Mérida, Agosto 2006
I. Introducción
El conocimiento científico así como los valores humanos transcendentales son absolutamente independientes de los sistemas sociales. Sin embargo y eso lo estamos viviendo hoy de una manera dramática, diversos sistemas sociales aplican políticas que influencian fuertemente, tanto en el conocimiento científico, como en la defensa de esos valores.
La mejor manera de explicar esta idea es a través de un ejemplo. Mi nieto de cinco años y yo curioseábamos en una juguetería. En uno de los estantes se encontraban unos juguetes de plástico que imitaban herramientas: un martillo, una sierra eléctrica, un destornillador... Tuve un momento de aceptación pensando en todas las armas y otros juguetes violentos que dominaban las otras estanterías; mi aceptación duró poco cuando mi angelical nieto tomó la sierra eléctrica e imaginariamente me cortó una pierna con un rostro que me recordaba al infernal personaje Chucky.
Una sierra eléctrica no tiene ideología, es el que la opera quien la utiliza. Es evidente que mi nieto se "educa" en un ambiente social en donde la vida humana no se respeta, donde la violencia es imperante y la destrucción su objetivo. Así se están formando nuestros niños. La Ley Resorte se hace inoperante ante la libertad de acceso a los medios de comunicación a cualquier edad y la libertad de los medios para transmitir hasta la saciedad y a toda hora programas con antivalores. Pero este no es tema que queremos tratar en este escrito, sino el del conocimiento científico, sólo que este ejemplo es sumamente elocuente de la ideologización a que estamos sometidos.
El conocimiento científico es un producto que en el sistema capitalista es tratado como una mercancía cualquiera. Más preciada que algunas otras, pero mercancía al fin. Cuanto más se monopoliza más valor tiene y más poder otorga a quien la posee. Es el conocimiento científico el que les da la fuerza a los ejércitos imperiales y es la razón por la cual la mayoría del conocimiento científico más de punta es ignorado por la mayoría de la Humanidad.
Cada Estado trata, en la medida de sus posibilidades, de no retrasarse demasiado con respecto a los que encabezan la tabla. Este asunto es tan delicado que una equivocada decisión puede, en pocos años, hacer que se pierdan décadas. Un ejemplo lo constituye la Republicar Popular China. La llamada Revolución Cultural, que pretendió encasillar a toda la población china en un torbellino monocolor, reinventarlo todo, sufrió un atraso tecnológico importantísimo con respecto a su tradicional rival, el Japón, que todavía no ha podido atrapar, cincuenta años después.
El imperialismo tiene una política científica muy particular para sus colonias. Se trata de magnificar el hecho de publicar en revistas internacionales editadas en los Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y Japón, fundamentalmente. De esta manera se garantizan que la producción científica de sus colonias este dirigida principalmente a ese objetivo, el de publicar. Como las colonias carecen de las industrias básicas (farmacéutica, electrónica, etc.) para asimilar el producto, serán las empresas multinacionales (General Electric, Bayer, Sandoz, etc.) quienes utilicen esa materia prima para producir bienes para el mercado.
Las colonias para romper este esquema de dominación deben desarrollar las industrias que puedan absorber el conocimiento científico. Deben crear centros de investigación del estado con planes para el desarrollo nacional. Venezuela está dando sus pasos en este sentido y un ejemplo de ello es la decisión de colocar en órbita un satélite con tecnología venezolana. Este plan requiere del desarrollo de las industrias de la metalmecánica, la electrónica, la informática, las aleaciones metálicas y muchas otras.
Existen pues dos formas de ver la producción científica en Venezuela. Una de ellas como colonia y otra como país independiente, rumbo al socialismo.
II. Los Distritos Tecnológicos de PDVSA
Esta acertada política de crear Distritos Tecnológicos de PDVSA constituye un apoyo fundamental para el desarrollo de la política anteriormente descrita. Inclusive, en el Estado Mérida, ya tendrían una base de partida utilizando la infraestructura de CorpoAndes, organismo que ya ha cumplido su vida útil y que necesita ser relanzado desde esta nueva óptica de desarrollo del conocimiento científico.
Mérida, por sus condiciones geográfica, climáticas y de concentración del conocimiento, posee condiciones muy particulares que podrían convertirla en la necesaria ciudad científica de Venezuela, a imitación de lo que hace USA en Silicon Valley, Japon con Tsukuba o Francia con Grenoble. La concentración de laboratorios es indispensable por lo costoso de los equipos, que en muchos de los casos son complementarios para los exámenes requeridos.
En la Universidad de Los Andes se encuentra un alto porcentaje de los mejores científicos del país. Algunos de ellos, de muy alto nivel, están ganados para el proceso de transformación socialista. Inclusive algunos también están jubilados y apreciarían enormemente su utilidad en el proceso de la elaboración de planes y proyectos, diseño y construcción de laboratorios, etc.
Un Instituto de Estudios Aeroespaciales, bajo la supervisión y administración del Distrito Tecnológico de Mérida en convenio con la Universidad de Los Andes (ULA) y la Universidad Nacional Experimental de las Fuerzas Armadas (UNEFA), constituiría la plataforma ideal para el programa espacial venezolano. Los talleres de macro y micro-mecánica necesarios ya se encuentran operacionales en la ULA, además de la posibilidad de utilizar los recursos del Centro de Cálculo de la ULA (CecalcULA), del Centro de Investigaciones de Astronomía (CIDA), del observatorio de Llano del Hato, del Centro de Criogénica (Centro de Estudios en Semiconductores, CES), entre otras instalaciones.
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