Fermín
E. Osorio C.
Como
pocas veces en la historia ajena, la pervivencia de la Revolución Bolivariana
está condicionada por la vida de un dirigente. En este momento, Maduro es
lo que garantiza la continuidad de la Revolución; eso lo sabemos nosotros y
también lo conoce el enemigo, versado en hacer desaparecer físicamente a todos
quienes signifiquen escollos importantes para su estrategia imperial.
Con el actual
envalentonamiento de la oposición, que cumple con toda precisión las pautas
marcadas por el Imperio, que sigue una síntesis perfecta de las últimas
tácticas aplicadas con éxito contra gobiernos disidentes, nuevas elecciones
serían fatales para la Revolución. Por no haber superado formas de la
democracia burguesa, elaboradas para perpetuar regímenes de esa naturaleza y en
las que la Revolución Bolivariana se ha manejado con éxito pero bajo riesgo
permanente, en este momento histórico de intensa arremetida, de comprensión y
aprovechamiento de debilidades coyunturales, puede dejar de ser gobierno y
quedar sometida a la revancha fascista que enterraría la revolución por tiempo
prolongado.
La pretensión de
Copriles de repetir las elecciones parece una convulsión de ahogado, pero es
una directriz del Imperio. Pero pensemos por un momento en la posibilidad
negada de un complot en el TSJ, donde va a ir a parar la impugnación, y la
decisión de repetir el proceso; pensemos en un momento en un “accidente” donde
perdiera la vida el Presidente Maduro y la necesidad de nuevas elecciones… ¡nos
llevaría el mismísimo satanás! De ahí que la vida de Nicolás Maduro se
convierta en sinónimo de permanencia de la Revolución.