Foto: Pasukaru
Si
miramos por un ‘microscopio social’ el mal que ataca al país,
encontraremos algún virus que tiene nombre de personaje de manga: el
término otaku se emplea popularmente en Japón como sinónimo de persona
con aficiones obsesivas y se aplica a cualquier tema o campo, aunque
sobre todo al manga. Aman el anime y los ordenadores. Y a ellas tampoco
les preocupa mucho: casi la mitad de las mujeres de hasta veinticuatro
años detesta el sexo o no tiene ningún interés y el 25 % de los hombres
está en la misma situación.
Tokio
es la mayor capital del mundo. Y es precisamente allí donde ha
germinado el Sekkusu shinai shokogun, que es lo que los medios en Japón
llaman el "síndrome de celibato" que parece estar apoderándose de los
jóvenes japoneses. El gobierno lo interpreta como una catástrofe
nacional. El declive de las relaciones estables en Japón ha abierto un
interés cada vez mayor por la pornografía en internet y las novias
virtuales.
Sin
embargo, los problemas empezaron mucho antes de que el deseo de tantos
hombres se torciese. El desarrollo de las nuevas tecnologías ha hecho
que florezcan en Japón mundos virtuales adaptados a cada usuario. Hay
todo tipo de lugares en los que refugiarse. Y muchas veces basta una
habitación. Se estima que hasta un millón de jóvenes japoneses
permanecen encerrados en sus casas, algunas veces durante décadas. Se
les llama 'hikikomori', y en 2010 una encuesta del Gobierno de Japón
arrojó una cifra de 700.000 ‘anacoretas’ del siglo XXI. Debido a que por
definición, quienes sufren de este fenómeno se esconden, la cantidad de
afectados es todavía mayor. Algunos analistas creen que puede haber
cerca de un millón: en su mayoría son adolescentes y hay más chicos que
chicas. No suelen relacionarse con nadie, aunque sí hablan con otros
'hikikomori' de manera virtual. El problema es tan grave que el
Ministerio de Salud abrió un centro de rehabilitación especializado en
tratar esta enfermedad, que sólo existe en Japón.
Pareja. ¿Para qué?
Aquello
fue un primer aviso en la sociedad japonesa, donde algunos valores
universales en las sociedades modernas como los amigos o el sexo están
siendo carcomidos por la vida cotidiana. "Tal vez no tengamos citas,
pero eso no significa que no tengamos sexo", declaraba hace unas semanas
un joven japonés en su blog. Habla en representación de una generación
de que ha crecido a lo largo veinte años de estancamiento económico y
han elegido a desconectar y sumergirse en su propio mundo de fantasía.
La fractura que empezó en los jóvenes aislados se prolonga ahora con
adultos que repudian las relaciones reales. Los sentimientos a largo
plazo y el contacto con otra piel están siendo reemplazados por una
gratificación instantánea y moldeable a cada individuo. La pornografía
en internet, las "novias" virtuales y las caricaturas anime no son más
que los ingredientes de ese peligroso cóctel social.
Japón
tiene una población de unos ciento veintiseis millones y vive una era
convulsa. La seguridad de el trabajo vitalicio, los compañeros para toda
la vida... todo desaparece. Y por ese sumidero generacional también se
va la solvencia económica. Ya se habla de los hombres japoneses como
"herbívoros". No cazan, pastan. No desean hembras, les gustan cosas. El
hombre deja atrás su pasado animal.
Una
encuesta realizada por el Ministerio de Salud en el año 2010 se
encuentra el 36 % de los hombres japoneses de dieciseis a diecinueve
años no tenía ningún interés en el sexo - una cifra que se ha duplicado
en el lapso de dos años. En el país que desafió al destino tras perder
la Segunda Guerra Mundial supura una generación con pocas ganas de
aparearse y alimentar a una familia. ¿Para qué? Los otaku creen en las
relaciones con novias virtuales. Usan un juego de Nintendo llamado Love
Plus. Ante una pequeña tableta portátil, les compran caprichos y las
llevan de paseo. Antes que una media naranja, prefieren ser un usuario.
jc/lj