Publicado por: Iván Oliver Rugeleson: enero 01,
Por: José Gregorio Linares
No son
nuevos el reconcomio y el odio de la oligarquía santanderiana contra Venezuela
y los venezolanos. Razones geohistóricas que se remontan a la Colonia
contribuyeron a atizar esa hoguera de resentimientos. Nueva Granada, la actual
Colombia, era un Virreinato
de vieja data (1717), organizado y rico, cuya élite gozaba de prerrogativas que
la hacían creerse superior, mientras que Venezuela era una simple Capitanía
General, creada mucho después (1777), pobre y en aluvional proceso de
conformación del Estado. Pero cuando el incendio de la guerra de independencia
arrasó con el antiguo régimen y la sociedad entera entró en crisis, los
venezolanos se encumbraron como bravos guerreros por encima de los
neogranadinos. Se destacaron en valor e intrepidez. No dieron tregua a España,
y aun en las más adversas condiciones, la enfrentaron, la hostigaron y, finalmente,
la derrotaron.
Francisco
de Paula Santander, traidor, felón y criminal. Vivió gracias a la generosidad
del Simón Bolívar al que odiaba y envidiaba. Su mayor mérito fue procrear una
oligarquía que en 200 años lo que ha hecho es destruir a la Nueva Granada y a
su pueblo, nación cuyos gobiernos están al servicio completo del imperio yanqui y del
narcotráfico.
En
comparación con los habitantes de Nueva Granada, en general más
apacibles y condescendientes, los pobladores de Venezuela sobresalieron
como héroes aguerridos e indómitos. Así los vio el general español Pablo
Morillo, jefe de los realistas, quien en marzo de 1816 le escribe al
Ministro de Guerra de España una carta donde le expresa: “El
habitante de Santa Fe se ha mostrado tímido; el de Venezuela, audaz.
Probablemente los habitantes del Virreinato no nos habrían resistido con
tanta obstinación si no hubieran estado ayudados por los venezolanos.
Por igual motivo ha sido que Cartagena se ha sostenido tanto tiempo
contra nosotros. Al lado derecho de las márgenes del Magdalena han dado
algunos combates: los que más se han distinguido en ellos han sido
igualmente los venezolanos. La estéril provincia de Antioquia nos ha
declarado una guerra a muerte por dos ocasiones, y ha cerrado el paso de
sus montañas: los venezolanos han sido lo que a ello la han excitado.
Santa Fe ha tomado las resoluciones más desesperadas en virtud de las
insinuaciones de los emisarios de Venezuela. En una palabra, todo en la
lucha actual es la obra de este maldito pueblo”.
La
carta que, sin proponérselo, hablaba tan elogiosamente de los
venezolanos, fue interceptada por los patriotas y publicada dos años más
tarde, en 1818, en el Correo del Orinoco. Esto no fue del gusto de los
neogranadinos, que se sintieron ultrajados en su honor por las alusiones
que en relación a ellos hiciera el jefe realista.
Para entonces, buena parte de los fuerzas patriotas neogranadinas habían sido abatidas por Morillo y buscaban refugio en Venezuela, donde los soldados patriotas venezolanos se batían con denuedo contra los realistas. La convivencia entre los venezolanos, que no se rendían y daban la batalla en su territorio; y los recién llegados neogranadinos, que venían de sufrir una dura derrota, trajo como consecuencia que se desarrollara una suerte de animosidad y recelo entre los oriundos de ambas naciones. En medio de la camaradería que se da entre quienes combaten por una misma causa, aparecieron también las diferencias regionales. Los venezolanos comenzaron a sentir que el arrojo y la perseverancia hacía de ellos un pueblo de libertadores y, seguramente, se lo hicieron saber a sus hermanos en apuros, con la sorna y el sentido del humor que nos caracteriza. Mientras, entre los militares pertenecientes a las élites de Nueva Granada, la mamadera de gallo a costa de ellos, fue incubando rabia y resentimientos.
Para entonces, buena parte de los fuerzas patriotas neogranadinas habían sido abatidas por Morillo y buscaban refugio en Venezuela, donde los soldados patriotas venezolanos se batían con denuedo contra los realistas. La convivencia entre los venezolanos, que no se rendían y daban la batalla en su territorio; y los recién llegados neogranadinos, que venían de sufrir una dura derrota, trajo como consecuencia que se desarrollara una suerte de animosidad y recelo entre los oriundos de ambas naciones. En medio de la camaradería que se da entre quienes combaten por una misma causa, aparecieron también las diferencias regionales. Los venezolanos comenzaron a sentir que el arrojo y la perseverancia hacía de ellos un pueblo de libertadores y, seguramente, se lo hicieron saber a sus hermanos en apuros, con la sorna y el sentido del humor que nos caracteriza. Mientras, entre los militares pertenecientes a las élites de Nueva Granada, la mamadera de gallo a costa de ellos, fue incubando rabia y resentimientos.
El general Pablo Morillo, tuvo el coraje de reconocer
el valor militar y la valentía de los soldados venezolanos que estaban en el
Ejército Patriota y que lo derrotaron bajo la conducción de Bolívar.
Entre
los oficiales neogranadinos que se habían asilado en los llanos de
Venezuela, se encontraba Francisco de Paula Santander. Fue admitido en
el ejército patriota venezolano en 1817, en junio de 1818 se incorpora
“con el empleo de coronel efectivo de infantería”; y luego es ascendido a
general de brigada.
Éste, con rabia mal disimulada publica en el Correo del Orinoco una carta (6 de julio de 1818) dirigida al editor del periódico en la que “vindica el honor” de los neogranadinos a quienes Morillo “ha imputado cobardía y timidez”; a la vez que con maña y sofismas intenta disminuir los méritos de los venezolanos en la cruenta guerra que se libra contra España. Recuerda el papel de los neogranadinos en la Campaña Admirable de 1813, dirigida por Bolívar, que le dio la libertad a Venezuela, y a la que se unieron muchos de sus compatriotas. Escribe: “Usted ha procedido justamente en haber recordado los hechos y conducta de los hijos de la Nueva Granada cuando bien conducidos libertaron el territorio que media entre el Táchira y los muros de La Guaira”. Por supuesto que no dice que en esta Campaña Admirable, él se enfrentó a Bolívar y se negó a participar. Todo lo contrario de lo que hicieron sus heroicos paisanos Antonio Ricaurte y Atanasio Girardot.
Éste, con rabia mal disimulada publica en el Correo del Orinoco una carta (6 de julio de 1818) dirigida al editor del periódico en la que “vindica el honor” de los neogranadinos a quienes Morillo “ha imputado cobardía y timidez”; a la vez que con maña y sofismas intenta disminuir los méritos de los venezolanos en la cruenta guerra que se libra contra España. Recuerda el papel de los neogranadinos en la Campaña Admirable de 1813, dirigida por Bolívar, que le dio la libertad a Venezuela, y a la que se unieron muchos de sus compatriotas. Escribe: “Usted ha procedido justamente en haber recordado los hechos y conducta de los hijos de la Nueva Granada cuando bien conducidos libertaron el territorio que media entre el Táchira y los muros de La Guaira”. Por supuesto que no dice que en esta Campaña Admirable, él se enfrentó a Bolívar y se negó a participar. Todo lo contrario de lo que hicieron sus heroicos paisanos Antonio Ricaurte y Atanasio Girardot.
A Santander
le molesta sobre todo la expresión de Morillo “Todo es obra de los
venezolanos”; sin embargo, no le queda otro camino que reconocer el coraje y
patriotismo de los habitantes de Venezuela. Expresa: “Es verdad que los
venezolanos fueron los primeros que proclamaron los derechos de su patria, y
han mostrado la senda a otras regiones: ellos han sido los que los han
sostenido y defendido con una constancia que admira; ellos son los que han
pulverizado las tropas enviadas de la península; son los venezolanos los que
actualmente asombran al mundo combatiendo sin recursos contra ejércitos a
quienes todo ha sobrado y son seguramente los venezolanos los que arrojarán de
la Nueva Granada a los tiranos que la oprimen”. Agrega: “Dos años de guerra en
Venezuela en la actual época me han dado ocasión de admirar al soldado venezolano.
Felices los venezolanos que han tenido en su seno al genio de la América, que
ha sabido poner en movimiento tan sublimes virtudes, y guiar a sus
conciudadanos a la cumbre de la gloria”.
Sin
embargo, mientras reconocía esto públicamente, era otra cosa la que
realmente pensaba. Su corazón estaba lleno de resentimiento y reconcomio
contra Venezuela y sus aguerridos habitantes. A pesar de que ilustres
militares venezolanos como Bolívar, Mariño, Soublette y Sucre, entre
otros, le brindaron su amistad, y reconocieron sus virtudes como soldado
y político al punto de que fue ascendido a general de brigada, pero no
era gratitud lo que albergaba su corazón, sino hiel y rencor hacia
Venezuela y los venezolanos.
Atentado al Libertador en Bogotá en septiembre de 1828,
organizado, planificado y dirigido por Francisco de Paula Santander. Al ser
descubierto y apresado, después de juzgado y condenado a la pena de muerte, la
generosidad de Bolívar le perdona la vida.
La
oportunidad de mostrar estos bajos sentimientos llegó cuando en agosto de 1818
el Libertador lo designa responsable militar en Casanare, como paso previo para
la liberación de Nueva Granada: “La operación que intento sobre la Nueva
Granada debe necesariamente producir, tanto para ella como para Venezuela,
incalculables ventajas”, dice Bolívar. (Carta a Páez, 19 de agosto de 1818).
Pero
Santander no entiende de geopolítica ni de unión. Sus bajas pasiones contra
Venezuela y los venezolanos lo dominan. Mientras marchaba hacia Casanare escribió
una carta a su paisano el coronel Pedro Fortoul, donde le invitaba a él y a los
demás neogranadinos que se hallaban en Apure, a ir a reunírsele, y entre otras
cosas le decía: “Es preciso que nos reunamos en Casanare todos los granadinos
para libertar nuestra patria y para abatir el orgullo de esos malandrines
follones venezolanos”.
La carta
fue interceptada por Páez y enviada al Libertador, quien prefirió pasar por
alto la grave falta, habida cuenta de que la libertad de Nueva Granada no podía
aguardar: águila no caza moscas. En efecto, desde Casanare partió un ejército
dirigido principalmente por oficiales venezolanos (Simón Bolívar, José Antonio
Anzoátegui, Carlos Soublette) e integrado sobre todo por venezolanos aguerridos
y nobles que estaban dispuestos a inmolase para conquistar la independencia de
sus hermanos neogranadinos. Así lo hicieron en la Batalla de Pantano de Vargas
(25 de julio de 1819) donde el coronel Juan José Rondón salvó la Patria; así lo
hicieron en la Batalla de Boyacá (7 de agosto de 1819) que selló el triunfo de
las armas patriotas sobre España en el antiguo virreinato.
No obstante, a pesar de
que sin los venezolanos la Nueva Granada no habría alcanzado su independencia
en 1819, Santander guarda animadversión y resquemor contra Venezuela y los
venezolanos. Por esta razón cuando el venezolano Leonardo Infante le descubre
escondido detrás de unas tapias y le reclama por la cobardía que exhibe en el
frente de combate, Santander renueva su odio y espera el momento oportuno para
vengarse. En la primera oportunidad que se le presenta, le monta un juicio
amañado donde le condenan a muerte. Aprovecha la ausencia de Bolívar, y con
saña y alevosía manda a fusilar a un venezolano ejemplar que arriesgó su vida
por darle libertad a su patria. Más tarde, intenta enjuiciar a Páez, quien no
cae en la trampa. Después se vuelve contra Bolívar a quien ya no considera
“genio de la América”, y planifica el intento de magnicidio en septiembre de 1828. Igualmente
propicia la disolución de Colombia, la gran nación creada por el Libertador.
Todo, “para abatir el orgullo de esos malandrines follones venezolanos”.
Fue más
noble Pablo Morillo, que en el fondo reconocía nuestra grandeza y asumió que la
derrota de España en la guerra fue “obra de los venezolanos”, mientras que para
Santander, pese al internacionalismo, sacrificio y solidaridad de los
venezolanos, no éramos más que “malandrines follones”.
Pues bien,
ese sentimiento de animadversión de Santander contra Venezuela y los
venezolanos está presente en los corazones –si es que lo tienen– de la
oligarquía y el Estado colombianos. Por esta razón a lo largo de la historia,
desde Colombia se han atizado resentimientos contra nuestra Patria, alimentados
casi siempre por los herederos de Santander y el gobierno de EEUU. Así ocurrió
a comienzo de siglo XX cuando Colombia invadió Venezuela y sus huestes fueron
derrotadas “por obra de los venezolanos”. Así ocurrirá en el siglo XXI si, de
espaldas a su pueblo que luchó junto al nuestro, los militares colombianos
inspirados en Santander
–olvidando los lazos que nos unen y la mutua gratitud
que nos merecemos– se prestan para invadir nuevamente nuestro territorio y para
traicionar a Bolívar y a los venezolanos, quienes fueron los principales
libertadores de Colombia.