Con respecto a Hiroshima
y Nagasaki, Camus decía en “Combat”, 1945, que el mundo era cosa pequeña cuando
se verificaba que cualquier ciudad podía ser completamente arrasada por una
bomba del tamaño de una pelota de fútbol. En su opinión la civilización mecánica acababa
de alcanzar con la explosión de la bomba atómica sobre Japón su máximo grado de
salvajismo. Condenaba el hecho de que la ciencia se consagrara a la muerte
organizada en un ímpetu de destrucción total.
Marguerite Duras, quien
había nacido en Indochina (1914) un año después que Camus (Argelia, 1913),
expresa lo mismo por medio de un guión cinematográfico para una película de
1960, de Alain Resnais, cuyo título es Hiroshima
mon amour.
Si bien se trata de un
guión para cine, el hecho de que su escritura presente elementos narrativos y
ficcionales la reviste de cierta literariedad, y es así como se la concibe.
El
guión leído como texto figurativo podría definirse desde el punto de vista de
la palabra desviante como un discurso alegórico, según Jean Delorme. Esto
corresponde a lo definido como pensamiento lateral, más inventivo que la
argumentación.
El guión fílmico y su
realización hacen sobresalir el papel de la imagen y el carácter de presente
que ésta introduce, puesto que lo que se ve en pantalla es un simulacro de
realidad en desarrollo. Sin embargo, para el lector del guión lo más importante
consistirá en aprehender una ficción cuyo sentido es obtenido a partir de la
articulación en ella de secuencias espacio-temporales en superposición, que
generan las correspondencias esenciales de su significación.
En un lugar muy especial,
Hiroshima (1958), se encuentran dos enfoques diferentes que dan relieve a esas
correspondencias: el pasado vibrará en el presente y el presente recibirá la
llamada del pasado. Presente y pasado se ligarán en torno a una constante
temática, la del amor apasionado, absoluto, el único que Marguerite Duras
acepta por ser esencial y que por consiguiente estará sujeto a la muerte.
En el transcurso de un
día y medio, en Hiroshima, un japonés y una actriz francesa, tratan de revivir,
en una habitación de hotel y por medio de la palabra lo sucedido: deflagración
atómica y muerte de centenares de miles de seres indefensos.
Mientras la francesa,
quien está rodando allí un filme sobre el horror de la tragedia, quiere
rememorar el holocausto, el japonés insiste por medio de frases como: “No has visto nada en Hiroshima, Nada” en
que nadie puede conocer y recordar algo tan espantoso; el japonés del amor con
la francesa remacha la imposibilidad de poder plasmar con palabras lo sucedido
en Hiroshima, porque hablar de ese suceso infernal restaría densidad y
dramatismo a lo ocurrido. El recuerdo de Hiroshima atenuaría en intensidad la
representación de lo teratológico. El diálogo amoroso entre la francesa y el
japonés, lleno de escepticismo, hace surgir en el guión un elemento temático
bien definido: la obsesiva presencia de la memoria mediante la cual se conoce
el olvido.
Para la francesa es
importante rememorar; para ella lo sucedido en Hiroshima se superpone a lo
ocurrido, en 1944, a una muchacha que ha sido rapada por amar a un enemigo de
Francia, a un alemán, en Nevers. El alemán había agonizado junto a ella, debajo
de ella, quien había permanecido un día y su noche sobre el cadáver hasta no
llegar a sentir ninguna diferencia entre los dos cuerpos: “solo encontraba semejanza entre ese cuerpo y el mío… fue mi primer
amor”. La experiencia de la muerte, del amor, del castigo con encierro en
sótano y rapado del cabello la llevan a la locura. A la salida de este periodo
punitivo, la muchacha lo primero que oye es la palabra Hiroshima, y de esa
palabra tiene el recuerdo la actriz de cine que rueda un filme en esa ciudad
catorce años después.
Lo que sucede en
Hiroshima, en 1958, entre la francesa y el japonés, entre esas dos figuras tan
distantes en todos los órdenes, es la repetición del amor de Nevers y debe
producirse por la voluntad obsesiva del no olvido. Así se establece la
correspondencia entre dos temporalidades y espacios alegóricamente
significantes.
Hiroshima mon
amour se
construye para terminar de una vez por todas con la descripción del horror por
el horror, y, como lo afirma la misma autora, para hacer renacer del horror de
sus cenizas un amor que será, por fuerza, particular y maravilloso. Marguerite
Duras opinaba que cuestionar a la sociedad es admitir que ésta existe, de la
misma manera que hay una cierta adoración
por la guerra en las películas de guerra.
Camus argumenta, Duras, al contrario,
crea por alegoría una situación simbólica amorosa que construye un camino para
marcar su posición antibelicista: dos amores absolutos se resumen en uno, dos
extranjeros son amados, tolerancia del sentimiento, negación del olvido de la
barbarie.
Danielle Triay Royo. 2018.