El amor que pasa, la vida que pesa, la muerte que pisa.
Hay dolores inevitables, y así es nomás, y
ni modo. Pero las autoridades planetarias agregan dolor al dolor,
y encima nos cobran ese favor que nos hacen.
En dinero contante y sonante pagamos,
cada día, el impuesto al valor agregado. En desdicha constante y sonante
pagamos, cada día, el impuesto del dolor agregado.
El dolor agregado se disfraza de
fatalidad del destino, como si fuera la misma cosa la angustia que nace
de la fugacidad de la vida y la angustia que nace de la fugacidad del
empleo.
Espejos: Una historia casi universal.