Donald
Trump se ha unido a la putinofobia de Theresa May al expulsar 60
diplomáticos rusos de suelo estadunidense. La más grande de
representantes de Moscú desde el comienzo de la guerra fría.
Recapitulemos.
El
4 de marzo aparecieron inconscientes en Salisbury, Inglaterra, Sergey
Skripal, oficial de inteligencia militar ruso devenido agente inglés, y
su hija Yulia, de nacionalidad rusa. Condenado en Rusia por su labor de
espionaje a favor de Reino Unido, el agente salió de la cárcel gracias a
un canje de espías y se estableció en Inglaterra. Los Skripal mostraban
graves síntomas de intoxicación y fueron remitidos a un hospital donde
permanecen en estado crítico. El 6 de marzo, el atrabiliario Boris
Johnson, secretario británico del exterior, dio a entender que
Moscú estaba implicado en el intento de envenenamiento de los Skripal y
cuestionó la participación de su país en el mundial de fútbol de Rusia.
El 12 de marzo, la conservadora premier May dijo ante el parlamento
británico que era “altamente probable” que Moscú hubiese sido el autor
del envenenamiento de los Skripal "con un agente nervioso de graduación
militar” del tipo que desarrolla Rusia, conocido como Novichok. May dio
un ultimátum de dos días a Moscú para explicarse y amenazó con adoptar
medidas severas si el Kremlim no daba una respuesta satisfactoria.
El
canciller ruso Serguei Lavrov puntualizaría que Rusia no proporcionó la
información exigida debido a que no había obtenido ninguna muestra del
agente neurotóxico utilizado contra Skripal. El jefe de la diplomacia
rusa afirmó que según la Convención sobre Armas Químicas, el Reino Unido
tenía que haberse dirigido directamente al país sospechoso de haber
utilizado la sustancia, proporcionándole acceso a la misma.
Duramente censurada en su propio partido por su pésimo manejo del Brexit
y desesperada por huir del descrédito interno que le ha ocasionado, May
vio en el envenenamiento de los Skripal la más socorrida puerta de
escape a su crisis interna. Por eso no dudó en culpar a Rusia pese a que
Scotland Yard ha dicho que la investigación tomará muchos meses y a que
la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas(OPAC) tardará
tres semanas solo en identificar el agente neuroparalizante
supuestamente utilizado contra los Skripal. Pero la primera ministra
apenas esperó una semana para culpar a Rusia del crimen y 10 días para
expulsar a 35 diplomáticos rusos de territorio británico.
No
hizo Washington más que anunciar la expulsión de los rusos y atrás
vinieron en cascada más de 24 miembros de la OTAN y la Unión Europea,
así como Australia. Arriba de 120 funcionarios del servicio exterior de
Rusia deberán abandonar los países donde trabajaban. En eso que llaman
Occidente no abundan los países independientes.
Por
su parte, en Washington, el “primer ataque con armas químicas en Europa
desde la segunda guerra mundial” ha venido como anillo al dedo, no
importa que no se haya aportado una sola prueba de la autoría rusa. A
Trump para fugarse del estrecho cerco judicial del fiscal Robert Mueller
y de las crecientes acusaciones de abuso sexual de varias mujeres. A
los fanáticos rusófobos como el secretario de Estado Mike Pompeo, el
director de seguridad nacional John Bolton y un buen número de
legisladores republicanos y demócratas porque quieren una política aun
más hostil contra Moscú.
Aunque
sea con este circo de mal gusto, “Occidente” ha ripostado los duros y
exitosos contragolpes de Vladimir Putin en Georgia, Ucrania y Siria, que
desplazan a Washington y a Israel como principales decisores en Medio
Oriente. Y no sólo. La exhibición por el jefe del Kremlim de armamentos
hipersónicos capaces de neutralizar el despliegue de la OTAN en sus
fronteras e impactar en cualquier lugar del mundo, su estratégica
alianza con China, la imposición, junto al gigante asiático de una
política de diálogo en la península coreana; su arrollador triunfo
electoral del 18 de marzo. Demasiado insoportable para Occidente.
Rusia fue declarada libre de armas químicas por la OPAQ. Estados Unidos no. Y el alto jefe militar ruso Ígor
Kirílov, sostuvo que "el laboratorio(de Porton Down; Inglaterra), sigue
siendo una instalación supersecreta cuyas actividades incluyen… no solo
destruir armas químicas obsoletas, sino… llevar a cabo experimentos".
Rusia ha negado enfáticamente las acusaciones. ¿Putin, llevar a cabo ese
ataque contra un espía de cuarta vísperas de las elecciones y del
mundial de fútbol? ¡Por favor!
Twitter:@aguerraguerra
|
|