El gobierno Ingles no supo manejar las quejas suscitadas en sus colonias en EE.UU, al punto que alguien (William Pitt el Viejo) dijo en el Parlamento en Londres “que los americanos eran los hijos, no los bastardos, de Gran Bretaña y debían ser tratados como tales”.
Benjamín Franklin* (1706-1790), que para entonces contaba con 70 años, famoso por sus inventos y escritos, representante en Londres por Pennsylvania y demás colonias, manifestó en 1766: “Hasta 1763, los colonos eran lo mejor del mundo, hasta el punto que Inglaterra no había tenido necesidad de gastar un céntimo para mantenerlos bajo su dominio, pero en el transcurso de los últimos 3 años, el Parlamento comenzó a ignorar los derechos constitucionales de los colonos, y estos no aceptarían que se les grabara con impuestos sin su consentimiento”. Franklin había puesto el dedo en la llaga.
*Franklin fue un prolífico científico e inventor. Además del pararrayos, inventó también el llamado horno de Franklin o chimenea de Pensilvania (1744), las lentes bifocales para su propio uso; uno de los primeros catéteres urinarios flexibles, para tratar los cálculos urinarios de su hermano John; el cuentakilómetros, las aletas de nadador, la armónica de cristal, etc. Fue el primero en describir la corriente del Golfo.8
En 1756 fue elegido miembro de la prestigiosa Royal Society, y en 1772 la Academia de las Ciencias de París le designó como uno de los más insignes científicos vivos no franceses.
Gran Bretaña no estaba animada en propósitos hostiles contra los norteamericanos, pero como siempre, lo que se pregona, es lo que predomina, estos últimos terminaron creyéndolo. En esta atmosfera excitada, se realizó en Filadelfia (Sep. 1774) el primer congreso con las 13 colonias (formadas por aprox. 2 millones de habitantes), excepto Georgia, que se llamó Congreso Continental. El 18 abril de 1775 se protagonizó en Boston el altercado sangriento donde perecieron 270 colonos a manos de una columna armada inglesa comandada por el general Gage; esto fue lo que derramo el vaso.
El 10 de mayo siguiente se reunió el 2ndo. Congreso Continental, excepto nuevamente Georgia, a pesar de eludir el tema de la independencia, Dickinson y Thomas Jefferson (1743-1826) después de escribir la “Declaración sobre los motivos y la necesidad de tomar las armas”, insistían en no destruir la unión con Inglaterra. Sin embargo, esta declaración contrastaba con la deliberación de formar un ejército continental de 20 mil soldados al mando de George Washington (1732-1799). La organización espontanea de bandas armadas y de fuerzas irregulares debían unificarse en un ejército independentista regular.
Washington (rico y aristocrático) no fue elegido por sus méritos, que los tenia, sino porque era virginiano (solidarizaba las colonias del norte), conservador (contrapesaría a los radicales) y miembro del Congreso (evitaría que lo militares se impusieran sobre los civiles). Quebec (Canadá) se negó a unírseles.
El siguiente 23 de agosto, Gran Bretaña declaro rebeldes a las colonias, y en diciembre, comenzó el característico cerco comercial contra ellas. En 1776, Thomas Paine (1737-1809) a través de la publicación de su Common Sense encauzo los sentimientos, aun inciertos de la opinión pública, a la independencia y al régimen republicano.
El 2 de julio de 1777, se aprobó (12 votos y una abstención) la moción presentada al Congreso por Henry Lee (1732-1794) donde las colonias se declaraban “Estados libres e independientes”. La elaboración y declaración formal la hizo Jefferson y se aprobó en el Congreso de 4 de julio de 1776.
Los “20 mil hombres” del ejercito de Washington eran realmente 10 mil a mediados de 1776, y a finales de año, solo 5 mil. A finales de 1781, apunto determinar la guerra fue que creció. En verdad los luchadores iban y venían desde sus hogares; Washington comparo su ejército con la Providencia cuyos designios son inescrutables. Carecía de todo.
Por el contrario, la superioridad militar inglesa era indiscutible: 30 mil soldados, con la flota más poderosa del mundo, con la cual podía impedir que los independentistas recibieran ayuda desde Europa.
Washington no era ni fue un estratega genial, solo perseverante y paciente (en esto se asemejaba a Bolívar). A mitad de 1776, el general William Hove, su adversario, se apodero de Nueva York y fue acogido por sus habitantes. La causa parecía perdida; se notaba que el país estaba dividido. Nueva York, Nueva Yersey y Georgia estaban con los ingleses; un poco menos Pennsylvania y las dos Carolinas, pero Massachusetts, Virginia y Maryland no. Por ello la lucha, desde principio a fin, tuvo rasgos de guerra civil.
De Europa, solo Francia presto ayuda a los revolucionarios. La derrota en Saratoga del ejercito ingles proveniente de Canadá por el general Gates, llevo al Parlamento en Londres a considerar ceder ante esta independencia, pues la consideraba muy costosa contrarrestarla, además que se aprovecharían en su contra los países europeos enemigos. Francia, primero, luego España y luego Holanda reconocieron el nuevo estado americano. Francia ansiaba hacerse con el mercado americano. Gran Bretaña les declaro la guerra a todos estos países.
Empezaba un nuevo conflicto mundial. Debido a la superioridad naval de Gran Bretaña, esta no reconocía la libertad del transporte libre de mercancías, por lo que nació un esbozo de coalición mundial en su contra, iniciada por Francia y España, luego seguida por Rusia, Suecia, Dinamarca, Prusia, Portugal, Nápoles, incluido el nuevo estado americano. Esto parecía reflejar la importancia del nuevo estado en el plano de las relaciones internacionales.
Mientras tanto, los ingleses en la guerra independentista intentaban dividir la guerra civil entre sureños y norteños. En 1779, el Valle de Ohio, que Londres había prohibido colonizar, fue liberada, pero a raíz de que las fuerzas franco americanas fueron vencidas en Savannah, Washington solicito de Francia el envió de un cuerpo expedicionario. En 1780 fue enviado uno con 6 mil soldados a las órdenes del general Rochambeau que se instaló en Newport. Al no ser esto suficiente, Francia envió a su nueva y poderosa flota comandada por el almirante De Grasse, que junto con Rochambeau y Washington sitió Yorktown y lograron que los ingleses se rindieran en octubre de 1781. Por otro lado, España, había mantenido su propia guerra con Inglaterra para recuperar Florida.
Después de más de 5 años de lucha, los ingleses comenzaron a fatigarse y en septiembre de 1783, en Versalles, firmaron la paz con Francia, reconociendo que los 13 Estados americanos eran “libres, independientes y soberanos”. Canadá siguió perteneciendo a Gran Bretaña. Así mismo, devolvían Florida a España.
El Congreso continental no tenía más poderes que los que le dieron cada Estado representado, por lo tanto, para objeto de la representación exterior, el nuevo estado independizado, debía ofrecer una imagen única, por lo que se aprobó una especie de Confederación de Estados en 1777. Esto se debía a que cada uno de los estados quería conservar los derechos de soberanía que Gran Bretaña les había otorgado de manera particular. Pero no fue hasta 1781, cuando los estados se unificaron bajo una confederación que se definía como una “unión perpetua” entre los Estados, pero conservando su “soberanía, libertad e independencia” formando entre sí “un pacto estable de amistad”.
En líneas generales, los estados se constituyeron en federales a partir de 1787, vigente hasta hoy, que los convertía en una estructura jurídica de Estados Unidos, convirtiéndolos en un verdadero Estado federal.
En conclusión, EE.UU. se liberó de Inglaterra más por la influencia comercial de Francia, que por la lucha patriótica de los colonos, lucha exaltada en las películas de Hollywood y History Channel.
Por otro lado, España se vio forzada a realizar una serie de reformas económicas y administrativas en sus colonias americanas (expulsión de los jesuitas en 1767, aumento del tráfico marítimo, aumento del número de puertos, eliminación de la Casa de Contratación en 1790,), lo cual abrió las puertas a las ideas en que aquellas se basaban: el pensamiento político-social de Locke, Montesquieu, Voltaire y Rousseau, Descartes, Newton, Adam Smith, revitalizando su vida intelectual y social de esas colonias.
Se formaron sociedades filosóficas y literarias que dieron vida a publicaciones de todo tipo, el mismo virrey de Perú (1791) fundo El Mercurio peruano, que fue uno de los instrumentos culturales más prestigiosos en el ámbito hispano-americano. La concepción de igualdad y de soberanía del pueblo se afirmaron sin dificultad, conceptos que coincidían con la aspiración de los criollos de ascender en la escala político-social. El modelo revolucionario norteamericano, con sus pocos traumas independentistas, alentó a las colonias español a seguirle en 1810.
La revolución norteña aporto los elementos constitutivos de federación (Republica y Democracia), pero esta última se vio menoscabada por los sectores plutocráticos y la aristocracia de los plantadores que, sobreponiéndose a la filosofía que los sustentaba (Obra de Thomas Paine), implantaron el voto censitario y mantuvieron la esclavitud, situación contradictoria, que terminaría con la guerra de Secesión (1861-1865).
La rebelión de los esclavos negros en las Antillas francesas atenuó, hasta cierto grado, entre los criollos, el entusiasmo por la Revolución francesa. En 1795, los jacobinos condenados a la guillotina en Cayena huyeron hacia Coro, donde promovieron un levantamiento de mulatos y negros (capitaneada por José Leonardo Chirino), que huyeron hacia Curimagua, para fundar una república “bajo la ley francesa”. Al igual, en el Rio de la Plata se produce otro levantamiento. La idea jacobina* se hizo presente en todos estos movimientos emancipadores: Artigas en Uruguay, Santa Cruz en Ecuador, Murillo en Perú, Nariño en Nueva Granada.
*Los jacobinos (en francés, ja cobins) eran los miembros del grupo político de la Revolución francesa llamado Club de los Jacobinos, cuya sede se encontraba en París, en el convento de los frailes dominicos (conocidos popularmente como frailes jacobinos) de la calle Saint-Honoré.1
Eran republicanos, defensores de la soberanía popular, por ende propugnaban el sufragio universal; su visión de la indivisibilidad de la nación los llevaba a defender un estado fuerte y centralizado. Se confunden a menudo con El Terror, en parte debido a la leyenda negra que divulgó la reacción termidoriana sobre Robespierre . En el siglo XIX, el jacobinismo fue la fuente de inspiración de los partidos republicanos que promovieron la Segunda y la Tercera República Francesa. En la Francia contemporánea, este término se asoció con una concepción centralista de la República.
Los criollos gozaban de grandes privilegios (basado en el trabajo de los esclavos: indios, mestizos y negros) y eran la columna vertebral de las colonias, pero eran excluidos de las tareas político-administrativas y eclesiásticas, que era reservada para los peninsulares. La ingenua ilusión del nuevo aumento comercial con Inglaterra y EE.UU. agudizo el antagonismo entre ambos sectores, así como el progresivo debilitamiento peninsular.
Ya hacia 1720, los criollos de Paraguay se habían sublevado para defender sus privilegios sobre el trabajo de los indios, denominándose a aquellos rebeldes comuneros. Otras revueltas, contra los impuestos sobre el tabaco y la sal, estallaron en Quito (1760) y Bogotá (1780). Una autentica rebelión india fue la encabezada por Tupac Amaru, en la zona del Cuzco (1780). También las suscitadas en México, Cuba, Perú y Argentina. Todas fácilmente reprimidas por las discrepancias intestinas entre sus propios actores.
Apenas los indios, mestizos y negros se sublevaban, los criollos y peninsulares cerraban filas contra ellos, de allí la relativa pasividad de aquellos en apoyar a estos. Así, la conducta de Bolívar, muy tibia en su trabajo hacia las masas llaneras durante la primera y segunda república, permitió que los gritos de reivindicación por ese sector fueran acaudillados por el peninsular José Tomas Boves, retrasando el proceso emancipador.
Continuara…