La disputa esencial en estos comicios es entre la continuidad del proyecto de la Revolución Bolivariana y el retorno de la vieja oligarquía.
El pueblo de Venezuela se enfrenta este próximo domingo 28 de julio a unas elecciones presidenciales que revisten particular importancia para el futuro político del país y la región.
La patria de Bolívar viene de resistir momentos muy duros, de asedio económico, sabotaje, guarimbas sangrientas, robo de las reservas internacionales, burda injerencia extranjera en la vida nacional, llegando incluso al punto de reconocer como presidente del país a un individuo autonombrado en una plaza de Caracas, intentos de penetración paramilitar, de magnicidio y una destrucción sistemática del nivel de vida y el poder adquisitivo del pueblo trabajador.
Hoy la nación parece haber dejado atrás los días más duros de esta embestida, pero muchas de las llagas y dolores provocados se arrastran en la conciencia colectiva y forman parte del acumulado subjetivo con el cual acudirán a las urnas millones de venezolanos y venezolanas.
La disputa esencial en estos comicios es entre la continuidad del proyecto de la Revolución Bolivariana y el retorno de la vieja oligarquía, cuya figura más prominente en este momento es María Corina Machado y su hombre de paja, Edmundo González. Convendría entonces, para calibrar la magnitud de lo que está en juego, dar un breve repaso a los dos proyectos de gobierno.
Proyectos de país
Recientemente se filtró a los medios de comunicación un documento firmado en octubre de 2023 por la misma María Corina Machado y titulado Land of Grace. El mismo contiene una síntesis del proyecto opositor en caso de darse la victoria electoral.
El importante intelectual venezolano Luis Britto García analizó los principales elementos de este programa, redactado por demás completamente en inglés, lo cual resulta bastante indicativo del destinario ideal. En el texto se apunta a la privatización del petróleo y el gas, la privatización masiva de empresas y bienes públicos, el pago prioritario de la deuda pública, la privatización de la educación, la eliminación de las políticas que protegen y garantizan los derechos de los trabajadores, la privatización de las pensiones, la eliminación del bolívar como moneda nacional, el desmantelamiento de las milicias populares y la subordinación geopolítica a la línea norteamericana.
Todo esto, por supuesto, en virtud de la ineficiencia de lo público, la necesidad de mayor libertad para el mercado y otros dogmas neoliberales que no han hecho absolutamente ningún bien en el continente ni lo harán a Venezuela. Básicamente, la aspiración profunda de la oposición venezolana es a un retorno del status quo anterior a 1998, una negación fáctica de las conquistas de la Revolución Bolivariana. Para eso apelan constantemente al descontento popular con la situación material, obviando que dicha situación es resultado de las sanciones económicas que ellos mismos apoyaron y del robo de los recursos internacionales del país de los cuáles muchos de ellos se lucraron y siguen lucrando.
Por su parte, el gobierno del presidente Nicolás Maduro viene de un complejo proceso de reconstrucción de su hegemonía luego de la muerte del comandante Chávez y la situación que la ofensiva combinada del imperialismo y las oligarquías locales generaron para el país. En medio de esas difíciles condiciones el gobierno ha debido reconfigurar alianzas internacionales, pero también reconstruir un tejido productivo severamente dañado por las sanciones, principalmente en la industria petrolera, motor de la economía nacional.
En medio de esas complejidades, el ejecutivo nacional tiene hoy resultados concretos que mostrar, que evidencian otro panorama presente y futuro para el país. En uno de los folletos de campaña repartidos por las calles de las principales ciudades del país, se recogen algunos de los logros económicos del gobierno en la última etapa. Venezuela pasó de ser un país que importaba la mayor parte de los alimentos que consumía a producir actualmente el 97 por ciento de los alimentos que conforman la canasta básica. La producción de alimentos se ha elevado en el último año un 5,2 por ciento. Aunque subsisten importantes retos y problemas en la salud pública nacional, el gobierno ha logrado garantizar 100 millones de consultas gratuitas al año. Se han recuperado 20 mil escuelas, hay ocho millones de estudiantes matriculados y 200 mil nuevos docentes se han incorporado a las aulas. Más de ocho millones de hogares reciben sus combos de alimentos. Hay activos en el país unos 50 mil consejos comunales y 150 mil proyectos en las comunidades. La tasa de criminalidad y homicidios ha bajado también exponencialmente. Se han construido unos cinco millones de nuevas viviendas. Para 2024, según la CEPAL, la nación tiene la tasa de crecimiento económico más alta estimada para América Latina, un cuatro por ciento del PIB.
Aunque los datos anteriores pueden estar un tanto magnificados con fines electorales, no hay duda de que el escenario nacional hoy es otro, el de un país cuya economía se recupera y un gobierno que, a pesar de las sanciones, no cede en su voluntad de proteger las garantías sociales ganadas con la Revolución Bolivariana y avanzar en la senda del desarrollo nacional.
El gobierno del presidente Maduro también ha hecho énfasis en la necesidad de continuar diversificando la producción y la industria nacional y continuar avanzando con la agenda política internacional de integración regional e incorporación del país a organismos internacionales que permitan sortear las sanciones, con particular énfasis en los BRICS, bloque fundamental de la geopolítica actual.
¡Oligarcas temblad! Viva la libertad
Dentro de las muchas actividades, congresos y encuentros que se dan en Caracas por estos días, uno me emocionó particularmente. En la soleada mañana del pasado sábado 20 de julio, se inauguró en el anfiteatro de la Escuela de Planificación la Conferencia Nacional de la Unión Comunera. Cientos de comuneros, provenientes de casi todos los estados del país, se dieron cita en el encuentro. Son una representación de los más de mil 700 hombres y mujeres agrupados en la Unión Comunera. Han viajado en buses, algunos por más de 12 horas, para verse y discutir sobre su organización y las perspectivas de futuro.
La Conferencia se inaugura con el Himno Nacional venezolano, seguido por el Himno Zamorano, del cual se toman los versos que dan título a este epígrafe, surgido de la insurrección campesina de 1846 capitaneada por Ezequiel Zamora e impregnado de un poderoso espíritu antioligárquico, en un país donde todavía hoy, a pesar de la Revolución, los campesinos deben dar batallas por la tierra, a veces al costo de su vida, en contra de los terratenientes. A continuación se alzan, diáfanas, las notas del Himno de la Internacional. El lema de la Conferencia este año es: “Ni cuarto nivel, ni sexto poder. ¡Todo el poder para el pueblo!” algo que, al mezclarse en mi conciencia con la Internacional evoca aquella poderosa consigna con la cual hace poco más de un siglo, Lenin, recién llegado a la Estación de Finlandia, radicalizaba la revolución en marcha: ¡Todo el poder a los soviets!
Como todo en Venezuela en estos días, el encuentro también se enmarca en la contienda electoral. Todos los que toman la palabra reafirman la importancia de votar por el presidente Nicolás Maduro. Y no es porque no tengan críticas. Todos y todas, incluyendo el actual ministro de Comunas, comunero él mismo, vienen de dar duras luchas con la burocracia, con la corrupción, con los gobiernos locales, con las estructuras de base. Porque el proceso revolucionario venezolano no se ha gestado en condiciones idílicas, sino en las complejas condiciones de subdesarrollo y guerra económica que vive el país. Pero las y los militantes de la Unión Comunera, que no son un partido político, sino una expresión del pueblo organizado, entienden que la única garantía de continuidad del socialismo, del proyecto de justicia social y de los anhelos chavistas y bolivarianos está en la victoria del presidente Maduro. No hay nada que esperar del retorno de la oligarquía.
Ellos y los otros miles de comuneros y comunas que hoy pueblan el territorio venezolano, son una expresión de la profundidad de los cambios sociales vividos, pero también la promesa del futuro más justo que necesitamos.
Las elecciones de este 28 de julio están planteadas entonces entre el futuro y el pasado. Todos en Venezuela saben que la oposición se prepara para desconocer los comicios. Sus medios de comunicación ya comenzaron la guerra de las encuestas, sembrando en el subconsciente colectivo la idea de que el gobierno es impopular y solo podrá ganar mediante el fraude. No es descartable entonces que, ante la derrota, intenten reeditar un escenario de guarimbas y presidentes espurios.
Confío en que el pueblo revolucionario de Venezuela y su gobierno sabrán defender lo que tanto sudor y sangre les ha costado ganar.
Fuente: Almayadeen