Publicado por: Iván Oliver Rugeleson: enero 11, 2019
De izq. a der. arriba: Marine Le Pen y Matteo Salvini; abajo: Victor Orban y Jair Bolsonaro.
Steve
Bannon, ex consejero de Trump, se trasladó a Bruselas, donde fundó “El
Movimiento” con la meta de federar a todos los partidos nacionalistas y de
extrema derecha y tomar por asalto el Parlamento Europeo en las elecciones de
mayo.
Por: Eduardo
Febbro
Los populistas de extrema derecha han dejado de ser un
área restringida de espectadores nostálgicos para convertirse en una cruzada
mundial. Fascistas, neonazis, xenófobos, integristas religiosos, soberanistas,
regionalistas, autoritarios o movimientos post ideológicos como el italiano 5
estrellas conforman una nueva cartografía planetaria de la oferta política. El
éxito electoral los ha acompañado de forma ascendente desde que, a partir de
mediados de los años 80, la extrema derecha francesa del Frente Nacional (hoy
Reagrupamiento Nacional) rompió los márgenes donde vivía con apenas 2% de los
votos. Dos elecciones presidenciales disputadas en Francia con su candidato en
la segunda vuelta (2002, Jean Marie Le Pen, 2007, Marine Le Pen), primer
partido de Francia en las elecciones europeas de 2014, victoria presidencial en
los Estados Unidos, columna vertebral de la salida de Gran Bretaña de la Unión
Europea (Brexit), triunfo en Hungría con Victor Orban, Rodrigo Duterte en
Filipinas, en Italia con Matteo Salvini, en Polonia con Jaroslaw Kaczynski, en
Austria con Sebastian Kurtz y Heinz-Christian Stracheun, el recién llegado en
Espana, Vox, y en Brasil con Jair Bolsonaro, el mapa mundial se fue llenando de
extremistas exitosos.
La tierra de conquista más vulnerable sigue siendo
Europa. Es a partir del Viejo Continente donde los populistas grises están
construyendo lo que ellos mismos denominan “una internacional populista”. Steve
Bannon, el ex consejero de Donald Trump, se trasladó a Bruselas, donde fundó
“El Movimiento” con la meta de federar a todos los partidos nacionalistas y de
extrema derecha y tomar por asalto el Parlamento Europeo en las elecciones
europeas de mayo próximo. Para él, Europa “es el centro del levantamiento populista
y nacionalista” que conducirá a estos movimientos “a ganar y a gobernar”, dijo
Bannon en agosto del año pasado cuando llegó a Bruselas.
En la capital belga, Steve Bannon instaló su cuartel
general en una lujosa residencia de 1.200 metros cuadrados con parque y
piscina. Su propietario es Mischaël Modrikamen, un empresario, abogado y líder
del partido político liberal-conservador de extrema derecha Partido Popular (6%
de intenciones de voto). El proyecto de la internacional populista tiene una
extensión en Italia a través del monasterio medieval de Trisulti donde, con el
respaldo de otros dos personaje, Benjamin Harnwell y el cardenal conservador
Raymond Leo Burke, Bannon aspira a abrir allí una academia, es decir, una
escuela de capacitación de populistas y nacionalistas. Benjamin Harnwell es el
fundador del think tank Dignitatis Humanae Institute (Instituto para la
Dignidad Humana) mientras que el cardenal Burke es un acérrimo opositor al Papa
Francisco. Según detalló Harnwell al diario La Stampa, “se trata de un proyecto
que apunta a la promoción de la civilización occidental y sus fundamentos
judeo-cristianos, en base al pensamiento nacionalista populista que ha
desarrollado Bannon”. El grupo no ha conseguido todavía su principal objetivo:
la formación de un cuerpo nacionalista dentro del Parlamento Europeo. La
primera reunión del “club de líderes populistas” creado por Bannon y Modrikamen
aún no se llevó a cabo. Aplazado dos veces, el congreso está previsto para
finales de enero de este año. Los grandes partidos de la ultraderecha Europea
han, hasta ahora, más bien rehusado acercarse al Movimiento. Lo miran a la vez
con interés y recelo. Marine Le Pen aclaró que “la salvación” de Europa la
harían los europeos y no un norteamericano. Los creadores de El Movimiento
reconocen “contactos y diálogos”, pero la formalización de una estructura con
todos ellos adentro no se plasma. Algunos analistas piensan que esa
internacional terminará por existir, pero fuera de la influencia de Steve
Bannon. Los encuentros entre líderes europeos de misma tendencia son
frecuentes. Salvini fue a ver a Kaczynski, Victor Orban mantiene relaciones muy
cercanas con el mismo Kaczynski. Falta, aún, el elemento que los lleve a todos
a una convergencia más allá de la retórica. El pasado dos de enero, cuando
asumió su cargo, el nuevo Ministro brasileño de Relaciones Exteriores, Ernesto
Araújo, hizo pública su admiración por “la nueva Italia, Polonia y Hungría”. De
hecho, aunque circulan en el mismo carril, las divergencias en el seno de este
grupo político son tan profundas como caricaturescas.
Todos llegaron al poder o al Parlamento con la misma
narrativa: la oposición del pueblo contra las elites, sean políticas o
económicas. Esa es una de las características de las extremas derechas
resucitadas. La otra le definió con pertinencia el profesor de filosofía y
politólogo Yves Charlees Zarka: “lo que caracteriza al populismo de hoy es que
éste se desarrolla en las sociedades democráticas cuyas poblaciones están
dotadas de un alto nivel de educación”.
Los populismos contemporáneos engloban un enjambre de
ideologías renacidas, o una combinación de varios ingredientes del pasado y de
la modernidad. 11 son hoy los dirigentes que podrían entrar en esa
“internacional populista”:Victor Orban (Hungría), Matteo Salvini (Italia),
Luigi Di Maio (Italia), Jaroslaw Kaczynski (Polonia) Sebastian Kurtz y
Heinz-Christian Stracheun (Austria), Andres Babis (República Checa), Rodrigo
Duterte (Filipinas), Recep Tayyip Erdogan (Turquía), Jair Bolsonaro (Brasil),
Donald Trump (Estados Unidos). A ellos hay que agregarle las formaciones que
van poco a poco arañando escalones en el poder político como ocurre con las
extremas derechas de Alemania, Holanda y Vox en España.
Para todos, más que la elección de Trump, el punto de
quiebre tiene dos episodios: la elecciones europeas de 2014 y el referéndum a
favor de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Esa es nuestra “piedra
fundacional”, recuerda Mischaël Modrikamen. Europa ha sido para la ultraderecha
globalizante un ejemplo permanente. Steve Bannon recordó cómo el molde Europeo
le dio las armas para llevar a Trump a la presidencia: “Europa me resulta
fascinante. Los europeos tienen muchas cosas para enseñar a los
norteamericanos. Europa nos lleva dos años de adelanto. Cuando vine a observar
el levantamiento de los partidos populistas en las elecciones europeas de 2014
aprendí muchas cosas”. En sus desplazamientos por las capitales europeas, Steve
Bannon se mueve con el aura de un evangelista del populismo. Habla como un
iluminado y aunque no haya aún realizado su sueño de unir a todas las
ultraderechas, Europa parece ser clave en sus estrategias políticas
norteamericanas. No es Donald Trump y su mezquindad narcisista radical las que
constituyen el zócalo de una internacional populista. Trump sólo es “america
first”. El portavoz viajero de la globalización de la ultraderecha es Steve
Bannon. “Es como un Che Guevara de la extrema derecha que está buscando su
Bolivia”, dice anónimamente un eurodiputado del ala nacionalista. Bannon
preside el cenáculo de lo que el pensador italiano Antonio Gramsci llamó “los
monstruos”. Estos han venido a perturbar la confrontación izquierda-derecha
vigente desde principios del Siglo XX. Una de las frases más citadas por los
analistas occidentales pertenece a Gramsci. Pareciera que la hubiese escrito
hoy: “el viejo mundo se muere, el nuevo mundo tarda en aparecer y en ese
claro-obscuro surgen los monstruos”. Por el momento, andan separados.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar