Resumen Latinoamericano, 18 de julio de 2019.
Por Cira Pascual Marquina
Hablamos con Martha Lía Grajales del Colectivo Surgentes (una organización de derechos humanos) y fundadora de la cooperativa Unidos San Agustín Convive sobre la dialéctica entre el poder estatal y la organización popular. Por el camino nos plantearnos también las formas en las que las iniciativas de base pueden darle una nueva vida al proyecto socialista.
Martha Lía Grajales (MLG). El movimiento Chavista ampliamente entendido tiene, desde sus inicios, dos formas de interpretar y organizar la política: por un lado el protagonismo popular, la democracia directa y la autogestión. Por otro lado, el Chavismo tiene una pata institucional o estatista que se expresa desde sus inicios. Esta forma de hacer política desde arriba es la que hoy tiene más peso. (En verdad la dualidad fue productiva en cierto momento, abrió grandes posibilidades, pero hay una suerte de decantamiento a la política desde arriba). Hablemos de esta dualidad, los decantamientos y las tensiones que de allí devienen.
Cira Pascual Marquina (CPM). Las iniciativas de construcción del poder popular pueden tener una sinergia entre el abajo y el arriba. El tema es que lo que se haga desde arriba, debe ser para fortalecer la construcción de poder desde abajo. El Estado es un territorio en disputa y es necesario para avanzar en las conquistas populares, pero no es de ninguna manera el lugar de llegada en una Revolución. No se puede dejar de ver la importancia que tuvo la acción del gobierno de Chávez en la promoción y amplitud de los espacios de participación y organización política de los sectores subalternos en Venezuela. ¿Cuál es el problema entonces? Que ese desde arriba, no debe sustituir ni apropiarse del abajo. No debe gestionalizar ni instrumentalizar al poder popular.
Dentro de las concepciones del poder popular hay una que lo asume como medio o instrumento, y una vez tomado el poder, se invoca la ´necesidad histórica´, la ´razón de Estado´, y se impone la exigencia de centralizar el poder, y así, el partido y el Estado suplantan la iniciativa y la autonomía de las clases subalternas y oprimidas.
La otra concepción, que es a la que le apostamos, asume el poder popular como medio y como fin. Ese espacio en el que se construyen relaciones sociales alternativas a la lógica del capital y está orientado hacia el autogobierno. Chávez alertó sobre la importancia de que ese poder popular no se dejara institucionalizar, no se dejara cooptar por el partido, por el Estado, que no significa asumir una posición esencialista que no se relacione con el Estado por miedo a perder su autonomía, ya dijimos que el Estado es un terreno en disputa que el movimiento popular no debe abandonar, pero tampoco debe asumirse como un apéndice del mismo.
En ese sentido, el problema no es que exista un impulso del poder popular desde arriba. El problema es que ese impulso esté orientado por la concepción de un poder popular instrumentalizado, que solo sirve como medio para mantener el poder, pero que lo despoja de toda su potencia transformadora, que más que un sujeto político, lo asume como un “beneficiario”, y a quien le resta toda capacidad y potencia de incidir y orientar el curso del proceso revolucionario.
Pero también hay que decir que eso no es sólo una cuestión de la orientación del Estado. También es una cuestión que debe problematizarse el poder popular, y eso pasa por la necesidad de desarrollar un músculo económico propio, que además del enorme proceso de politización que esto genera, disminuya la posibilidad de cooptación por parte del Estado. Un movimiento popular que no tenga un músculo económico propio y dependa completamente de los recursos del Estado, está sujeto en su proceso a muchas vulnerabilidades. Si no se comporta como el Estado quiere, puede perder el apoyo, y su proceso organizativo puede venirse abajo. O si el Estado, queriendo, no tiene los recursos para transferir, también su proceso organizativo se viene abajo. Así que termina construyendo una relación de dependencia que le resta su potencia y su capacidad de autogobierno.
En consecuencia, el apoyo que se reciba del Estado debe estar orientado hacia la apropiación y desarrollo colectivo de medios de producción en lógicas alternativas al capital, pero que deben ser sostenibles más allá del Estado, de otra manera será imposible avanzar hacia un verdadero proceso de autogobierno y de transición al socialismo.
Es un tema complejo porque el Estado debe apoyar las iniciativas de construcción de poder popular que deberían ir sustituyéndolo progresivamente. Allí sin duda pueden encontrarse las resistencias del poder constituido por ser sustituido, pero sólo si ese proceso se da, es que lograremos avanzar verdaderamente hacia el socialismo.
En palabras de Mazzeo, la función del arriba, del gobierno popular, es aportar a la construcción de poder popular desde abajo, a la constante modificación de las relaciones de fuerza a favor del Pueblo, al incremento permanente de poder popular. El arriba debe impulsar, no sustituir.
MLG. Tú has planteado que el movimiento popular Chavista tiene la obligación de organizar sus fuerzas para reorientar el Proceso Bolivariano. Ese proceso de reconstrucción pasa por que el movimiento Chavista popular (la gente organizada en comunas, en cooperativas, en consejos de trabajadores, las organizaciones feministas autónomas, etc.) se convierta en un referente. Este es pues un proceso de construcción, pero más aún de organización y de comunicación. Hablemos de esto, comenzando por una caracterización muy breve de la situación actual.
CPM. Creo que lo que estamos viviendo en Venezuela, es más amplio que la disputa por mantener o no el poder político del Estado. Lo que vivimos es una lucha por la posibilidad de mantener en alto el socialismo como horizonte estratégico, no sólo en Venezuela, sino incluso en el continente y el mundo.
En ese sentido, en medio del brutal bloqueo que vivimos, y los errores propios en la conducción estratégica del proceso político, existe una fuerte tendencia nacional e internacional por posicionar el intento de Venezuela de construir una sociedad alternativa al capitalismo como un enorme fracaso, y asociar las carencias que actualmente vivimos como producto o resultado de ese modelo. Se trata de sepultar el socialismo como alternativa al capitalismo, asociándolo a la escasez de alimentos, al empobrecimiento generalizado, a la restricción de los derechos políticos, a la corrupción, etc.
Así que cuando planteo la necesidad de posicionar al movimiento popular chavista me refiero a visibilizar todas esas experiencias que encarnan las sociologías de las emergencias en medio de este contexto, que le apuestan a construir relaciones alternativas a las lógicas del capital, del colonialismo y del heteropatriarcado, y que demuestran con la práctica concreta, la potencia del socialismo como horizonte estratégico.
Actualmente, quienes están organizados y gestionando los bienes comunes de manera colectiva están más protegidos en medio de la grave crisis que vivimos. Son la demostración práctica de que el modelo no fracasó, sino todo lo contrario, que es justamente desde la profundización de esa apuesta que realmente encontraremos una salida emancipadora a la crisis. Un ejemplo de ello, por mencionar solo alguno, es el Plan Pueblo a Pueblo.
Este Plan, que articula a un número aproximado de 70 productores campesinos, que tienen básicamente un proceso de producción familiar, al articularse, están logrando distribuir alimentos a más de 1.200 familias semanalmente, y en 3 años han producido más de 1.000 toneladas de hortalizas, frutas y verduras, de manera soberana, rescatando las semillas nativas y las prácticas agroecológicas en el proceso de siembra, potenciando la organización campesina, para producir y distribuir soberanamente, estableciendo una nueva forma de sociabilidad entre el pueblo del campo y el pueblo de la ciudad, un encadenamiento productivo en lógica de fraternidad, para lograr el bienestar común, eliminando a los intermediarios de la cadena productiva.
Gracias a esta experiencia, por ejemplo, la población campesina ha aumentado su capacidad de producir y distribuir de manera más soberana, así como el ingreso derivado de su fuerza de trabajo; y las comunidades urbanas, por su parte, han podido acceder a más y mejores alimentos con un ahorro aproximado de un 60% respecto a los precios del mercado. Esto demuestra que es desde allí, no sólo desde donde debemos enfrentar la crisis, sino también transformarla, sin sucumbir al pragmatismo del capital, y profundizando la apuesta por el socialismo como horizonte estratégico.
Tenemos que disputar en Venezuela, no sólo la comprensión de las causas que explican el duro proceso que vivimos actualmente, debemos a su vez visibilizar todas esas prácticas que vienen impulsando y protagonizando los sectores subalternos para que desde allí salgan las respuestas que nos permitan construir salidas a esta crisis radicalizando el proceso de cambios.
Existen compañeros dentro del movimiento popular que son escépticos frente a esta propuesta, y plantean que desde un camioncito, o 4 kg de papa, o un par de pantaletas producidas comunalmente no se resuelven las profundas dificultades que enfrentamos. Frente a esas posturas yo respondería dos cosas. La primera, que no se trata sólo del esfuerzo que se impulsa localmente, porque sin duda alguna ese esfuerzo visto de manera aislada es absolutamente insuficiente. Se trata de multiplicar los esfuerzos de producción locales, a partir de las características del territorio y de las necesidades para la reproducción de la vida, que se encadenen a otras y que permitan, eso que llamaba Chávez, una gran telaraña, una nueva geometría del poder, que tiene su núcleo en el territorio, pero que su verdadera potencia se expresa en la capacidad de articulación y encadenamiento. Así, lo que parece insignificante desde un territorio, cobra una nueva potencia, que va construyendo desde la práctica, nuevas formas políticas, nuevas formas económicas, y satisface las necesidades más sentidas del Pueblo.
Y la segunda cosa que diría a quienes consideran ingenua una salida desde la construcción de poder desde abajo, desde el territorio, desde el grano a grano, es que hacer este esfuerzo no significa abandonar el terreno de disputa que también se debe dar desde el Estado, y es justamente la fuerza acumulada en los procesos de articulación política y construcción de cadenas productivas alternativas, la que nos permitirá tener una mayor capacidad de incidencia y disputa en ese escenario.
MLG. Ante la crisis y la cerrazón democrática con la que el gobierno ha respondido a esta, han ido surgiendo nuevos espacios para frentear la situación, espacios que son autogestionarios, que se gestionan fuera de la lógica del capital (organizaciones populares que producen o distribuyen fuera de los canales hegemónicos), pero que también producen nuevas formas organizativas que son mucho más democráticas y horizontales. Estos espacios repolitizan y remoralizan desde lo práctico. Hablemos de este florecer en tiempos de crisis económica y política, en tiempos de agresión imperialista y bloqueo.
CPM. Como consecuencia de las múltiples crisis que vivimos en Venezuela, muchas personas de los sectores populares se han marginado de los espacios organizativos, en algunos casos por malestares y críticas a la gestión del gobierno, tanto de la dirigencia nacional como de sus brazos ejecutores en el territorio, entiéndase vocerxs del CLAP, UBCH, PSUV, etc; y/o por el tiempo que implica resolver los asuntos necesarios para la reproducción cotidiana de la vida.
Sin embargo, en las experiencias organizativas que han tenido la capacidad no sólo de responder desde una lógica alternativa al capital a la resolución de las necesidades materiales más sentidas, como por ejemplo el tema de los alimentos, sino que además lo han hecho desde unas prácticas que han implicado devolver al Pueblo una condición de protagonista y sujeto político vs. la lógica clientelar, de beneficiarix que ha promovido el gobierno; que interpelan las lógicas de privilegios en la distribución de los recursos escasos; y que promueven relaciones construidas sobre la transparencia y la igualdad, han logrado mantener y crecer en sus procesos organizativos, no sólo desde el punto de vista económico, sino también político. En esas experiencias, la organización se mantiene, crece y se cualifica.
Esto demuestra que no sólo se trata de resolver el tema de los alimentos, por ejemplo los CLAP, sino de hacerlo desde un modelo económico alternativo a las lógicas del capital, y desde un modelo político colectivo y profundamente democrático.
Esas experiencias que buscan construir Poder Popular desde abajo, y para ello desarrollan formas del ejercicio de la política más colectivas y más democráticas, al mismo tiempo que resuelven necesidades materiales, generan un efecto repolitizador y remoralizador en la población, que revitaliza los procesos organizativos y los fortalece manteniendo el socialismo como horizonte estratégico. Sin consumar el proyecto, siembran sus condiciones de posibilidad.
MLG. Finalmente, me gustaría que aterricemos en una iniciativa concreta autogestionaria, Unidos San Agustín Convive. Más allá de lo descriptivo, que nos interesa para poder entender la experiencia y sus reverberaciones políticas, nos gustaría que nos plantees cómo esta experiencia repolitiza y remoraliza, y cómo va rompiendo (con muchas otras experiencias) con esa premisa de que el socialismo no funcionó, de que lo privado resuelve y lo común no, de que ante la crisis solo hay una solución: lo privado.
CPM. Unidos San Agustín Convive es una cooperativa conformada principalmente por mujeres de 13 consejos comunales del sur de la parroquia San Agustín. Se conformó hace casi dos años, en agosto cumplimos dos años. Su conformación es resultado de un proceso de organización en torno a la alimentación, que inició en 2016 en un núcleo de 5 consejos comunales, y ahora está en 3 núcleos con personas de 13 consejos comunales. Además del consumo y distribución de alimentos en articulación con el Plan Pueblo a Pueblo, la Cooperativa está dando pasos para desarrollar la producción textil y de alimentos; de procesamiento para la elaboración de salsas, mermeladas, helados; y de promoción de la organización y protagonismo infantil. Todo esto, a través de procesos autogestionarios y de formas organizativas profundamente democráticas y colectivas. Se trata de un intento por desarrollar la teoría revolucionaria desde las necesidades de la actividad práctica, no es sólo un proceso por lograr o satisfacer unas reivindicaciones puntuales, se trata, además, de construir las condiciones de posibilidad del socialismo desde el territorio.
¿Por qué esto repolitiza y removiliza? Bueno, repolitiza porque la experiencia práctica nos permite demostrar con hechos que las lógicas de acción colectivas y cooperativas nos protegen mejor en medio de la profunda crisis que estamos viviendo en Venezuela. Las personas que estamos organizadas en la Cooperativa, gracias al proceso organizativo construido, no sólo podemos acceder a alimentos con más de un 60% de ahorro respecto a los precios del mercado, lo que se traduce en aumentar nuestras posibilidades de comer más y mejor, sino que además disminuye el nivel de dependencia, haciéndonos más soberanos y menos vulnerables frente a la coyuntura. Y además ratifica, en medio de la brutal crisis que vivimos, que la salida es colectiva y alternativa al capitalismo.
Y removiliza porque para que esa alternativa sea posible debemos trascender de la lógica del “beneficiarix” al de sujetx políticx que interpreta críticamente su realidad, y se organiza para transformarla. No se trata de esperar a que las soluciones lleguen desde arriba, se trata de construirlas desde abajo y para eso todxs tenemos que participar, involucrarnos.
Entrevista publicada inicialmente en www.venezuelanalysis.