Resumen Latinoamericano, 1 abril 2018
Nota: texto base para el debate sobre fascismo a celebrar en Errekaleor el próximo 6 de abril de 2018. Esta ponencia actualiza entre otras la realizada el 4 de abril de 2004 con el título de Contra el Neofascismo y también el pequeño texto del 27 de noviembre de 2014 Introducción a la ‘Psicología de masas del fascismo’ de W. Reich. Ambos están a libre disposición en la Red. Recomiendo su lectura crítica para profundizar en el debate de esta ponencia.
- Los 14 años transcurridos desde Contra el Neofascismo están marcados por cuatro dinámicas que agudizan las fuerzas impulsoras de lo que genéricamente llamamos «fascismo»: Una, la por ahora imparable «decadencia de Occidente», amenazado por las y los parias de la tierra, una de las justificaciones más poderosas de los fascismos. Dos, la tercera Gran Depresión iniciada en 2007: recordemos que la primera Gran Depresión de 1873 impulsó como salida la militarización industrial e imperialista, y la guerra mundial de 1914-1918; y que la segunda Gran Depresión iniciada en 1929 impulsó el nazismo, el franquismo, la guerra mundial de 1940-1945. Tres, la crisis socioecológica y de recursos vitales con sus efectos en las pugnas interimperialistas y en las agresiones a la humanidad. Y cuatro, la extrema polarización antagónica entre la inconmensurable riqueza de una ínfima gran burguesía y la sobreexplotación de una gigantesca fuerza social de trabajo empobrecida hasta lo inhumano, y en medio de esta tenaza las mal llamadas clases medias y pequeñas burguesías casi tan desconcertadas e iracundas como en los cataclismo anteriores.
- Estos y otros cambios capitalistas como la rentabilidad creciente de la industria del turismo y del deporte alienador de masas, la necesidad de mover ingentes sumas de capital corrupto que exige ser blanqueado a cualquier precio, la presencia en tiempo real de la industria político-mediática y cultural burguesa, la multiplicación exponencial de las fuerzas irracionales inherentes al fetichismo de la mercancía en un capitalismo que busca generalizar nuevos consumos para reactivar la tasa media de beneficio, etcétera, explican la facilidad con la que grupos fascistas rusos recorrieron distancias imposibles de cubrir en 1940-45 para provocar violentamente al pueblo bilbaíno con la excusa de un partido de futbol. Porque para el fascismo, la industria del futbol es sólo un medio de engorde y de difusión mundial de sus objetivos.
- Así comprendemos que sectores conscientes del pueblo ejercitaran el sagrado derecho de autodefensa el pasado 22 de febrero en Bilbo. La violencia fascista provocó momentos de tensión extrema a raíz de los cuales murió de un ataque al corazón Inocencio Alonso García, policía autonómico español. Las reacciones de las fuerzas políticas oficiales y de las reformistas responsabilizando casi por igual a los atacantes y a quienes practican el derecho de autodefensa demuestra cuando menos una ignorancia supina de lo que es el fascismo, o lo que es peor su asunción de la nefasta creencia de que la única forma de combatirlo es la parlamentaria, sin ninguna movilización popular.
- ¿Ha vuelto el fascismo, entonces? Lo que entendemos generalmente por fascismo nunca se ha ido del todo. Siempre ha estado y está más o menos presente de algún modo, por lo que no necesita «volver» sino en todo caso hacerse notoriamente presente, salir abiertamente a la luz como fuerza política con mayor o menor apoyo social. Incluso en los momentos de más aparente «paz social» y supuesta «normalidad democrática», incluso entonces el fascismo en su acepción más amplia, zumba como una avispa para recordarnos que es la reserva de fuerza contrarrevolucionaria de masas. En contextos de crisis social larga y profunda, cuando el poder del capital puede estar en peligro, fracciones de la burguesía y sectores de su Estado reactivan o impulsan al fascismo, contando con la pasividad del reformismo que se niega a movilizar a la clase obrera y al pueblo trabajador. En la mayoría inmensa de los casos el triunfo del fascismo se ha producido después de derrotas del movimiento obrero y popular, aprovechando su desmoralización, sus dudas y divisiones internas.
- El fascismo es una fuerza contrarrevolucionaria que en determinadas condiciones puede llegar a ser de masas y puede conquistar el poder estatal, pero que ha cambiado mucho en sus formas y algo en sus contenidos desde 1923. Aquí, como en todos los problemas a los que se enfrenta la praxis humana, es imprescindible recurrir a la categoría de lo universal, lo particular y lo singular en la poliédrica corriente fascista, sobre todo cuando las vaguedades reformistas del populismo laclausiano y podemita, enturbian el debate y anulan la radicalidad crítica.
- Lo básico, lo universal del fascismo aparece al desnudo en la materialización de sus constantes: destrucción de las organizaciones revolucionarias y sindicales; destrucción de los derechos concretos y de las libertades críticas, no asimilables por la burguesía; control estricto o incluso anulación de los derechos y libertades formales; libertad de explotación salarial, patriarcal y racista; Estado, partido y sindicato únicos, ramificados verticalmente en la vida social; omnipotencia y omnipresencia policíaco-militar; cultura y lengua única como eje del nacionalismo imperialista; base de masas obedientes; enfervorecimiento de la pequeña burguesía…
- Lo universal del fascismo surgió con la fase industrial del capitalismo, cuando la pequeña burguesía y el campesinado entraron en una irreversible época histórica de mayor incertidumbre que la que tenían en la fase artesanal y manufacturera precedente. La masiva producción industrial destrozaba a la pequeña burguesía y al campesinado, a su mundo de tranquila quietud, y reforzaba a la clase obrera y a la alta burguesía. Desde 1830 y 1848 estos sectores empezaron a mostrar tendencias irracionalistas, cobardes, obedientes a un jefe bonapartista que abría el camino al cesarismo y se concretaría al poco tiempo en el duce, el führer, el caudillo.
- La industrialización imperialista, su violencia extrema, aceleró esta crisis de identidad pequeño burguesa en los Estados europeos que no habían realizado la primera oleada de revoluciones burguesas. El fascismo, el nazismo, el salazarismo, el franquismo… surgieron allí donde la burguesía no había culminado su revolución antifeudal y no había creado un sistema parlamentario capaz, con sus problemas, de alienar a sectores importantes de la clase trabajadora, tras haberlos derrotado previamente. Además, esas pequeñas burguesías, sectores campesinos medios, capas de funcionarios, etc., padecían unas formas concretas de fetichización mercantil de su existencia y de crisis de su estructura psíquica colectiva cotidiana, familiar, sexual y nacional que no tenían ya nada que ver con las formas de la pequeña producción artesanal.
- Sus valores de orden y autoridad se hundieron bajo los golpes de crisis múltiples. La intelectualidad pequeño burguesa no tenía la capacidad de su hermana mayor para crear una «cultura fascista» superior a la burguesa, sino sólo en su culto a la violencia, a la represión salvaje e inmediata del comunismo, al racismo zafio y brutal, al nacionalismo reaccionario, al líder o «macho alfa», y a las fantasías de un «nuevo orden de mil años». Pero esta debilidad real fue una baza a su favor porque la bruta simplicidad irracional de su propaganda llegaba directamente a lo más profundo del inconsciente del pueblo trabajador contaminado con la ideología pequeño burguesa.
- El primer momento crítico de la formación del fascismo fue 1917-1923 durante el cual fracasó la revolución burguesa rusa de febrero de 1917, triunfó la bolchevique en octubre, se hundió la ofensiva alemana en 1918 y estalló la revolución en Alemania que sólo sería derrotada en 1923; y además, en 1922 Mussolini llegó a Roma, la URSS venció definitivamente al imperialismo en 1923. El segundo momento crítico de la formación del nazifascismo fue entre 1929 con el inicio de la Segunda Depresión del capitalismo mundial y 1933 con la victoria de Hitler. La formación del nazifascismo es por tanto incomprensible sin la existencia de la URSS.
- Las expresiones particulares del fascismo vienen determinadas por la lucha de clases como síntesis de múltiples contradicciones. Los Camisas Negras italianas, la NSPD alemana, la Guardia de Hierro rumana, la Cruz Flechada húngara, la Acción Francesa, el Rexismo belga, la Unión Británica de Fascistas, la Unión Nacional noruega, el Estado Nuevo portugués, las FET y las JONS españolas, etcétera, muestran las abundantes formas particulares del fascismo hasta 1945. Con la mal llamada «guerra fría» el grueso del fascismo entendido en su generalidad debe ser estudiado sobre todo teniendo en cuenta la estrategia de la OTAN y de los servicios secretos occidentales, sobre todo en Estados decisivos para los EEUU como Italia, la península ibérica, Alemania Federal, Turquía, Grecia, etcétera.
- Con la devastación social del neoliberalismo desde mediados de los ’80, la implosión de la URSS y la expansión al Este de la OTAN desde los ’90, la aceleración del autoritarismo en la UE, la crisis de 2007 y el Tratado de Lisboa de 2010 con las nuevas tareas encomendadas a la OTAN, el debate sobre el fascismo ha entrado en otra dimensión. La derechización inquietante de la «liberal Holanda» a comienzos de 2017, a fascistización de Ucrania desde 2014, o los 60.000 neonazis desfilando en Varsovia en noviembre de 2017 con la complacencia del PiS oficialmente en el gobierno polaco, el arraigo del FPÖ austriaco, la fuerza de Amanecer Dorado en Grecia y de la Derecha Alternativa o «alt-right» en Suecia, el «fascismo renovado» de CasaPound en Italia…, estas y otras realidades nos exigen profundizar y extender el concepto de fascismo ante la innegable peligrosidad que este movimiento está adquiriendo.
- Pero no sólo para Europa: el ascenso programado del fascismo en Nuestra América, por ejemplo, también nos lo exige. Las transformaciones habidas en el capitalismo occidental desde 1945 aconsejaban que el nazifascismo sólo actuase a pelo descubierto en otros continentes como en Nuestra América mediante el Plan Cóndor y otras dictaduras, en donde se inventó en término de «fascismo criollo» para aclarar las particularidades del nazifascismo en aquél continente. Ahora, se propone avanzar del término «sub-fascismo» para definir los golpes blandos, los muy duros y el terrorismo de las guarimbas, al de «fascismo amistoso/hostil» para comprender su recurso a diversos métodos según los casos.
- En los EEUU los grupos neonazis han crecido un 22%, según estadísticas oficiales, sólo durante el primer año de Trump. Y no olvidemos el duro giro a la derecha que imprimió Harper a Canadá y que Trudeau no ha reorientado del todo. ¿Qué decir de los movimientos ultraderechistas y militaristas en India, Japón y otros países claves en la decisiva Asia? ¿Qué decir de la vigilancia masiva y la represión en el militarizado Egipto? ¿En qué medida son «fascistas» al estilo europeo estos regímenes? Cada uno de ellos debe ser analizado en su concreción singular para descubrir su inserción particular en la universalidad fascista, o tal vez decir que esa universalidad debe ser definida como «fascismo tardío» surgido de las respuestas a las contradicciones y luchas de clases del «capitalismo tardío».
- El estudio de su concreción singular debe tener muy en cuenta según los casos la baja o alta autonomía relativa de la subjetividad histórica con sus contradicciones internas, de la cultura y de la lengua, de la tradición, de los valores…, es decir de eso que se denomina «factor subjetivo» que se convierte en fuerza material sociopolítica, que incide objetivamente en la lucha de clases. Muchas de las fricciones y hasta choques entre los diversos fascismos responden además de a los diferentes intereses socioeconómicos de sus burguesías también a las divergencias existentes en sus identidades culturales y subjetividades históricas, que pudieron ser muy duras en el pasado y que siempre dejan marcas en el presente.
- El anticomunismo, el control estricto o la persecución del sindicalismo combativo, del feminismo socialista, del internacionalismo obrero y popular, etc., están más o menos activos en el Japón sintoísta, la India hindú, el Egipto musulmán, la católica España: por un lado, sus enormes diferencias religiosas, culturales y económicas no anulan que, en lo básico del poder del capital, «coincidan» con parte de la identidad fascista; pero por otro lado, sus respectivas subjetividades históricas explican las diferencias en el desarrollo de esas restricciones o represiones. Estos y otros países no son ahora mismo dictaduras nazifascistas, desde luego, pero en su interior existen prácticas represivas típicas de ese régimen. Los nazis no tuvieron problemas ideológicos en integrar en su máquina de terror a sectores judíos, hindúes, musulmanes, budistas, sintoístas, ortodoxos… que no tenían nada que ver con la «raza aria» pero sí querían arrasar la URSS y todo lo que significaba.
- La URSS ya no existe y por ahora la burguesía mantiene su poder en las sociedades imperialistas sin recurrir al nazifascismo salvaje porque, entre otras cosas, aún no aparece por la esquina izquierda del futuro inmediato una oleada prerrevolucionaria. Es cierto que, como hemos dicho en el punto 1º hay al menos cuatro dinámicas que enturbian cada vez más el mañana incluso comparado 2018 con 2004, pero aun así la burguesía se siente sólida en su poder, precisamente porque el auge del neofascismo y del populismo orienta el malestar irracional de sus votantes por la senda del parlamentarismo, del electoralismo. Hitler, Mussolini, Franco… aniquilaron el electoralismo parlamentarista.
- Muchas derechas extremas actuales incluso se distancian formal y propagandísticamente del neofascismo para ganar más votos: saben que la burguesía controla los medios de alienación de masas imprescindibles para ganar elecciones decisivas en situaciones no prerrevolucionarias, como la presente, y necesita dar buena imagen. Se habla de «posfascismo» para referirse a los extremismos derechistas que, a falta de la URSS, vuelcan sus odios contra el Islam, la emigración, la nueva pobreza y el mestizaje, pero se olvida que este «posfascismo» es enemigo mortal de la izquierda revolucionaria, del sindicalismo combativo, del feminismo socialista, de la cultura crítica y que no combate al capital sino a la izquierda nueva y joven que está formándose.
- Por ejemplo, Alternativa para Alemania tiene ya 297 personas cobrando del Parlamento alemán. Una investigación del ‘Die Zeit’ ha demostrado la fuerte presencia de nazis en su interior y su arraigo en sectores del ejército. Pero el partido evita en lo posible dar una imagen que recuerde al nazismo mientras que las cifras de ultraderechistas son las mayores de su historia reciente. Es claro que la dilucidación de lo que es este partido no se puede hacer aplicándole mecánicamente todas las características hitlerianas, pero sí debemos tener en cuenta algunas de ellas en sus formas actuales: el racismo extremo, el anticomunismo, la dictadura irracional del líder y de la «figura del Amo», los valores reaccionarios de la pequeña burguesía, la misoginia y la exaltación de la «madre», la cultura del cuerpo como autodisciplina obediente, la añoranza de un pasado mejor que debe volver… todo ello buscando la aniquilación del comunismo porque su fantasma empieza a ulular.
- La impunidad de la que gozan los franquistas con alrededor de 4000 ataques anuales no sólo es explicable por el «franquismo sociológico», que tiende a aumentar, sino sobre todo por el arraigo material de las ideas fascistas organizadas dentro del «Estado profundo» y en muchas instituciones socioeconómicas y políticas, como la Iglesia. El PP maneja perfectamente a estos grupos como un padre al hijo díscolo. La ayuda de Ciudadanos y la pasividad del PSOE y Podemos, asegura el resto. La «nueva piel» de algunos grupos les lleva a limitar el uso de emblemas nazis pero les permite reactivar tácticas como la «ayuda nacional» negada a los emigrantes que realiza Hogar Social, y otras. Lo mismo ocurre con el Estado francés pero a otra escala por las decisivas lecciones históricas dejadas por la revolución burguesa, por la ocupación nazi y por la victoria del populismo de Macrón, que le han obligado al Frente Nacional a denominarse Reagrupación Nacional, casi idéntico al del partido Reagrupación Nacional Popular colaboracionista con los nazis.
- El fascismo en Euskal Herria responde a la singularidad del marco autónomo vasco de lucha de clases. Hemos recorrido lo universal del fascismo y lo particular de los fascismos, hasta llegar ahora a la singularidad vasca. La lucha de clases es mundial, las liberaciones de los pueblos son singulares, y lo que les conecta mediante la dialéctica del conocimiento es el estudio de lo particular. En Euskal Herria lo particular es la base material nazifascista que subsiste en lo profundo del imperialismo franco-español, aunque con diferente fuerza en cada uno de sus dos componentes por obvias razones históricas. El fascismo tuvo cierta implantación en Euskal Herria entre 1933 y 1945, y luego supo camuflarse hábilmente dejando posos que son «reservas de irracionalidad» movilizables cuando el poder franco-español lo estime conveniente.
- Sin entrar en la extrema derecha francesa en Euskal Herria por falta de espacio: recordemos el porcentaje de media de votos lepenistas en Iparralde, en Hegoalde existe un significativo conglomerado imperialista español en el que los componentes fascistas –notorios en la derecha en Nafarroa y nunca combatidos por el PSOE de este herrialde- son reactivados por el Estado según sus necesidades como, por ejemplo, la oleada de irracionalidad represiva lanzada por el PP de Aznar entre 1996 y 2004. Pero la socialdemocracia no está libre de culpa en la pervivencia del conglomerado fascista y neofascista. Nunca ha movilizado a sus bases contra él, siempre ha ocultado sus crímenes, jamás ha exigido depuraciones ni castigos por las atrocidades fascistas, durante decenios ha torpedeado y obstruido la verdad histórica y ha dejado que varios miles de asesinados se pudran en las cunetas y campos vascos, por no hablar de su directa responsabilidad en la «guerra sucia», en las torturas, etc., prácticas típicas del nazifascismo. Peor aún, se alió con las fuerzas más reaccionarias y neofascistas camufladas en el PP para controlar el gobiernillo vascongado entre 2009 y 2011.
- La experiencia de la nada sorpresiva reaparición del fascismo activo, que no latente o dormido, en Catalunya desde que esta nación intensificó la lucha por su independencia y por otros derechos elementales, confirma lo que estamos analizando. Por ahora, sus ataques son una advertencia de lo que será capaz de hacer el imperialismo español fuera de su misma legalidad, la que ella dicta e impone, si Catalunya insiste en ponerse en pie. Lo que España es capaz de hacer en base a su misma legalidad, se está viendo día a día y desborda los poderes de control del artículo 155 para avanzar en el ataque a la identidad nacional catalana. Los ataques fascistas advierten de lo que hará España saltándose su misma legalidad, o sea, recurriendo en caso necesario a la «dialéctica de los puños y las pistolas» como decía el fundador de la Falange.
- Es aquí cuando llegamos al problema de las respuestas del reformismo frente a los ataques fascistas. Tras el ejercicio del derecho de autodefensa popular en Bilbo el pasado 22 de marzo, al que nos hemos referido en el punto 3º. Tanto en 1922 frente al fascismo, como en 1933 frente al nazismo, los socialistas y socialdemócratas renunciaron a la lucha popular decidida basada en la amplia movilización de la clase obrera y del pueblo trabajador que, sin supeditarse a la pequeña burguesía, sí buscaba integrarla como aliada pero siempre bajo la dirección estratégica del proletariado revolucionario. Una lección entonces aprendida a golpe y con sangre, y que se reiteraría después infinidad de veces, es que la clase trabajadora termina desmoralizándose cuando sus direcciones le imponen el pacifismo pasivo, manso y gandhiano frente a las agresiones nazifascistas.
- Grandes manifestaciones de miles de obreros y obreras eran rápidamente disueltas a golpes por pequeños grupos nazifascistas formados militarmente, que generalmente actuaban de acuerdo con la policía estatal. Locales, centros sociales, periódicos, bares populares, teatros… eran asaltados por esas bandas protegidas por el Estado. La fe crédula en el parlamentarismo y en el electoralismo ponía a la defensiva al pueblo, daba tiempo a la burguesía y envalentonaba al nazifascismo. Ahora el reformismo dice que 2018 es muy diferente a 1933 y que ya no es necesaria la autodefensa ni la autoorganización del pueblo obrero para aplastar los brotes fascistas; pero el reformismo ignora o quiere ocultar que en el capitalismo actual ha exacerbado los medios de alienación frente a los cuales sólo cabe la praxis, y dentro de ella la movilización contra todo ataque a las libertades sigue teniendo tanta o más importancia que entonces.
- El reformismo olvida u oculta las lecciones positivas de la historia: por ejemplo, las izquierdas del Estado español aprendieron que la impunidad nazifascista de 1922-1933 había desmoralizado a las clases y naciones oprimidas, facilitando la victoria del capital, por lo que reforzaron su sana costumbre de resistirse al fascismo allí donde asomara el hocico, lo que les preparó para derrotarlo en su primera arremetida. La experiencia mundial confirma esta lección positiva, mientras que el reformismo se queda con las negativas: la pasividad del Frente Popular chileno allanó la vía al terror de Pinochet en 1973; el PCE español paralizó toda movilización hacia el socialismo en plena crisis de la dictadura para asegurar la «transición pacífica» a la monarquía impuesta por el dictador. Especial impacto desmovilizador tuvo la orden de no respuesta a la matanza de abogados en Atocha en enero de 1977.
- Pero en el capitalismo actual el problema en realidad es más grave aunque parezca que la «solidez democrática» conjura el peligro fascista visto sólo en su forma más brutal. Otras veces son grupitos con mensajes «suaves» pero muy reaccionarios como las denominadas «constelaciones familiares», etc. Lo que sucede es que las formas de explotación contemporáneas exigen de la virulencia cotidiana de los microfascismos invisibilizados consustanciales a los micropoderes capilares que flexibilizan las redes de dominación, opresión y explotación extendiéndolas a la totalidad de la vida social. No hace falta decir que el Estado es el centralizador estratégico de estos micropoderes y microfascismos, teledirigiéndolos según los intereses del capital pero manteniendo su autonomía relativa en lo cotidiano e íntimo, en lo falsamente «privado», porque esa relativa autonomía multiplica su efectividad.
- Estas disciplinas y microviolencias –algunas de las cuales llegan al asesinato de mujeres, a las violaciones, a las palizas a migrantes, etc.- están más desarrolladas ahora que en 1922-1933 porque ahora son mucho mayores las trabas que obturan la rapidez del proceso entero de realización del beneficio capitalista. Es por esto que los microfascismos tienden a coordinarse sinérgicamente con creciente facilidad irrumpiendo con brutal violencia en determinados momentos. El futbol es una industria alienadora especialmente efectiva en la canalización de las frustraciones y tensiones diarias. Hay otras muchas facetas de la vida social en las que, como sus matices, se activan comportamientos semejantes como la imparable drogadicción legalizada o tolerada, el auge del irracionalismo en una sociedad en la que la ciencia oficial es una simple fuerza productiva asalariada subsumida en el capital constante, y así una inacabable lista.
- La entera estructura psicofísica del actual sistema parlamentario está ideada para integrar funcionalmente estas tensiones, y para condenar las iniciativas populares cuando éstas ejercen el derecho de autodefensa. Esto segundo es lo que ha sucedido tras los acontecimientos del 22 de febrero en Bilbo. El reformismo se ha enfrentado de nuevo a toda la evidencia que muestra que la movilización obrera y popular es el método decisivo de lucha contra el fascismo y contra los microfascismos, siendo el parlamentarismo de izquierda –cuando se practica- solo un medio de ayuda táctica supeditada a la estrategia de movilización de masas, y nunca a la inversa. Las violencias de los micropoderes patriarcales, racistas, empresariales, de poder adulto, etc., y su fácil salto casi imperceptible a prácticas microfascistas sólo se combaten en su radicalidad mediante las correspondientes movilizaciones de autodefensa colectiva, que es la mejor pedagogía posible.
- Uno de los errores del reformismo, y de sus límites, es que rechaza absolutamente la filosofía de la praxis, la dialéctica entre la teoría y la práctica. Tal cerrazón le imposibilita enfrentarse a las contradicciones y le precipita en el abismo sin fondo de la legalidad burguesa, haciéndole retroceder a los mitos del socialismo utópico según los cuales sólo la metafísica culturalista –las «neuronas»- puede emancipar a la humanidad, mientras que la acción entendida machista y biológicamente –la «testosterona» (¡sic!)- es inservible. Nos estamos refiriendo a la estricta frase «Contra el fascismo más neuronas y menos testosterona» de Iker Casanova, criticada por alguien que firma con el pseudónimo de Fermin Borisovna –véase: Sobre antifascismo, neuronas y testosterona del 2 de marzo de 2018, disponible en la Red-.
- Quien firma con el pseudónimo de F. Borisovna tiene razón en su crítica, pero no la lleva a la totalidad de la lucha contra el peligro fascista. Se centra en la lucha contra el fascismo en su forma más descarada pero no se extiende, seguramente por espacio, en la muy necesaria autodefensa pública y abierta contra los microfascismos. En realidad no son dos luchas cualitativamente diferentes, sino momentos interrelacionados de una estrategia única de autodefensa en la que los niveles más «bajos» y hasta nimios según la miopía reformista se entrelazan y coordinan en una sinergia que puede avanzar hacia praxis más amplias y profundas. Desde esta visión procesual, es imposible rechazar las formas más coherentes de autodefensa frente a la violencia fascista sin rechazar a la vez, o al menos sin cuestionar seriamente, otras formas «menores» de autodefensa: concentraciones y escraches frente a locales empresariales, escarnio de machistas y racistas, parodias contra obispos reaccionarios, pintadas en bancos que desahucian, etc.
- En los últimos días hemos gozado en Euskal Herria de confluencias varias –feminismo, pensiones, universidad, marxismo, sindicatos, amnistía y derechos humanos, euskara…- que al margen ahora de otras consideraciones, se entienden desde la tendencia a la coordinación de las luchas y desde la visión teórico-política del papel central que tiene el movimiento obrero y popular en el ejercicio de su derecho a la autodefensa. Sólo cinco fechas: En 1936-1937 el nazifascismo bombardeó poblaciones vascas; en 1975 el fascismo fusiló a militantes vascos y españoles; en 1981 el fascismo asesinó por tortura en Madrid un militante vasco, en 2014 el FMI se paseó por Bilbo, y lo mismo hicieron los fascistas rusos en 2018. En los tres casos, el pueblo se defendió como pudo. De la misma forma en que la categoría de lo universal, lo particular y lo singular nos sirve para comprender el fascismo, los neofascismos y otras formas de su brutalidad destinadas a liquidar el movimiento revolucionario, también nos explica qué une la autodefensa vasca ante esas cinco agresiones, y ante todas.
- En las naciones oprimidas la presencia del fascismo es más polifacética y múltiple en sus diversas formas e intensidades que la que sufren los pueblos no oprimidos nacionalmente por la simple razón de que la resistencia de los primeros obliga al Estado a intervenir más descaradamente, y obliga también a la burguesía colaboracionista a ayudar al Estado. Así, en las naciones oprimidas suele ser más débil la ficción democrática y más visibles las formas de dominación. En este contexto, esos fascismos varios pero centralizados por el Estado se ocultan y hasta «desaparecen» bajo los debate bizantinos sobre el populismo, la democracia, la acción pacífica, etc. Se crea una densa niebla ideológica que impide ver las contradicciones, orientando la ceguera reformista hacia nebulosas como ciudadanía, parlamento, transversalidad, consenso de la sociedad civil, agentes políticos y sociales, el 1% frente al 99%… Pero el Estado nunca duerme.
EUSKAL HERRIA 1 de abril de 2018