Cervantes

Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobretodo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté.

MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha.

28 de febrero de 2022

Pensamiento crítico. Posición del MULCS ante la guerra en Ucrania: Crisis de hegemonía mundial y situación de los pueblos

 

Resumen Latinoamericano, 28 de febrero de 2022.

Estamos en presencia de la primera guerra en territorio europeo desde la destrucción de Yugoslavia en los primeros años de la década de 1990. Pero a diferencia de ese momento histórico, marcado por el predominio político y militar de EEUU y la OTAN después del fin de la URSS, la etapa actual está vinculada con los retrocesos militares del imperialismo norteamericano (Siria, Afganistán) y el avance de otros países que buscan recuperar su espacio histórico de influencia (Rusia) o ampliar su influencia económica y política (China).

Por cierto, esos proyectos que disputan con la hegemonía yanqui no implican concepciones populares, ni a favor de los intereses de les trabajadores y los pueblos en el mundo, sino una disputa por espacios territoriales y económicos a nivel global, que necesariamente los lleva a una mayor confrontación con la dominación estadounidense.  

En ese marco, es imprescindible entender la ampliación de la OTAN. La Organización del Tratado del Atlántico Norte es la coalición militar creada durante la Guerra Fría  por EEUU, dirigida por EEUU y que se oponía al Pacto de Varsovia liderado por la Unión Soviética. Desde la caída de la URSS y del bloque de países vinculados en el este europeo, Estados Unidos ha sostenido la ampliación de ese bloque militar hacia los países del este europeo y de la ex URSS. Sumaron a 14 estados de esa región (Polonia, Lituania, Letonia, Estonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Bulgaria, Eslovenia, Rumania, Albania, Croacia, Montenegro y Macedonia del Norte). Estados Unidos actuó para aislar política y militarmente a Rusia, en un momento histórico de enorme debilidad del naciente capitalismo ruso (la llamada “oligarquía” rusa, surgida de las contradicciones del antiguo estado soviético). Es una política de “cerco preventivo” del área de influencia de Rusia, un área tan relevante para los intereses rusos como Nuestra América para los intereses yanquis.

La guerra en Ucrania tiene como antecedente inmediato el derrocamiento del Gobierno en 2014 por parte de una coalición pro norteamericana y favorable a la integración a la OTAN, integrada por sectores que reivindican explícitamente a los sectores nazis ucranianos de los años 30 y 40. Como correlato económico, el acercamiento de los Gobiernos ucranianos posteriores a 2014 al bloque “occidental” implicó acuerdos con el FMI similares a los que se pretende imponer a nuestro país, que dejaron la economía en total estado de dependencia y de destrucción de su aparato productivo, con cifras de pobreza y de desocupación de dos dígitos. Antes de la guerra actual, Ucrania ya era el país más pobre de Europa. 

Los Gobiernos de Ucrania posteriores a 2014 (Poroshenko y Zelensky) sostuvieron un ataque sistemático a las zonas de habla rusa del este ucraniano (la región de Donbass). Al mismo tiempo, incorporaron a sectores nazis como la Brigada Azov a las fuerzas regulares ucranianas. La agresión determinó la existencia de otro actor al conflicto: las fuerzas de resistencia popular en las regiones del Donbass (las repúblicas populares de Lugansk y Donetsk). El Gobierno ucraniano pro yanqui, integrado por sectores nazis y por la oligarquía local, es  responsable del asesinato de más de 15.000 personas en esa región.

Otro conflicto existe en la península de Crimea, una región estratégica en términos militares y de transporte, con población rusa, y que fue cedida a Ucrania en 1954 durante la etapa soviética. La recuperación rusa de ese territorio es un elemento clave: se trata de la zona que posibilita el mejor acceso al Mediterráneo de las mercancías rusas.

Hace poco tiempo, la Federación Rusa pidió garantías a la OTAN de no intervenir militarmente, sin éxito. En ese contexto, el Gobierno ucraniano, que violó los Acuerdos de Minsk (firmados entre Rusia, Ucrania, Alemania y Francia), solicitó el emplazamiento de misiles nucleares.

El conflicto tiene un correlato económico muy importante. La mayoría de los países de Europa dependen del gas ruso para la provisión de energía. La construcción de un gasoducto de Rusia a Alemania, el Nord Stream 2, afecta a los intereses económicos y geopolíticos de EEUU en Europa, aumentando el peso de Rusia en el sistema energético, y disminuye el negocio yanqui de venta de gas natural licuado. En estos momentos, frente a la guerra en Ucrania, Alemania ha detenido los acuerdos de finalización del gasoducto.

En este contexto, el Gobierno ruso de Putin actúa por autodefensa de sus propios intereses capitalistas. Ninguna potencia, independientemente de su régimen social, permitiría que la OTAN los vaya cercando con armamento nuclear. El Gobierno de Putin utiliza los conflictos en el este de Ucrania, el genocidio en las regiones de Lugansk y Donetsk, para sus propios intereses geopolíticos, pero para esos pueblos su reconocimiento significa una posible salvación ante los sectores nazis que dirigen la ofensiva en  el Donbass.

Actualmente Rusia está en una posición compleja: no es una gran potencia imperialista, su economía está muy lejos de ser una potencia económica, pero al mismo tiempo es la segunda potencia militar del planeta (27% del comercio internacional de armas) y recientemente ha firmado un nuevo acuerdo de cooperación estratégica con China. Putin representa al tradicional nacionalismo gran ruso, y a la dominación de la nueva clase capitalista rusa (la “oligarquía”), y es enfrentado por las fuerzas de izquierda al interior de su país.

No se puede ser neutral en este conflicto intercapitalista. La política estadounidense es claramente responsable de la desestabilización sistemática en la región. Los discursos de falso pacifismo de las potencias occidentales ante la invasión rusa a Ucrania omiten cualquier referencia a la historia de los últimos treinta años, desde la guerra en Yugoslavia, los ataques en Medio Oriente (Siria, Libia, Irak, Afganistán), en Somalia, o en la ofensiva constante de Israel contra el pueblo palestino. En estas guerras y conflictos fue y es central la política yanqui por la hegemonía militar y energética a escala global.

En nuestro país, el Gobierno del FdT condenó la invasión rusa a Ucrania en forma unilateral, como parte de su capitulación al imperialismo yanqui, profundamente vinculada a la negociación de la deuda ilegítima y odiosa con el FMI. Este posicionamiento está en línea con la postura contra la Venezuela Bolivariana, y con posicionamientos favorables a los intereses permanentes de EEUU. Cabe agregar que estos actos no sólo son contrarios al sostenimiento de una política exterior independiente, sino que no han conseguido hasta el momento ninguna concesión importante de EEUU y del FMI en el acuerdo de esa deuda inmoral.

Por supuesto, la mayoría del pueblo ucraniano, que ha sufrido las políticas económicas del FMI en la última década y el hegemonismo de la ultraderecha local contra la población de origen ruso en el país, sufrirá la ofensiva militar rusa. La política del imperialismo yanqui y de las potencias europeas potencia el nacionalismo reaccionario y el odio étnico en la región. Hasta este momento, se orientan a incrementar las sanciones económicas contra Rusia, y no a una intervención militar directa.

Esta guerra no conduce a un mundo “multipolar” sino a una mayor disputa intercapitalista en todos los planos, en una etapa histórica negativa para las masas populares explotadas, que sufren las consecuencias del mayor empobrecimiento, de la ofensiva de las políticas neoliberales contra las conquistas obreras y populares del siglo XX, y la dispersión política y organizativa del movimiento obrero y popular. Desde los sectores populares con aspiraciones revolucionarias debemos construir una perspectiva estratégica superadora de la brutalidad que nos muestra cada día el sistema capitalista.

Para quienes luchamos por una sociedad sin explotadores ni explotades, es siempre una tarea de primer orden la solidaridad con los pueblos del mundo y al apoyo a las luchas contra la dominación imperialista. Luchar contra las guerras significa luchar contra el sistema político y económico que las genera, y significa analizar las causas internas de los conflictos.

Para superar la dominación imperialista y para aprovechar las contradicciones intercapitalistas a favor de los intereses populares, es necesario construir otra política, desde los pueblos y les trabajadores en Nuestra América y en todo el mundo, que actúe en forma solidaria con las luchas antiimperialistas en todo el mundo. Se trata de construir un orden mundial diferente al que hegemonizan las potencias occidentales, un sistema que supere el régimen del capital, un mundo para ser vivido por todas y todos.

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