UNA PROPOSICIÓN
En noviembre del pasado año, y en medio de
las elecciones presidenciales en Chile, escribí un artículo intitulado
‘Un mundo sin dinero’ en el que, luego de analizar las formas dinerarias
que parecen estar imponiéndose en el siglo 21, defendía la necesidad de
avanzar rápida y resueltamente hacia una sociedad en donde no existiese
dinero en efectivo ni cheques o documentos de similar naturaleza. O,
como lo expresamos textualmente en esa ocasión:
“Nuestra propuesta, al efecto, es hacer
desaparecer paulatinamente el dinero monetario y el dinero giral
(billetes, pagarés, cheques) y sustituirlo por el pago mediante la
tarjeta electrónica o la transferencia bancaria, medida que se comienza a
imponer en numerosos países (entre ellos, Chile), pero no con la
rapidez y amplitud que se requiere. Nuestra propuesta abarca toda la
sociedad. Y eso requiere un cambio radical en todos los aspectos de la
vida económica nacional”[1].
La propuesta no es extemporánea; menos aún,
descabellada. Se basa en un retorno a la verdadera naturaleza del
dinero cuyo histórico recorrido —como bien nos lo recuerda Milton
Friedmann[2]— va desde las conchas marinas (moluscos) y las grandes
piedras talladas, al impulso electromagnético, que lo vuelve a reducir a
su calidad originaria de numerario o simple guarismo.
“El dinero es, hoy, impulso magnético; por
lo mismo, factor cuantificable. Se corresponde con exactitud a su
naturaleza numérica. Porque el dinero es, en verdad, una forma de medir
el valor que, personal o colectivamente (la sociedad), asignamos a
determinado bien o servicio”[3].
Las tarjetas (dinero electrónico) y las
transferencias electrónicas constituyen, sin lugar a dudas, una eficaz
forma de avanzar en esa dirección. De hecho, son esos medios los que han
permitido reducir ostensiblemente el empleo del dinero ‘contante’ en
gran parte del globo terráqueo.
Es un hecho indesmentible que la tecnología
ha invadido no sólo el mundo empresarial sino nuestra vida cotidiana,
nuestra forma de ser, transformando costumbres y hábitos. Pero esos
cambios no abarcan toda la sociedad. Porque hay naciones que, sin
vacilar, se ponen a la cabeza de los cambios, en tanto otras, en una
actitud abiertamente pasiva, esperan únicamente la sucesión de
acontecimientos que van a indicarle el camino a seguir. Porque existen
bolsones culturales que se niegan a desaparecer en muchas formaciones
sociales; curiosamente, aunque pudiere alguien creer lo contrario, uno
de esos bolsones lo constituye el uso del dinero en efectivo. Y, a pesar
que la desaparición de esa forma dineraria es una tendencia innegable
en todas aquellas sociedades que emplean la tarjeta digital como forma
de pago, parece no existir mayor voluntad de contribuir a innovar en ese
aspecto. Chile no es una excepción a esa regla; también en la nación
sudamericana parece caminarse en el retrógrado sentido de la espera. Y
es que la conveniencia de adoptar formas digitales de transferencia
dineraria se ha convertido hoy en un verdadero axioma, al extremo que no
innovar en este aspecto implicaría:
- Contribuir al desarrollo y expansión del mercado negro;
- Alentar la evasión tributaria y la creación y mantenimiento de paraísos fiscales;
- Facilitar el robo armado en contra de personas e instituciones;
- Separar al segmento más rico de la población humana del resto social;
- Permitir la comisión de todo otro tipo de delitos (comunes, financieros); y,
- Establecer la impunidad en la comisión de acciones tanto ilícitas como reñidas con los principios morales vigentes dentro de la sociedad.
VENTAJAS DE LA DESAPARICIÓN DEL DINERO EN EFECTIVO
Por el contrario, la aplicación de una
política cuyos objetivos fuesen la desaparición del dinero en efectivo
conlleva indiscutibles ventajas para la sociedad que la aplica, como lo
señaláramos en el artículo al que ya nos refiriéramos. En efecto,
“Existen indudables ventajas en relación a
la implantación de este nuevo sistema. De entre todas aquellas, podemos
citar las siguientes:
- En el aspecto de la prevención de delitos:
1.1. Pone fin al robo y destrucción de cajeros automáticos;
1.2. Pone fin al asalto y robo de las
personas encargadas de retirar los fondos de una empresa destinados al
pago de los trabajadores;
1.3. Pone fin al robo de los vehículos de las empresas de seguridad;
1.4. Pone fin a los asaltos a los transeúntes para obtener dinero en efectivo.
1.5. Termina con la evasión tributaria pues obliga a realizar las operaciones comerciales a través de los medios digitales.
1.6. Termina con el asalto a pequeños
comerciantes y empresarios, a las instituciones bancarias y aquellas
encargadas de entregar dinero en efectivo a trabajadores o jubilados.
1.7. Pone fin al lavado de dinero.
- En el aspecto económico:
2.1.1. Implica un ahorro al Estado
en cuanto a la fabricación de billetes y acuñación de monedas, y un
ahorro al sector privado en cuanto a la contratación de empresas
cuidadoras de dinero y a la mantención de vigilantes;
2.1.2. Implica un ahorro al Estado
en cuanto a la comisión de delitos pues la ocurrencia de éstos disminuye
drásticamente; por tanto, no hay persecución a culpables o trasgresores
ni movilización policial en el esclarecimiento de delitos que no
existen o no se han cometido; disminuye, también, la labor de fiscales y
jueces y, en general, de todo el aparato judicial;
2.1.3. Aumenta la posibilidad de
ejercer un mayor control sobre los reales ingresos de las personas y,
por ende, facilita la acción de los organismos impositivos (en Chile,
del SII) en cuanto a la evasión de impuestos;
2.1.4. Aumentan, en consecuencia, los ingresos estatales;
2.1.5. Disminuye la importancia de
la ‘economía negra’ pues obliga al comercio callejero a realizar sus
operaciones de acuerdo a las normas legales, lográndose un mayor control
sobre las actividades comerciales clandestinas”.
No hemos consignado aquí la cuantificación
del dinero que podría ahorrar el Estado de adoptar una medida de esa
naturaleza. Sin embargo, una consultora sí lo hizo por encargo de otra
empresa internacional en lo que a Santiago (y no a Chile) se refiere.
En efecto, comenta el periódico denominado
‘Diario Financiero’, que durante el año 2017, la empresa VISA
International encargó a la consultora Roubini Thought Lab un estudio
sobre el impacto que produciría en las grandes capitales del mundo un
mayor uso de las tarjetas (tanto de débito como de crédito) y los
dispositivos móviles (teléfonos, principalmente)[4].
De acuerdo a lo expresado por la empresa
consultora, el uso de la tarjeta y de la transferencia electrónica lo
realiza tan sólo el 10% de la población capitalina. Si el uso de estos
medios de pago se generalizara, la desaparición del dinero efectivo
provocaría un ahorro de grandes proporciones cuyo monto se calcula en
aproximadamente US$ 3.500 millones de dólares por cada año, cifra que se
descompondría de la siguiente manera:
- 300 millones de ahorro para los consumidores;
- 2.000 millones para el comercio; y,
- 1.000 millones para el Gobierno local (Intendencia y Municipalidad).
Pueden resultar sorprendentes los montos
consignados, pero las cifras se obtienen considerando que el ahorro por
el no uso del dinero en efectivo abarca, incluso, la supresión de
empresas de seguridad, camiones transportadores de dinero, guardias,
papel moneda, impresión del dinero, tiempo empleado, acuñación de
monedas, etc., etc.
Ellen Richey, vicepresidenta de la Junta
Directiva y Responsable Global de Riesgos de VISA, sostiene, incluso,
que existen ventajas inobjetables en la adopción de medidas tendientes a
terminar con el dinero en efectivo:
“Las sociedades que sustituyen el efectivo
reciben beneficios gracias a un mayor crecimiento económico, una menor
tasa delictiva, un mayor número de empleos y una mayor productividad de
los trabajadores […]”[5]
LA CIBERSEGURIDAD
La desaparición del dinero en efectivo
presenta, no obstante, algunas dificultades a las que debemos,
necesariamente, referirnos. Una de ellas es la seguridad.
Si bien es cierto que la supresión del
dinero ‘contante’ requiere de una adecuada regulación jurídica y
adopción de medidas que protejan el funcionamiento de tal sistema, para
nadie es desconocido que, en la actualidad, la delincuencia y los
peligros que amenazan al mundo digital continúan presentes, expresándose
en los llamados ‘ciber ataques’ o ataques cibernéticos que realizan, a
menudo, tanto los llamados ‘hackers’ como asimismo algunos agentes de
las propias empresas comerciales interesadas en la venta de productos
contra el ‘hackeo’: el negocio es negocio en todas partes. El mundo
digital ha traído aparejado, como era de esperarse, el delito digital.
En consecuencia, la seguridad digital —o ‘ciberseguridad’, como también
se la llama—es uno de los principales temas a abordar.
No está de más recordar que, en nuestro
país, se dictó, durante el mes de abril de 2015, el Reglamento 533 que
creó el ‘Comité Interministerial sobre Ciberseguridad’ que, de acuerdo a
su articulado, debía elaborar (en 2017) una propuesta de ciberseguridad
para ser conocida por la Presidencia de la República, en primer lugar;
y, en segundo, asesorar a esa Presidencia en todos los ámbitos relativos
al tema.
Según un analista,
“La Política Nacional de Ciberseguridad es
el primer instrumento del Estado de Chile que tiene por objeto
resguardar la seguridad de las personas y de sus derechos en el
ciberespacio, estableciendo cinco objetivos estratégicos y un conjunto
de medidas que se deben adoptar para contar con un ciberespacio libre,
abierto, seguro y resiliente, en un horizonte de mediano y largo
plazo”[6].
“Chile ostenta una de las mayores tasas de
penetración de Internet en América Latina, con más de un 70 por ciento
de su población conectada, lo que permite que cada vez más y más
personas puedan desenvolver parte importante de su vida cotidiana en el
ambiente digital, aprovechando las ventajas de la mensajería
instantánea, la amplitud de las redes sociales y la variedad de
plataformas de comercio electrónico”[7].
No existen otros antecedentes al respecto.
Ignoramos si la referida propuesta se envió a la Presidencia en la época
que Michelle Bachelet ejercía ese cargo y si dicha propuesta
contemplaba algún plan que se refiriese a la seguridad cibernética. Nada
sabemos, tampoco, si el actual Gobierno ha tomado cartas en este asunto
que, por lo demás, se ha visto conmovido por numerosos ‘ataques’
dirigidos en contra del comercio del dinero (bancario).
LA DESAPARICIÓN DEL DINERO EN EFECTIVO Y LOS PASOS A SEGUIR
La desaparición del dinero en efectivo es
un hecho irredargüible. Es un suceso que, tarde o temprano, deberá tener
lugar. Guste o no a la población de un país. Por eso, es del todo
aconsejable fijar la mirada en lo que ha sucedido y está sucediendo en
países donde muchas de las circunstancias que podrían acaecer ya han
acaecido. Y uno de esos países es Suecia.
La nación nórdica no es solamente conocida
hoy en el exterior como uno de los países que más ha avanzado en la
materia de suprimir el dinero efectivo sino la que menos ha vacilado en
ponerse al frente de las innovaciones en ese sentido. Lo que explica el
poco velado orgullo con que un analista relata esa circunstancia:
“Suecia fue primera en el mundo en imprimir
billetes de papel. Ahora nos encontramos en vías de desmontar la
sociedad que emplea el dinero en efectivo”[8].
Con prescindencia de la errónea afirmación
en virtud de la cual se otorga a la nación nórdica el honor de ser ‘la
primera en el mundo en imprimir billetes de papel’ —en realidad, la
primera en el mundo pareciera ser China pues así aparece consignado en
la obra de Marco Polo, ‘El Libro de las Maravillas’; es posible que
Suecia fuese, más bien, la primera en Europa—, la desaparición del
dinero en efectivo era un acontecimiento que las autoridades de ese país
se habían percatado desde hacía ya varios años.
Cuenta un analista que los orígenes de este
cambio pueden encontrarse en 2010, cuando el Banco Central sueco,
consciente de lo que estaba sucediendo, formuló a la comunidad nacional
una pregunta crucial.
“¿Cómo hiciste tu último pago? Cuando el
Banco Central planteó esa pregunta en 2010 a la población sueca, cerca
del 40% respondió que había usado (dinero) ‘contante’.
En septiembre de este año, la cifra había
descendido al 15%. Hace seis años habían retirado los suecos (de los
bancos) cerca de 225 mil millones de coronas y en 2015 solamente 153 mil
millones”[9].
El proceso continuó en los años
posteriores; el dinero en efetivo se fue usando cada vez en menor
escala, hecho fácilmente constatable en numerosos centros comerciales
donde se exhibían carteles solicitando a la clientela efectuar sus pagos
solamente con tarjetas; en los referidos carteles también se advertía
que no se recibiría dinero en efectivo, circunstancia que obligó al
Banco Central a adoptar una posición definitiva frente al suceso.
El cambio no ha ocurrido por casualidad.
Las empresas que facilitan las transacciones a través de la red no son
usureras, como en otros países (entre otros, Chile), ni esquilman a los
usuarios con cobros excesivos sino entienden que su rol es,
precisamente, facilitar las operaciones de pago y no dificultarlas.
Paradojalmente, en Chile, el Banco del Estado, bajo la dirección de
diestros hombres de negocios, se ha convertido en el mayor usurero
nacional, debiendo haber sido una verdadera institución popular al
servicio de los desposeídos.
Sabemos que, a fines de octubre de 2015, el
gasto por la impresión de los billetes fue, en Suecia, 63 mil millones
más barato que el gasto de cinco años antes, lo que implica un descenso
de un 36%. La nación nórdica se ha transformado en el país que con mayor
rapidez deja de emplear el dinero en efectivo, circunstancia que ha
hecho cavilar a las autoridades sobre los problemas que ese cambio
acarrea.
En noviembre, estaba claro ya que Suecia
era un país en camino de transformarse en una sociedad desprovista del
dinero en efectivo, lo que acelera la necesidad de determinar con
claridad la forma en que ese cambio ha de realizarse.
Hoy, según un analista,
”El Banco Central llama al desarrollo hacia una sociedad sin dinero contante un ’proceso presumiblemente sin retorno’”[10].
En 2015, los pagos en efectivo alcanzaron
un 40% del dinero circulante en Suecia, pero en 2016 ese porcentaje se
había reducido al 15%, fenómeno que hacía decir a un analista:
“Si la tendencia se mantiene en el mismo
sentido, nos arriesgamos tener una sociedad en la que no será posible
pagar al contado”.
El paulatino proceso de abandono de una
vieja forma de pago ha encontrado, sin embargo, algunos problemas en los
años siguientes.
CÓMO SUECIA HA AVANZADO HACIA UNA SOCIEDAD SIN DINERO EFECTIVO
En realidad, las dificultades que ha
encontrado el país nórdico para implementar tal medida se reducen a una,
principalmente. Las otras se han resuelto por la práctica que la
cultura de esa nación privilegia. Suecia ama el progreso; es un país que
enfrenta sin temores el desarrollo de las fuerzas productivas
(tecnología)) y adopta las innovaciones como la forma natural de vida de
sus habitantes. Como lo señala Cecilia Skingsley, vice presidenta del
Banco Central de esa nación:
”Hacemos el trabajo de investigación y
después damos la bienvenida a las proposiciones del sector privado. Sé
que Suecia posee buenas ideas en este ámbito por lo que no tengo temor
alguno”[11].
Por lo mismo, no debe sorprender que los
pasos necesarios para avanzar hacia el establecimiento de una sociedad
sin dinero efectivo se encuentren en gran medida ya dados, debido, entre
otros factores:
- Estrecha vinculación entre la banca y la comunidad nacional que se manifiesta, como lo veremos más adelante, en el hecho que casi no existe habitante sueco desvinculado de la actividad bancaria.
- Toda persona (y, por ende, todo trabajador) posee una cuenta corriente a través de la cual puede realizar sus operaciones de pago, cobro, crédito o depósito.
- Las remuneraciones de los trabajadores son pagadas a través de transferencias electrónicas que efectúan las empresas del sistema bancario entre las cuentas corrientes de los patrones o empleadores y sus empleados u obreros.
- Todo pago, de la naturaleza que sea, se realiza a través del mismo sistema.
- El sistema bancario mantiene los principios que le dieron origen: sus negocios son recibir dinero ajeno y prestarlo manteniendo un porcentaje de encaje. No cobra comisiones ni gastos extras por esa labor: solamente cobra intereses cuando presta el dinero que administra. Por consiguiente, no vive esquilmando a sus clientes con gastos inventados y de los cuales jamás da explicación (fees) como sucede en otros países (España, por ejemplo, que hasta hace poco cobraba hasta por dejar dinero en depósito).
- Toda persona posee tarjeta de pago. Cuando retiran dinero del banco o pagan en el comercio, la banca no les cobra comisiones; sí deben incurrir en gastos cuando emplean sus tarjetas de crédito. Pero esos intereses no son leoninos como sucede con la banca española o la chilena, que ha copiado con extrema fidelidad la forma usuraria de proceder que tiene aquella.
- El desarrollo de la técnica en el país escandinavo ha puesto en práctica, como lo señaláramos en el documento nuestro que hemos citado, otros sistemas de pago como lo son la iZettle (lector para efectuar pagos) y la Swish (que se emplea para efectuar pagos a través del celular), etc.
- La banca no se ha visto involucrada en grandes escándalos que le hayan hecho perder su credibilidad ante la comunidad y sus ejecutivos no perciben remuneraciones tan desproporcionadas que los hagan ajenos a la misma; por lo demás, cuando así sucede, los impuestos establecidos restablecen los principios de equidad acordados en los convenios suscritos con los trabajadores.
- Los quioscos de periódicos, taxis, buses, trenes y comerciantes pequeños poseen sistemas de pago asociados a las tarjetas por lo que son muy pocas las personas que pagan en efectivo.
- El Estado sueco, a través de propaganda en la TV, estuvo solicitando a la ciudadanía, hace algún tiempo, efectuar a través de tarjetas todo pago por compras inferiores a 100 coronas (aproximadamente siete mil pesos chilenos) a través de tarjetas dando como explicación que el costo de producción de los billetes y monedas es superior al valor del impulso magnético demandado por el uso de la tarjeta; por lo demás, la inexistencia de cobros indebidos por estas operaciones facilita el buen uso de aquellas.
Por todo ello, el Banco Central del país
nórdico (‘Riksbanken’) sabe con certeza que el cambio hacia una sociedad
sin dinero en efectivo es ya un hecho cierto. Hasta ahí el problema
parece no existir.
Sin embargo, existen nubarrones que indican
la necesidad de resolver algunos problemas antes de iniciar el camino
sin retorno hacia una sociedad en donde no exista el dinero en efectivo.
EL PROBLEMA PRINCIPAL: LA NECESIDAD DE CONTAR CON UN MEDIO DE PAGO DISPONIBLE EN TODO MOMENTO Y EN TODO LUGAR
El más importante de esos nubarrones lo
constituye la eventualidad que la tarjeta o la transferencia bancaria no
pueda efectuarse porque ‘el sistema se ha caído’ o porque no se
recuerde la clave o ésta no funcione. Una sociedad, a juicio de los
suecos, no puede permitirse el lujo de ver imposibilitadas las
transacciones no solamente entre grandes instituciones sino entre
personas. Y si no es posible pagar porque han ocurrido imprevistos,
¿cómo entonces, ayudar a resolver el problema y permitir el pago?
Los suecos saben que hoy, en esos casos y
en reemplazo del dinero ‘plástico’ (o la transferencia bancaria) existe
la posibilidad de concurrir a ciertos lugares donde existen ‘cajeros
automáticos’ y resolver el problema de la falta de dinero. E, incluso,
ir hasta un banco en donde, a pesar de haberse ‘caído el sistema’ es
posible retirar dinero en efectivo por lo que el riesgo de no poder
efectuar un pago se minimiza.
La pregunta es qué hacer si ese problema se
suscita en una sociedad que ha abolido el dinero contante. Es lo que
preocupa, precisamente a Cecilia Kingsley, vicepresidenta del Banco
Central sueco cuando expresa:
”Necesitamos cavilar acerca de las
consecuencias de una sociedad que ha decidido erradicar el dinero
contante. Es parte de nuestro trabajo. ¿Necesitamos elaborar una nueva
proposición o es el sistema de pago lo suficientemente efectivo como
para funcionar sin dinero en efectivo? La cuestión es el dinero, quién
va a retirar dinero y cómo el sistema de pago funciona”.[12]
El problema, sin embargo, persiste. Y, como
lo señala Björn Segendorf, es necesario considerar a la necesidad como
factor determinante.
”La necesidad en este caso es el riesgo de
permitir en un mercado futuro, conocido como ’single point of failure’,
apertura para que organismos no bancarias y parte de la comunidad
puedan acceder al dinero del Banco Central. Por eso creemos que también
debe haber un medio de pago oficial en el mercado por lo que proponemos
una alternativa en el carácter de corona electrónica”[13].
Así, pues, el problema no es uno sino
varios. Lo que ha conducido al Banco Central sueco a analizar la
posibilidad de crear una corona electrónica (e-krona).
Según Peter Ottsjö,
“Fue en el otoño de 2016, cuando la jefa
del Banco Central Cecilia Skingsley dijo por primera vez que el esa
entidad quería analizar la posibilidad de emitir una corona electrónica.
No es el primer Banco Central en el mundo en considerar esa
posibilidad, pero presumiblemente uno de los que tiene mayores motivos.
Suecia está a punto de convertirse en el primer país del mundo sin
efectivo. Las consecuencias pueden sentirse. El propio Riksbank habla en
su cuidadoso lenguaje gubernamental que la ‘sociedad’ arriesga
convertirse en ‘vulnerable’”[14].
La idea, así, partió el 2016 en el propio
Banco Central y fue explicitada como tal a la comunidad, lo que provocó
numerosas reacciones. Desde mediados de noviembre de 2016, las
autoridades de ese Banco recibieron nutridas propuestas, una de las
cuales fue entregada por un conocido economista sueco, el profesor Robin
Teigland quien enumeró, en esos días, lo que para él constituían ‘ocho
razones’ para eliminar el efectivo sustituyéndolo por una moneda
digital[15]. Así, señaló como ventajas, las siguientes:
- Permite el control de todas las transacciones financieras.
- Da la posibilidad de implantar una política de interés negativo.
- Permite dirigir con mayor facilidad la política monetaria y desarrollar mayor control sobre las transacciones financieras.
- Aprovecha una parte de las actividades y recursos que han contribuido a desprestigiar al bitcoin y otras monedas digitales.
- Ayuda a bajar los costos de las transacciones financieras.
- Faculta a quienes no operan con los bancos ser parte importante del sistema social.
- Facilita las transacciones por sobre las fronteras nacionales, y
- Permite tanto microtransacciones como pagos de máquina a máquina.
LA CORONA ELECTRÓNICA
Crear una moneda electrónica no es difícil:
la tecnología existe. Para llevar a cabo tal empresa pueden emplearse
varios métodos, siendo el denominado ’blockchain’ el más conocido: es un
sistema de encriptamiento imposible de violar; no de otra manera fue
creado el ’bitcoin’ y demás monedas virtuales que circulan en la red.
Pero la creación de una moneda electrónica
que cumpla determinadas funciones si bien es tarea fácil desde el punto
de vista técnico, no lo es desde el punto de vista social pues necesita
satisfacer, además de los requerimientos del mercado, los intereses de
un vasto conjunto social. Y en ese conjunto operan intereses que
determinan el sentido de los cambios. Las autoridades suecas procedieron
a través de un llamado que formularon a un conjunto de empresarios a
fin de recibir proposiciones e ideas en torno a la creación de una
corona electrónica y a la manera de acceder a ella en caso de existir
dificultades en el sistema normal de pagos.
El Banco Central sueco no oculta su interés
en cuanto a introducir una corona electrónica. Eso es un hecho cierto.
El problema es cómo hacerlo. Y la traba principal es la ’confianza’.
Nadie ignora en ese país que, en 2011, cuando se hizo su estreno en
sociedad el ’bitcoin’, su valor era equivalente al de un dólar; años más
tarde, ese valor se centuplicó hasta aquel desplome sin precedentes que
sucedió el año recién pasado, minando la confianza de los ahorrantes.
Es cierto que esa moneda virtual ha experimentado recuperaciones, pero
su aparente imparable valorización y rápido desplome produjo
desconfianza, situación que quiere evitar el Banco Central sueco.
Cecilia Skingsley lo dice con toda franqueza:
”El dinero es algo que de todas maneras
debemos emplear, pero para que el dinero funcione debemos antes de todo
resolver un muy complicado problema. El problema se refiere a la
confianza”[16].
LOS ÚLTIMOS PASOS DADOS EN SUECIA A ESTE RESPECTO DURANTE 2017
En el transcurso del mes de febrero de 2017
comenzó a debatirse la fecha en que podría ponerse en marcha el
funcionamiento de la corona electrónica, lo que llevó a una amplia
discusión acerca de la naturaleza del dinero[17].
Hasta el 19 de septiembre del año pasado,
las discusiones en torno a la creación de la corona electrónica se
habían centrado en las seguridad que el sistema debía ofrecer pues
existía temor que alguien pudiese falsificar tanto el procedimiento como
la moneda misma; en definitiva, hubo acuerdo en cuanto a emplear, para
su creación, el método de la ‘blockchain’ que, en el país nórdico, se
le conoce como ‘blockkedjan’[18].
El 20 de ese mismo mes, el propio Banco
Central presentó su propuesta aseverando que la corona electrónica se
podría cargar en una tarjeta habilitada para tal efecto.
Lo cierto es que, si bien la desaparición
del dinero en efectivo está ocurriendo de manera natural —pues nadie
paga en esa nación sino con tarjeta ligada a la cuenta bancaria—, los
suecos quieren, además, poseer otra tarjeta o una app que puedan cargar
con la corona electrónica y pagar con ella cuando la cuenta corriente no
funcione[19].
A fines del año pasado, la pregunta era
cómo hacer esa maniobra de permitir que cualquiera persona pueda cargar
su tarjeta de pago en lugares habilitados pues eso requeriría que todos
los habitantes de esa nación pudiesen tener acceso al dinero depositado
en el Banco Central[20].
Si Suecia va encaminada a convertirse en
una sociedad sin dinero en efectivo, para la vicepresidenta del Banco
Central de esa nación la única solución posible de instalar un sistema
de esa naturaleza que no cause mayores trastornos es la introducción de
una corona electrónica, camino al cual llama ‘proceso posiblemente
irreversible”[21]. No por otro motivo fue que el Banco Central de ese
país determinó solicitar la ayuda a las grandes empresas suecas en el
sentido de entregarles proposiciones o ideas sobre la materia que,
finalmente, se hicieron llegar al organismo emisor en enero del presente
año[22] y se espera que, a estas alturas, hayan ya sido debatidas.
Desde esa fecha no hay mayores novedades,
pero eso no significa que no se esté trabajando en la tarea de terminar
con el efectivo.
CONCLUSIONES
En estricta doctrina, la implantación de un
sistema dinerario que no contenga expresiones monetarias, tanto
metálicas como impresas, no requiere en modo alguno del establecimiento
de una moneda virtual, lo cual no significa que la aplicación de
semejante medida no ayude en dicho cometido. El sistema que dio origen a
las tarjetas de pago, basado en la existencia de la red INTERNET, es,
en sí, suficiente para llevar a la humanidad hacia la desaparición
completa de las formas metálicas e impresas de esa mercancía. Y es que
dicho sistema se corresponde armónicamente con la naturaleza misma del
dinero. Pareciera, así, que no se necesita de la creación de una moneda
virtual como Suecia parece entenderlo. Por lo demás, la propia moneda
virtual podría ser la culminación o resultado de un proceso sostenido de
desaparición del dinero contante.
Sin embargo, lo más notable de la
proposición sueca radica en el cuidado absoluto que pone en torno a
proteger la continuidad, sin sobresaltos, de las relaciones de
intercambio, es decir, la voluntad inequívoca de preocuparse, ante todo,
de contar con un sistema que permita —en caso de fallar el otro—
asegurar la imposibilidad de ver entrabadas las operaciones de compra y
venta y, en general, las de pago: dichas operaciones no pueden verse
interrumpidas por una caída del sistema general. Lo cual exige la
existencia perentoria de otro sistema anexo o paralelo a aquel. Y
completamente seguro.
Pero este es un problema de Suecia. No
explica, por lo mismo, la ’pasividad’ de las autoridades de otras
naciones encargadas de proponer los cambios a las políticas monetarias
de una nación y su reticencia a avanzar hacia la eliminación del dinero
en efectivo. A nosotros nos parece que éste es el punto central del
problema, porque tras esta aparente inercia parecieran subyacer otras
motivaciones.
Esperar hasta el año 2030 para poner fin al
dinero en efectivo, como parecen estimarlo algunas autoridades no nos
parece una decisión acertada. No siempre es bueno ir a la zaga de los
acontecimientos. La cantidad de dinero que se pierde con esa pasividad
es inmensa: implica levantar clínicas u hospitales para la comunidad,
viviendas para los marginados, alimento para los niños, en fin.
Es un hecho cierto que la banca se alimenta
del dinero que circula a lo largo y ancho del planeta; es un hecho
cierto, también, que éste no tiene nacionalidad y que sería inútil
exigirle moralidad. Y aquí pareciera radicar el problema de no avanzar
decididamente en esa dirección.
Porque la banca se alimenta del dinero que
proviene de todas las operaciones que se realizan en el mundo; no puede
saber si las operaciones que han dado origen al dinero que recibe han
sido lícitas o ilícitas, labor que, por la división del trabajo, compete
a otras instancias, fundamentalmente estatales. Y aunque no admite
dudas la circunstancia que existen leyes dictadas para sancionar el
contrabando de dinero, la forma de acumular actualmente vigente exige
que los Estados no entraben la libre circulación del dinero. Es una
contradicción que no siempre se resuelve en favor de la licitud. Las
normas que prohíben el traslado de dinero en efectivo de un país a otro
no siempre son efectivas y no hay posibilidad de analizar la naturaleza
del flujo monetario que se desplaza por todos los continentes. Los
propios Estados han organizado paraísos fiscales y parecen tener poco
interés en regular la circulación del efectivo.
Hay, además, un hecho significativo: las
clases sociales que dominan el comercio planetario o, lo que es igual,
la sociedad mundial, poco o nulo interés demuestran en avanzar hacia
fronteras más transparentes. No ignoran que el porcentaje más alto del
dinero que circula a nivel planetario proviene de actividades vinculadas
a la llamada ’economía negra’, a saber, el trabajo negro, el comercio
clandestino, el tráfico de armas, el tráfico de personas, de drogas, de
divisas, etc.; no ignoran, igualmente, que el trabajo productivo del
cual proviene el dinero que reciben, muchas veces, se obtiene en la
realización de actividades en donde relacionadas con el trabajo
infantil, el trabajo forzado o el trabajo realizado en condiciones
infrahumanas, de hacinamiento, de peligrosidad, en fin. Tampoco ignoran
que el dinero proveniente de esas actividades, abiertamente ilícito, se
blanquea con rapidez con la complicidad de las propias empresas
bancarias.
Por otro lado, el desarrollo de las
finanzas ha permitido, contrariamente a lo que se creía, un auge de las
operaciones especulativas. Hoy, no existen trabas que impidan al
financista hacer crecer su dinero y gran parte de los economistas se
dedican a crear instrumentos de crédito que den origen a otros
instrumentos que, a su vez, originan otros y así sucesivamente. El hecho
es que la mayor parte del dinero que circula no proviene de actividades
productivas sino abiertamente especulativas. Para nadie es desconocido
que existe una burbuja financiera que día a día crece, y que si no
explota es porque la economía aprendió a manejar sus crisis por lo que
las grandes amenazas a la economía que se produjeron en el pasado
parecieran que difícilmente pudiesen repetirse en forma mecánica. Así,
no resulta difícil suponer que existe un interés específico en no
apresurar la conversión del dinero efectivo en un impulso magnético que
pudiese poner fin a las graves deficiencias que presente el actual
sistema. La necesidad de captar más y más dinero y multiplicar las
cifras obtenidas resulta más importante que cualquier otra actividad.
Total, el capital continúa siendo un ’valor que se valoriza’, una suma
cuya única finalidad es acrecentarse en cada pulsación del tiempo.
Pero de lo que parece estar aconteciendo al
respecto en otros países del mundo nos permite volver sobre este tema
en los próximos meses.
Santiago, octubre de 2018
[1] Acuña, Manuel: “Un mundo sin dinero”, artículo de noviembre de 2017.[2] Véase el libro de Milton Friedmann ‘Las paradojas del dinero’.
[3] Acuña, Manuel: Artículo citado en (1).
[4] Redacción: “US$ 3.500 millones sería el beneficio para un Santiago ‘sin efectivo’”, ‘Diario Financiero’, versión digital de 13 de diciembre de 2017.
[5] Redacción: Art. citado en (4).
[6] Álvarez, Daniel: “Ciberseguridad: la urgente necesidad de subir los estándares de seguridad digital del país”, ‘El Mostrador’, 20 de junio de 2018.
[7] Álvarez, Daniel: Art. citado en (6).
[8] Agencia TT: “Riksbanken vill införa e-kronan”, ‘Ny Teknik’, versión digital, 16 de noviembre de 2016.
[9] Ottsjö, Peter: “Expertens åtta skäl till en digital krona”, ‘Ny Teknik’, versión digital, 24 de noviembre de 2016.
[10] Ottsjö, Peter: “Riksbanken: ’Få andra alternativ än en e-krona’”, ’Ny Teknik’, version digital, 18 de enero de 2018.
[11] Ottsjö, Peter: “Uppmaning till Riksbanken: ’Gör e-krona med öppen källkod’”, ’Ny Teknik’, version digital, 18 de enero de 2018.
[12] Ottsjö, Peter: Id. (10).
[13] Ottsjö, Peter: Id. (11).
[14] Ottsjö, Peter:(Id. (11).
[15] Ottsjö, Peter: Id. (9).
[16] Ottsjö, Peter: “Experternas råd till Riksbanken”, ‘Ny Teknik’, 23 de junio de 2016, edición digital.
[17] Sundling, Mats: “När bli e-kronan verklighet i Sverige?”
[18] Ottsjö, Peter: “Svensk blockkedja säkrar bevis på krigsbrott”, ‘Ny teknik’, 19 de septiembbre de 2017.
[19] Agencia TT: “E-kronan ska laddas på kort”, ‘Ny Teknik’, 20 de septiembre de 2017.
[20] Ottsjö, Peter: Id. (9).
[21] Ottsjö, Peter: Id. (10).
[22] Ottsjö, Peter: “Här är storbolagens förslag till en e-kronan”, ‘Ny Teknik’, 18 de enero de 2018.