Si existe una predicción que signó a la humanidad hacia finales del siglo XIX, fue la famosa del clérigo Thomas Robert Malthus cuando predijo que para finales del siglo apenas habría alimentos para un tercio de la población, en vista de que esta crecía geométricamente y nuestros medios de subsistencia (alimentos) de manera aritmética. La famosa catástrofe malthusiana no se dio, pero quedó flotando en la psiquis colectiva con su vaticinio apocalíptico, y raíz de ello el hombre se puso a investigar frenético como lograr mejores cosechas. El resultado fue que entre 1940 y 1970 entramos de lleno en lo que se conoció como la revolución verde, liderada con éxito tremendo por el agrónomo estadunidense Norman Borlaug. Las cosechas de nuestros cuatro principales rubros de energía (arroz, trigo, papa y maíz, que equivalen a 60% de la ingesta energética mundial) pasaron a ser descomunales.
La revolución verde nació gracias a un
inglés asustado porque podíamos llegar a ser 200 millones de habitantes
sin alimento. Hoy somos 7 mil millones y se calcula que estamos
produciendo unas 7 veces lo necesario para alimentar a todos los seres
humanos en un mundo con 800 millones de hambrientos, prueba de que nuestros males siguen teniendo el mismo origen desde siempre: injusta distribución. Es
tal el excedente, que se calcula que un tercio de los alimentos se
botan, otra parte se usa para hacer gasolina, buena parte para alimentar
animales y la obesidad es una pandemia. Para ahondar recomendamos la lectura del informe de la FAO sobre el panorama de la agricultura y sus perspectivas a largo plazo:http://www.fao.org/docrep/004/Y3557S/y3557s06.htm.
Se trató de una revolución que basó su éxito en la implementación de un poderoso paquete compuesto por siete elementos: semilla
mejorada, siembra extensiva de un solo cultivo (también conocidos como
monocultivos), agroquímicos, fertilizantes, control de maleza, riego
masivo y mecanización. La intención detrás
de este paquete era buena y cumplió inicialmente su misión al crear
riqueza y lograr autoabastecimiento en muchos lugares del planeta, pero nos encadenó a un
círculo vicioso del que no sabemos como salir y que amenaza con
dejarnos en el mediano plazo en condiciones muy débiles. Muchos creen
que estamos ante una situación en la que el remedio comienza a resultar peor que la enfermedad.
Imagine
por un momento que se inventa un paquete para el hombre en el que
dándonos pastillas energéticas, dosis masivas de antibióticos, y un
coctel alimenticio que supla todas nuestras necesidades; logra que trabajemos sin parar, sin enfermarnos y sin quejarnos. Obviamente la productividad subiría de forma exponencial y aumentaría la riqueza en la tierra, pero el costo sería la dependencia. Si no nos dan los antibióticos nos atacarían las enfermedades que habíamos logrado mantener a raya por
prueba y error de milenios. Si no nos venden el coctel alimenticio ya
no sabríamos como alimentarnos. Lo que es peor, el uso cotidiano
preventivo de antibióticos haría que aparecieran nuevas enfermedades
inmunes y entraríamos en un circulo vicioso de búsqueda de antibióticos mas poderosos. Si un día nos llegaran a quitar ese paquete milagroso, descubriríamos con horror que estamos terriblemente cansados, sin saberlo, porque los suplementos energéticos no nos permitían notarlo. Veríamos con horror que hemos matado ese bien precioso que es nuestro cuerpo. Llegados a este punto, probablemente nos preguntaríamos si no estábamos mejor cuando éramos menos productivos, pero igualmente menos dependientes.
Pongo
a colación este ejemplo hipotético para que se entienda que eso
exactamente es lo que ha pasado con el paquete de la revolución verde.
Somos inmensamente productivos, pero el precio que hemos pagado por ello
es dependencia y el empobrecimiento de la tierra, que en el fondo es lo único que realmente tenemos como riqueza y medio de vida. De oro no nos alimentamos.
El modelo-paquete estandarizado de la revolución verde ha sido particularmente dañino en los países del tercer mundo, ya que allí son
mas las plagas (no hay invierno esterilizador) y los problemas y
distorsiones pasan a ser acumulativos por las dicotomías que genera no
tener el paquete completo (no siempre nuestros campesinos tienen acceso a
los siete elementos del paquete juntos). La consecuencia es que
literalmente se esterilizó el suelo, quedando este desnudo y
erosionable. En muchas de nuestras tierras, solo manteniendo el ciclo del paquete (es decir, comprando fertilizantes, agrotóxicos y semillas) es que se puede sembrar en él.
Predecir cuando será el colapso no es fácil, solo sabemos que el colapso viene porque las señales ya son claras. En
los próximo dos artículos analizaremos las consecuencias de la
implementación del paquete verde y las soluciones que se plantean.