Las
propuestas conceptuales y prácticas que provienen desde disímiles
contextos históricos, sociales y políticos, hasta geográficos;
diferentes procesos civilizatorios; distintos desarrollos económicos,
sociopolíticos y culturales; significados ideológicos, políticos y
culturales discordantes no pueden obnubilarnos la visión sentipensante
de admitir acríticamente algunos de los cuerpos conceptuales llamativos,
incluso rigurosos, para una realidad desemejante a la nuestra, porque
no están contextualizados, adaptados, asimilados y sintetizados de
manera creadora, por lo que pueden ser instrumentados miméticamente, y
cualquier copia mecánica conduce al fracaso. (1)
En
primer lugar, no todo lo expuesto terminológicamente constituyen tesis,
menos definiciones y principios, pero lo más significativo es, en
segundo lugar, que el proceso a través del cual un sistema cultural,
como el capitalista, subordina a otro alternativo al suyo, empieza con
el acto de dar, o no dar -ya que la ambigüedad lingüística / semiótica
puede desempeñar un efecto paralizante en el pensar y actuar-, nombres,
denominaciones, etiquetas y adjetivos, lo que implica una
esencialización, uniformización y, sin cortapisas, una imposición
hegemónica del Otro, que se auto-ubica en un escalón
‘superior’, con la automirada arrogante de los centros de poder
capitalistas eurocéntricos y norteamericanizadores hacia la periferia
que consideran inferior e imperfecta. Lo que nadie parece cuestionar es
que toda lectura verdadera implica reestructuración y reconstrucción, un
proceder hermenéutico de valía universal y concreta.
Los
thinks Tanks del capitalismo no cesan de inventar, innovar, crear y
desarrollar sus propios pensares, criterios, argumentos y categorías,
pero filtran, adocenan y matizan algunos descubrimientos teóricos e
intelectuales del Sur geopolítico con el fin de apropiarse de estos y
utilizarlos en sus des-propósitos de la más amplia y profunda dominación
imperialista. (2)
Ese
es el sentido de los diseñadores de la ‘aldea global’, en
contraposición a la ‘aldea local’, que no es más que la “glocalización”,
“indigenización” (3) y la real neo- globocolonización
de quienes nos invitan a ‘pensar globalmente’ y ‘actuar localmente’, o a
la inversa; los mismos que enrumban las ideas y prácticas hacia
conceptualizaciones especulativas y empíricas, con falencias críticas
teóricas indicadas, que revelan coyunturas paradójicas y
controversiales, perplejidades, relativismos e incertidumbres
insalvables, que, si bien son signos de la etapa histórica transicional y
de reconfiguración estratégica geopolítica en que se debate hasta hoy
la humanidad, en parte, por la mundialización capitalista alcanzada,
están siendo aprovechadas y recrudecidas, oportunistamente, por las
guerras culturales de ese sistema de explotación y opresión en la
contemporaneidad, en contubernio con los grupos de la gran burguesía
oligárquica y transnacionalizada interior. (4)
La
retórica discursiva del capitalismo contemporáneo, con el arribo del
postmodernismo de derecha que le sirve de soporte ideológico - cultural,
ataca al metarrelato histórico, se propone el relajamiento y
reduccionismo del Estado, asimismo, el discurso de la posthistoria abstracta, impuesto por los neoconservadores, los del pensamiento blando
y reformistas de variado espectro pretenden determinar las barreras
‘absolutas’ entre lo público y lo privado, difuminando lo primero,
puesto que sugiere que incuestionablemente el Estado nación ha agotado
todas sus potencialidades como principal agente organizado y mediador
del desarrollo económico - social, en que el mercado es uno de los
referentes históricos, el otro sería la democracia occidental burguesa,
legitimando la dominación transnacional neoliberal. (5) difuminar.
Igualmente,
las soberanías limitadas sustituyen a las reales, se produce el
envilecimiento de todo nacionalismo, en especial el
patriótico-solidario, antimperialista y antirracista; se priorizan las
privatizaciones y la imposición de la ley salvaje del mercado, la
mercantilización de todo lo material y espiritual; se anuncia el
dislocamiento y desvanecimiento del sujeto histórico-político colectivo
(si es el del cambio pues mejor) y, con ello, la exaltación de la
individualización; las disoluciones de las identidades en las múltiples
diversidades, los multiculturalismos viciados, la atomización y
fragmentación de las sociedades, además del aupamiento de los
separatismos nacionales, étnicos, religiosos y raciales extremos.
A
ello se une el esfuerzo uniformador y homogeneizante del discurso
imperante acerca de cómo debía ser la “sociedad civil universal”,
confrontando a los Estados-naciones, los gobiernos y los partidos
políticos con el fin de ensanchar sus brechas; se escribe sobre la
neutralidad académica, del nihilismo y el apoliticismo ramplón, del fin
de las clases (6) y la lucha de clases; el imperialismo
fue sustituido hábilmente por un imperio “ultraimperialista”, a lo
kaustkiano, sin estar a la altura de este, (7) se llama
al descomprometimiento de los intelectuales con lo popular y las ideas
de izquierda, el abandono de la críticas de las armas y las armas de la
crítica.
El
pensamiento desmovilizador se tradujo a través del neolenguaje de lo
“políticamente correcto” y el que no lo es -ahora con la novedosa
terminología de las noticias falsas, fake news-, y se juzga con un doble
rasero y arbitrariamente la legitimación no solo de los sistemas
sociales, sino a los gobiernos, las clases, las creencias y se ambiciona
el control y la determinación del asunto de la autoridad moral y, por
tanto, del derecho y la razón ‘universalistas’ en todas las latitudes
geográficas.
La
derecha internacional desacredita la política, la deslegitima y le hace
perder credibilidad ante los ojos de millones de ciudadanos, bajo el
enfoque generalizado de la corrupción de los partidos políticos y los
políticos, mientras las tradicionales y nuevas agrupaciones políticas se
alternan el poder y los gobiernos. Se judializan los procesos
progresistas y a los dirigentes de la izquierda acusándolos de malas
prácticas, y los parlamentos burgueses, corruptos hasta la médula,
provocan ‘impeachment’ contra estos, desalojándolos del gobierno con
mentiras y falseamiento de pruebas, incluso convirtiéndolos en
perseguidos y encarcelándolos. De esta forma se engaña a las masas
populares.
Los
conglomerados intelectuales de la derecha imperialista y capitalista
fueron participes activos de los estudios poscoloniales, los raciales,
los multiculturalismos, la poshistoria, la neohistoria y numerosos temas
enunciados por intelectuales del denominado Sur geopolítico, desde la
India y los latinoamericanos-caribeños progresistas, pero tamizaron los
sentidos y símbolos, retorciendo las formas-contenidos y adocenaron las
esencias hasta donde les fue posible. Elaboraron con una impresionante
fuerza mediática una zaga de los conflictos de las civilizaciones y
‘culturalizaron los conflictos’, para alejar las sospechas acerca de la
acción perversa de las ideologías y las políticas burguesas. (8)
Cuba,
que nunca ha estado a la retaguardia de los debates y embates
enriquecedores y desafiantes de las diversas culturas a lo largo de más
de cinco siglos, consecuencia de ser ‘el crucero del mundo’, dada su
ubicación geográfica en la entrada del Golfo de México -la ‘Llave de las
Islas Occidentales’, ‘Llave del Golfo’, ‘Llave del Caribe’, la ‘Perla
del Caribe’, la ‘Isla de la Libertad’-, constituye per se el
punto geopolítico nodal y estratégico de enlace entre las dos Américas:
la anglosajona del norte y la del indo-latinoamericana del sur, también
desempeña el rol de ser la mayor de las Antillas, por lo que está muy
intervinculada con la diversidad de las innumerables islas caribeñas;
así como entre América en su totalidad y el resto del mundo, continua en
la actualidad siendo sometida a esos ‘tsunamis’ ideopolíticos y
culturales.
Esa
realidad contextual histórico-geográfica, le ha permitido ser un centro
cosmopolita no ajeno a las heterogéneas ideas, pensamientos,
ideologías, adelantos científicos y técnicos, como tampoco a la manera
en que se asumen las denominaciones globales en su entorno interior, muy
poroso a la asimilación, mezcla, yuxtaposición, adaptación y adecuación
crítica, contando por suerte para ello con un electivismo-selectivo que
le proviene del pensamiento filosófico y político, además de
científico, del siglo XIX, (9) y con el de un
instrumental y pensamiento dialéctico-crítico que permitió, y
permite, lograr una síntesis crítica, creadora y original, que no escapa
a que las influencias foráneas perduren por un tiempo antes de ser
aprovechadas para el enriquecimiento de la identidad y cultura nacional.
Por
lo que en los arribos constantes de una cultura regional e
internacional se está produciendo un desaprendizaje y aprendizaje,
deconstrucción y construcción de lo cubano, de los procesos del
sincretismo religioso (10) y la transculturación (11)
que han sido muy singulares para la conformación de la Patria, la
nación, el cubano y la cubanía. Ese ‘pueblo nuevo y mestizo’, como lo
denominó el sociólogo brasileño Darcy Ribeiro, (12) que
se constituyó en un valladar para la salvaguardia nacional. Aunque no
debemos olvidar la sentencia que plantea que, en países y pueblos
nuevos, relativamente, todos padecemos de interrogantes vitales.
El
apóstol de la independencia de Cuba, José Martí (1853-1895), se refirió
a esta situación de la siguiente manera: “(…) En el fiel de América
están las Antillas, que serían, si esclavas, mero pontón de la guerra de
una república imperial contra el mundo celoso y superior que se prepara
ya a negarle el poder, -mero fortín de la Roma americana; -y si libres,
-dignas de serlo por el orden de la libertad equitativa y trabajadora,-
serían en el continente la garantía del equilibrio , la de la
independencia de española y la del honor para la gran república del
Norte, (...) Es un mundo el que estamos equilibrando: no son solo dos
islas (Cuba y Puerto Rico) las que vamos a libertar. (...) Un error en
Cuba es un error en América, es un error en la humanidad moderna. Quién
se levanta hoy en Cuba se levanta para todos los tiempos”. (13)
II
Las
reflexiones del primer epígrafe provienen de cómo estamos adoptando
consciente e ingenuamente el vocabulario, la terminología y hasta los
conceptos foráneos -que no por ello deben ser excluidos- para
reconstruir el socialismo en Cuba, en medio de las necesarias
inserciones al mundo capitalista que nos rodea. Oportunidades y grandes
desafíos, y quien no lo comprenda de esa forma puede deslizarse en el
hondón peligroso del nunca volver a las raíces.
Es
notable, a veces escandalosa, la presencia en nuestro ambiente de
términos como: cuentapropistas, y emprendedores (ambos eufemismos, y el
segundo una traspolación de empresarios que intenta eliminar las
asimetrías entre los mismos); empleadores; clientes; negociaciones;
flexibilidad laboral, en el trabajo y el empleo, que constituyen
categorías diferentes, sin conocerse que la flexibilidad se usa en el
capitalismo para maximizar ganancias del capital; capital humano en sus
disímiles variantes; el marketing, el mercadeo y la promoción de los
valores de consumo y consumismo masivo, con insuficiencias en el fomento
de los sectores productivos; la mención única de la gestión sin
advertir que existen nuevas formas de propiedad que todas tienen
necesidad de articularse en una totalidad en el tránsito socialista y
que, además, coexisten con la nuevas formas de cogestión y de
autogestión con cierta autonomía de los trabajadores; el olvido de las
alianzas entre los obreros y el campesinado con las clases subalternas,
también los estudiantes, los trabajadores domésticos, los
cooperativistas, etc.; la no diáfana concepción que las cooperativas
agropecuarias e industriales son una forma organizativa, de producción y
de reproducción de la vida bajo el socialismo, si no distorsionan sus
principios organizativos y de a quienes sirven solidariamente.
Siguiendo
con la exposición está, además, la sustitución del uso de la emulación
por competitividad, dejando la primera a los centros y colectivos
laborales que no poseen recursos -más si son presupuestados- para la
estimulación a los trabajadores; el trabajo voluntario se realiza
igualmente de acuerdo a las necesidades del lugar y su utilidad,
perdiéndose su carácter formador de una consciencia socialista; el
cuentapropismo (trabajo casi familiar y precario) se utiliza para no
mencionar o esconder la pequeña y mediana propiedad privada (Pymes) que
sí aparecen en los documentos del Partido; los espacios de disputa real
que existen en los colectivos laborales y las secciones sindicales, que,
hablando revolucionariamente, quedan anulados o muy restringidos por
las prerrogativas de autoridad de los jefes en las instituciones tal
como está descrito en el ‘Código de Trabajo’; se reitera una fórmula
inexistente en el socialismo de que se paga al trabajador lo que él es
capaz de producir -‘de cada cual según su trabajo a cada cual según su
capacidad’-, desconociendo que la distribución no se puede aislar del
modo de producción y del derecho burgués que subsiste en el tránsito,
pero omitiendo que no es una fórmula realista, pues resulta necesario el
plusvalor para beneficio de toda la sociedad, y menos en el socialismo
subdesarrollado se podrá pagar según el trabajo realizado; sigue sin
definirse si los dueños privados tienen que militar en el mismo
sindicato que sus trabajadores, a los cuales explotan con intensidad
-aunque son remunerados mejor que los trabajadores estatales- y sin
cumplir, en muchos casos, lo establecido en las leyes en cuanto a
descanso retribuido, vacaciones, licencia de maternidad y por enfermedad
–no escribo por ahora si existe o no la discriminación por el color de
la piel, etárea, estereotipo de lo que es bello-, sucediendo algo
semejante con trabajadores que están contratados -subcontratados, pues
una empresa nacional lo precontrata, nunca directamente el empresario
extranjero- en las empresas de capital mixto y en mayor grado las del
cien por ciento de capital foráneo, etc.
Sin
embargo debo aclarar, que mis percepciones científicas y políticas no
están prejuiciadas de antemano acerca que no debemos utilizar el
instrumental conceptual y práctico del cual el capitalismo ha sido un
abanderado en estos 500 años de despliegue de su sistema de dominación y
hegemonía, aunque con grandes contratiempos: el inusitado desarrollo de
las fuerzas productivas, dada su capacidad lógica de metabolizar, por
necesidad, y apropiarse para sí mismo de los adelantos científicos
técnicos con el fin de extraer la plusvalía, ese plusvalor que le
permite la reproducción ampliada al sistema múltiple de dominación del
capital.
Este
modo de producción siempre se ha propuesto explotar y oprimir, directa e
indirectamente, la mano de obra asalariada de los trabajadores y de los
pueblos, enajenar a los hombres y mujeres, que no poseen los medios de
producción, por lo que tienen que vender su fuerza de trabajo en un
mercado de compra-venta, como una mercancía, que además está fetichizada
y cosificada, no importando que sea más menos calificada (trabajo
simple y complejo, manual e intelectual), en un mercado de valores,
muchas veces de comportamiento ficticio, que, perpetuamente, les
retribuirá por debajo de lo que sean capaces de rendir laboralmente, es
decir no le darán un salario ni siquiera acorde al trabajo necesario que
han invertido, y muchos menos al excedente que el capitalista les exige
para reproducir originaria y, luego, ampliadamente el capital.
Es
probable tomar y aceptar experiencias ajenas, siempre que sepamos
realizar la aceptación y aprovechamiento crítico de los términos,
lenguajes, definiciones y prácticas comprobadas o no, en una síntesis de
rigurosas readecuaciones y sin olvidar que lo que queremos rehacer en
esta reconstrucción y reaprendizaje constante es socialismo, sin
convergencias entre el socialismo y el capitalismo, terceras vías y
reformismos pasivos, menos centrismos que por su carácter dubitativo nos
acercan más a un ‘capitalismo suave’, que por demás es inexistente.
Sólo
entonces será provechoso conocer y comprender las teorías y prácticas
más avanzadas en la organización y dirección de las economías nacionales
y locales, sectoriales y ramales, en la macroeconomía y en la
microeconomía de las sociedades, pero importando qué está predominando
en las mismas como sistema socioeconómico, político, constitucional,
jurídico, ideológico y cultural.
Tampoco
podemos olvidar que el imaginario social construido por el capitalismo,
durante tanto tiempo histórico, no nos permite omitir que mucho de esos
adelantos los ha realizado bajo el manto del saqueo de las riquezas de
nuestros pueblos desde la época de la conquista y colonización,
poniéndolos al servicio del mal, para realizar graves daños al medio
ambiente, la naturaleza y al propio ser humano, inducir guerras, incluso
bombarderos atómicos, crear conflictos evitables e impedir la
liberación, la fraternidad y la justicia social. El subdesarrollo, la
dependencia, el colonialismo y neocolonialismo hoy presente en el mundo
es consecuencia del capitalismo. No ha habido plena emancipación humana
bajo las banderas del capitalismo, ni las habrá, es una tarea pendiente
que comienza a tener ciertas soluciones en el tránsito socialista, pero
que tendrá su máximo cumplimiento en el comunismo, que será otro punto
de partida.
Por
otra parte, muchos de los críticos, opositores o enemigos del sistema
social capitalista dominante, también hegemónico, no percibieron que la
historia del hombre y la mujer se había tornado distinta desde que las
ciencias y las tecnologías más avanzadas descubrieron, trabajaron y
lucharon -lucha de clases incluida- porque se establecieran los
“sistemas de complejidad organizada”, incluso de dirección más
sofisticada por su sistematicidad, es decir desde la
transdisciplinaridad de las ciencias, estrechamente vinculadas al
trabajo. No obstante, tuvieron razón en cuestionar el concepto del “todo
organizado”, el de “las partes más significativas que se encuentran en
estrecha relación”, y el de las “relaciones sociales” que se privilegian
u ocultan, con exclusión de otras, necesarias, para comprender
los límites e historicidad del sistema. No todo es visible, hay parte
de esa realidad que se invisibiliza por si misma y otra que se oculta
intencionadamente.
En
ese terreno los distintos marxismos y las distintas corrientes del
pensamiento social crítico tuvieron razón al replantear o exigir que se
regresase al análisis del problema científico que señalaron Marx y
Engels cuando colocaron la relación de explotación de unos hombres por
otros y la evolución de la relación de explotación, en el centro de un
sistema de dominación, apropiación, mediación y acumulación cuyas
características principales se deben a los relacionamientos sociales del
“modo de producción”, a las “relaciones y fuerzas productivas”, a la
extracción de la plusvalía y al peso especial que las clases sociales,
potencias geopolíticas y complejos dominantes tienen frente a las
resistencias proactivas de los pueblos, los trabajadores, los ciudadanos
y los marginados / excluidos. (14)
El
poder, o las relaciones de poder, en la relación capital / trabajo,
tiene múltiples causales y efectos, muy mediados, con respecto al poder
del capital/capitalista, al poder del trabajo/trabajador, al poder del
dinero y al poder de la máquina como parte de la fuerza productiva,
aunque también como parte de la explotación intensiva y del aparato
represivo. (15)
Al
unísono, el poder vinculado al Estado como Poder del Estado, la toma
del poder o conquista del poder y el cómo se realiza el ejercicio del
poder, así como el poder asociado al individuo en su entramado de
relaciones socioeconómicas, más allá de la formación capitalista -el
poder del hombre/mujer y del individuo- siempre limitado por un
formación económica social, un modo de producción, en que ambos poderes
parecen diluirse a favor del poder del burgués sobre el trabajador
individual y colectivo.
Habría
que conceptualizar el poder tomando en consideración las
características sociales concretas que adquiere la noción en la teoría
sociológica de Marx, como son el carácter social del poder, el
independiente y autónomo, y el carácter del poder externo que adquiere
el poder en la sociedad capitalista en su forma dominante.
Porque
cuando se produce la apropiación de las riquezas y la maximización de
las ganancias, el sistema reproduce de forma “natural” sus relaciones de
poder político, ideológico y cultural, también civilizatorio, y el ser
humano queda atrapado en una enmarañada situación, la trampa
capitalista, que no le parece que existan alternativas.
Por
tal motivo, el filósofo cubano Jorge Luis Acanda afirma: “…Si no se
crean no ya otras estructuras, sino estructuras animadas de una lógica
de funcionamiento radicalmente diferente, el objetivo emancipador no se
alcanzará. Las estructuras de poder son constituyente del todo social, y
marcan desde el inicio la matriz en la que se han de asentar y adquirir
su especificidad funcional las redes de relaciones que condicionan las
formas de socialización y reproducción de los individuos.” (16)
III
Dos
ejemplos de esta realidad nacional y de la confusión reinante, a veces
pienso intencionada, otras veces, reflexiono, ingenua, las ofrezco a los
lectores. La primera la ofreció una noticia breve del diario Granma, del 15 de mayo del 2018. Fue una panorámica aséptica de Singapur, que nos brindó una periodista nacional, Iramsy Peraza Forte.
Sin
ni siquiera explicar a los lectores de que se trata de un país
capitalista comienza su artículo, el cual lo expondré completo, de la
siguiente manera: “…Más de 50 años después de su fundación, Singapur
dejó de ser una pequeña villa de pescadores con pocos recursos naturales
a superar a las grandes potencias mundiales en muchos de los índices de
desarrollo. La nación es actualmente una de las economías más avanzadas
del mundo e integra el selecto grupo de los llamados «Tigres
Asiáticos», que lograron un despunte impresionante durante las últimas
décadas, gracias a su apuesta por los avances tecnológicos, políticas
sustitutivas de importación y el impulso de las exportaciones. El alto
nivel de vida, el ambiente favorable para los negocios, los bajos
índices de corrupción y los reconocimientos a su sistema educativo,
encarnan la metamorfosis de esa ciudad Estado que al momento de fundarse
carecía de recursos naturales propios, no disponía de suficientes
reservas de agua potable, cargaba con una población mayormente pobre y
sufría las desgracias de la corrupción. En 1963, Singapur dejó de ser
una colonia británica y firmó un tratado de unión con Malasia, que dos
años más tarde sería roto a causa de conflictos y tensiones raciales.
Así en 1965, la nación que hoy es uno de los principales motores del
actual crecimiento económico en la región, tuvo que comenzar a labrar
sola su propio camino (…) Singapur pasó del tercer mundo al primero en
dos generaciones. Al país le llevó solo 22 años duplicar su Producto
Interno Bruto (PIB) per cápita, aproximadamente la mitad que a otras
economías desarrolladas. Su plan para alcanzar el éxito incluyó varios
puntos y el primero fue abrir sus puertas a las compañías extranjeras,
lo que en primer lugar apaciguó el grave problema del desempleo, pero
también creó dependencia de los grandes monopolios (…) También tomaron
medidas para reducir el efecto causado por la sobrepoblación, combatir
el envejecimiento, desarrollar la asistencia médica, la energía, el
transporte y apostaron por desarrollar el campo de las nuevas
tecnologías y los dispositivos electrónicos, una estrategia que les
ofreció grandes ventajas a inicios del siglo XXI (...) Ese pequeño país
también se ha volcado hacia la innovación y los nuevos talentos. En los
últimos 25 años, invirtió más de 22 000 millones de dólares en proyectos
de científicos jóvenes para ayudarles a materializar sus ideas. Así,
desde el 2011, las inversiones singapurenses supusieron una inyección
económica para 400 empresas emergentes y contribuyeron a que se
registraran 800 patentes en el territorio (…) Tras medio siglo de
reformas, no caben dudas de que los singapurenses construyeron uno de
los países más prósperos del mundo y según datos del Fondo Monetario
Internacional, en el 2018 el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita
alcanzará los 55 230 dólares. La buena salud de su economía se
evidencia, no solo, en su capacidad para convertirse en una importante
plaza financiera y HUB (polo de desarrollo) estratégicos del comercio
global, también sus altas tasas de crecimiento y bajos índices de
desempleo distan muchos de las cifras de otros estados. Ahora, Singapur
va por retos mayores y aspira a convertirse en el primer país
inteligente del mundo, para lo cual el Gobierno puso en marcha un
ambicioso plan: convertir el país en «un laboratorio viviente; una
especie de sala de pruebas de soluciones inteligentes para cuestiones
urbanas que transformen, aún más, esta tierra de la innovación». (17)
Existen muchas incertidumbres de mi parte, como tantos asombros. Se trata de un artículo laudatorio in extremis,
porque quizás se acerca la visita del primer ministro de ese país -no
puede tener presidente, pues forma parte de las excolonias británicas,
donde prima el parlamentarismo a la inglesa-, la llegada de un magnate
corporativo que desea intercambiar ciencia, técnica y otros productos e
inversión de capitales con Cuba -se sabe que la zona portuaria y de
contenedores del Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM), la gerencia
una transnacional de Singapur, reconocida por su eficacia, eficiencia,
competitividad y rentabilidad internacional-, o se está tratando de
hacernos ver con una simplista lectura y, a través del método
inductivo-deductivo, que en Cuba estamos con las mismas probabilidades
de éxito si proseguimos ese camino. Aunque no hay insinuaciones, los
aspectos análogos de estructura económica: pocos recursos naturales y
minerales, envejecimiento poblacional, las reducciones de importaciones y
aumento de exportaciones, pues dejan un gran margen para el titubeo. No
hay una sola advertencia del régimen sociopolítico capitalista allí
instalado, solo se refiere a la dependencia hacia los monopolios
extranjeros, o sea al mundializado capital transnacional neoliberal, por
lo que Singapur se convierte en un rayo de luz mágico, ‘un capitalismo
bueno’, de ‘rostro humano’, en un ejemplo de lo que aspiramos, pero que
constituye una ilusión.
Craso
error, porque ya no se trata de copiar o mirar como referente el modelo
chino o vietnamita, sino el de otro «Tigre Asiático» -que se
expandieron bajo la huella del ejemplo capitalista japonés luego de la
segunda conflagración mundial, este último ayudado por los planes
estadounidenses de recuperación y porque no se implicó en una carrera
armamentista la cual le fue prohibida en los acuerdos de fin de la
guerra-, porque hay varios ‘felinos’ en juego, como Indonesia, Malasia,
Tailandia, Corea del Sur, Taiwán, (antes estaba Hong Kong), etcétera,
etcétera y etcétera., en esa región que no ha estado ajena a las crisis
cíclicas del capitalismo global, y que han tenido las propias, como la
asiática de julio de 1997. En esta crisis, aunque Singapur y Japón
fueron los menos afectados, sin embargo, sufrieron una pérdida en sus
exportaciones, la devaluación de la moneda, bajas tasas de crecimiento
con relación a su posición anterior, reducción relativa del PIB, el tipo
de cambio en las monedas se vio afectado en un 10 %, etc. (18)
Entonces,
no importan los medios, el fin es lo que urge, sólo que el fin no será
el socialismo próspero y sostenible, independiente, soberano y
democrático, menos antimperialista, sino que lo es la restauración
capitalista al estilo de un capitalismo asiático, que nunca fue y será
dócil para un país tropical a 90 millas de los EE.UU. que no se propone
un retorno al capitalismo.
¿No
hubo grandes tropiezos en ese sendero de crecimiento y desarrollo de
Singapur? ¿No es uno de los países más caros del mundo? ¿No estuvo
sometiendo a su población a un gran desempleo, shock neoliberal de bajos
salarios, puestos laborales precarios, explotación desmedida, a una
polarización social entre ricos y pobres? ¿Cuál fue el impacto de la
crisis asiática de 1997 en ese país, cuando un grupo importante de
capitales depositados en los bancos de la región se marcharon y dejaron a
esos países muy mal parados en el plano económico, comercial y
financiero? ¿Cuál es el por ciento de dominio de los activos extranjeros
en la economía interna y externa de ese país? ¿Qué repercusión tuvo la
crisis mundial de 2007-2008 en ese país, la mayor después del crack de
1929, ambas con sus epicentros en los EE.UU.? ¿Quién encabeza la banca y
bajo cuáles principios? ¿Marcha todo tan bien como para tenerlo en la
mira económica como desarrollo autónomo alternativo? Porque lo
cuestiono.
El
otro ejemplo, es más llamativo en nuestro escenario nacional, porque se
lo escuché decir a un grupo de estudiantes de economía de la
Universidad de la Habana, de que en su Facultad no se imparte economía
política del socialismo y sí se exponen un gran número de autores
burgueses, de indiscutido valor, pero que existen serias carencias en
los estudios marxistas y leninistas. Aunque ese grupo de estudiantes al
que me refiero, realizaron intervenciones magistrales en el evento
científico del Instituto de Investigación de la Cultura Cubana Juan
Marinello, acerca de su conocimiento y comprensión del Marx que
necesitamos actualmente, con sus vigencias y obsolescencias, de su
brillante crítica a la economía política del capitalismo, y por la forma
en que abordaron las problemáticas, acerca de la urgencia de la
enseñanza del marxismo, el leninismo y la economía política del
socialismo en la Cuba de hoy.
Este
encuentro casual, coincidió con la lectura de un texto de dos
reconocidos autores cubanos sobre temas económicos, los profesores, el
Doctor Francisco Borrás Atiénzar y la Máster Frida Ruso Armada, con un
título que llama la atención de inmediato, “Capital intelectual: visión
crítica y propuestas para organizaciones cubanas”. (19) El
interés de dichos creadores es brindar su experiencia en el campo
investigativo para la preparación de los empresarios cubanos en el
estudio del capital intelectual como instrumento de gestión empresarial,
partiendo de análisis en las empresas hoteleras, las del campo de la
medicina, de proyectos, los planes de estudios de las universidades
nacionales, entre otros, en la que demuestran los impactos positivos y
negativos de esas propuestas, no sólo de ellos sino de otros
investigadores nacionales. O sean, parten de algunos resultados
positivos teóricos y prácticos.
No
obstante, los valores de esta investigación de inicio padecen de
algunas explicaciones que nos ubique cómo podemos adaptarnos a ese mundo
capitalista, insertarnos en él y cómo podemos alcanzar ventajas, que
signifique desarrollo y no crecimiento. Porque, no podemos olvidar que
«…La empresa estatal socialista es el socialismo (…) Su viabilidad es la
viabilidad del socialismo», (20) como alertaba el
investigador cubano Agustín Lage Dávila en el 2013, lo que hubiera hecho
visible el manejo más correcto o acertado del capital intelectual a
nuestras realidades -que tiene implicaciones no sólo semánticas, sino
políticas e ideológicas, además de gnoseológicas para el socialismo- que
no pueden obviarse, pero que en la literatura de las ciencias
filosóficas, sociales y humanísticas tiene otros sinónimos que han sido
utilizados por el Dr.C. Jorge Núñez Jover en sus investigaciones y
publicaciones (21), y por economistas como el Dr. Luis Marcelo Yera, entre otros muchos. (22)
Además, comprender que las ciencias sociales en su carácter inter o
transdisciplinario no pueden ser la representación estatuaria que no
emita sus criterios acerca de los intentos de proceder en procesos
económicos aislados, más si son elaborados reduccionistamente. (23)
Porque,
en definitiva, para cambiar la percepción de la introducción de los
adelantos científicos-técnicos, la sociedad de la información y del
conocimiento, urge que «…la política misma debe ser transformada de una
actividad delegada en los expertos en una que coloque en el centro al
ciudadano», (24) el cual deberá ser también
transformado en una interacción con la política, los conocimientos y las
experiencias prácticas, el estudio incesante pero sobre la base de
pensar con cabeza propia, sin descartar lo que ya está introducido, pero
con una mentalidad no instrumental, sino con una racionalidad moral
emancipatoria.
Desde
el punto de vista del capital intelectual, el conocimiento
científico-técnico, los conocimientos todos como algo intangible, no
poseen un valor en sí, es decir, no representan un(os) recurso(s)
invaluable(s) por el significado emancipatorio que poseen al permitirle
al hombre controlar y apropiarse adecuadamente de los procesos
naturales, técnicos y sociales. En grado sumo, el capital constriñe la
utilidad del conocimiento científico al disponer de él como mero recurso
intelectual, capitalizado, en función de su valorización y la
maximalización de la ganancia, la plusvalía, el plusvalor, este último
con otra connotación pero que siempre significa el trabajo excedente del
trabajador, aun en el socialismo.
Por
esa vía, a los individuos y los colectivos, se le confina a un
sinnúmero de especialidades técnico-profesionales perfiladas en función
de la maximalización de las ganancias, el dinero y del gran capital
financiero, con su ‘juegos de casino’, los ‘capitales golondrinas’, los
‘fondos buitres’, las hipotecas ‘subprime o basura’, los créditos y
préstamos reales con grandes intereses que se vuelven impagables y las
grandes ‘burbujas financieras’ que explotan sin precisarse cuando.
Financiación e inversión de capitales que ahora no están ubicadas en
sectores productivos sino en el terciario, en el servicio, la cultura,
la información / comunicación, la banca, la bolsa de valores y la
financiación, entre otros. Se ha impuesto la vieja fórmula de Marx: D + D
= D; DINERO ahora multiplicado.
En
este momento histórico, el capitalismo ha cambiado las reglas del
juego, lo que eran deformaciones fragmentarias, penetraciones puntuales a
través de lobbies, actos de corrupción y de «puertas
giratorias» entre el sector público y el privado, pasó a cobrar un mayor
volumen lo financiero y se convirtió, por ósmosis, en mayor poder
político articulado claramente (antes se ocultaba) con las otras esferas
de la vida social, dentro del cual el interés público es algo que
aflora solo por momentos (privatizándolo en la primera oportunidad), y
siempre a raíz de los las huelgas obreras, estudiantiles, los esfuerzos
de las manifestaciones populares, los frágiles pero no desechables
artículos en la prensa alternativa, y la acción de algún que otro
político independiente, de tal forma el poder corporativo se
sistematizó, capturó una a una las variadas dimensiones de la expresión y
el ejercicio del poder, y esto dio lugar a una nueva dinámica o una
nueva arquitectura del poder realmente existente. Y aunque necesita del
apoyo del Estado-nación, las multinacionales al interior de estos, pesa
mucho la transnacionalización de la financiación de la economía, lo
social y la política, con un enorme impacto en lo cultural. (25)
Esta
división del trabajo, simple y complejo, (manual e intelectual),
suscita el fenómeno que Carlos Marx denomina “cretinismo profesional”,
el cual constituye parte de la hegemonía del capital ejercido sobre las
capacidades humanas que presupone la más brutal lucha por la
supervivencia. Para llegar a ser reconocido socialmente, para acceder al
dinero, el individuo asalariado está obligado a competir con el
individuo. No hay manera de que el éxito de unos no se construya sobre
del fracaso de otros. Esta realización socio-individual de tipo
excluyente tendrá efectos deconstructivos incalculables. Mientras más
desarrollada esté esta profesionalización científico-técnica
utilitarista, y más funcional le sea al modo de reproducción mercantil:
el mercado salvaje del neoliberalismo, más pernicioso y destructivo se
tornarán los antagonismos sociales que desencadenan.
La
lógica reproductiva del capital no consentirá otro paradigma
científico-técnico, que no sea el de un conocimiento fraccionado y
utilitarista, a tenor con la racionalidad instrumental que la gobierna. (26)
Aun cuando la permanente estimulación a la innovación tecnológica
desemboque en una nueva fase de la tercera y de la cuarta revolución
científico-técnica, incluyendo sus fases, que ha convertido a la ciencia
en la principal fuerza productiva, tratando de superar, sin lograrlo,
las diferencias cualitativas entre la producción material y espiritual,
los antagonismos sociales no desaparecerán, y, por el contrario, se
agudizarán al máximo.
Porque
Marx caracterizó al capitalismo no por la existencia de elementos de la
economía mercantil, sino como un sistema de relaciones sociales, un
modo específico de vinculación de lo económico con el resto de la
realidad social, un tipo de organización social en la que el mercado
ocupa el lugar central y determinante en la estructuración de las
relaciones sociales, erigiéndose en el elemento mediador en toda
relación intersubjetiva, es decir, de las personas entre sí, y objetual,
el de las personas con los objetos de su actividad, sean estos
materiales o espirituales, o ambos. Hay que leer, una y otra vez, a
Fernando Martínez Heredia y Jorge Luis Acanda para percatarse de estas
realidades.
La
introducción del progreso científico- técnico contemporáneo en la
actividad socio-económica, con un sentido utilitarista (instrumental),
ha dado lugar al paradigma de la llamada “nueva economía”, cultivadora
de un pensamiento estratégico mercantil en cuyo centro aparece el
capital intelectual. La “nueva economía” responde a los imperativos de
una época en que la optimización de las ganancias depende en grado
considerable de la eficiente gestión del conocimiento, la innovación
tecnológica, la informática y las telecomunicaciones. (27)
El término eufemístico de “nueva economía” encubre el real estado
agonizante de un capitalismo decadente que busca oxigenar su metabolismo
disfuncional, con el auxilio del potencial científico técnico
disponible. (28)
El marketing estratégico, (29)
piedra filosofal de los apologetas del nuevo paradigma económico
capitalista, acaricia el sueño de haber descubierto la fórmula de un
mercado en expansión perpetua. La mercadotecnia por tanto siempre
hallará lugar para colocar, al precio más competitivo, un producto más
en un mercado abarrotado de mercancías, sembrando el mito de que la
“nueva economía” capitalista se ha dotado del instrumento ideal que
asegura su sistemática autoexpansión, pues como sugiere el marketing
estratégico, no existe situación económica social, por peliaguda que
sea, que se resista a una inteligente gestión. Aplicado en la economía,
la política, la ideología, inclusive a la guerra, el marketing exacerba
hasta lo irracional la naturaleza depredadora del capital. Como
ideología de un capitalismo agonizante y parasitario, que delira con
perpetuarse, el marketing induce a la esquizofrenia social.
Postula
una filosofía irracional de vida: una desenfrenada innovación
tecnológica y mental, como paliativo de supervivencia, en un mundo donde
reina la más brutal competencia mercantil liderada por el gran capital
financiero transnacional, arrastrando irresponsablemente a la humanidad
al caos y la incertidumbre. El resultado paradójico será, una altísima
“eficiencia económica” competitiva inseparable de la incosteable
ineficiencia social y ecológica. Una economía irrentable socialmente y
ecológicamente insostenible.
La
crisis estructural que conmueve actualmente al sistema capitalista en
su fase monopolista trasnacional, se ha encargado echar por tierra el
ideologema de la autosustenibilidad estratégica del mercado capitalista.
Este continúa siendo incontrolable por las ansias de lograr tasas
medias de ganancias más altas -condición que desde los años 90 no se
alcanza- para los burgueses transnacionales, en una sociedad y en un
mercado que parecen saturados por sobreproducciones, sobreconsumos, y
que, a la vez, padece del decrecimiento del ahorro, el subconsumo, el
desempleo crónico, la precariedad laboral y de vivir, malvivir, en una
realidad desconsolante.
El
capitalismo senil queda atrapado en las paradojas que emergen de los
antagonismos de su racionalidad instrumental. De tal suerte, en la
llamada sociedad del conocimiento, en la que incluso el hombre se
adentra en la conquista del mundo subatómico, la robotización y
automatización de procesos productivos complejos, la nanotecnología, las
impresoras 3D, la biotecnología, las células madres y la inmunología
molecular, la inteligencia artificial, la computación, los microships,
la transportación, las comunicaciones, la informatización, la industria
aéreoespacial, etc., -claro que también el complejo militar industrial
muy enlazado a las transnacionales civiles-, no obstante, el
comportamiento y la actitud del individuo ante el cuidado y la
preservación de la naturaleza no pueden ser más insensatos. Parece, a
pesar de su capacidad de metabolizar y adaptarse, que ha llegado a su
límite la inversión antitética de la relación del hombre con la
naturaleza. Parece ser que los efectos de la era digital no serán
directamente proporcionales a la productividad, sino que habrá una
recaída en los salarios de los trabajadores, en la calidad del empleo,
la (in)-sostenibilidad ecológica y porque han arribado en un momento en
que la crisis del capitalismo es más estructural y sistémica que nunca
antes. (30)
Ahora
es el medio natural el que emite señales inconfundibles de impotencia
ante las fuerzas sociales que lo explotan indiscriminadamente. La
naturaleza no está en capacidad de restablecer el equilibrio del
ecosistema a causa de la intromisión depredadora del capital en su ciclo
reproductivo. El cambio climático, la desertificación, la degradación
de los suelos, la contaminación medio-ambiental y de los recursos
hídricos, las especies en peligro de extinción, el agotamiento acelerado
de las fuentes no renovables de energía, entre otras afectaciones, de
no adoptarse medidas urgentes y responsables, que cambie radicalmente la
actitud hacia el ecosistema, los daños al mismo serían irreparables. De
replicarse los patrones de consumo de las naciones desarrolladas en el
resto de los países harían falta más de un planeta para satisfacerlos.
Sólo para mantener en los próximos años los actuales niveles de consumo
de esas mismas potencias desarrolladas ya no es suficiente el mundo que
habitamos.
De
regreso al texto de los autores Borrás y Frida Ruso, podemos apreciar
las bondades del capital intelectual -potencial de conocimientos
infinitos y limitados del ser humano- para la creación de valor y el
éxito empresarial. Parten de algunas aportaciones de científicos y
economistas como Drucker, Bueno, Machado, Rivero, Lage, Triana y Díaz
-algunos le hemos agregado textos, a otros le hemos reducido-, que, a su
vez, son deudores de otros autores cuya filiación al gran capital
resulta indudable, con sus excepciones. (31) Algunas conclusiones primarias son válidas. Por lo menos lo considero así, que no soy un especialista en economía.
Por
ejemplo: la necesidad de una empresa socialista -lo de socialista lo
añado yo- de adaptarse al cambio, de forma anticipada para hacer frente
al entorno externo que implicaría nuevas visiones a lo interno en cuanto
a clientes, mercados, productos, y servicios, tecnologías, socios
estratégicos, infraestructura y trabajadores; la urgencia de inversiones
en conocimientos, lo que significa la aplicación de recursos humanos,
materiales y financieros en la adquisición, creación, desarrollo y
transmisión de conocimientos y saberes, con plena consciencia de que más
que gastos esas inversiones, que ellos denominan intangibles como
inductores de valor, que redundarán en el incremento del valor de la
organización; habilidad para atraer y retener al personal idóneo, lo que
hará viable el desarrollo sostenible de estas organizaciones, porque
una óptima selección del personal, su superación, motivación y retención
son básicas para el éxito; la ya conocida por todos nosotros innovación
(la integración del enfoque Ciencia, Tecnología, Sociedad
–investigación- más Innovación y Desarrollo (CTS + I + D +
Comercialización que cierra el ciclo, según otros autores del patio, que
los escritores del texto sólo dejan en la innovación, pero que en la
industria médico-farmacéutica está presente), que facilita y dinamiza el
cambio, pues actúa como transferencia del conocimiento que conlleva a
una transformación tecnológica, de gestión y social; la gestión de
calidad, imprescindible en su diseño para la mejora continua de su
desempeño que abarca no sólo al ámbito de la producción y los servicios,
sino a todo el mapa de procesos y actividades de la organización.
De
la misma manera, la conformación de redes de conocimientos en una época
de urgentes relacionamientos entre las diferentes áreas de la
organización lo que permitirá su potenciación cuando entrelazan los
equipos de trabajo (parece ser algo similar al toyotismo), aupando a que
ese personal sea capaz de desplegar actividades y habilidades para
relacionarse e intercambiar información y conocimientos, con ejes
centrales como la confianza mutua, la solidaridad y el compromiso por
alcanzar objetivos comunes; la gestión compartida que permitirá que
entre los directivos y trabajadores se alcanza la comunidad de
aspiraciones, la concentración de energías, las sinergias, las empatías
(estas dos últimas añadidas por mi) para el desarrollo del aprendizaje;
el pensamiento sistémico que inducirá a la comprensión de los procesos
complejos, fenómenos complicados, que sean capaces de atisbar más allá
de lo evidente -visión de futuro-, siendo una vía para apreciar y
percibir los procesos en sus dinámicas, tensiones, en sus causas y
efectos, en su indiscutida interrelación de unos hechos con otros, así
como comprender que algunas decisiones no tienen un efecto inmediato o
instantáneo.
Ligado
a estos principios, los autores agregan las competencias y experiencias
que posean las personas; los conocimientos y experiencias incorporados a
la organización, las rutinas, sistemas, procesos, procedimientos,
valores organizativos; los conocimientos incorporados a los procesos
técnicos, tecnológicos y de gestión, y a los productos y servicios
desarrollados, y, en último lugar según los autores, los conocimientos
adquiridos por las relaciones con otros sujetos económicos y sociales
del entorno en los que actúa e interactúa la organización. (32)
Como
se puede apreciar, el marco del despliegue del capital del conocimiento
es ideal, como para no ser cuestionado en la realidad, por lo menos
debe estar funcionando en parte en muchos países desarrollados y en vía
de desarrollo. Lo cual no es cierto.
Muy
pocas contradicciones, debilidades no destacadas, riesgos que hay que
enfrentar, pero que son disimiles y peligrosos, la presencia de una
clase trabajadora que no toda es de alta calificación, que necesita
recalificarse, pero que cuenta con organizaciones laborales y sindicales
(33) que pueden apoyar, contraponer, ser contrapeso a
las exigencias administrativas si estas pretendieran explotar
intensivamente sus horarios y resultados, etc., las anemias en la
enseñanza para que salgan técnicos e ingenieros, antropólogos,
sociólogos, etnólogos, psicólogos sociales, filósofos, e historiadores,
entre otros tantos cientistas sociales para que aporten desde diferentes
ángulos y traten de abordar la sociedad como una totalidad son algunas
de las problemáticas no abordadas. (34)
Sin
embargo, la mayor debilidad del trabajo científico que tiene sus
valores intrínsecos y válidos para la socialización, es cuando abordan a
Carlos Marx y Federico Engels, y cuando omiten a Vladimir Ilich Lenin,
Rosa Luxemburgo, Georg Lukács, Anton Pannekoek, Karl Korsh y Antonio
Gramsci, por sólo citar algunos autores fundacionales, originales y
creativos del marxismo revolucionario. Tampoco lo hacen con marxistas
latinoamericanos como Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, José
Carlos Mariátegui, Aníbal Ponce, Adolfo Sánchez Vázquez, Ernesto Che
Guevara, Fidel Castro Ruz, Agustín Cueva, Theotonio Dos Santos, Vania
Bambirra, Bolívar Echevarría, Ruy Mauro Marini, entre otros muchos.
Y
lo hacen con Marx y Engels desde varias ausencias notables, porque
omiten que estos habían considerado el punto de partida de la
“producción capitalista” como el proceso histórico por el cual se
produce la escisión entre el productor y los medios de producción, una
dinámica resultante de la lucha de clases y de la intervención
coercitiva del Estado en nombre de la clase expropiadora, todo con un
alto sentido relacional. En este sentido, no pueden advertir que, la
estructura misma del argumento indica que, para Marx, el secreto último
de la producción capitalista es político. Justamente, su
diferencia con la economía política clásica se ubica en el hecho de no
provocar brechas insalvables entre los ámbitos político y económico,
sino en tratarlos como un conjunto de relaciones sociales.
Aunque
toman, quizás implícitamente, algunos aspectos importantes de la
filosofía y teoría crítica de los clásicos de los marxismos y marxistas,
en plural, sólo destacan algunos aspectos de sus descubrimientos
filosóficos, históricos, políticos y vivencias prácticas, y de su
crítica profunda a la economía política del capital, pues eso es lo que
realizaron en realidad, dejando en ciernes una economía política del
socialismo. Los autores Frida y Borrás, sólo se refieren, para ser más
exactos, a Marx y Engels, y sólo desde el ángulo económico.
La
mayor dificultad es cuando los autores tratan a Marx, en su obra
cumbre, ‘El Capital’, como un economista o un economista político, sin
resaltar que lo elaborado fue una crítica a la economía política
capitalista, y que todas sus categorías tienen un carácter relacional
profundo con la política, la ideología, la teoría del poder político y
la revolución social. La temática que abordan queda en la teoría
marxista del valor – trabajo, pero no van a las raíces de la
problemática, a su presentación dinámica y tensional.
Si
no se entiende que Marx caracterizó al capitalismo ‘no por la
existencia de elementos de la economía mercantil, sino como un sistema
de relaciones sociales, un modo específico de vinculación de lo
económico con el resto de la realidad social, un tipo de organización
social en la que el mercado ocupa el lugar central y determinante en la
estructuración de las relaciones sociales, erigiéndose en el elemento
mediador en toda relación intersubjetiva’ -es decir, de las personas
entre sí- y objetual -de las personas con los objetos de su actividad,
sean estos materiales o espirituales- pues se corre el riesgo en
quedarse en la epidermis del asunto tratado. (35)
Sin
saberse el por qué, los autores Borrás y Frida no abordan la existencia
directa, que nos permite la certeza de afirmar que, la competencia
capitalista determina que la reproducción simple, rasgo común a la
economía mercantil simple que se da en las formaciones económicas
sociales precapitalistas, desaparezca o quede mitigada en la actualidad,
y que la reproducción ampliada se convierta en la ley de funcionamiento
del sistema capitalista, mucho más ahora que ha alcanzado grandes cotas
mundializadoras, dominadoras y hegemonizantes.
Y
que el gran objetivo del proceso de producción de bienes materiales y
espirituales ya no consiste en la producción de valor -donde los autores
del estudio se quedan limitados-, sino en la producción de plusvalía,
es decir, de una masa de valor siempre creciente. Y la plusvalía como
Marx la apreció no es sólo de un contenido económico, sino social y
político, cultural en su gran acepción. No se puede limitar el análisis
al trabajo concreto y abstracto, el valor de uso y el valor de cambio,
el trabajo simple y el complejo, la problemática de Marx y Engels es más
dinámica, profunda no sólo en ‘El Capital’, sino en la lectura e
interpretación de sus textos fundamentales.
Porque
su extracción, de la plusvalía, es posible únicamente en la medida en
que una dimensión siempre creciente de actividades y productos humanos
se convierta en objetos destinados al mercado, para la obtención de la
plusvalía. La mercantilización creciente de todas las actividades y los
productos humanos es una característica esencial y específica del
capitalismo. En un rejuego donde lo natural es anómalo, el capitalismo
intenta presentarse como un sistema económico cuya racionalidad apunta a
la producción maximizada de bienes.
Pero
como entiende por “bienes” sólo aquello que existe como mercancía y
puede expresarse en una dimensión cuantitativa monetaria, el capitalismo
-en esencia- no es otra cosa que un sistema social de producción
maximizada de dinero. Desde ese ángulo, desde lo complejo de la crítica
de la economía política del capital es que podemos entender que ese es
el espacio social por excelencia de producción y circulación de la
subjetividad humana, de las necesidades, potencialidades, capacidades,
etc., de los individuos, en donde la gran mayoría de ellos quedan
frustrados, sesgados porque no tienen en sus manos los medios de
producción y tienen que vender su obra de mano, con más o menos
conocimientos, porque el individuo -y el colectivo- es expropiado de su
subjetividad, que es deformada y constreñida para convertirla en garante
de la creación exponencialmente ampliada de valor.
La
explotación en el capitalismo no es un simple acto de expropiación del
excedente económico, el cual no se menciona en el texto que analizamos,
excedente que también existe y se necesita en el socialismo, el cual
debe ser utilizado para la reproducción ampliada del sistema en
transición y en beneficio de toda la sociedad, pero ese sistema de
expropiación y ‘apropiación’ del excedente -atención con la palabra
apropiación- y de la vida material y espiritual -no olvidar de donde
proviene el socialismo, y que el derecho burgués está presente en la
producción y distribución-, se constituye en un proceso constante de
construcción de una subjetividad social enajenada y enajenante.
Comprender eso en toda su significación es vital para forjar las líneas
estratégicas de la lucha por la emancipación humana.
Los
hombres se relacionan con la realidad en la medida en que la
transforman y la producen. Y al producir su realidad se producen
(reproducen) a sí mismos. Crean no sólo las condiciones materiales de su
existencia, sino también su subjetividad. Las relaciones sociales
(intersubjetivas y objetuales) son relaciones de producción y
apropiación de la realidad. (36)
El
pensamiento es una forma de apropiación espiritual de la realidad. Es
preciso detenerse en el significado del concepto de apropiación. El
filósofo de la liberación, Enrique Dussel llamó la atención a la
necesidad de distinguir entre posesión, propiedad y apropiación. La
«posesión» de un objeto es la relación efectiva de su uso. Es la
relación efectivo-material con la cosa. La «propiedad» es el derecho o
la capacidad subjetiva. La posesión es relación objetiva, la propiedad es relación subjetiva. En cambio, la «apropiación» es la síntesis objetivo-subjetiva. (37)
Es a partir de Feuerbach que este concepto pierde su connotación
estrictamente jurídica y pasa a ser utilizado como categoría filosófica
para entender la relación de interacción de los hombres con la realidad.
Entender
la apropiación de la realidad por los seres humanos solo como
dominación es tener en cuenta exclusivamente un aspecto de esa relación,
verlo como un proceso unidireccional: el de la objetivación. Los
hombres interactúan con su entorno en la medida y a la vez que
interactúan entre sí. E interactúan con ella en la medida en que la
producen y, al producirla, se producen a sí mismos. Por lo tanto, el
concepto apropiación apunta a este proceso complejo de
producción de la subjetividad humana. Al producir la realidad, el hombre
se apropia de ella porque la incorpora a su ser. Su objetivación es a
la vez la creación de su subjetividad (potencialidades, capacidades,
valores, ideas, metas, estados de ánimo, etc.). La apropiación de la
realidad es tanto material como espiritual. Al definir al pensamiento
como una forma de apropiación espiritual de la realidad, se está
llamando la atención a la necesidad de reflexionar la interacción entre
objetivación y subjetivación.
Hoy
como ayer, el conservadurismo resignifica el deseo de preservar un modo
históricamente determinado de existencia del poder y de apropiación de
la realidad basado en la instrumentalización del individuo y en la
asimetría de las relaciones interpersonales. Tampoco, por supuesto, todo
deseo de cambio y renovación es negativo.
Por
eso se tienden a equivocarse quienes intentan enfrentar la creciente
enajenación capitalista atrincherándose en el fundamentalismo de formas
de enajenación pre-modernas, ellas también opresivas y emasculadoras del
florecimiento de la subjetividad. Como ha demostrado la historia más
reciente, al totalitarismo del mercado no se le puede enfrentar con el
totalitarismo del Estado, la nación o la religión. La comprensión de la
revolución anti-capitalista no como simple sustitución de los agentes
detentadores del poder, sino como una profunda y total subversión
cultural. Las reflexiones sobre la necesidad de la transformación del
modo de apropiación capitalista hacia formas de apropiación proletarias y
socialistas es un gran problema pendiente.
Se
apropian de las mentes de los seres humanos, en especial del sentido
común de la gente cotidiana. Para el marxista italiano Antonio Gramsci,
el sentido común es el gran enemigo a derrotar. También llamó al cambio
radical de la cultura popular, no viéndola como algo menor, sino como
parte del trabajo filosófico del partido y los intelectuales orgánicos
para que el pueblo no se dejara embaucar y manipular por los contenidos y
formas burguesas de dominación.
Y
el sentido común es el conjunto de ideas, percepciones, valores
socialmente extendidos, socialmente aceptados que las personas aprenden
no únicamente en la escuela, en los centros religiosos, las comunidades,
etc. sino en su experiencia de vida. Para él, el sentido común, al
igual que cualquier otro fenómeno social, no es una producción
espontánea, sino el resultado de las interacciones y relaciones de
fuerza o relaciones de poder. (38)
Por
lo que la clase hegemónica es hegemónica, entre otras cosas, porque
logra que el sentido común -Gramsci le da otra connotación al ‘buen
sentido’-, la conciencia cotidiana de una sociedad, exprese sus
necesidades y naturaliza las relaciones de poder y de dominación que, al
verse como naturales, se establecen en el marco de lo legítimo, lo
válido, creíble y lo comprensible, en lugar de resultar absurdas. Es
allí donde se fortalece el sistema hegemónico capitalista.
A
fin de cuentas “…Las transformaciones que produzcamos, si queremos que
redunden en el beneficio de la mayoría y en la defensa de la integridad
de la nación, han de colocarse en la dirección de facilitar una mayor
socialización del poder y de la propiedad. Solo así podrá garantizarse
la conjunción de los ideales contenidos en una concepción concreta de
humanismo (basada ante todo en la eliminación de la explotación), junto
con los de la democratización, conjunción que es para mí la esencia del
concepto de socialismo.” (39)
IV
El
socialismo, como etapa de tránsito, no puede decantar, como si no
existieran, las múltiples contradicciones internas, también externas
-estas tan influyentes en las primeras- en el caso de los países
dependientes y subdesarrollados, porque una visión triunfalista y
apologética que omita, subestime e ignore las discordancias, paradojas e
incertidumbres existentes en estas infinitas etapas transitorias del
socialismo hacia el comunismo, es consecuencia de la visión teleológica y
escolástica que se impuso, perniciosa y duraderamente, en la
manualística de vulgata que se hizo pasar por la ‘letra viva’ y la
dialéctica compleja de las elaboraciones y las praxis marxistas, los
marxismos y también de los socialismos, en especial aquellos del
exclusivista “socialismo real”, que no fue más que una combinación de
poscapitalismo y socialismo, porque padecieron de la tergiversación,
manipulación y desviación teórica y práctica de los ideales del marxismo
fundacional, original y creador, al igual que los socialismos, que
sufrieron innumerables cargas semánticas, contaminaciones y una praxis
distorsionada. Aunque no todo fue errático en esas construcciones.
La
idea de la construcción socialista en un solo país no se avenía con lo
investigado y expuesto por Marx, Engels y después Lenin, quienes
trazaron guías y brújulas imprescindibles para poder contar con una
economía política del socialismo inacabada, una teoría política de la
Revolución no finiquitada y los posibles desarrollos de la transición,
casi siempre con pocas certezas.
Ello
permitía, sin embargo, el desarrollo creativo del marxismo, sin
barreras hacia las formas de pensarlo, menos de desplegarlos en la
práctica. A despecho de Iósif Stalin, cuando la impuso como una verdad
absoluta, sin asideros científicos demostrables, y la institucionalizó
con su aprobación en la Constitución soviética de 1936, que enfocó el
dilema con su supuesta consolidación de la primera etapa en que estaba
resuelta la base técnica-material socialista, mirada caprichosa,
diletante y de escasa visión estratégica y táctica.
Si
bien ese triunfo sucedió en un país atrasado, Marx y Engels habían
rectificado en parte, para 1887, sus ideas acerca del desarrollo
desigual en los países de Europa Occidental, reanalizando el problema
irlandés desde el ángulo nacional y social, comprendiendo el reformismo
de los obreros ingleses, mucho más desde el ángulo positivo, aunque muy
moderadamente, y el potencial de la comuna rusa, lo que les otorgó una
visión distinta acerca de los países “atrasados”, los pueblos
colonizados y oprimidos que habían denominado ‘sin historia’, pero
sabiendo que la tenían. Al mismo tiempo trataron de corregir los juicios
sobre el carácter progresista de la conquista de México por los EE.UU.,
la percepción negativa sobre el Libertador Simón Bolívar, al
equipararlo con el bonapartismo francés, y la interpretación errada
sobre el dominio colonial británico sobre la India como un avance
significativo para ese país.
En especial, Marx remarcó en una respuesta al populista ruso, Vera Zásulich, crítico de su obra El Capital
que, a “(…) todo trance quiere convertir mi esbozo histórico sobre los
orígenes del capitalismo en Europa Occidental en una teoría
filosófico-histórica sobre la trayectoria general a que se hallan
sometidos fatalmente todos los pueblos, cualesquiera que sean las
circunstancias históricas que en ellos concurran (…) Esto es hacerme
demasiado honor y, al mismo tiempo, demasiado escarnio”. (40)
En la misma misiva, el Prometeo de Tréveris responde que la Rusia
zarista, podría transitar hacia una sociedad moderna, sin capitalismo,
teniendo a la comuna (rural) como punto de partida y regenerada, solo a
condición que se realizara una Revolución rusa.
A
pesar de ello, Marx aún mantuvo ciertas esperanzas respecto al triunfo
socialista por parte del movimiento obrero y los partidos
socialdemócratas revolucionarios (comunistas) organizados en aquellos
países con cierto desarrollo de las fuerzas productivas, pero no
descartó que, si se producía el éxito en un país de la periferia, pues
las fuerzas productivas de los estos países complementarían ese triunfo
con revoluciones subsiguientes, convirtiéndose en soportes materiales,
entiéndase de fuerzas productivas aprovechables para las naciones que no
poseían ese avance.
La
historia desmintió en varias ocasiones esas expectativas. Lenin fue el
dirigente comunista que percibió en su propio pensamiento y accionar,
junto a la vanguardia bolchevique, que los laureles de la revolución
había que fraguarlos y construirlos en su nación euroasiática, con una
masa campesina enorme, un proletariado concentrado y organizado, pero
mermado luego de la Primera Guerra Mundial, la guerra civil y la
agresión de las potencias imperialistas, y porque la ilusión de una
victoria europea se desvaneció rápidamente, comprendiendo que debía
consolidar y estabilizar la conquista en la Rusia soviética, pero
siempre esperando por un socialismo que sólo podría vencer a nivel
regional y planetario.
Si Marx y Engels, en 1848, en el Manifiesto Comunista, (41) llamaron: ¡Proletarios de todos los países uníos!
-y más adelante, como expusimos, reconocieron el rol de las masas
populares en los países coloniales-, en menos de unos 70 años, V. I.
Lenin, en el Segundo Congreso de la Internacional Comunista (1919-1943)
y, posterior al mismo, agregaría dialécticamente, ¡Proletarios y pueblos oprimidos de todos los países del mundo, uníos!, (42)
El despertar del Oriente pudo sumar a esos pueblos, clases y grupos
sociales en la red de alianzas, compromisos y abrir nuevos caminos de
construcción socialista abandonándose viejas ideas, como aquella de la
etapa democrática burguesa, que en el caso de la India, fue variada por
la de una etapa democrática revolucionaria.
Lenin,
sin lugar a dudas, improvisó en la marcha inédita, junto a otros
bolcheviques, pero lo hizo siempre con la estrategia segura en el
horizonte: el comunismo., porque se percató que el socialismo fue, y
sigue siendo, un camino inexplorado, lleno de acertijos, enigmas y dudas
que debe edificarse de acuerdo a las peculiaridades específicas de cada
país, aunque utilice algunas leyes y regularidades trazadas de forma
general.
Por
eso, estaba firmemente convencido de que, si es posible que el
capitalismo por su misma deriva termina autodestruyéndose, no lo es
porque el mero desarrollo de las fuerzas productivas -en contradicción
abstracta con las relaciones sociales de producción- que diera al traste
con el modo de producción; tampoco que cualquier necesidad, simplemente
economicista, condujera irremediablemente al socialismo. Ni que lo
hiciera posible la sencilla toma del proletariado de los aparatos -
‘máquina’ le llamó Marx - represivos del Estado, sin destruirlos, sino
que había que construirlos y reconstruirlos una y otra vez, para
enrumbar hacia el comunismo, con la desaparición de las clases, sus
luchas y la extinción del Estado.
Una
tarea totalmente colosal, porque la lógica del capitalismo se reproduce
metabólicamente dentro de otros modos de producción, incluso en el
tránsito socialista. Para ello concibió la estrategia y la táctica, los
métodos de lucha, específicos en cada instante histórico, sin descartar
posible marchas y contramarchas, hacia delante y luego hacia atrás, con
el fin de regresar a la avanzada de la historia del socialismo.
Como
afirmó el marxista francés, Daniel Bensaid, Lenin supo percibir que las
revoluciones tienen su propio ritmo, marcados por aceleraciones y
desaceleraciones, estancamientos y retrocesos y que, igualmente, poseen
su propia geometría o álgebra, donde la unidireccionalidad es
interrumpida por bifurcaciones, giros bruscos y repentinos. (43)
Por
eso, pudo desplegar un pensamiento y acción que captó la interacción de
las continuidades, discontinuidades y las rupturas que se van
sucediendo en los procesos sociales, mucho más en las revoluciones
socialistas.
V
Un
problema histórico, teórico - filosófico y práctico: la continuidad y
discontinuidad, ruptura y superación en el tránsito socialista.
Las
diferentes maneras de (re)-pensar los diagnósticos, proposiciones y
posibles soluciones, las reiteradas formas y contenidos de cómo afrontar
la realidad y como tratar de resolver los conflictos, debe partir de la
premisa que ninguno cierra el desenlace del conflicto abordado. Para
una correcta crítica de la totalidad, ejemplificada muy particularmente
con la crítica a la historia positivista, la historia empírica y
simplistamente cronológica, resulta necesario la mitigación de ese
ángulo del análisis en la historia de los cuerpos societarios.
Para
ello, es importante captar la historia no en la representación
dominante hasta hoy, como una totalidad en la cual el sentido fluye en
forma ininterrumpida y armónica, garantizando la familiaridad de todo
pasado para el presente, que lo considera como momento de su origen y
pasos iniciales, vista como proceso que conlleva siempre el progreso. De
lo que se trata entonces es de ubicar en la discontinuidad el basamento
de la genuina tradición historicista.
La
continuidad / discontinuidad son en sí mismos conceptos y categorías
con diversos niveles históricos, filosóficos y políticos relacionales
que están implícitos, no tan explícitos, en la obra de los clásicos del
marxismo, y su ‘separación’ artificial, metodológica y didáctica para
ser quizás mejor indagados, puede sin embargo el riego de constituir un
ejercicio metafísico, superfluo, y estéril, cuando se acometen las
investigaciones sobre la sociedad o el cuerpo societario, ya que esta es
un todo complejo y complicado.
Si
bien los tiempos históricos de las estructuras, ritmos de los procesos
económicos, sociales, políticos, culturales y de las mentalidades
transcurren en tiempos / espacios diferentes -eso que Fernand Braudel
trató de atrapar en su concepto de ‘larga duración’-, por lo menos, no
coincidentes, sino asincrónicamente, en las distintas esferas de la vida
social, no resta para abordarlos en su integralidad. (44) Tal sucede con el otro par: la ruptura y superación. Sin embargo, no son idénticos ni similares.
No
es suficiente, como nos explicaban los simplistas y ramplones manuales,
aquellos del diamat y el hismat, que en un par es factible que uno de ellos se convierta en el otro, lo que no determinaba apriori
que sucediera, ni que el saldo fuera satisfactorio. No toda continuidad
conlleva ruptura, tampoco sucesión, superación, y la discontinuidad si
no es óptimamente aprovechada, lo que debe conllevar al esfuerzo y la
conciencia de rectificar, renovar y proseguir su rumbo hacia la
continuidad, el salto, la ruptura y superación -negación de la negación-
del proceso social que se analiza, sin abandonar los contextos
históricos concretos y todos los factores internos y externos que pueden
incidir en su despliegue. (45) Ello es más necesario y
sugerente en los procesos de Revolución auténtica, donde no se puede
perder la dialéctica de la continuidad y la discontinuidad, del cambio y
la persistencia, mutación y permanencia, inercia y dinámica, ruptura y
superación, evolución y revolución.
La
discontinuidad nos impone el repensar, en el sentido de la necesidad,
filosóficamente expresado, de regresar a la urgente reflexión de los
‘puntos de partida’ (genealogía) y los ‘desenvolvimientos
interrumpidos’, los recorridos intermitentes, donde la quiebra /
irrupción, a bases íntima, de los sistemas y procesos nos muestra, al
mismo tiempo, la supervivencia de la historia material y espiritual,
objetiva y subjetiva, porque las problemáticas pretéritas aparecen
siempre otra vez -en una espiral, donde nadie se baña en el mismo río
dos veces- en la medida en que nunca pueden ser totalmente resueltas, no
se deslizándose de forma diáfana en una cadena coherente como si todo
fuera una serie de sucesos totalmente ordenados, que tienden al
ocultamiento sin que podamos percibirlos a través de una sola mirada.
Entonces,
la discontinuidad comprende un ‘quebrantamiento’ con la mecánica e
ininteligible percepción de la ‘ley de la acumulación de los cambios
cuantitativos en cualitativos’, en que no se precisa el cuándo y el cómo
tales acopios cuantitativos se transforman en saltos superiores de
cualidad. Ello es más complejo cuando se abordan los procesos subjetivos
e intersubjetivos tan multiplicados en la actualidad.
Tampoco
consideramos, que se trata de una dicotomía entre lo falso y lo
verdadero, menos se puede concebir la discontinuidad como una
interrupción derrotista, catastrófica. La mirada crítica debe saber
apreciar que algunas acciones políticas, por ejemplo, ocurrieron en
coyunturas históricas específicas, cuyas respuestas fueron motivadas por
el afán de solucionar problemáticas que, en muchos casos, no eran bien
conocidas -los límites del conocimiento-, asimilándose acríticamente
otras referencias históricas, y porque no fueron comprendidas en su
magnitud pluricausal.
En
ese proceso, el cambio de percepción hacia el pasado histórico requiere
del aprendizaje, la rectificación crítica, la sistematización de las
experiencias acumuladas, con creatividad, que propicien vías
constructivas de la transformación revolucionaria. Hay que explicar y
comprender un hecho histórico continuo -lógico - histórico y
cronológico- a partir de todas las imbricaciones históricas que han
hecho posible, escribámoslo una vez más, su desenvolvimiento
discontinuo, no unidireccional, menos in crescendo o progresivamente.
De
tal manera, la contradicción entre continuidad y discontinuidad se
convierte en una hipótesis de solución nunca finiquitada, es decir, la
continuidad no puede tornarse como un elemento central y neural, nodal,
sino que debe pensarse tal como recurre, inevitablemente, en la también
presente discontinuidad. Porque no existe una sola historia, sino
múltiples aproximaciones a las historias que han existido y las
presentes. Y la discontinuidad forma parte de ese entramado y se expresa
cuando la sociedad reconfigura su discurso e interpretación a las
nuevas circunstancias históricas. Desde los inicios de cualquier proceso
histórico todo se transforma, pero nada se pierde, olvida, esfuma, sino
retorna bajo otras circunstancias y coyunturas históricas. Son las
huellas históricas las que no se borran.
El
filósofo francés Michel Foucault, uno de los estudiosos más acuciosos
de la discontinuidad junto a Carlos Marx, Emile Durkheim, Max Weber,
Walter Benjamin
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