Jamás pensó el geólogo y mineralista alemán Carl Friedrich Christian Mohs que su trabajo más importante, el "Tratado de Mineralogía" (Grundriß der Mineralogie) de 1825, iba a ser desafiado casi 200 años después.
Sorprendentemente, el 6 de julio pasado su famosa Escala de Mohs de dureza se encontró con una realidad difícilmente pronosticable. Para dicho instrumento referencial, la dureza relativa de los minerales se clasifica en orden creciente de dureza sobre la base de diez minerales comunes: talco, yeso, calcita, fluorita, apatito, ortoclasa, cuarzo, topacio, corindón y diamante.
En este caso, el reto no vino del mundo mineral sino de la caradura de la marioneta desconocida.
Como un acto extraño el individuo en cuestión conjugó el indicativo presente del verbo latino e italiano provocare al grito de "io provoco".
Se presentó, esperando una clamorosa y glamourosa ovación, en la taquilla aeroportuaria de CONVIASA. Solicitando obviamente, antes de derogarlo si llega al "control del coroto", el pasaje preferencial de la tercera edad.
Los trabajadores absortos detectan que no se trata de algún seguidor tardío de la denominada escuela filosófica griega cínica, fundada en la segunda mitad del siglo IV A.C. por Antístenes y cultivada por Diógenes de Sinope, Crates de Tebas, Hiparquía o Menipo de Gadara.
El individuo, al parecer, es un espíritu burlón escapado de la Ouija o un caralavada de bajo pelo. Inmediatamente lo increpan mientras sus acompañantes destilan amargo de Angostura.
Probablemente, su intención era pasar revista a una de las naves que ordenará desguazar después de la privatización soñada, tal como le sucedió al Boeing 747 de la aerolínea pública venezolana Emtrasur. Entregada por el malinchismo argentino a los gringos y desaparecido en un cementerio no localizado de Arizona o Kansas.
Pero la gente recuerda y sentado ya en cabina tuvo que enfrentar los reclamos de los pasajeros cimarrones, a los montaraces ciudadanos que ya descifraron el programa antipatriota defendido por él y sus adláteres, compinches o marioneteros.
No está enfrentando a los dúnedain del Norte de la novela "El Señor de los Anillos" del escritor británico J. R. R. Tolkien sino a una multitud carbono en campaña. Quizá, después de ese trance, su caradura tenga menos resistencia que el diamante o se desmorone como el talco.
Manuel Amarú Briceño Triay
Mérida, 8 de julio de 2024