Publicado
por: Iván Oliver Rugeleson: octubre 23, 2018
PRINCIPIOS
FUNDAMENTALES
Por: Luis Britto García
Un país
nace de pleno derecho al darse una Constitución y muere de hecho al admitir que
sean destruidos sus Principios Fundamentales.
Un texto
constitucional puede alumbrar soberanías o abortar colonias.
Dispone el
artículo 1 de los Principios Fundamentales de la Constitución
vigente: “La República Bolivariana de Venezuela es irrevocablemente
libre e independiente y fundamenta su patrimonio moral y sus valores de
libertad, igualdad, justicia y paz internacional, en la doctrina de Simón
Bolívar, el Libertador. Son derechos irrenunciables de la Nación la
independencia, la libertad, la soberanía, la inmunidad, la integridad
territorial y la autodeterminación nacional”.
Renunciar
a cualquiera de estos derechos fundamentales es entregarlo todo.
Decía Juan
Jacobo Rousseau que nadie puede consentir en ser esclavo, pues la locura no
crea derechos.
Tampoco
puede una República renunciar a darse sus propias leyes, a ejecutarlas con sus
propias autoridades y a resolver con sus propios tribunales las controversias
que dicha ejecución suscite, pues al ceder cualquiera de dichos atributos de la
soberanía se convierte automáticamente en colonia.
Por lo
mismo que nadie puede voluntariamente dejar de ser libre, menos puede un país
renunciar a la inmunidad:
al derecho de resolver las controversias sobre sus cuestiones de interés
público con sus propios tribunales, sin que sus sentencias puedan ser anuladas
o enmendadas por cortes, árbitros o jueces extranjeros.
El artículo
2 de la Carta Magna consagra “como valores superiores de su ordenamiento
jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la
solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la
preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”.
No puede
la Constituyente violar el doblemente consagrado principio de igualdad otorgando
mayores derechos a un sector de los venezolanos que a otro por razones de
cultura, raza, etnia, ascendencia o creencias, y mucho menos confiriéndole
mayores derechos que a los venezolanos a personas o empresas extranjeras.
Así
como es irrenunciable para la Nación la autodeterminación nacional, lo es
para el ciudadano la lealtad única, exclusiva y excluyente hacia Venezuela.
Nadie puede servir a dos patronos, ni puede subsistir una República cuyos
ciudadanos deban lealtad hacia otro u otros Estados diferentes, posiblemente
antagónicos.
Quien
pisotea principios prepara su fin.
Fuente:
http://luisbrittogarcia.