Cervantes

Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobretodo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté.

MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha.

17 de abril de 2018

La prensa mundial pretende “incendiar” la imagen de Venezuela

Resumen Latinoamericano*, 15 de abril 2018.
Por Ángel González
Los grandes poderes internacionales adelantan una estrategia de guerra total contra Venezuela. Se han desplegado frentes de ataque que abarcan desde lo político y económico hasta lo comunicacional y simbólico. Esta última dimensión juega un papel crucial en la avanzada que pretende hacer caer la Revolución Bolivariana, ya que la violencia mediática dinamiza y potencia la violencia económica y política, con la perversa intención de destruir la imagen institucional del país y justificar las agresiones.
En medio de una lluvia de informaciones manipuladas y mentiras fabricadas y emitidas a través de la red de cadenas de información, ocurren eventos que se ubican en esta misma categoría de guerra simbólica aun cuando, en apariencia, no forman parte de un entramado discursivo del tipo noticioso. Así, la organización World Press Photo (Fotografía de la Prensa Mundial), financiada entre otros entes por la agencia mediática estadounidense Asociated Press, decidió otorgar el premio Mejor Foto del Año (World Press Photo of the Year) una imagen que muestra a un sujeto enmascarado cubierto en llamas en el marco de la ola de violencia desatada por la oposición venezolana entre abril y julio del año pasado. Desde la nominación el hecho adquirió una connotación particular, dado el rebote que la simple postulación tuvo en los medios de comunicación regionales, que se dieron a la tarea de maximizar la noticia y prácticamente “premiar” por adelantado esta fotografía, asignándole un conjunto de valoraciones y significados con una clara intención política: mostrar una imagen de Venezuela como un país inmerso en la extrema violencia.
La manipulación y la intencionalidad política se evidencian desde las propias palabras de la presidenta del jurado encargado de ejecutar la premiación. Magdalena Herrera, una fotógrafa nacida en Cuba y nacionalizada francesa, declaró a la prensa que la imagen “dice mucho de lo que está pasando en Venezuela, donde hay manifestaciones, una detrás de la otra, en las que hay una violencia total”. El objetivo es utilizar el espacio de este premio internacional como plataforma para difundir e instalar en la opinión mundial la idea de que Venezuela es igual a caos, incendio y violencia. Llama la atención que aún cuando otras imágenes candidateadas hablaban sobre un atentado terrorista en Inglaterra, las víctimas del grupo extremista Boko Haram en Nigeria, la masacre de la etnia Rohinya en Myanmar o la guerra en Irak contra el Estado Islámico, la única fotografía que presentó una escena realmente violenta es la que se refiere a Venezuela. Y es que la instantánea no muestra la expresión de una emoción ni explica una situación que simbolice un suceso de trascendencia, se trata de una foto en la que un enmascarado corre envuelto en llamas, imagen que provoca escándalo por lo primitivo del hecho sin necesidad de conocer el contexto en el que se desarrolló la acción ilustrada.
Precisamente, ese contexto es desdibujado en una leyenda generalista que habla de que un hombre “coge fuego en medio de enfrentamientos con la policía durante protestas contra el presidente Nicolás Maduro en Caracas, Venezuela”. Lo que no explica la leyenda, ni el jurado del premio, ni todos los portales de prensa que han replicado insistentemente la imagen, es que el suceso, ocurrido el 3 de mayo de 2017, fue producto de una de las violentas arremetidas de grupos de militantes de los partidos de la oposición que durante cuatro meses ejecutaron actos terroristas en las calles de la capital venezolana. De hecho, el sujeto que aparece en la fotografía se prendió fuego él mismo al perforar el tanque de gasolina de una motocicleta que previamente habían robado a un funcionario de la Guardia Nacional. Luego de agredir y someter al uniformado, el grupo irregular incendió el vehículo en medio de la calle y el protagonista de la gráfica se dedicó a golpear el tanque de la moto con una barra de metal para hacerla estallar. El resultado fue que resultó rociado con gasolina y alcanzado por las llamas que él mismo había provocado.
Se trata solo del fragmento de una escena que formó parte de la terrible situación de violencia política provocada por la oposición venezolana, en la que se intentó fracturar la paz y la institucionalidad democrática mediante la imposición del caos callejero. Durante semanas los grupos de choque financiados por los partidos políticos y respaldados por el Gobierno de Estados Unidos, incendiaron vehículos de transporte público, destrozaron calles y avenidas, quemaron asimismo edificios públicos, entre ellos escuelas y hospitales, e incluso prendieron fuego sobre la humanidad de más de veinte personas, de las cuales siete resultaron fallecidas. Todo esto con la intención de provocar el colapso del Gobierno y así adelantar una salida forzosa del presidente Nicolás Maduro del poder. Si el fuego fue el símbolo de algo en Venezuela, lo fue de la actitud antipolítica de las clases adineradas del país en un arrebato más por tomar el poder. Pero, tal como ha sucedido en varias ocasiones desde el inicio de la Revolución Bolivariana en 1999, la violencia antidemocrática fracasó en sus intenciones.
Lo que los medios interesadamente obvian decir es que la arremetida de la derecha fue contundentemente detenida cuando más de ocho millones de venezolanos acudieron a las urnas electorales a elegir a los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente. Justo el día de esa elección, el 30 de julio de 2017, se detuvo en seco la seguidilla de hechos de violencia en las calles de Venezuela. El pueblo demostró que los mecanismos democráticos y electorales son la vía que los venezolanos han escogido para dirimir las diferencias políticas.
Esta lección de paz, que dio inicio a un conjunto de eventos electorales desarrollados en Venezuela en los últimos meses para relegitimar todas las instancias políticas, es otro de los elementos significativos que la infame fotografía de la prensa internacional intenta ocultar. Al querer retrotraer una situación pasada y superada para superponerla a la realidad presente, se demuestra que el objetivo es falsear la imagen internacional de nuestro país mediante la manipulación simbólica, la reproducción de la mentira y el engrandecimiento y la premiación de la violencia.
Alainet

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