Posted: 21 Jun 2018 01:00 PM PDT
Ya es evidente que la abstención será esta vez algo menor y que López Obrador obtendrá la primera mayoría relativa frente a sus adversarios que probablemente no lleguen ni a la mitad del electorado incluso sumando sus resultados.
Las urnas mostrarán abiertamente a todo el mundo la crisis gravísima del establishment y la debilidad de las clases dominantes en México, que hoy están divididas respecto a qué hacer al día siguiente de las elecciones presidenciales.
En efecto, mientras la prensa de los patrones y la mayoría aplastante de los grandes capitalistas, que están entrelazados con las empresas transnacionales, pretende impedir que se vote por AMLO, una minoría de ellos y las organizaciones de empresarios ligados al mercado interno así como los referentes de los capitalistas medios aceptan la posibilidad de su triunfo, esperando cooptarlo. El “voto” de Donald Trump y del capitalismo internacional es también muy claro y se opone terminantemente a la posibilidad de que México deje de aplicar al pie de la letra las políticas económicas y sociales impuestas en Davos.
Estados Unidos considera que nuestro país es una mera extensión de su economía y un problema interior y Trump mira hacia las elecciones parlamentarias estadounidenses y sus posibilidades de reelección. Por eso endurecerá aún más su política hacia Canadá y México y mantendrá su proteccionismo, que le gana apoyo interno, frente a las importaciones de cualquier producto, industrial o agrícola, que pueda competir con la producción estadounidense.
Esa actitud, por otra parte, y la guerra de tarifas amenaza asfixiar la ligera recuperación de la economía europea y el crecimiento de la economía china provocando como efecto secundario una baja de los precios de los productos minerales, de los carburantes y de todos los insumos para la industria y para los salarios (alimentos humanos y forrajes), lo cual tendrá efectos recesivos en México y en todo el mundo.
El Citi bank y un sector de la burguesía han indicado ya que aceptarán un gobierno “para frenar al tigre”, sin cambios sociales importantes y con una política neoliberal y de sumisión a Washington, pero eso no es lo que quieren los votantes de AMLO que, como mínimo, exigen una política desarrollista como la de los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo. Ahora bien, una política igual a la de Peña Nieto implica mantener la ocupación del país por las fuerzas armadas y aumentar la represión de las inevitables protestas y de los movimientos sociales que serían estimulados por la decepción y la ira de los votantes de AMLO si éstos se sintiesen estafados.
El CITI también se preocupa porque AMLO podría no obtener la mayoría parlamentaria, lo cual quiere decir que apuesta a la multitud de tránsfugas de otros partidos y de otros gobiernos de derecha que treparon al carro de AMLO porque saben que la principal relación del tabasqueño es con el “tigre” que lo puede amenazar o que él podría tratar de controlar mientras que esa gentuza oportunista tiene, en cambio, una relación “con el mercado” pues se vende sin problemas al mejor postor y demostró ser flexible, ultraconservadora y controlable.
Las opciones de la burguesía, por consiguiente, son dos: o un fraude descarado e inmediato oculta, como en 1988 y en 2006, el resultado real de la elección o, por el contrario, el establishment se inclina por domesticar al domesticador del “tigre” para poderlo ir adormeciendo y cortarle las garras. En el primer caso, la represión armada y masiva sería la principal respuesta de la clase dominante ante una respuesta popular indudablemente masiva y airada pero desorganizada. En el segundo, el establishment ganaría tiempo y posiciones desgastando al gobierno de Morena ante sus seguidores mientras practicaría una represión preventiva y desorganizadora para impedir o desunir las protestas sociales.
Hay un fraude en marcha con la compra de votos. Para los trabajadores y la población pobre que se niegue a vender su voto y vote en cambio por AMLO buscando construir un México más justo, más honesto, más equitativo y reformas de fondo que lo hagan posible, no hay otra opción que su organización y su independencia.
Eso necesitarán tanto si hay un golpe y se instaura una dictadura con AMLO en la cárcel o en su finca La Chingada como si el tabasqueño es elegido para mantener la política del PRIAN y abandona las pocas promesas progresistas que formuló durante su campaña.
En un artículo titulado “A Dios rogando y con el mazo dando” recordé la semana pasada este proverbio para insistir en que es urgente y necesario cambiar la relación de fuerzas entre explotados y explotadores. Pero eso no se hace en las urnas sino en las conciencias y en las movilizaciones y se concreta como frente anticapitalista unido que se apoye en una red de comités, de asambleas barriales permanentes de control y de organizaciones comunitarias surgidas de asambleas populares.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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Las urnas mostrarán abiertamente a todo el mundo la crisis gravísima del establishment y la debilidad de las clases dominantes en México, que hoy están divididas respecto a qué hacer al día siguiente de las elecciones presidenciales.
En efecto, mientras la prensa de los patrones y la mayoría aplastante de los grandes capitalistas, que están entrelazados con las empresas transnacionales, pretende impedir que se vote por AMLO, una minoría de ellos y las organizaciones de empresarios ligados al mercado interno así como los referentes de los capitalistas medios aceptan la posibilidad de su triunfo, esperando cooptarlo. El “voto” de Donald Trump y del capitalismo internacional es también muy claro y se opone terminantemente a la posibilidad de que México deje de aplicar al pie de la letra las políticas económicas y sociales impuestas en Davos.
Estados Unidos considera que nuestro país es una mera extensión de su economía y un problema interior y Trump mira hacia las elecciones parlamentarias estadounidenses y sus posibilidades de reelección. Por eso endurecerá aún más su política hacia Canadá y México y mantendrá su proteccionismo, que le gana apoyo interno, frente a las importaciones de cualquier producto, industrial o agrícola, que pueda competir con la producción estadounidense.
Esa actitud, por otra parte, y la guerra de tarifas amenaza asfixiar la ligera recuperación de la economía europea y el crecimiento de la economía china provocando como efecto secundario una baja de los precios de los productos minerales, de los carburantes y de todos los insumos para la industria y para los salarios (alimentos humanos y forrajes), lo cual tendrá efectos recesivos en México y en todo el mundo.
El Citi bank y un sector de la burguesía han indicado ya que aceptarán un gobierno “para frenar al tigre”, sin cambios sociales importantes y con una política neoliberal y de sumisión a Washington, pero eso no es lo que quieren los votantes de AMLO que, como mínimo, exigen una política desarrollista como la de los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo. Ahora bien, una política igual a la de Peña Nieto implica mantener la ocupación del país por las fuerzas armadas y aumentar la represión de las inevitables protestas y de los movimientos sociales que serían estimulados por la decepción y la ira de los votantes de AMLO si éstos se sintiesen estafados.
El CITI también se preocupa porque AMLO podría no obtener la mayoría parlamentaria, lo cual quiere decir que apuesta a la multitud de tránsfugas de otros partidos y de otros gobiernos de derecha que treparon al carro de AMLO porque saben que la principal relación del tabasqueño es con el “tigre” que lo puede amenazar o que él podría tratar de controlar mientras que esa gentuza oportunista tiene, en cambio, una relación “con el mercado” pues se vende sin problemas al mejor postor y demostró ser flexible, ultraconservadora y controlable.
Las opciones de la burguesía, por consiguiente, son dos: o un fraude descarado e inmediato oculta, como en 1988 y en 2006, el resultado real de la elección o, por el contrario, el establishment se inclina por domesticar al domesticador del “tigre” para poderlo ir adormeciendo y cortarle las garras. En el primer caso, la represión armada y masiva sería la principal respuesta de la clase dominante ante una respuesta popular indudablemente masiva y airada pero desorganizada. En el segundo, el establishment ganaría tiempo y posiciones desgastando al gobierno de Morena ante sus seguidores mientras practicaría una represión preventiva y desorganizadora para impedir o desunir las protestas sociales.
Hay un fraude en marcha con la compra de votos. Para los trabajadores y la población pobre que se niegue a vender su voto y vote en cambio por AMLO buscando construir un México más justo, más honesto, más equitativo y reformas de fondo que lo hagan posible, no hay otra opción que su organización y su independencia.
Eso necesitarán tanto si hay un golpe y se instaura una dictadura con AMLO en la cárcel o en su finca La Chingada como si el tabasqueño es elegido para mantener la política del PRIAN y abandona las pocas promesas progresistas que formuló durante su campaña.
En un artículo titulado “A Dios rogando y con el mazo dando” recordé la semana pasada este proverbio para insistir en que es urgente y necesario cambiar la relación de fuerzas entre explotados y explotadores. Pero eso no se hace en las urnas sino en las conciencias y en las movilizaciones y se concreta como frente anticapitalista unido que se apoye en una red de comités, de asambleas barriales permanentes de control y de organizaciones comunitarias surgidas de asambleas populares.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.