Este escrito, resumen con propósitos de esquema, elaborado con cierta premura y
“de memoria”, tiene como objetivo proponer una discusión e intercambiar
saberes, en el seno de reuniones sobre el "motor económico" que se están produciendo en diferentes ambienes. En la medida en que se resuelva así, puede convertirse en conocimiento para quienes dentro de diversas
disciplinas cumplen con el llamado estratégico para enfrentar la crisis dándole un revolcón al rentismo petrolero.
De lo que hay que hablar (razonablemente) cuando se viene a hablar de
otra cosa:
Propuesta de discusión contra
sabiduría encapsulada.
El gusto de los merideños por la
historia.
La historia de etnólogos positivistas.
La defensa de la inocua historia
“rosada”.
La historia made in ULA, la
posición de la U ante el país y la
endogamia académica.
El hándicap de haber pertenecido a
la Nueva Granada hasta casi el siglo XIX.
Los tiempos que corren y la
urgencia del “relleno” histórico.
Improvisación y atrevimiento matan
eficacia.
La utilidad o la inutilidad de la
historia, o mejor, la historia como arma.
De la imposibilidad de aislar los temas históricos:
Este tema no puede ser tratado
aisladamente; por lo menos es necesario estudiarlo junto a las relaciones de
propiedad[1] y las
de trabajo[2] que
ellas pautan, estudio que nos conduce directamente al de las clases sociales; la
tecnología aplicada, las características del mercado y el impacto ambiental. Todo esto define el modo de producción y, completándolo con todas las instancias no
económicas, tendremos la formación
económico social, el panorama completo de la sociedad, la “formación cultural”.
De la entrada en materia:
Introducción inmediata de los
productos del patrón de consumo europeo: trigo y otros cereales, leguminosas,
cerdos, vacunos, caña de azúcar…
Sobre ellos y sus subproductos se
fundamentó la economía exportadora inicial (harina, papelón, jamones…)
Los productos europeos y los
americanos (maíz, turmas –papas, cucurbitáceas, leguminosas, crucíferas…) permitieron
la suficiencia casi absoluta (salvo aceite, vino y otros productos por
excepción) de toda la economía regional hasta el siglo XX.
Desde el tercer cuarto del XVII se
interrumpió casi por completo la relación con mercados externos, aislamiento
que duró hasta el último cuarto del XVIII, cuando recomenzó en función de subproductos
del tabaco y la caña de azúcar. La
guerra de independencia significó un costo fatal para la economía, y la
posterior recuperación, con los mismos productos tradicionales, fue lenta hasta
mediados del siglo XIX, cuando irrumpió el café.
El mapa agrario de Mérida cubría
una porción pequeña del político, y las producciones relacionadas con el
mercado se resolvían en un porcentaje bajo del territorio; la mayor parte de la
superficie no estaba cultivada ni usada económicamente, y en buena parte de la
que sí, se practicaba economías de subsistencia, autárquicas, donde se producía
todo lo que se necesitaba.
Las condiciones geográficas
merideñas, la variedad de pisos climáticos presentes en su territorio, hacen
posible la producción de una gama de productos muy amplia.
Para ir desmontando la historia
tradicional (la que deforma o la que calla) tenemos que decir que Mérida no es
una excepción en cuanto al origen de los alimentos de consumo interno: las
unidades de producción mayores, producen para el mercado, para la exportación;
las menores y el “conuco”, siempre han sido las responsables de la alimentación
de la población.
La economía se estructura
alrededor del producto de exportación, el que provee moneda a la economía. Hay productos que están a su servicio
directamente, aportando insumos o permitiendo el funcionamiento de las unidades
de producción dedicadas a ellos; otros productos abastecen el mercado
interno. Hay que tener siempre presente
la capacidad del producto exportador para dinamizar más o menos las áreas
geográficas periféricas.
Aquí debemos introducir otro
aspecto: los productos de exportación agropecuarios no se exportaban tal como
se obtienen de la naturaleza, sino que necesitan un procesamiento previo. Se exporta harina, no trigo; jamones, no
cerdos en pie; chimó y tabaco ambirado, no hojas de tabaco; panela, papelón y melado,
no caña de azúcar. No quiere decir que surgieran “industrias” procesadoras, sino
que esas necesidades de transformación se resolvieron en las mismas unidades de
producción, generalmente con una tecnología muy precaria.
Los bienes destinados a suplir
necesidades distintas a la alimentación, salvo excepciones, se obtenían en la
región bajo la forma de producción artesanal.
Vestuario (trajes, sombreros, calzado, complementos) mobiliario, enseres
domésticos, aperos, materiales de construcción, bebidas alcohólicas…
Papel y libros, vidrio, metales,
parte del vestuario, ciertas bebidas alcohólicas, joyas y otros artículos de
lujo… se suplían por la importación, cuando había capacidad de compra.
El ambiente andino es
excesivamente frágil, pero hasta el café no fue impactado severamente, pues no hubo
presiones que provocaran deterioro sensible.
Siempre la exportación estuvo por debajo de la capacidad de producción,
por lo que no había necesidad de incorporar áreas poco aptas (a excepción relativa
del trigo); tampoco los sistemas agrícolas fueron intensivos ni la tecnología
depredadora. Se practicó la rotación de
tierras, la fertilización con abonos era prácticamente desconocida y, en áreas
extensas, el sistema de conuco prevaleció, con la racionalidad que conllevaba
(el sistemático vilipendio de este sistema agrícola tiene otras razones).
Antes de llegar a la real (pero
limitada) incorporación de la región al mercado mundial, y obligado por la
necesidad de ir a grandes trancos, tenemos que dejar bien sentados algunos
aspectos, así no podamos profundizar en ellos:
Por ninguna parte de la economía
aparece nada a la que pudiéramos llamar “capitalismo” y la manera de producir es
eminentemente precapitalista; lo son las formas de propiedad, las relaciones de
trabajo, la tecnología…
La región era absolutamente suficiente
en cuanto a la alimentación, lo que no quiere decir que no hubiese desnutrición
y hasta hambre estacional en algunos sectores de la población. Para completar el panorama de las carencias,
afirmemos que la esperanza de vida era baja, la mortalidad infantil muy alta, así
como lo era la morbilidad por ciertas enfermedades; el analfabetismo preponderante
y hasta la asistencia religiosa en amplias áreas era escasa. Estas carencias cobran sentido distinto
cuando las comparamos con la mayoría de regiones del país en la misma época.
La sumisión de las clases
dominadas, conformada históricamente por la práctica y la prédica religiosa de
la resignación y el papel jerárquico del individuo en la sociedad, era total,
lo que hacía posible la explotación sin manifestaciones externas “indeseables”;
otras formas de resistencia que podían no ser interpretadas como tales, eran
reprimidas según su gravedad.
La Iglesia era la encargada del
control social, supliendo muchas de las atribuciones del Estado; igualmente, participaba
en la vida económica, como propietaria y prestamista.
Del café para acá
Desde 1850 el café comenzó a
extenderse por todas las zonas agroecológicamente favorables (con excepciones
de tipo económico) llegando a rebasarlas.
Fue la fiebre del café, y sobre él se asentaron todas las esperanzas de
que el crecimiento económico y fortalecimiento de clases conllevaran a la
consolidación del Estado.
Los espacios que habían estado
fuera del sistema económico, fueron integrados a la producción, hasta el punto
de que las áreas que no se colonizaron con el café debieron esperar hasta
nuevos influjos que emergieron en los años cincuenta del siglo XX.
Bajo la influencia del café, se
fortalecieron las áreas de cultivos tradicionales, cuyas producciones se
pusieron en función de este, o suplieron al mercado interno que el café
ampliaba.
Si hacemos un corte en 1950, encontramos
que ajenas a la economía del café sólo quedaban las tierras del Sur del Lago,
además de áreas sin condiciones para el cultivo: condiciones de aridez, cotas
superiores a los 4.000 msnm, bosques y selvas sin presión demográfica
circundante, humedales…
El corte de 1950 es indispensable,
porque la crisis del sector exportador agrícola se acentúa –había comenzado
antes, y en adelante sería “otra cosa”. La
crisis “se sufría”, y en el imaginario social se consideraba “transitoria”; no
se habían desencadenado los efectos ecológicos ni acentuado en demasía los
sociales, pero se había destapado la emigración hacia las zonas petroleras, el
centro del país y el Sur del Lago.
Durante al economía cafetalera, la
región continuó siendo suficiente desde el punto de vista de la alimentación,
pero disminuyó la participación de productos regionales para suplir otras
necesidades al no poder competir las formas artesanales de producción con las
industriales, y aumentar considerablemente la importación de bienes manufacturados.
Las relaciones de trabajo
cambiaron: en el café apareció el salario, fenómeno extendido a otras escasas
producciones. En general, las relaciones
de trabajo precapitalistas seguían muy fuertes, preponderando en amplias áreas
del estado
La tecnología continuó siendo muy
deficiente, salvo excepciones en algunas unidades de producción de café.
La incorporación del Sur del Lago
comenzó en función del establecimiento de una ganadería extensiva y de bienes
de subsistencia que apoyaban esa ganadería.
Se cumplió una vez que irrumpió la carretera Panamericana.
El cultivo del café continúo en
declive, comenzando a disminuir la superficie cultivada, por cambio de cultivos
o por abandono de plantaciones.
Comenzaron las plagas sistemáticas, la introducción de variedades
distintas al arábiga, la falta de mano de obra para las tareas
estacionales. Así y todo, unos años
repuntaba, para volver a caer es simas más profundas, hasta ponerse en
evidencia la imposibilidad de reconstruir la economía cafetera.
La situación descrita era grave
regionalmente, pero en escala nacional no, ya que la renta petrolera supeditó
todas las producciones y la economía nacional dependía de los precios del
petróleo y la cantidad exportada. La
renta petrolera “auxilió” directamente por primera vez a la economía agrícola,
con un subsidio a los productores de café que se dio en 1935.
En el Sur del Lago, aparte de la
economía ganadera predominante, comenzaron a surgir producciones con fuerza propia,
como los plátanos, yuca, frutas, piscicultura, cacao, palma africana…
En el páramo, que había visto
desaparecer su cultivo más importante, el trigo, por efecto de la importación
de harina “del Norte”, posible por la capacidad de importación que el petróleo
estableció, la crisis fue muy severa. La
papa, cultivo tradicional, fue remplazándolo bajo el impulso de la inmigración
colombiana, con semillas importadas y el uso intensivo de fertilizantes. Después vendría la diversificación de la
producción, al irrumpir con intensidad la producción de hortalizas y verduras.
Y la aparición de otras actividades como la truchicultura, la producción de
champiñones, …
Los pueblos del Sur, que por su
aislamiento se habían comportado como la región más suficiente, se transformó
con la construcción de carreteras. Entre
otras particularidades, comenzó a incorporar café en el mercado en plena crisis
del producto, y sufrió un proceso acelerado de disminución de rubros
agropecuarios
Resumen transitorio
Históricamente en Mérida se han
sucedido las siguientes economías:
·
Del trigo (1552-1630)
·
Del cacao (1620-1670)
·
Autárquica (1760-1870)
·
Del café (1860-1970)
·
Rentista petrolera (1960- )
Durante las cuatro primeras, la
región fue suficiente en todos los órdenes del consumo de alimentos, y durante
las tres primeras también lo fue de casi todos los productos necesarios para la
vida.
[1] Una aproximación al tema lo he venido publicando en www.frontinoso2.blogspot.com en varias entregas,
Espero completarlas, corregirlas, agruparlas y colocarlas en la
red; mientras tanto, en una próxima edición de este artículo colocaré
los enlaces a todas las entregas.
[2] La historia del trabajo, a pesar de su importancia
teórica, es un tema descuidado por la historiografía tradicional, y se remata
con esquemas ajenos a la región. Existen
dos modalidades de trabajo cuyo estudio es urgente, el trabajo familiar, base
de la “economía campesina”, y las formas de cooperación simple, las formas de
intercambio de trabajo que históricamente se dieron y aún no han desaparecido
por completo.