
Está invirtiendo en drones militares con inteligencia artificial.
Y lo llama: “lo correcto para Europa”.

La empresa se llama Helsing.
Diseña y produce enjambres de drones autónomos, capaces de atacar sin GPS, sin humanos, sin remordimientos.
Y los fabrica en serie: más de 1.000 al mes.
¿De verdad esto es lo que Europa necesita?

Ek no solo invierte: es presidente del consejo de administración de Helsing.
Lo hace a través de su firma Prima Materia.
Y para financiar esta “diversificación”, ha vendido 724 millones en acciones de Spotify.
Sí: la música paga la guerra.

Mientras tú escuchas a tu artista favorito por 0,003 € el stream,
el dueño de la plataforma utiliza esos beneficios para alimentar un mercado de muerte.
Spotify se ha convertido en la gasolinera emocional de un empresario bélico.
Y tú pagas la gasolina.

El dron estrella de Helsing se llama HX-2.
Vuela 100 km. Opera en red. Forma enjambres.
Sus primeras 6.000 unidades ya van camino de Ucrania.
Las financia el Estado alemán. Las fabrica Ek.
Y mientras tanto, los artistas... sobreviven.

Este modelo empresarial ya lo hemos visto antes:
privatizar la cultura, socializar la guerra.
Usar el arte como lavado de imagen mientras se monta un negocio en la industria de la muerte.
Y todavía hay quien cree que esto va de libertad.

Cuando Ek dice “lo correcto para Europa”, no habla de paz.
Habla de contratos, geopolítica, defensa de intereses.
Habla de convertir el continente en una fábrica de armas con conciertos de fondo.
La música como anestesia. La guerra como negocio.

Si sigues usando Spotify sin preguntarte a quién enriquece,
si sigues poniendo tus canciones sin saber quién se arma con ellas,
entonces el problema ya no es Ek. Eres tú.

No estamos hablando de ideología. Estamos hablando de complicidad.
Y hay artistas que ya se han ido.
Otros, callan.
Pero cada minuto que pasa, el algoritmo entona una marcha militar.