Cervantes

Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobretodo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté.

MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha.

1 de enero de 2019

SANTANDER Y “LOS MALANDRINES FOLLONES”



Publicado por: Iván Oliver Rugeleson: enero 01,
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Por: José Gregorio Linares       

No son nuevos el reconcomio y el odio de la oligarquía santanderiana contra Venezuela y los venezolanos. Razones geohistóricas que se remontan a la Colonia contribuyeron a atizar esa hoguera de resentimientos. Nueva Granada, la actual Colombia, era un Virreinato de vieja data (1717), organizado y rico, cuya élite gozaba de prerrogativas que la hacían creerse superior, mientras que Venezuela era una simple Capitanía General, creada mucho después (1777), pobre y en aluvional proceso de conformación del Estado. Pero cuando el incendio de la guerra de independencia arrasó con el antiguo régimen y la sociedad entera entró en crisis, los venezolanos se encumbraron como bravos guerreros por encima de los neogranadinos. Se destacaron en valor e intrepidez. No dieron tregua a España, y aun en las más adversas condiciones, la enfrentaron, la hostigaron y, finalmente, la derrotaron.
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Francisco de Paula Santander, traidor, felón y criminal. Vivió gracias a la generosidad del Simón Bolívar al que odiaba y envidiaba. Su mayor mérito fue procrear una oligarquía que en 200 años lo que ha hecho es destruir a la Nueva Granada y a su pueblo, nación cuyos gobiernos están al servicio completo del imperio yanqui y del narcotráfico.

En comparación con los habitantes de Nueva Granada, en general más apacibles y condescendientes, los pobladores de Venezuela sobresalieron como héroes aguerridos e indómitos. Así los vio el general español Pablo Morillo, jefe de los realistas, quien en marzo de 1816 le escribe al Ministro de Guerra de España una carta donde le expresa: “El habitante de Santa Fe se ha mostrado tímido; el de Venezuela, audaz. Probablemente los habitantes del Virreinato no nos habrían resistido con tanta obstinación si no hubieran estado ayudados por los venezolanos. Por igual motivo ha sido que Cartagena se ha sostenido tanto tiempo contra nosotros. Al lado derecho de las márgenes del Magdalena han dado algunos combates: los que más se han distinguido en ellos han sido igualmente los venezolanos. La estéril provincia de Antioquia nos ha declarado una guerra a muerte por dos ocasiones, y ha cerrado el paso de sus montañas: los venezolanos han sido lo que a ello la han excitado. Santa Fe ha tomado las resoluciones más desesperadas en virtud de las insinuaciones de los emisarios de Venezuela. En una palabra, todo en la lucha actual es la obra de este maldito pueblo”.  
La carta que, sin proponérselo, hablaba tan elogiosamente de los venezolanos, fue interceptada por los patriotas y publicada dos años más tarde, en 1818, en el Correo del Orinoco. Esto no fue del gusto de los neogranadinos, que se sintieron ultrajados en su honor por las alusiones que en relación a ellos hiciera el jefe realista.

Para entonces, buena parte de los fuerzas patriotas neogranadinas habían sido abatidas por Morillo y buscaban refugio en Venezuela, donde los soldados patriotas venezolanos se batían con denuedo contra los realistas. La convivencia entre los venezolanos, que no se rendían y daban la batalla en su territorio; y los recién llegados neogranadinos, que venían de sufrir una dura derrota, trajo como consecuencia que se desarrollara una suerte de animosidad y recelo entre los oriundos de ambas naciones. En medio de la camaradería que se da entre quienes combaten por una misma causa, aparecieron también las diferencias regionales. Los venezolanos comenzaron a sentir que el arrojo y la perseverancia hacía de ellos un pueblo de libertadores y, seguramente, se lo hicieron saber a sus hermanos en apuros, con la sorna y el sentido del humor que nos caracteriza. Mientras, entre los militares pertenecientes a las élites de Nueva Granada, la mamadera de gallo a costa de ellos, fue incubando rabia y resentimientos.
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  El general Pablo Morillo, tuvo el coraje de reconocer el valor militar y la valentía de los soldados venezolanos que estaban en el Ejército Patriota y que lo derrotaron bajo la conducción de Bolívar.
Entre los oficiales neogranadinos que se habían asilado en los llanos de Venezuela, se encontraba Francisco de Paula Santander. Fue admitido en el ejército patriota venezolano en 1817, en junio de 1818 se incorpora “con el empleo de coronel efectivo de infantería”; y luego es ascendido a general de brigada.

Éste, con rabia mal disimulada publica en el Correo del Orinoco una carta (6 de julio de 1818) dirigida al editor del periódico en la que “vindica el honor” de los neogranadinos a quienes Morillo “ha imputado cobardía y timidez”; a la vez que con maña y sofismas intenta disminuir los méritos de los venezolanos en la cruenta guerra que se libra contra España. Recuerda el papel de los neogranadinos en la Campaña Admirable de 1813, dirigida por Bolívar, que le dio la libertad a Venezuela, y a la que se unieron muchos de sus compatriotas. Escribe: “Usted ha procedido justamente en haber recordado los hechos y conducta de los hijos de la Nueva Granada cuando bien conducidos libertaron el territorio que media entre el Táchira y los muros de La Guaira”. Por supuesto que no dice que en esta Campaña Admirable, él se enfrentó a Bolívar y se negó a participar. Todo lo contrario de lo que hicieron sus heroicos paisanos Antonio Ricaurte y Atanasio Girardot.
A Santander le molesta sobre todo la expresión de Morillo “Todo es obra de los venezolanos”; sin embargo, no le queda otro camino que reconocer el coraje y patriotismo de los habitantes de Venezuela. Expresa: “Es verdad que los venezolanos fueron los primeros que proclamaron los derechos de su patria, y han mostrado la senda a otras regiones: ellos han sido los que los han sostenido y defendido con una constancia que admira; ellos son los que han pulverizado las tropas enviadas de la península; son los venezolanos los que actualmente asombran al mundo combatiendo sin recursos contra ejércitos a quienes todo ha sobrado y son seguramente los venezolanos los que arrojarán de la Nueva Granada a los tiranos que la oprimen”. Agrega: “Dos años de guerra en Venezuela en la actual época me han dado ocasión de admirar al soldado venezolano. Felices los venezolanos que han tenido en su seno al genio de la América, que ha sabido poner en movimiento tan sublimes virtudes, y guiar a sus conciudadanos a la cumbre de la gloria”.
Sin embargo, mientras reconocía esto públicamente, era otra cosa la que realmente pensaba. Su corazón estaba lleno de resentimiento y reconcomio contra Venezuela y sus aguerridos habitantes. A pesar de que ilustres militares venezolanos como Bolívar, Mariño, Soublette y Sucre, entre otros, le brindaron su amistad, y reconocieron sus virtudes como soldado y político al punto de que fue ascendido a general de brigada, pero no era gratitud lo que albergaba su corazón, sino hiel y rencor hacia Venezuela y los venezolanos.
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Atentado al Libertador en Bogotá en septiembre de 1828, organizado, planificado y dirigido por Francisco de Paula Santander. Al ser descubierto y apresado, después de juzgado y condenado a la pena de muerte, la generosidad de Bolívar le perdona la vida.

La oportunidad de mostrar estos bajos sentimientos llegó cuando en agosto de 1818 el Libertador lo designa responsable militar en Casanare, como paso previo para la liberación de Nueva Granada: “La operación que intento sobre la Nueva Granada debe necesariamente producir, tanto para ella como para Venezuela, incalculables ventajas”, dice Bolívar. (Carta a Páez, 19 de agosto de 1818).
Pero Santander no entiende de geopolítica ni de unión. Sus bajas pasiones contra Venezuela y los venezolanos lo dominan. Mientras marchaba hacia Casanare escribió una carta a su paisano el coronel Pedro Fortoul, donde le invitaba a él y a los demás neogranadinos que se hallaban en Apure, a ir a reunírsele, y entre otras cosas le decía: “Es preciso que nos reunamos en Casanare todos los granadinos para libertar nuestra patria y para abatir el orgullo de esos malandrines follones venezolanos”.
La carta fue interceptada por Páez y enviada al Libertador, quien prefirió pasar por alto la grave falta, habida cuenta de que la libertad de Nueva Granada no podía aguardar: águila no caza moscas. En efecto, desde Casanare partió un ejército dirigido principalmente por oficiales venezolanos (Simón Bolívar, José Antonio Anzoátegui, Carlos Soublette) e integrado sobre todo por venezolanos aguerridos y nobles que estaban dispuestos a inmolase para conquistar la independencia de sus hermanos neogranadinos. Así lo hicieron en la Batalla de Pantano de Vargas (25 de julio de 1819) donde el coronel Juan José Rondón salvó la Patria; así lo hicieron en la Batalla de Boyacá (7 de agosto de 1819) que selló el triunfo de las armas patriotas sobre España en el antiguo virreinato.
No obstante, a pesar de que sin los venezolanos la Nueva Granada no habría alcanzado su independencia en 1819, Santander guarda animadversión y resquemor contra Venezuela y los venezolanos. Por esta razón cuando el venezolano Leonardo Infante le descubre escondido detrás de unas tapias y le reclama por la cobardía que exhibe en el frente de combate, Santander renueva su odio y espera el momento oportuno para vengarse. En la primera oportunidad que se le presenta, le monta un juicio amañado donde le condenan a muerte. Aprovecha la ausencia de Bolívar, y con saña y alevosía manda a fusilar a un venezolano ejemplar que arriesgó su vida por darle libertad a su patria. Más tarde, intenta enjuiciar a Páez, quien no cae en la trampa. Después se vuelve contra Bolívar a quien ya no considera “genio de la América”, y planifica el intento de magnicidio en septiembre de 1828. Igualmente propicia la disolución de Colombia, la gran nación creada por el Libertador. Todo, “para abatir el orgullo de esos malandrines follones venezolanos”.
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Fue más noble Pablo Morillo, que en el fondo reconocía nuestra grandeza y asumió que la derrota de España en la guerra fue “obra de los venezolanos”, mientras que para Santander, pese al internacionalismo, sacrificio y solidaridad de los venezolanos, no éramos más que “malandrines follones”.
Pues bien, ese sentimiento de animadversión de Santander contra Venezuela y los venezolanos está presente en los corazones –si es que lo tienen de la oligarquía y el Estado colombianos. Por esta razón a lo largo de la historia, desde Colombia se han atizado resentimientos contra nuestra Patria, alimentados casi siempre por los herederos de Santander y el gobierno de EEUU. Así ocurrió a comienzo de siglo XX cuando Colombia invadió Venezuela y sus huestes fueron derrotadas “por obra de los venezolanos”. Así ocurrirá en el siglo XXI si, de espaldas a su pueblo que luchó junto al nuestro, los militares colombianos inspirados en Santander 
olvidando los lazos que nos unen y la mutua gratitud que nos merecemos se prestan para invadir nuevamente nuestro territorio y para traicionar a Bolívar y a los venezolanos, quienes fueron los principales libertadores de Colombia.

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