En medio de esa violencia cósmica, una colisión colosal con un planeta del tamaño de Marte dio origen a la Luna, compañera inseparable de la Tierra desde entonces.

El planeta pasó del fuego al hielo: hace 2.400 millones de años, llegó la glaciación huroniana, una de las edades de hielo más extremas y prolongadas de la historia. Los océanos pudieron haber estado congelados incluso en el ecuador. Y lo más sorprendente: el responsable fue la vida.
Las cianobacterias, diminutos arquitectos del futuro, comenzaron a liberar oxígeno gracias a la fotosíntesis. Este gas reaccionó con el metano atmosférico (un potente gas de efecto invernadero) y lo eliminó. Sin esa “manta” que retenía el calor, la temperatura global cayó en picada y la Tierra se heló por completo.
Este evento, conocido como el Gran Evento de Oxidación, fue una catástrofe… pero también una fortuna. Transformó para siempre la atmósfera y sentó las bases para la evolución de la vida compleja millones de años después.


