Posted: 27 Sep 2018 07:00 PM PDT
Por José Ignacio Salazar Arechalde
Reproduzco
a continuación un artículo publicado el 26 de abril de 2015, en el blog
de Iñaki Anasagasti, titulado “Nazis en Bilbao”, basado en un reportaje
de José Ignacio Salazar Arechalde, ilustrado con fotografía de la
Fundación Sabino Arana.
NAZIS EN BILBAO
No
entendía nada del espectáculo que le ofrecían. Entre el embajador de
Franco en París, José Félix de Lequerica, y el alcalde de Bilbao, José
Luis Oriol, se encontraba en el palco de la plaza de toros de Vista
Alegre el todopoderoso general en jefe de las fuerzas de ocupación en el
sur de Francia, Bietersheim, al que las autoridades franquistas habían
invitado en señal de fraterna amistad. No en vano las tropas alemanas de
la Legión Cóndor habían prestado una ayuda decisiva en la victoria de
Franco.
Los homenajes no se
hicieron esperar y se sucedían a ritmo frenético. El 10 de agosto de
1937 fue la fecha elegida por el franquismo local para homenajear “a la
gran nación amiga de España y a su führer Adolfo Hitler”. El lugar, el
Teatro Trueba. Las autoridades, selectas: el general Cabanellas, el
alcalde, José María Areilza; el presidente de la Diputación, Llaguno; el
delegado del Partido Nacionalsocialista, el secretario de la embajada y
el cónsul alemán en Bilbao. Al programa cinematográfico, en que se
ponía de manifiesto la formidable maquinaria de guerra alemana y el
peligro del comunismo en el mundo, acompañó la presencia de dos
significados oradores, el concejal Esteban Calle Iturrino y el
periodista Giménez Arnau. El primero no dejaba de ser un personaje local
célebre por sus constantes cabriolas ideológicas. Socialista,
comunista, upecista monárquico, tradicionalista, falangista… ¡para qué
seguir! Fue especialmente celebrado por el auditorio al tener la
genialidad, según palabras de La Gaceta del Norte, de vincular la
batalla de San Quintín con la derrota de Francia y las sangres alemana y
española que se derramaron en ella. El acto finalizó con ovaciones
clamorosas al general Cabanellas y a Sidi-Al-al Ben Mohamed,
representante del jalifa que tuvo palabras de agradecimiento para los
que denominó compatriotas españoles.
Días más tarde, la
colocación de tres obeliscos en el parque del Ensanche, rebautizado
entonces como de Las Tres Naciones, sirvió para que Areilza, ante las
autoridades diplomáticas de Alemania, Italia y Portugal, alabara al
caudillo Hitler y glosara la genialidad de Mussolini y la inteligencia
clarividente de Oliveira Salazar. Todos ellos adalides de sus
revoluciones peculiares que, según el orador, perfilaban la Nueva Edad
que se esperaba.
En esa
misma línea, las Juventudes de Falange organizaron una fiesta homenaje a
los camaradas de las Juventudes Hitlerianas “caídos en Alemania por la
causa de la Revolución Nacional Socialista contra la barbarie asiática”.
A la simpática fiesta se invitó a todos los jóvenes alemanes residentes
en la villa.
Homenaje a marinos
nazis. Los miembros de la tripulación del acorazado de bolsillo Admiral
Scheer fueron agasajados con almuerzos en el elegante Club Marítimo y en
el Hotel Carlton. Mayor resonancia adquirió el homenaje que se tributó a
los marinos de su buque gemelo, el que sería más famoso Admiral Graf
Spee con su comandante Langsdorf a la cabeza. En esta ocasión el
encargado de darles la bienvenida fue José Félix de Lequerica. Al tiempo
de agradecer la intervención de la fuerza militar alemana en la
liberación, alabó la conducta de la colonia alemana en Bilbao, citando
como ejemplo la figura del llamado mártir Guillermo Wakonigg “alemán de
alma y devoto de la causa española”, que murió con el mismo grito con el
que Lequerica terminó su discurso: Heil Hitler! Al día siguiente, los
marineros alemanes acudieron al cementerio de Begoña para ofrecer su
particular homenaje al espía Wakonigg.
Además
de los actos de homenaje que le ofreció el Ayuntamiento de Bilbao, la
propia colonia alemana celebró sus propias festividades en las que casi
todos sus actos en esta época estaban teñidos del espíritu
nacional-socialista de las autoridades hitlerianas. Sirva de ejemplo,
entre otros tantos, la fiesta nacional alemana de la cosecha, celebrada
también en el Trueba; no faltaba ninguno de los elementos propios del
ritual nazi: Juventudes Hitlerianas, música de Wagner, canciones y
poesías patrióticas y el larguísimo discurso del cónsul Friedhelm
Burbach que podría resumirse en una frase lapidaria “Adolf Hitler es lo
mismo que Alemania y Alemania es Adolf Hitler”. Todo esto dicho ante la
atenta mirada de las autoridades locales y su ovación entusiasmada.
En
igual línea se celebraron muchos actos de los alemanes residentes en
Bilbao como la apertura y clausura del curso del Colegio Alemán con el
embajador Von Stoher, actos del Club Alemán, celebración de Navidades,
cincuentenario del Hogar Alemán, el Día del Plato Único, la Fiesta del
Estudiante Caído, siempre con la presencia del jefe local del partido
nazi y del omnipresente cónsul Burbach. Este mantuvo una excelente
relación con las autoridades franquistas. A título de ejemplo sirva la
entrega de la medalla del Águila Alemana de primera clase al gobernador
civil de Bizkaia, Miguel Ganuza, o el homenaje a Evaristo Churruca,
conde de Motrico, muerto en lo que llamaban Cruzada. Al conmemorar la
fiesta del Primero de Mayo, se ofreció la cifra de casi 300 personas
pertenecientes a la colonia alemana, lo que da idea de su importancia,
que se acrecienta por la importancia económica de algunos de sus
miembros.
Cuando las tropas
alemanas ocuparon Francia en junio de 1940, grupos de alemanes
residentes en Gipuzkoa y Bizkaia acudieron a la frontera francesa para
saludar al ejército de ocupación alemán con un entusiasta flamear de
banderas con su cruz gamada.
Cine,
Teatro, música… El gran amigo alemán aparecía también en otros ámbitos
de la vida bilbaína. Películas como El triunfo de la voluntad, de la
cineasta Leni Riefensthal, eran ofrecidas en el Cinema del Soldado, la
música de la banda de la Legión Cóndor era habitual en la programación
de Radio Bilbao o se celebraba la Exposición del Libro Alemán inaugurada
por el jefe local del partido, Tarnow. También se ofrecieron las
representaciones del grupo de teatro alemán La fuerza por la alegría, en
campaña propagandística de las virtudes del nazismo, y se organizaron
conciertos musicales con la presencia de la Orquesta Filarmónica de
Berlín y la dirección de C. Krauss en el Teatro Buenos Aires bajo la
protección de la siempre presente cruz gamada.
Fue
también significativa la propaganda aparecida en la prensa bilbaína de
esta época de los productos alemanes. De los medicamentos a los
colorantes, de la electricidad a la motorización, aparecían siempre como
los mejores productos del mundo en el horizonte de una nueva economía
mundial. Los artículos laudatorios a Hitler y su régimen eran habituales
en la prensa bilbaína. Perfectamente lógico en periódicos falangistas
como El Correo Español y Hierro pero también muy comunes en la católica
La Gaceta del Norte, cuyo director López Becerra, Desperdicios, contaba
maravillas del régimen nazi, acaso con mayor entusiasmo desde que visitó
Alemania durante un mes con un numeroso grupo de periodistas españoles
en agosto de 1940. Este mismo periódico recogió con entusiasmo la visita
de Heinrich Himmler, comandante de las SS, en octubre de 1940, a la
Diputación de Gipuzkoa, donde fue recibido con los máximos honores por
su presidente, en aquel momento Elías Querejeta.
En
1941 el ministro de Asuntos Exteriores, Serrano Suñer, proclamó en
vibrante alocución el famoso ¡Rusia es culpable!, considerando una
exigencia de la historia el exterminio de la Unión Soviética y
promoviendo la creación de la División Azul. En Bilbao se convocó una
manifestación que recorrió varias calles de la villa y concluyó delante
del consulado alemán. De nuevo Burbach tomó la palabra y lanzó toda una
arenga patriótica en la plaza Elíptica. Arenga en la que prometió a
España “el lugar que le corresponde por su gran historia, por su
excepcional situación geográfica y por los grandes sacrificios que se ha
impuesto en la lucha contra el mismo adversario”. Era claro que el
cónsul nazi había leído el libro de Castiella y Areilza,
Reivindicaciones de España.
En
1943, el considerado invencible ejército alemán empezó a conocer las
derrotas. La simpatía franquista hacia el régimen nazi comenzó a menguar
y, con su caída definitiva en 1945, se hizo preciso disimular las
concomitancias de las dos dictaduras. Se ponía en marcha la operación
camuflaje. Uno de los mejores ejemplos lo tenemos en el caso del cónsul
en Bilbao, Burbach, primer representante de Hitler en España y Portugal.
Presente en todos los eventos de la colonia alemana en la villa,
desapareció de su despacho de la calle Máximo Aguirre, al igual que le
sucedió al Partido Nacional-Socialista en Alemania. Escondido al parecer
en Cillaperlata, en las estribaciones de los montes Obarenses del norte
de la provincia de Burgos, esperó algunos años para que la desmemoria
que todo lo invade borrase la presencia nazi en Bilbao. Sus amigos
franquistas le siguieron prestando protección hasta su muerte en 1959 en
accidente de tráfico en San Llorente de Losa.
Hablar
hoy de estas historias suscita en muchas personas incredulidad o,
cuando menos, un cierto escepticismo. Porque, ¿quién se acuerda hoy de
esa época negra en que los nazis se paseaban ufanos con los franquistas
por las calles de Bilbao o cantaban brazo en alto y gesto altivo
amenazadoras canciones de guerra?