Seamos conscientes de que el gobierno español y sus jueces dejan claro, con sus actos, que la democracia y el autogobierno sólo volverán a este país cuando llegue la República. Y que, en consecuencia, ceder ni sirve ni servirá de nada.
Ayer dos ministros del gobierno español amenazaron con mantener el 155 o incluso endurecerlo si no se forma un gobierno tal como ellos quieren y encabezado por quien ellos quieran. Y no fue la única amenaza. El gobierno español también anunció represalias contra la mesa del parlamento sólo por haber aceptado tramitar las resoluciones que se votarán hoy. Y los partidos unionistas intensificaron la presión y esparcieron el miedo, en un intento de impedir la investidura de Jordi Sànchez. No sé qué deben pensar aquellos que tanta fuerza han hecho, desde el independentismo, para evitar la investidura de Carles Puigdemont, pero el panorama es bien claro e inequívoco: no aceptarán nada. Nada de nada. Y con ninguna cesión tendrán suficiente. Porque no buscan –los dos PP y el PSC– ningún pacto, sino la aniquilación. Y quizás sería hora que comenzasen a entenderlo.
Ayer participé en un acto magnífico en el paraninfo del Hospital Clínico de Barcelona. Uno de quienes habló fue el doctor Josep Maria Llovet, una eminencia científica y un ciudadano consciente y seguro, que dijo las palabras más exactas y clarividentes que he sentido desde hace mucho tiempo. Entre otras cosas, dijo que ya estaba bien de flagelarnos repitiendo y repitiendo que no estábamos preparados para la independencia y que habíamos fallado. En octubre hubo una confrontación, dijo, y como confrontación tenemos que entender todo lo que pasó, pasa y pasará.
Y es así, ciertamente. Estamos en medio de una confrontación y, por lo tanto, tendríamos que pensar en términos de confrontación, no en términos de posibilismo y todavía menos en términos de acuerdo, de posibles negociaciones. No nos equivoquemos: aquí no se ha cerrado ningún periodo, sino que continuamos dentro del conflicto iniciado en otoño.
Lo mejor explica qué pasó durante el octubre republicano es el descubrimiento, el 20 de septiembre, de que España estaba dispuesta a hacerlo todo para impedir la independencia. Absolutamente todo. Y la constatación, la tuvimos el primero de octubre, cuando descubrimos que si había que matar matarían –porque es evidente que si no hubo muertos fue por suerte. Se constató aquel día que, en todo caso, el error grave del gobierno y de la sociedad catalana había sido no haber pensado, antes, que España no tendría ningún miramiento en implantar medidas dictatoriales contra el independentismo, indignas de un sistema democrático. ¿Fuimos ingenuos? Quizás. Pero una vez aprendida la lección –ahora sí– no tendríamos que volver a ser ingenuos. Tendríamos que haber aprendido. Y no tendríamos que volver a imaginar fantasías.
Y en este sentido la pregunta es obvia y simple: ¿por qué razón tendríamos que creernos que el gobierno español ahora aceptará ni siquiera la formación del gobierno independentista más moderado? Algunos pensaban que el problema era investir a Puigdemont, por aquello del exilio, pero ahora el problema ya es Sànchez. Y, no os engañéis, lo será todo el mundo y cualquier cosa. Seamos conscientes de que el gobierno español y sus jueces dejan claro, con sus actos, que la democracia y el autogobierno sólo volverán a este país cuando llegue la República. Y que, en consecuencia, ceder ni sirve ni servirá de nada.