Cervantes

Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobretodo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté.

MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha.
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16 de marzo de 2025

Haciendo justicia a nuestros genios, pues, el sabio José Francisco Torrealba debe también ser llevado al Panteón… por José Sant Roz



  1. Tengo muchos recuerdos sobre la vida de ese extraordinario venezolano, el doctor José Francisco Torrealba, del mismo pueblo en que nací, Santa María de Ipire. La hermosa quinta, rodeada de un frondoso jardín, que ocupaba en la Avenida Los Puentes, en San Juan de Los Morros, la visitaba con frecuencia junto con mis hermanos. Aquella casa de frondosas matas de todo tipo, muy bien seleccionadas, nos parecía un templo, un espacio sagrado, en el que se concentraba el saber y la virtud de la propia naturaleza. Al caer la tarde, el doctor Torrealba abordaba un Ford viejo, se situaba en el asiento trasero y el chofer lo llevaba a dar vueltas por la ciudad, iban hasta la salida de los Llanos o hasta cerca de La Puerta, por el norte, al tiempo que el sabio aprovechaba para pensar y leer algún libro. En aquel pueblo no había un ser más sagrado y respetado que el doctor Torrealba. A veces aquel templo que era su casa siempre se encontraba ajetreado, recibiendo honorables personajes de la ciencia y de la literatura, de diversos países. Allí acudían rectores de las universidades nacionales a expresarles admiración por sus investigaciones. La Universidad de Los Andes, en tiempos del rectorado de Joaquín Mármol Luzardo, le concedió el doctorado Honoris Causa, y algunos colegas hubieron de comprarle un traje y zapatos para que se presentara “decentemente a la ceremonia”. Porque el doctor Torrealba por lo general iba vestido con abombados pantalones y camisas de kaki, y en alpargatas.
  2. José Francisco Torrealba fue de los más brillantes estudiantes que pasó por la Universidad Central de Venezuela. Nació el día 16 de junio de 1896, en el hato San Roque, cercano a Santa María de Ipire. En 1916 se gradúa de Bachiller en Zaraza. Con enormes esfuerzos pudo Torrealba irse a Caracas a estudiar Medicina. Esto de por sí, para un hombre de tan escasos recursos económicos, constituía un milagro. Entre sus maestros se pueden mencionar a José Gregorio Hernández, Francisco Antonio Rísquez, Jesús Rafael Rísquez, Luis Razetti, Vicente Peña, E. Meier Flegel, José Izquierdo, Beltrán Perdomo Hurtado, David Lobo y Domingo Luciani. Torrealba culminó su carrera en 1922, pero, recibió su título Summa Cum Laude el 23 enero de 1923. Esta promoción estuvo integrada además por: Delfín Arcila, Simón Arocha, Alfredo Borjas, Alfonso Bortone Raván, Pedro Briceño Cols, Federico Lizarraga, Pastor Oropeza, José Quintini, Pablo Quintana Llamozas, Carlos Rojas, Servio Tulio Rojas, Agustín Zubillaga y Miguel Zúñiga Cisneros, Borjas, Oropeza y Zúñiga, y el único de este grupo que no tenía dónde caerse muerto era Torrealba.
  3.  Le contaba el doctor José (Pepe) Izquierdo a otro médico, el doctor Carlos Chalbaud Zerpa, que cuando Torrealba se preparaba para los exámenes finales, llegaba a dominar los temas al extremo de llegar a saber más que el jurado que el propio. Una vez que cumplió con todos los requisitos para graduarse, el paso más difícil de todos era conseguir el dinero para obtener el título, el cual era muy costoso en la década de los cuarenta. Por este motivo, se vio en la necesidad de acudir a un préstamo ante uno de los personajes más rico como tenebroso de los llanos, don Nicolás Felizola (dueño de hatos, de miles de reses), quien tenía fama de asesino. En Zaraza, Felizola era temido, siempre andaba armado con un grupo de matones, y mataba sin chistar a quien él le viniera en gana. Pues bien, encontrándose tan necesitado fue Torrealba en busca de tan feroz personaje, según su padre Tereso, el único que podía ayudarlo. Encontró Torrealba a Felizola rodeado de sus amigos en un bar de Zaraza, y allí le planteó la urgente necesidad del referido préstamo, a lo que don José, en plan burlón, le replicó que en Zaraza no hacían falta médicos. Estaba allí presente un personaje (David Gimón Pérez, el que luego habría de ser presidente del Estado Guárico), quien le llamó a aparte y le dijo, a aquel brillante estudiante, que más tarde pasara por su casa que él se iba a encargar de eso. Fue David Gimón quien le ayudó, pero años más tarde, siendo Torrealba médico en Zaraza, una madrugada, se presentaron cuatro peones de uno de los hatos de Felizola a pedirle que acudiera urgentemente a atender a Felizola quien estaba grave de muerte. El humanitario Torrealba se aprestó con sus instrumentos para tratar a aquel criminal, pero exigió a los peones que lo llevaran en una hamaca. Así hicieron aquel recorrido de varios kilómetros. Encontró a Felizola dando alaridos en una cama, y rogándole a aquel eximio galeno, a quien había humillado, que lo salvara. Torrealba, claro, lo salvó, pero previamente le dijo: “-Nicolás Felizola, estás en mis manos… Debes saber que estás en mis manos”, al bárbaro que le había dicho que en Zaraza no hacía falta médicos.
  4. Encontrándose establecido en San Juan de Los Morros, la casa del doctor del doctor Torrealba, como digo era diariamente un hervidero de personalidades de todo el mundo. Existe una biografía del doctor Torrealba en italiano, que yo conservé durante muchos años y que quedó en la saqueada biblioteca del doctor Chalbaud. Es necesario decir, que el doctor Torrealba como ocurre con muchos de los grandes genios, pasó una temporada en la locura total, en la que no quería ver a nadie, encerrado en un cuarto. De modo que había que pasarle la comida por una pequeña rendija. Así pasó largos meses, preocupando a amigos y familiares, hasta que uno de esos llaneros atravesados tuvo la ocurrencia de meterle en ese cuarto a una india, para que lo atendiera y ayudara en sus necesidades básicas. El sabio acabó calmándose de su locura, volvió a su clínica, retomó sus investigaciones siempre al lado de su india a quien acabó haciendo su esposa, y con quien procreó más de una docena de hijos. Su esposa llevaba o adoptó el nombre de Rosita Tovar, así la llamaban, mujer muy callada, hacendosa y humilde. En una ocasión, a mediados de la década de los cincuenta, un grupo de rectores (de la UCV, Zulia, Carabobo, ULA) le hizo una visita al doctor Torrealba, y la siguiente anécdota que narraré, me la contó el doctor Joaquín Mármol Luzardo, rector de la ULA. Resulta, que a los doctores llamaba mucho la atención que aquella dama silenciosa que entraba y salía de la sala donde conversaban sin muchos preámbulos, que se sentaba entre ellos a escuchar, hierática, lo que se decía, o que de pronto se ponía de pie y recogía los libros que se habían estado consultando o comentando para devolverlos a sus lugares en la biblioteca, en medio de las conversaciones, pasando de un lado a otro, sin haber sido presentada a ninguno de los rectores; llega entonces un momento en que ella se retira y va el rector de la Universidad del Zulia, el doctor José Domingo Leonardi Carrillo, bastante intrigado, y le pregunta a Torrealba: “-¿Doctor, y esa señora qué pito toca?”, a lo que inmediatamente el sabio, señalándose la entrepierna le contestó: “-Éste”.
  5. En los años cincuenta, Torrealba fue invitado a dictar una conferencia en Alemania, en 1928, por lo que decidió aprender alemán y lo hizo solo, sin maestro, encerrado en su biblioteca de San Juan de Los Morros. En Alemania estudiaría algunos temas sobre Medicina Tropical, en la Escuela de Hamburgo. Luego de 7 años de haber iniciado sus investigaciones sobre la enfermedad de Chagas, en los Estados Guárico y Anzoátegui publica en la Gaceta Médica de Caracas sus investigaciones con el título de “Algo más sobre la tripanosomiasis de la enfermedad de Chagas en Zaraza.
     Para su trabajo de investigación tomó la precaución de llevarse en su pie una nigua, la cual ante la audiencia que acudió a su clase magistral, la extrajo con una aguja. Era parte de su trabajo sobre las enfermedades tropicales.
  6. En los años cincuenta y sesenta, el médico más famoso de Venezuela era Torrealba, para la consulta diariamente se veían pacientes de muchos países, y el sabio cobraba caro sus consultas a los que podían pagarle, porque él nunca les cobraba a los pobres (además de darles a éstos las medicinas). Una de sus obsesiones era tratar de encontrar una cura para el cáncer y tenían cientos de frascos con diferentes tipos de plantas para sus investigaciones, así como todo un zoológico que también utilizaba para sus análisis. Mi hermano Felipe era uno de los que con frecuencia le estaba llevando animales como rabilepados, lapas, sapos, serpientes, faros, dantas, morrocoyes, cachicamos,…
  7. Fui condiscípulo de los Morochos, hijos del sabio, en la Escuela Aranda, y mi hermano Adolfo se desempeñó como maestro o tutor de varios de sus hijos. Muchos libros que circulaban por nuestra casa los traía mi hermano Argenis de la biblioteca de Torrealba. Pero a quien más quiso, de todos mis hermanos el doctor Torrealba, fue a mi hermano Felipe, quien con frecuencia sufría ataques epilépticos. El doctor lo trataba con medicamentos, pero a la vez disfrutaba mucho de las ocurrencias de Felipe, quien era llamado en San Juan, “El Poeta del Pueblo”. Cuando en 1965 – hace 60 años – me gradué de bachiller en el Liceo nocturno “Juan Vicente González” (de día, Liceo Andrés Bello), nuestra promoción llevó su nombre, “José Francisco Torrealba”.
  8. El doctor Torrealba, salvó de una muerte segura a mi madre, Clara, cuando fue trasladada grave, desde las Mercedes del Llano a San Juan de Los Morros, con eclampsia, prácticamente desahuciada, y también salvó a mi hermano Felipe cuando se fracturó el cráneo por una caída. Mi hermano Argenis, pudo colocar a Felipe en una carretilla y lo llevó hasta el hospital, donde lo esperaba Torrealba para operarlo. San Juan de Los Morros, era un centro muy visitados por los Baños Termales, sus morros y porque allí estaba Torrealba y se veía gente de Brasil Colombia, Ecuador y las islas del Caribe para tratarse con aquel memorable sabio…
  9. Debemos recordar que en 1958, el doctor José Francisco Torrealba, fue candidato a senador por el Partido Comunista de Venezuela, y quedó de último en la votación (horrenda ignorancia o ingratitud de mucha de nuestra gente guariqueña quien prefirió votar a los adecos o a los copeyanos).
  10. Hace años escribí una nota sobre este sabio, hijo de Tereso, pero sobre todo de sus obras, monumento de humildad y sabiduría, sencillez y humanismo, un científico del que debe aprender la generación que se está formando en Medicina. Torrealba fue un verdadero médico de los pobres en Venezuela, tanto como José Gregorio Hernández hoy convertido en santo, un verdadero médico socialista. El escritor José Alberto Medina Molero nos recuerda de él dos anécdotas que en parte muestran la noble personalidad del doctor Torrealba, descubridor de la causa del mal de Chagas: una de ellas refiere que en una oportunidad se le esperaba en una sala de la Universidad Central de Venezuela, donde iba a dictar una conferencia. Don José Francisco solía vestir casi siempre de kaki, y llegó algo tarde a la cita. Cuando el vigilante le miró, no le permitió la entrada al recinto. Sin perder la calma, el sabio se sentó en la acera, lugar desde donde fue rescatado por uno de los galenos, quien impaciente había salido a la puerta a indagar por la tardanza del conferencista. En otra ocasión, se le vio en San Juan de Los Morros, usando un zapato en un pie y, una alpargata en el otro, y a quién le preguntaba él le decía: “Voy andando con lo propio y con la importado”. Seguramente pocos le entendían. El sabio Torrealba fue también antiimperialista.

    10-  “A partir de José Francisco Torrealba, todo estudio sobre el Mal de Chagas, debe partir de sus investigaciones científicas”, esto lo dijo una de las autoridades científicas más notable del Brasil, el Doctor Magharino. Torrealba siempre se consideraba a sí mismo, como un humilde obrero en la labor de la investigación científica. Sus trabajos fueron altamente apreciados en los Institutos de Parasitología de Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Argentina, Alemania y Brasil. En diciembre de 1956, el periodista Luis Buitrago Segura le hizo una entrevista para la revista “Momento”, de la cual vamos a tomar algunos datos bibliográficos de este gran científico. Para Buitrago, Torrealba era como una especie de Trotsky cartujo-, maneras de vivir de filósofo espartano o de guerrero tibetano. Se distinguió Torrealba por ser un médico de la gente de chozas; él, hijo de la llanura ilimite quien nació y fue criado en choza; en sus primeros años tuvo que ser vendedor de jabones y velas por las calles de Santa María de Ipire, becerrero de Aribí, leñador y aguador en San diego de Cabrutica y más tarde estudiante y profesor de lo que iba aprendiendo, para mejorar un poco su exigua pensión. Ese muchacho taciturno, magro y enjuto, descendiente de llaneros bragados y nacido en el hato de “San Roque”, en Santa María de Ipire, tenía de los suyos la reciedumbre del carácter y la inclinación a los estudios. Su padre fue cuidador de ganado ajeno, y su madre montaba, día a día, vigilia al pie del humeante fogón y del desagradable olor de los calderos en los que fabricaban jabones. En la Escuela de Medicina entra en contacto con José Gregorio Hernández, quien le impresiona hondamente. Torrealba ya convertido en médico, regresa a su pueblo natal, a su medio y junto a su pueblo; como pudo calarlo el eminente científico brasilero Enmanuel Díaz: “ su espíritu altruista y su capacidad de sentir los males que afligen a las gentes miserables de los campos, mantienen permanentemente animada el ansia de velar por los infelices y protegerlos”. El percibe que las enfermedades del campesino venezolano no representan entidades patológicas de ocurrencia ocasional, sino complejos problemas de salud, unos desconocidos por nuestro mundo médico, los más ignorados voluntaria o involuntariamente por las autoridades sanitarias. Entonces Venezuela era un país insalubre, con un millón de casos de paludismo. Los campesinos no recibían ninguna atención médica, “y como yo era campesino, no podía negarme a los míos. Conté con la colaboración de un antiguo discípulo y condiscípulo, Guillermo Pérez Gil, quien me instalo un pequeño laboratorio en Zaraza.” Joven y animoso se mezcla entre sus gentes, comparte con ellas sus problemas, dudas, necesidades y preocupaciones. Es además el educador, el consejero y el amigo. Observa con gran preocupación el alto índice de mortalidad ocasionada por cardiopatías y ello lo induce a pensar que además de paludismo y anquilostomiasis debe haber otra endemia responsable de esas miocarditis. Por su manera de ser campesino, de compenetrarse profundamente con el medio rural, de no menospreciar la inteligencia intuitiva de quienes le rodeaban, tomó muy seriamente la afirmación que le hicieron en el sentido de que los Chupones, Pitos o Chine-Montes, les producían anemia y cansancio, los debilitaban para trabajar. Es decir, que en cada choza había una fuente de contagio, un criadero de enfermedades.

    EL REFORMADOR SOCIAL: El sabio Torrealba jamás ha desligado el problema de sanidad del ambiente social. Eso explica el porqué al comenzar sus investigaciones clamaba por una política sanitaría, por una política social, por una política educacional en el medio rural. Sus palabras sonaron fuertes a todo lo largo y ancho del país, al advertir que, en algunos lugares. “Todo presenta allí no a la pobreza, sino la miseria. Ningún alimento ni ninguna ropa se guardan en las casas. La gente no tiene hamacas ni camas. Algunos duermen en trojas, otros en esteras y petates. En ninguna de las chozas se observó una silla, aunque fuera de cuero crudo”.
  11. EL AMBIENTE ACTUAL: Después de 33 años de servicio a la humanidad, el sabio Torrealba no tenía otra cosa que agregar a su inventario, fuera de sus 12 hijos que siguieron estudios universitarios, y aparte del inmenso tesoro científico que constituye sus investigaciones, una modesta casa de campesino medio, un pequeño automóvil de empleado subalterno -tuvo necesidad de comprarlo porque su salud no es completa- bastante dolores de cabeza con el mísero sueldo de 33 bolívares diarios para educar y mantener la crecida familia, y eso sí: una inmensa clientela campesina pobre que no puede pagar consultas y a quienes se debe obsequiar las medicinas. “-Menos mal -advierte- que trabajo mucho y que tengo también clientela que puede pagar por los que están imposibilitados para hacerlo”.
  12. Muchos ciudadanos lo toman por una mezcla de taumaturgo-brujo, pero él no lo advierte, o no le importa. Mientras le quede la camisa del hombre feliz, su laboratorio y ese inmenso fuego de amor hacia la humanidad en el que se consume y renueva, los brazos vigorosos abrirán más la tierra para plantar la semilla que para cavar sepulturas. La siguiente nota sobre José Francisco Torrealba (del Diccionario de Historia de Venezuela) es de Ildefonso Méndez Salcedo. Él nos trae la siguiente semblanza de Torrealba: Médico, investigador científico, escritor. Hijo de Tereso Torrealba y de Ana María González Sánchez. Cursó sus primeros estudios en escuelas particulares de Santa María de Ipire y San Diego de Cabrutica, después de lo cual se trasladó a Zaraza para cursar los estudios secundarios en el Colegio San Gabriel y en el Colegio Federal (1910-1916). En 1917 viajó a Caracas para iniciar estudios de medicina en la Universidad Central de Venezuela, institución que le otorgó el título de doctor en ciencias médicas (1923), mención Summa Cum Laude. Conviene mencionar algunos de sus profesores para entender su interés por el ejercicio de la medicina y de la investigación científica: José Gregorio Hernández, Francisco Antonio Rísquez, Luis Razetti, José Izquierdo, Domingo Luciani y otros. En 1924 se le designó director del asilo de enajenados de Caracas, hoy Hospital Municipal Psiquiátrico, donde estableció una serie de cambios que lo convirtieron en uno de los iniciadores de la práctica psiquiátrica moderna en Venezuela. Allí introdujo los diagnósticos psiquiátricos, mejoró la asistencia médica y propició la tolerancia y comprensión hacia los pacientes. En 1928 se trasladó a Alemania para realizar estudios en la Escuela de Medicina Tropical de Hamburgo, los cuales tuvo que suspender al poco tiempo por motivos de salud. De regreso a Venezuela se radicó en su estado natal ejerciendo como médico rural en Santa María de Ipire (1929-1932), Zaraza (1932-1943) y San Juan de los Morros (1943-1973). Como docente regentó las cátedras de Química Orgánica, Psicología y Biología en el Colegio Federal de Zaraza (1943). Otros cargos desempeñados fueron los de médico de la Penitenciaría General de Venezuela (1943-1947) y director del Centro de Investigaciones sobre la enfermedad de Chagas (1948-1973), ambos en San Juan de los Morros. Como médico e investigador, Torrealba se interesó por diagnosticar, experimentar y tratar numerosas enfermedades: anquilostomiasis, bilharzia, paludismo, leishmaniasis, lepra, buba, gastroenteritis, sífilis, tripanosomiasis o mal de Chagas, cáncer, etc. Mención especial merece su contribución para detectar, tratar y erradicar el llamado mal de Chagas en Venezuela. En 1934 aplicó por primera vez en el mundo, el método xenodiagnóstico ideado por el científico francés Emile Brumpt, como una prueba de despistaje de dicha enfermedad. En 1949 publicó y distribuyó gratuitamente una Cartilla antichagásica, resumiendo los aspectos generales de la enfermedad, señalando los lugares que la padecían y proponiendo medidas urgentes para erradicarla. También son originales sus investigaciones, a partir de 1960, para mitigar y frenar la evolución del cáncer a través de una vacuna acuosa preparada según el método del científico ruso Filiatov, el cual consiste en la utilización de parásitos de Chagas exterminados. Como escritor Torrealba fue autor de unas 150 publicaciones entre libros, folletos, capítulos de obras colectivas, prólogos, traducciones y artículos. Cabe señalar que muchos de esos trabajos fueron preparados contando con la colaboración de otros autores. Además de los temas propios de su profesión y de sus investigaciones científicas, escribió sobre cuestiones sociales y humanísticas, siempre en un tono crítico, buscando y proponiendo soluciones a los problemas más graves del país. Perteneció a numerosas corporaciones científicas de Venezuela y del exterior. Como homenaje póstumo a su labor varias instituciones educativas, sanitarias y científicas del país llevan su nombre. Igualmente existe el premio José Francisco Torrealba otorgado por 3 instituciones diferentes: Colegio de Médicos del estado Guárico, Universidad Simón Bolívar y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicit).

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