Cervantes

Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobretodo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté.

MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha.

21 de junio de 2018

Cuba: Protección al consumidor: ¿Reclamo o cumplimiento obligatorio? Por Víctor Ángel Fernández


 
 
 
 
 
 
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En los últimos tiempos, se ha deteriorado tanto el trato hacia los destinatarios de productos y servicios, que ha llegado a verse como algo normal el no ser bien atendido.
Desde que al inicio de los años 60 del siglo pasado se emitieran las primeras resoluciones para la protección del consumidor, ha llovido mucho y realmente, se ha resuelto poco.
Ya casi nadie recuerda aquella campaña de la Regla de Oro del comercio socialista cubano: Atenderle, servirle y complacerle. Incluso el premio de reconocimiento a los que desempeñaban esas labores, era entregarle un pequeño pasador en forma de regla dorada, que ellos, orgullosos, exhibían en su uniforme.
Pero algo me preocupa sobre el particular: En muchos espacios de la prensa, sea por funcionarios entrevistados o por opiniones de los que escriben, se repite una frase, casi sin variaciones: Los cubanos no saben reclamar sus derechos o los cubanos deben aprender a reclamar sus derechos.
De inicio, las personas de referencia, no se incorporan en la opinión con la conjugación en “no sabemos” o “debemos aprender”, como si ellos fueran extraterrestres o estuvieran al regreso de todo lo que debe saberse y que los aprendizajes quedan para otros simples mortales.
Otra arista del problema es la discriminación implícita del planteamiento. Hablar de que los cubanos no sabemos reclamar derechos, es meterse en un bolsillo la historia de Cuba.
Trasladándonos tan lejos como a las reclamaciones de Hatuey, la rebelión de los vegueros o las enseñanzas de Varela. Asimismo, al siglo XIX de Céspedes, Agramonte, Maceo o Martí. El siglo XX de Mella, Guiteras o Villena y, obviamente, el de la Generación del Centenario, ¿alguien podrá sostener que no sabemos reclamar derechos y hacer válidas las palabras del Titán de Bronce, de que la independencia se conquista con el filo del machete?
En realidad, la Constitución de 1940 no era mala. Algunos la ubican como una de las mejores de su tiempo a nivel internacional, pero en la práctica solo era papel mojado.
Contra los derechos estudiantiles, plasmados en aquella Carta Magna, estaban la policía y los chorros de agua de los bomberos, mientras que las parejas de la guardia rural, cuidaban el sueño de los terratenientes, basados en los reales derechos de los que ostentaban el poder.
Fue necesario salir a dar la vida porque esos derechos, no solo quedaran ubicados, como pidió el Apóstol, desde el primer artículo de nuestra constitución, sino porque fueran el ambiente diario en que nosotros tenemos el derecho a vivir.
Ese ha sido nuestro objetivo y esas seguirán siendo las bases del proyecto social que hemos construido.
Entonces, en nuestro real existir los derechos ciudadanos, no solo los de los consumidores, están para ser RESPETADOS, por todo aquel que deba tener relaciones con ellos.
La dirección del Estado, todos los componentes de los poderes ejecutivos y hasta el último directivo en la escala que tenga que ver con ese tema, están puestos ahí, sin olvidar que es de forma provisional, mientras cumplan con sus deberes, tal y como establecen nuestras leyes, para hacer que se respeten todas y cada y una de las leyes.
No es posible que un ciudadano cubano llegue a un restaurante y deba reclamar por la calidad o por el precio. No es posible que se llegue a la panadería y el peso y la calidad del pan no cumplan con lo normado. No es posible que el médico no te atienda, o que el farmacéutico desvíe el medicamento o que el arquitecto y el ingeniero, hayan movido los materiales de la construcción y la obra tenga mala calidad.
Hoy leía en un medio de prensa que la nueva norma sobre la protección de estos derechos, aduce a la necesidad de que el consumidor sepa reclamar lo que le toca y las vías para hacerlo. ¿Por qué me toca a mí, en tanto consumidor, corroerme en esas reclamaciones?
Si en cada uno de esos momentos, el ciudadano común y corriente, tiene que desgastarse reclamando derechos, escribiendo a un medio de prensa, para que tres meses después, comisión ad-hoc por medio, le respondan que en efecto, el arroz con frijoles que debió consumir el día de su fiesta de cumpleaños en aquel restaurante, no cumplía con lo establecido y que por ello, se le había hecho un señalamiento a los trabajadores y directivos del lugar. ¿A dónde hemos llegado? Si no fuera tan real, pudiera calificarse de kafkiano.
De esas variantes leemos cada semana en las respectivas secciones de nuestros medios de prensa, pero al final se repiten, porque todos los implicados, deben acabar de comprender, sin lugar a ninguna duda, que en nuestra realidad, cada cual está para cumplir con lo que le toca y no para esperar, la mayor parte de las veces con mucho disgusto, a que sean reclamados los derechos que están recogidos en las leyes. Mucho sacrificio ha costado a lo largo de nuestra historia, precisamente por esos cubanos que siempre supimos y sabemos reclamar derechos, para que ahora, alguien trate de desconocerlo.
Nuestro proyecto social, con todo y sus insatisfacciones, es mucho más fuerte que eso.

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