José Sant Roz
¿Se acuerdan de aquellos venezolanos, que soñaban con irse DEMASIADO, y soñaron y soñaron tanto que a la final se largaron tan DEMASIADO, DEMASIADO, que hoy están que se devuelven?
¿Se acuerdan de aquellos compatriotas que todo aquí les olía feo? ¿Qué querían escapar de esta mierda de chavistas feos, hediondos, brutos, de pelo “malo” (enroscado) y desdentados? ¡Asquerosos!
¿Se acuerdan aquellas protestas de los colegios católicos “¡CON MIS HIJOS NO TE METAS!” y de aquel comunismo de mierda que nos iba a quitar todo? Y entonces, familias enteras comenzaron a organizarse para abandonar el país, pero que en el fondo lo que andaban buscando era el placer, la golilla, la gloria de encontrarse en medio de rascacielos, en la sublime Miami, en la rutilante New York, sólo para entregarse a visitar centros comerciales y enviar mensajes a sus amigos y familiares para que les envidiaran… embebiéndose en las últimas virguerías del “progreso”, de los adelantos tecnológicos, de la crazy moda, y que entonces en dejando aquel burdo “mar de la felicidad” iban gozosos a incrustarse en el “verdadero placer de la vida”, allá, donde están los que sí saben vivir, los que sí saben inventar, gozar, tener plata por montones, yates, hembras que queman, bellas y estrujantes, aviones y mariners salvadores del mundo tan lindos e inteligentes… ¿Se acuerda?
Y entonces, aquellos exquisitos ciudadanos de elevado pedigrí, en saliendo iban maldiciendo a su país, se fueron, de la últimas camadas gritaban cuando salían: “¡MADURO, COÑO DE TU MADRE!”… Y cuanto iban cruzando, fronteras y dejando aquel estercolero, suspiraban, ¡al fin seremos libres, al fin vamos a encontrar la gloria, la paz, el bienestar perfecto y sublime para mí y para nuestros hijos… pobrecitos –decían- los que se quedan en ese infierno, que lástima nos da lo que se quedarán allá comiendo el oprobioso pan de la miseria, entre negros, mulatos, chavistas, salto atrás e indios…
Qué dilema de aquellos eternos soñadores de paraísos rutilantes, de super héroes de alfeñique, de Rambos, de esa charca para cerebros refritos llamada Hollywood; deslumbrados por los bellos catiritos estadounidenses, esos de ojos azules y copetes amarillos, muy güeros, muy ñoñeros ellos; el de los dueños de casinos y mises, de los espectaculares videos-juegos, de los nintendos, de los films con carreras de carros y de plomo cerrado contra los “feos”, contra los latinos, contra los asiáticos, contra los negros, mulatos y cuarterones.
Y en esos estaban, celebrando allá lejos, casi un millón de venezolanos, gozando una bola, barriendo y lavando baños, aseando piscinas, recogiendo basura, sirviendo de mucamos y mucamas pero eso sí metiéndose un puñado de billetes verdes, y entonces tragando hamburguesas con Pepsi cola, extasiado con los catiritos bellos que les miraban como bichos feos, feísimos, cuando en eso se toparon con la realidad que jamás habían imaginado…. En eso estaba, digo, y salieron a aplaudir y a apoyar en todo lo posible a The Orange Pig (Trump), para que éste acabara a la peste chavista en el mundo. Y bueno, llegó y ganó The Orange Pig, y el The Orange Pig mostró lo que verdaderamente son los gringos, y fue allí cuando comenzó el desmadre contra el negraje latino, contra esa “basura” así llamada hoy por The Orange Pig, el bello, el catirito, el de ojos azules y copete amarillo, al tipo de hombres que ellos amaban y todavía aman (porque nunca dejaran de amarlos) aunque les mande a la mierda.
Entonces estos venezolanos, hablemos del caso de los venezolanos, ahora se encuentra entre el retrete y la miasma, sin saber para dónde coger. Se encuentran entre seguir amando con locura a sus catires bellos que planean invadir a Venezuela, volverla trizas, matar millones de negros y mulatos hediondos, o sufrir los vejámenes y humillaciones espantosas de una gente que allá los odia con locura a ellos y a sus hijos, y que andan con el decidido plan de buscarlos, ponerlos presos y mandarlos a África, a una cárcel a un leprosorio.
Escuchad, venezolano, jamás olvidéis, aquella frase del presidente gringo Franklin Delano Roosevelt, sobre el dictador nicaragüense Tacho Somoza: «Puede ser que Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta». Hoy Trump dice: “Claro que Juan Orlando Hernández es un grandísimo narco e hijo de puta, pero es nuestro narco hijo de puta”.
Hoy, para The Orange Pig, todos los venezolanos son unos hijos de perra, unos narcotraficantes y basuras, aunque él con todo el descaro del mundo venga e indulte al mayor narcotraficante de Centroamérica, a Juan Orlando Hernández. Qué moral, carajo, qué tipazo, que ejemplo para el mundo… y entonces llegan y se encuentra, finalmente, con que si usted odia a Maduro, no le queda más remedio que amar a los gringos, pero resulta que éstos sienten asco por usted… ¿Entonces? ¿Para dónde coge? OJO: y no le quedaría nada bien a ninguno decir que es neutral porque nadie se lo creería, eso no existe.
