Publicado por: Jose Sant Roz
José Sant Roz
- En Venezuela se ha producido dos grandes desafíos independentistas en toda su historia: el que se inicia en 1810 y el de 1992 con la insurrección de Chávez. La primera no fue producto de una concienzuda preparación ideológica, sino que la desata la ocupación napoleónica de España, y luego corresponde a Bolívar asumir la tragedia de un pueblo dividido, aherrojado y en la miseria. Las fuerzas del pasado reaccionan imponiendo el mayor terror y pánico en una población que había vivido siempre encadenada y jamás había tomado por sí misma decisiones de carácter moral, administrativa, política o humana. Más que una guerra, lo que se nos hizo fue una carnicería. Nada más peligroso que un imperio decidido a mantener sus colonias a sangre y fuego.
- Cuando Chávez, el 3 de febrero por la noche, toma La Planicie, ya ha recorrido toda Venezuela en un plan de observación, y sopesando el terreno donde librará su primera gran batalla. Ha estado en la frontera con Colombia y Brasil, se ha internado en las selvas de Guayana; ha pasado una temporada en las selvas conviviendo con nuestros pueblos originarios, en los llanos conociendo las telúricas fuerzas de los pueblos que derrotaron a Pablo Morillo y en los barrios de las grandes ciudades donde se respira un profundo amor por la poesía de Ali Primera. Ha hablado con los líderes de la izquierda que se ha corrompido por las prebendas adecas o copeyanas, con algunos que fueron guerrilleros y se mantienen firmes en sus principios, con obreros y campesinos. Se ha leído bibliotecas enteras sobre la realidad venezolana. Escucha los ideólogos de la derecha y asiste a sus conferencias; escucha a las madres pobres, a los desdentados y a los niños de los barrios sin escuela, sin futuro. Va y se interna largas temporadas a convivir con los condenados de la tierra, calculando la inmensidad de la obra que tendrá que llevar a cabo.
- Trabaja en los cuarteles, da lecciones de historia, de economía, política y filosofía. Es un militar y es un obrero, es un soldado y un pensador, un escritor y un poeta. Lee sin descanso y con su prodigiosa memoria va ordenando el bagaje de sus ideas pensando en una Constituyente, en una nueva Constitución, en una nueva división de los Poderes del Estado, pero siempre con un objetivo claro: que muy larga será lucha por la liberación del pueblo, enfrentándose a los ataques espantosos y terroristas que habrá de sufrir de los imperialistas.
- Durante noches enteras se empapa de la historia sobre la Guerra federal y las razones que llevaron al general Ezequiel Zamora a rebelarse a favor de los sin-tierra. Se dedica a pensar en las sucesivas y perversas traiciones al pueblo por parte de sus mandatarios y dirigentes: las traiciones de Páez, Miguel Peña, Leocadio Guzmán…; sobre la ignominia de los partidos vendidos a los negocios y a los acuerdos con el gran capital. Estudia a Maquiavelo y a Liddell Hart (“Estrategia de la Aproximación Indirecta”).
- Aquel 4 de febrero de 1992, cuando se escucha el tronar de la metralla, cuando se siente el fragor del combate en la sangre, no obstante se deberá estar consciente que ni por asomo nos encontramos en la peor de las guerras que habremos de afrontar, que a fin de cuentas, en relación con las que Chávez enfrentará, aquellas batallas por la independencia entre 1812 y 1825 llegarán a ser mucho más limpias, más francas, más directas y menos cruentas… Ahora, en el siglo XXI, se asesinará a la distancia, con la mentira “limpiamente”, con la condenación “legalmente”, con medidas “diplomáticas” que los aterrados gobernantes de Occidente acatarán sin chistar, ahogando a los pueblos en sanciones y bloqueos en nombre de la democracia y la libertad, dejándolos sin medicina y sin alimentos, conduciendo a la muerte a cientos de miles de inocentes, niños y ancianos. Se tratará de una horrenda guerra cibernética… La guerra que sobrevendrá después del triunfo de Chávez en 1998 será peor que la que mató prematuramente a Bolívar cuando en 1827, entró en el pandemonio de las miserias de partidos. Se repetirá en una dimensión mucho más expansiva y total la locura y la estupidez que se apoderará de los sometidos al pensamiento hegemónico de Occidente.