La crisis de las universidades, ejemplificada en la Universidad de Los Andes, no se reduce a la falta de libertades impuestas por un gobierno autoritario. Su declive es también producto de mecanismos internos de poder que, bajo una retórica anti-gobierno, perpetúan la mediocridad, el oportunismo y la deshonestidad académica. Estos grupos, lejos de defender la autonomía universitaria, instrumentalizan el discurso crítico para consolidar privilegios y eludir responsabilidad, convirtiendo a la academia en un campo de batalla político estéril. Aquí las claves:
1. La politización como herramienta de captura interna
La retórica anti-gobierno no siempre es sinónimo de resistencia legítima. En contextos de polarización, ciertos líderes universitarios secuestran el discurso crítico para:
- Enmascarar ineptitud: Sustituyen el mérito académico por consignas ideológicas, priorizando lealtades políticas sobre competencia técnica. Ejemplo: figuras sin producción intelectual relevante ascienden a cargos directivos mediante alianzas facciosas.
- Neutralizar la crítica interna: Al presentarse como "víctimas" de un gobierno opresor, evitan ser cuestionados por su gestión deficiente (ej: deterioro salarial, fuga de talentos). La polarización externa actúa como *cortina de humo* para su complicidad en el declive institucional.
- Monopolizar la agenda: Imponen temas de discusión que sirven a sus intereses (ej: abstención como "protesta"), desplazando debates sustantivos sobre calidad educativa o investigación.
2. La abstención como mecanismo de control parasitario
Quienes promueven la no participación política (como los defensores de la abstención o de figuras como Bonucci) suelen operar bajo una lógica perversa:
- Preservar el statu quo: La desmovilización evita que surjan alternativas de liderazgo competente, consolidando su poder. Es una forma de *autoritarismo invertido*: se critica al gobierno mientras se reproduce su lógica vertical internamente.
- Beneficiarse de la crisis: Grupos parasitarios florecen en entornos degradados. Ejemplo: la fuga de talentos (por bajos salarios o falta de apoyo) deja vacíos que son ocupados por leales ideológicos, no por académicos calificados.
- Legitimar la mediocridad: Al normalizar discursos superficiales y confrontativos, se erosionan estándares éticos y científicos. Esto crea un círculo vicioso: cuanto más se degrada la universidad, más dependiente es de líderes que ofrecen "protección" mediante retórica vacía.
3. Hipocresía institucional: el doble discurso de la "lucha anti-gobierno"
La supuesta defensa de la autonomía universitaria esconde una contradicción fundamental:
- Complicidad encubierta: Mientras se denuncia al gobierno, se colabora tácitamente con él al no proponer soluciones reales. Ejemplo: líderes que se oponen a reformas estructurales (ej: evaluación por méritos) por temor a perder influencia.
- Victimización instrumental: La retórica de la persecución política sirve para eludir responsabilidades. Si la universidad fracasa, siempre habrá un "enemigo externo" a quien culpar, nunca una autocrítica.
- Parasitismo del conflicto: Estos grupos necesitan mantener una tensión artificial con el gobierno para justificar su existencia. La universidad se convierte en un teatro donde la confrontación sustituye a la creación de conocimiento.
4. Consecuencias: de la universidad crítica a la universidad cómplice
Este juego de simulación política tiene efectos concretos:
- Declive científico y moral: La priorización de agendas facciosas por sobre la excelencia convierte a la academia en un espacio estéril. Investigación relevante es desplazada por papers ideológicamente alineados pero metodológicamente pobres.
- Aislamiento autoimpuesto: Al perder conexión con problemas reales (ej: desarrollo tecnológico, desigualdad social), la universidad se reduce a un gueto retórico, útil solo para reproducir élites parasitarias.
- Erosión de la credibilidad: La sociedad percibe a la academia no como faro de saber, sino como un apéndice más del juego político, lo que reduce su influencia y legitimidad.
La universidad como víctima de sus propios parásitos
La falta de libertades en la universidad es un fenómeno dialéctico: gobiernos autoritarios imponen restricciones, pero su profundización depende de actores internos que, lejos de resistir, instrumentalizan la crisis para su beneficio. Estos grupos no son "opositores", sino socios no declarados del autoritarismo, pues su retórica anti-gobierno oculta su papel en la degradación institucional.
La solución no está solo en exigir democracia al Estado, sino en desmantelar las estructuras de mediocridad interna:
1. Reinstaurar el mérito: Elección de autoridades basada en trayectorias académicas, no en alianzas políticas.
2. Transparencia radical: Rendición de cuentas sobre gestión presupuestaria, publicación de indicadores de productividad y ética.
3. Participación crítica: Rechazar la abstención pasiva y fomentar la movilización electoral informada para exigir reformas sustantivas.
4. Alianzas externas: Reconectar la universidad con sectores productivos y sociedad civil, rompiendo el aislamiento que favorece a los parásitos del poder.
Como advirtió Simón Rodríguez, sin bases meritocráticas y éticas, la universidad se reduce a una farsa útil solo para quienes medran en su decadencia. La verdadera autonomía no se conquista con consignas, sino con rigor intelectual y coraje para purgar a los oportunistas que, desde dentro, traicionan su esencia.
Prof. Luis Betancourt.
