Jul 06, 2019
Se suele decir que la política es el arte de lo que no se ve, de lo invisible, de los gestos subterráneos, de la radiografía de los silencios.
…Recientemente, me contaba un amigo, que había estado en el estado Zulia y pudo palpar dos hechos contradictorios; por un lado, el deterioro de las condiciones de vida de la población, falta de transporte, luz, agua, con la consiguiente tensión social que ellos genera; pero a la vez, le impresionaba que muchos de los venezolanos con quien se había reunido mantenían una actitud de esperanza y lucha ante la situación adversa. No lograba explicar, por qué aún no se habían generado las condiciones de un estallido social.
Desde la llegada de Chávez al poder en 1998 hasta más o menos el 2011, Venezuela vivió un periodo de bienestar social, nunca antes visto en la IV República.
El Pentágono sabía que debía derrotar estos logros. Y para ello, plantearon una operación de dos bandas. Por un lado, tendrían que sacar del juego al líder que cohesionaba a gran parte de la población (Hugo Chávez) y luego derrotar de forma sistémica el método alcanzado.
Sabían que el cambio cultural no se había logrado todavía, y al provocar una crisis económica, brindarían las condiciones objetivas para que la desintegración del cuerpo social sobreviniera.
El Plan A, B, C y D del Pentágono sería tratar de dividir las Fuerzas Armadas Bolivarianas y que estas completaran el cambio de régimen. Sus asesores, especialmente Thomas Barnett, ya alertaban la importancia de contar con estabilidad para "gestionar el sistema político" y que no siguiesen ocurriendo los desastrosos ejemplos de Libia, Afganistan, Irak.
La intervención militar sería la amenaza, pero no el plan principal. El principal sería la guerra multidimensional y la "paciencia estratégica" para que el sistema se derrumbara.
¿Y por qué no se ha generado una revuelta de masas?
No existen recetas ni fórmulas para enfrentar una circunstancia inédita como el asedio global que Estados Unidos ha emprendido contra Venezuela. Podría decirse incluso, y usando la terminología jurídica, que Venezuela "está sentando jurisprudencia" al respecto.
El jefe del Comando Sur, cree que una “espera paciente" tendrá resultados favorables. Uno de esos resultados, es la destrucción del chavismo, no sólo como proyecto político, sino como factor de cohesión, identidad y dirección de grupo.
Pero no toma en cuenta, que el cemento de las naciones se encuentra constituido por factores no racionales, que "no responden a un mero cálculo de costo beneficio", sino a un conglomerado de ideas y expectativas de gran valor que son, en resumidas cuentas, las que movilizan a los seres humanos. "Les hacen solidarios con proyectos colectivos, les dan identidad, y en ocasiones pueden llevarles a sacrificar hasta la propia vida".
El poder del chavismo, y no chavistas (no golpistas) ha mantenido al país incólume ante la adversidad y que de algún modo lo ha convertido en un referente para otros pueblos del mundo, precisamente porque se ha sostenido sobre principios que no han variado desde la época de Bolívar.
La justicia social, el bienestar común por encima del interés de una élite, la resistencia a que el ser humano desaparezca ante los intereses del capital, el derecho a ser libres, la defensa de la soberanía,… Son ideas mucho más poderosas que cualquier portaviones. Son la energía vital que integra y moviliza a las personas. Si desaparece la idea, si se corrompe la idea, si se abren brechas contradictorias en es ideal, no habrá nada que detenga el derrumbe del edificio social.
El objetivo de la guerra no convencional es vulnerar la moral. Destruir la capacidad de resistencia del individuo o de los grupos. Hacer insostenible la vida. No por casualidad durante las guarimbas de 2017, Freddy Guevara, miembro del partido de derecha Voluntad Popular, reconoció que el objetivo de las violentas protestas era "destruir la cotidianidad de la gente".
No hay que desestimar este aspecto. Ni mucho menos creer que porque no existan grandes movilizaciones de masas, no hay malestar social.
Hay que tomar en cuenta que los "procesos de disolución social no necesariamente conducen a un mayor activismo por parte de los actores sociales, en busca de opciones renovadoras y de salidas a la crisis; más bien, por el contrario, generan una actitud de apatía y de conformismo individualista".
Por lo tanto es fundamental que la empatía de los funcionarios públicos funcione. La población bajo ningún motivo debe sentir que el Gobierno los desatiende o que no se conecta política y emocionalmente con su situación particular.
Thierry Meyssan argumentaba que el proyecto de la élite global era la destrucción de los Estados-nación. Rediseñar el mundo a imagen de los intereses de las transnacionales: apropiarse de todas las riquezas sin que existan administraciones políticas que fueran obstáculos. El caso actual de Libia es una dramática muestra.
El objetivo de la guerra es golpear la esperanza, es decir, sembrar la confusión y la desconfianza dentro de las propias filas. Usualmente, las cosas comienzan a resquebrajarse por esta razón, por la inestabilidad interior hacia razones que antes proveyeron la seguridad y entereza moral.
Walter Laqueur, en su libro sobre la caída de la Unión Soviética, nos brinda un párrafo que a pesar de algunas omisiones, puede resultar muy útil como espejo: la crisis fue una crisis de confianza, una crisis espiritual.
Esta crisis de confianza o espiritual, usualmente se enquista con mayor fuerza y frecuencia en actores con responsabilidades estatales, generándose una burbuja que lo aliena de la realidad y le hace en muchos casos tomar decisiones que no necesariamente representan el interés de la mayoría.
Pero insisto, ¿por qué no ha habido el estallido social?
La victoria o la derrota del proyecto bolivariano dependen de que se observe sin arrogancia ni temor, la amenaza externa así como los propios demonios internos.
Si aquí no hay un estallido social, es porque el pueblo venezolano, tanto el chavista como el de oposición, sabe intuitivamente de que no existe un modelo de vida mejor que aquel que trajo a Hugo Chávez al poder. Ese pueblo todavía cree en una V Republica diferente, no cree en el retroceso, tampoco que “en la IV éramos felices y no lo sabíamos”. Este pueblo no es olvidadizo como la Oposición lo pretende ver.
La solución a la crisis inducida, no son las bombas, ni la guerra entre hermanos. Los que conocen con claridad del uso provechoso de la 'paciencia estratégica', es que la única solución perdurable es la que se logre en paz y como resultado del consenso colectivo.